EL DISEÑO INTELIGENTE

¿Qué es el Diseño Inteligente? La teoría del Diseño Inteligente se gestó dentro de los entornos críticos con la teoría de la evolución durante los años 80 del siglo pasado. La primera gran contribución al desarrollo del Diseño Inteligente vino de la mano de Michael Denton, un bioquímico australiano, investigador titular de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda. En sus dos obras principales: Evolution: a theory in crisis y Nature’s destiny, planteaba la idea de que la complejidad del mundo natural no podía ser explicada mediante la acumulación de cambios aleatorios. Sobre todo en su segundo trabajo, Denton afirmaba que nuestro entorno natural parecía estar “diseñado” expresamente para albergar la vida.

LAS PRINCIPALES POSICIONES FILOSÓFICAS

 Creacionismo: Defiende que el universo fue creado en seis días, según el capítulo 1 del libro bíblico del Génesis, que cada una de las especies biológicas es el resultado de un acto particular de creación divina. Quienes sostienen esta teoría usan la Biblia como libro de ciencia y no saben distinguir bien entre mitología, ciencia, géneros literarios, etc. No aceptan el azar o la casualidad en el universo, sino que creen que todo lo que sucede lo proyectó Dios hasta el grado que nada, por muy insignificante que sea el hecho, ocurre sin un propósito del Creador.

 Evolucionismo o darwinismo: Defiende que la evolución de las especies biológicas se produce por selección natural de los individuos y se perpetúa por la herencia. Unas formas de vida van evolucionando a otras más complejas desde los primeros microorganismos que surgieron en el agua del mar, todo ello a lo largo de millones de años y a través de herencia genética, selección natural de los más fuertes y cambios ocurridos por casualidad. Esta teoría se inició con Charles Darwin en el cercano siglo XIX.

 Diseño Inteligente (D.I.): Defiende que Algo / Alguien / Una Inteligencia / Dios / ha creado el universo con un diseño inteligente implícito, con unas leyes tan particulares, precisas, puntuales, minuciosas y exactas a todos los niveles que sin tal precisión sería imposible que las estrellas se hubieran formado; que la Tierra estuviese a la distancia justa del sol como para posibilitar su vida; que los cinturones de Van Allen, compuestos de cargas eléctricas, rodeen tan equilibradamente nuestro planeta haciendo de escudos protectores contra las partículas de radiación transportadas por el viento solar; que la luna esté tan gemelo-hermanada a la Tierra de una forma tan exacta y crucial para el desarrollo de las condiciones vitales; o que la variedad de constantes fundamentales del universo tenga una precisión tan justa y milimétrica, ya la masa ya la carga de las partículas atómicas, etc., etc. Es decir, todo el diseño universal, todas las leyes cósmicas, son tan perfectas, exactas y puntuales que prácticamente resulta imposible que se hubiera formado todo lo existente por puro azar o casualidad. ¿Tanta precisión para algo sin propósito ni finalidad? En consencuencia, hay científicos que con los datos actuales de la física, la cosmología, la biología o las matemáticas argumentan que lo más lógico es deducir que tuvo que haber Algo / Alguien / Una Inteligencia / Dios / Un Diseñador Inefable del universo detrás de toda esta inmensa realidad; un Diseñador que diseñó de una manera tan inteligente su gran obra, que incluso incluyó en el diseño la posibilidad de que después de millones y millones de años se diera la vida y que poco a poco de esa vida surgiera la Vida Consciente de sí misma y del universo, Vida Inteligente capaz de preguntarse «¿por qué existe, con qué fin y el Diseñador?».

Según los partidarios del D.I., las ciencias aportan datos suficientes como para sostener la tesis que detrás de la creación universal hay una Inteligencia que diseñó o proyectó el universo con la posibilidad implícita de que surgiera en en su interior vida capaz de ser consciente de sí misma y probablemente de ir a más. Los defensores del D.I. aceptan la teoría de la evolución e incluso admiten el azar o la casualidad, pero entendiéndolo como "mecanismo" del mismo plan o diseño inteligente.

Es decir, a diferencia del creacionismo, que plantea el dabate en el foro de los presupuestos «FE-CIENCIA», el Diseño Inteligente argumenta desde las posiciones «CIENCIA-CIENCIA», aceptando en gran medida el evolucionismo y su casualidad, no es en el sentido pesimista de la casualidad darwinista, sino con el toque esperanzador u optimista de ver en ese azar o casualidad también el propósito y la finalidad del Diseñador Inteligente.

Como dice uno de los principales científicos actuales propiciadores del D.I., no comprometido con posiciones religiosas convencionales, el físico matemático y profesor en el Centro Australiano de Astrobiología de la Universidad Macquarie (Australia), Paul Davies: "Según el principio antrópico, las condiciones físicas que hacen posible nuestra existencia se encuentran tan enormemente ajustadas que es difícil pensar que nuestra existencia sea un simple resultado del azar o de fuerzas ciegas". (...) "Pertenezco al grupo de científicos que no suscriben ninguna religión convencional y, sin embargo, niegan que el universo sea un accidente sin significado".

