El cine fantástico español, al igual que el resto de géneros en este pais, está caracterizado por la falta de industria cinematográfica y sus correspondientes estructuras económicas. En un principio, se añade el elemento terror a los films policiacos para, posteriormente, desarrollar el género propiamente dicho.
Primero se trata de coproducciones con otros paises
(principalmente Italia) o de versiones cómicas de monstruos, dejando para unos
años después la entrada real al género.
En 1965, Jesús Franco rueda
Miss Muerte, y en 1967, Paul Naschy interpreta por primera vez al
licántropo Waldemar Daninsky en la Marca del Hombre Lobo, de
Enrique López. Ambos abren el fuego y se convierten en leyenda del género
nacional.
Inmersos en la sociedad de la época, los films tienen ciertas
connotaciones religiosas, y la censura provoca que las producciones finales
difieran de las originales, a veces tanto que se pierden elementos de la trama.
(No olvidemos que estamos en plena dictadura fascista del gobierno de
Franco. Las versiones íntegras eran exibidas en otros paises, hasta que
la censura también prohibe estas "dobles versiones", perjudicando notablemente
los beneficios de este tipo de cine (y las inversiones en él, claro). Una gran
película que tuvo muchos problemas con la censura fué la Residencia
(1969), dirigida por Narciso Ibáñez Serrador.
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No obstante, el largometraje supuso un salto del nivel económico de las producciones, que logró un gran éxito en taquilla y animó a la producción de los años que estaban por venir, que serían los más prolíficos del género. Durante estos años, los principales directores siguen enfoques muy distintos. Mientras el guionista y actor Paul Naschy, junto al director argentino Leon Klimovsky se preocupan de dar un aire literario a sus films, Jesus Franco se acerca al género en una especie de tebeo llevado a la pantalla, en el que se rinde homenaje a los mitos por todos conocidos.
De forma similar, el cine fantástico de esa época
en México se aleja bastante de lo literario, para centrarse simplemente en
horribles monstruos malvadísimos y de nula personalidad. Mientras, en España,
otros autores como Amando de Ossorio, Carlos Aured o Javier Aguirre
cultivan el género, dando un toque muy "sui generis" que diferencia el cine
español de las producciones extranjeras, de presupuesto muy superior. Para estas
producciones también se cuentan con actores especializados en el género. Aparte
del ya mencionado Paul Naschy, destacan Narciso Ibáñez Menta, Jack
Taylor, Antonio Mayans, Howard Vernon, Mirta Miller, Helga Liné o Patty
Sheppard.
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Una característica similar de los dos enfoques antes mencionados es la mezcla de mitos, más por exigencias de cara a su comercialización que por propia iniciativa de los creadores. En la mayoría de los films uno puede ver como Drácula se codea con Frankenstein, o como el Hombre Lobo conoce al Dr. Jekyll. En 1970, Naschy y Klimovsky estrenan la Noche de Walpurgis, que se acaba estrenando en multitud de paises de forma comercial, lo cual no es usual en el cine español (hasta entonces, lo normal era que estas películas tuviesen esa segunda version pseudo-erotica de la que hablamos antes, que era estrenada en cines porno o cine clubs).
Pero durante los 70, no todo fueron
monstruos clásicos. En 1971, Eloy de la Iglesia dirige la Semana del
Asesino, y en 1973 haría lo propio con Una Gota de Sangre para Morir
Amando, una "exploit" de la Naranja Mecánica de Kubrick. Los
templarios de Béquer son protagonistas de las Noches del Terror
Ciego (1972) de Amando de Ossorio (film que tendría nada menos que 3
secuelas). Otros films destacados de la época son el Jorobado de la
Morgue (1972), la venganza de la Momia (1973) y No Profanar el
Sueño de los Muertos (1974), una versión hispana de la Noche de los
Muertos Vivientes, coproducida con Italia e Inglaterra.
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Con el final de los 70, llega también el ocaso de esta era dorada del panorama fantástico español. El público y las productoras optan por otros géneros, y Pilar Miró impide el control sobre las multinacionales, acabando con más de 60 productoras nacionales. Durante los años 80, poco se puede destacar, excepto varios intentos de Naschy por revivir a su famoso licantropo Waldemar Daninsky en algunos films (entre ellos la coproducción hispanojaponesa la Bestia y la Espada Mágica en 1983).
Algún horrible acercamiento al cine de ciencia ficción como en el Caballero del Dragón, la parodia Aquí Huele a Muerto (Pues Yo No He Sido) en la que se nuevamente se hace un acercamiento cómico al género, incluyendo todos los arquetipos existentes, y contando con la propia participación del omnipresente Naschy. El director Juan Piquer estrena Mil Gritos Tiene la Noche (1982), Slugs, Muerte Viscosa (1987) y la Grieta (1989), las tres con producción norteamericana.
El mismo director estrena la Mansión de Cthulhu en 1992, una floja adaptación de los inquietantes primigenios creados por H.P. Lovecraft (poca suerte ha tenido el escritor con las adaptaciones sobre su obra, no sólo en España), que fué directamente a los videoclubs. También en coproducción con los EEUU dirigiría Jose Ramón Larraz Descanse en Piezas (1987) y Al Filo del Hacha (1988), dos muestras de gore hispano. Pero aparece en 1992 Alex de la Iglesia con su primer largometraje, Acción Mutante para acabar con el paupérrimo panorama. Gore castizo y humor negro, que coincide en las carteleras con la repulsiva Supernova (1993) de Juan Miñón.
El éxito de Acción
Mutante anima a otros creadores. Destaquemos la Matanza Caníbal de los
Garrulos Lisérgicos (1993) dirigida por Antonio Blanco (con la
colaboración de miembros de Def Con Dos, Killer Barbies y
Siniestro Total), Justino (1994), un psycho killer cañí
donde los haya, interpretado por Saturnino García, o Atolladero
(1995), una adaptación del cómic. Ese mismo año, Alex de la Iglesia
vuelve con el Día de la Bestia, pura fiesta para el aficionado que
consagra al joven director (no sólo en España). En 1996 regresan Franco y
Naschy. El primero lo hace con Killer Barbies, con los miembros
del grupo musical como protagonistas. El segundo lo hace, como no, con
Licántropo, que iba dirigida al público internacional (de hecho, se
estrenó en contadísimas salas españolas, dentro de festivales del género).
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También durante el 96, Alberto Sciamma estrena la Lengua Asesina, cuyo mayor interés era ver juntos a Robert Englund (Pesadilla en Elm Street), Melinda Clarke (Mortal Zombie) y Doug Bradley (Hellraiser). Durante el 97, la suerte se reparte. Mientras los hermanos Ibarretxe y el dúo Fernando Cámara/David Alonso pasan inadvertidos con Sólo se Muere 2 Veces y Memorias del Ángel Caido, respectivamente, Agustín Villaronga llamó ligeramente la atención con 99.9, y Alex de la Iglesia estrena Perdita Durango, que tendría más éxito en su tardío estreno internacional que en su andadura por las carteleras españolas. Desde luego, no estamos ante una nueva época dorada para el género, pero podemos decir que corren buenos tiempos para el cine fantástico español, y que ojalá sean aún mejores pronto.
En el nuevo milenio destacan Alejandro Amenábar y Jaume Balagueró, con interesantísimos tiítulos como Abre los ojos, Los otros, Los sin nombre, Darkness y Frágiles.