A los diez años escribí mi primer relato del Oeste: "El infalible Farrow". Durante los cinco años siguientes escribí otros veinticuatro, siendo el último "La mano inolvidable". Había cumplido quince años y pensé que ya iba siendo hora de tomarme en serio la Literatura.

Recuerdo con mucho cariño aquellos años y aquellos textos, repletos de tiros, pistoleros y duelos a muerte, de buenos y malos, de extensas llanuras y estrechos desfiladeros, de sucias cantinas y lujosos salones, de cazadores de recompensas y sheriffs heroicos, de vaqueros camorristas y caciques despiadados, de cacerías salvajes y disparos de todos los calibres...vistos y escritos por un niño que creía en la infalible puntería del Colt del héroe solitario.

Aquí están algunos de aquellos relatos, tal y como los escribí, con sus errores sintácticos variados...¡y hasta con algunas faltas de ortografía!

 

CUATREROS EN NEVADA

 

-¡Alto!- ordenó Lex a su caballo.

A su vista, un hermosos pueblo parecía atraerle.

-          Nos quedaremos aquí por algún tiempo. Siempre he oído decir que Nevada es un sitio magnífico. ¡Vamos¡

La silueta del corpulento muchacho fue admirada por algunos de aquellos ciudadanos. En él distinguían un muchacho, alto y fuete, castaño de pelo, ojos marrones y piel morena curtida por todos los vientos.

-          Remojaremos el gaznate-dijo Lex Garnet entrando al Saloon “La Pérgola”.

De pronto, al ir a entrar al bar, un hombre salió disparado. Se apartó al momento en que otro también lo hacía a velocidad superior.

Garnet entró chulón.

-          ¡Basta ya! ¿Qué pasa aquí?-dijo con voz autoritaria, dispuesto a reírse un rato. Un hombre extremadamente gordo, con aspecto de una mula, se acercó a él.

-          Te voy a romper los huesos-exclamó el hombre, haciendo una seña a sus amigos.

Cuatro hombres se acercaron al matón, que se llamaba Keller.

Los cinco hombres se lanzaron contra Lex. Pero algunos espectadores acudieron en ayuda del joven, con gran alborozo.

Las sillas volaban como mariposas. El sonido de los ¡Ay!, de las mesas rotas y de los puñetazos se juntaba con un tremendo estruendo. Lex pegaba con gusto. Varias veces fue alcanzado por una silla, pero eso importaba poco.

En esto se abrió la puerta.

-          ¡Paso a la autoridad. Detente todo el mundo!

El sheriff, rodeado de alguaciles, entró en la estancia.

-          Todos a la cárcel, dijo.

Desfilaron todos con caras que daba pena verles.

-          Usted forastero, venga aquí.

Lex obedeció.

-          Yo venía aquí de lejanas tierras y de pronto un matón me quiso hinchar las narices

-          Por lo visto no es usted manco, dijo señalando a Keller. ¿Busca trabajo?

-          Sí, respondió Garnet.

-          Pues bien, le ofrezco una plaza de comisario.

-          ¡Acepto! exclamó Garnet estrechando la mano a John Carey, Sheriff de la comarca.

Ambos se dirigieron hacia la oficina.

-          Firme aquí.

-          Bien, ya está- dijo John, poniéndole la insignia de comisario.

-          Por cierto jefe- dijo Lex- mañana déjeme libre. Viene en la diligencia mi novia, pues nos citamos aquí.

-          Bien muchacho. ¿Os vais a casar?

Garnet titubeó antes de contestar. Luego dijo:

-          Sí, eso tenemos pensado.

-          Suerte muchacho- respondió Carey, dándole una palmada en el hombro.

Lex salió de la oficina.

Caminó por la calle, cuando se detuvo para oír lo que alguien decía.

-          No hay derecho. Y el sheriff sin hacer nada. Ese maldito de Fulton nos está robando las reses.

-          Y no solo eso- contestó el otro. Dice James que les vio a él y a sus hombres cuando desapareció el dinero del banco.

Lex se volvió. Se acercó a los dos hombres.

-          ¿Qué… qué busca?

-          Repita lo que ha dicho. No tenga miedo- dijo Lex, enseñándole la placa.

-          Ese maldito de Jim Fulton. Nos va a desplumar.

-          Y ¿qué hace el sheriff? -preguntó Lex.

-          No puede apresarle. Pero mañana le envían veinte hombres.

Lex siguió andando. Se dirigió al Saloon.

-          Whisky doble.

-          Al momento.

Un par de individuos se acercan al mostrador.

-          Entonces ¿mañana? Cuchicheó uno de ellos.

-          Sí Billy, mañana

-          ¿En el banco de Pattson?

-          Cállate. Demasiado lo sabes.

Lex oyó bastante. Se acercó a los dos hombres.

-          Con que mañana, ¿eh?-dijo apuntándolos con su revólver. Venid conmigo, pollitos.

Fallet hizo un movimiento. El último. Porque Lex disparó sin contemplaciones.

-          Aquí le traigo este pollo- dijo Lex con tranquilidad.

-          ¿De dónde lo has sacado?- preguntó Carey.

Garnet le refirió a Carey todo lo que sabía.

-          Con que mañana. Bien. Hoy llegan mis hombres. Les esperaremos en el banco.

Llegó el día siguiente. La diligencia acababa de parar frente al Saloon, y una mujer bajaba pausadamente. Lex Garnet estaba esperando junto al Saloon: bendijo la suerte de ser novio de aquella bellísima muchacha. Se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos.

-          Ruth –dijo, besándola en la mejilla.

-          ¡Oh! Lex, cuántas ganas tenía de verte.

Lex la acomodó en un carricoche. Ambos se dirigieron hacia el hotel Fullman.

-          Aquí nos quedaremos hasta que nos casemos- susurró Lex.

-          Sí, querido.

-          Quédate tú ahora, tengo que hacer -dijo Garnet. Bajó silbando al vestíbulo. Salió a la calle.

-          Bueno sheriff, la hora se acerca. Ya han venido los muchachos y están preparados.

-          Pues vamos allá.

El galope de un puñado de valientes se dejó oír en las calles de Nevada. Anochecía y las calles estaban ya casi desiertas.

Esperaron escondidos cerca del banco.

-          Lex, tú y diez hombres os esconderéis en aquel recodo.

El grupo cumplió la orden.

Un galope que se iba acercando, se oyó en la lejanía.

-          Ahí llegan.

-          ¡Chitón!

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Al grito de “a por ellos, valientes”, Carey y los suyos se lanzaron contra los malhechores. Lex pegaba duro. Cada puñetazo suponía un hombre sin sentido.

La pelea se iba inclinando a favor de los de la ley. El cuerpo a cuerpo se hizo atroz.

Pero de pronto Lex oyó una voz. Era Ruth que había ido a verle.

Los bandidos alzaron las manos. Pero uno, Fulton, cogiendo a la muchacha de la cintura, la obligó a acompañarle.

-          ¡Quietos todos!- mandó- si no me dejáis ir, Ruth morirá.

Lex quedó perplejo, pero reaccionado gritó:

-          ¡Suéltala cobarde, te refugias en ella porque sabes que si no te mataría. Gusano, suéltala!

Herido en su amor propio, el bandido se desprendió de Ruth. Aprovechando la situación, Lex disparó contra Fulton. Éste se contrajo al recibir los disparos del revólver de Lex, al tiempo que caía inerte.

Ruth corrió hacia Garnet.

-          Lex, Lex, amor mío

-          Ruth.

Y los jóvenes se besaron y se unieron en un interminable abrazo.

 

FIN

 

                                                                                                                                                                                           © Javier de Lucas