E igualmente piensa el matemático británico Roger Penrose, quien tomando en cuenta las variables físicas intentó probar matemáticamente la respuesta a estas preguntas: "¿Cuál es la posibilidad de que un universo que pasó a existir por casualidad produzca organismos vivientes? ¿Una en billones de billones? ¿Una en trillones en trillones? ¿O una en una cifra aún mayor?" Según Penrose, la probabilidad de que ello ocurra está en el orden de 1/10/10123. Es difícil imaginar lo que significa este número. En matemáticas, el valor de 10123 se expresa por un 1 seguido de ciento veintitrés ceros. Dicho sea de paso, es un número mayor al de átomos que se cree existen en todo el universo, el cual está calculado en 1078? , pero la cifra que nos da Penrose es mucho más grande: un uno seguido de ciento veintitrés ceros. Matemáticamente, en términos prácticos, una probabilidad de 1/1050 significa "probabilidad cero". El número de Penrose es más de un billón de billón de veces menor a 1/1050. Es decir, la probabilidad de que se origine por casualidad un universo como el nuestro a partir del Big Bang es extraordinariamente menor a lo que se considera probabilidad cero.

En resumen, el número de Penrose nos dice que la creación de nuestro universo por "accidente" o "casualidad" es algo imposible. Los números que definen el designio y propósito del equilibrio del universo, juegan un papel crucial y exceden la comprensión. Es decir, con la ciencia en la mano, no con la religión, hay científicos que prueban que de ninguna manera el universo es producto de una casualidad.

Multiverso: Esta teoría científica proveniente de las matemáticas subraya que el universo es uno entre millones de universos, por purá lógica matemática. Sostienen que matemáticamente de un "Agujero negro" puede nacer otro universo o numerosos universos. Tal manera de pensar se debe en parte al físico matemático estadounidense Hugh Everett III, quien a mediados del reciente siglo XX formuló una tesis acerca de una multitud de mundos o universos posibles. El Multiuniverso es una postura por la que apuestan bastantes defensores del ateísmo científico ?aunque desde el D.I. podrían plantearles que el Alguien / Algo / Diseñador Inteligente / sigue siendo válido tanto para la hipótesis de diseñador de uno o de múltiples universos?

Hay quienes se acogen a esta postura científica para enfrentar o escapar a la tesis que otros físicos o matemáticos tan científicos como ellos les presentan sobre la imposibilidad de un "ajuste tan fino y exacto" en todas las leyes físicas del universo (el llamado principio antrópico) sin un propósito o causa implícita. Es decir, los partidarios del Multiuniverso defienden que toda esa exactitud latente en este universo es por pura casualidad físico-material y no tiene por qué darse en el resto de universos, según la multitud de fluctuaciones cuánticas existentes en el vacío. Con esto desean poner a salvo la casualidad o el azar, pues si bien en este universo nosotros existimos, en otros posibles universos la casualidad haría que no existiéramos o que fuésemos de otra manera distinta. Muchas preguntas objetoras e importantes se le pueden hacer a esta teoría, empezando porque si experimentamos sólo una realidad, sólo un universo, hablar de universos múltiples es parecido a hablar de la Nada o de los ángeles o de la resurrección después de la muerte; sin embargo conviene no coger a la ligera la hipótesis del Multiuniverso, dado que ésta conlleva la posibilidad y el sentido de la realidad entrecruzada en todas direcciones por otras realidades, planos, dimensiones o universos que son una posible introducción a los viajes en el tiempo o a la teletransportación desde un lugar a otro en el tiempo y el espacio. Mas esta hipótesis no tiene por qué estar reñida necesariamente con la del D.I.

A veces hay ateos con teorías muy respetables que, al ser científicos provenientes de las ramas que tienen el rango de ciencias por excelencia, se consideran más científicos que nadie, sin percatarse que están creando escenarios tan hipotéticos y de fe ?es el caso de muchos partidarios del Multiuniverso? tan imposibles de probar o más que el que proponen los científicos del Diseño Inteligente. No obstante hay que admitirles la honorabilidad de reconocer que su teoría del Multiuniverso no se puede probar.

CIENCIA O NO CIENCIA

En una elección llevada a cabo en Pennsylvania durante el mes de octubre, los votantes expulsaron a ocho miembros del consejo del colegio local que deseaban que la teoría del Diseño Inteligente se enseñara junto a la evolución.  Pero, ¿debería el Diseño Inteligente, la teoría de que los organismos vivientes fueron creados, al menos en parte, por un diseñador inteligente, y no por un proceso ciego de evolución por selección natural, ser enseñada en los colegios públicos?
Por un lado, la respuesta es bastante simple: si es una teoría científica, debería ser enseñada; si no lo es, no debería (bajo pena de vulnerar la Cláusula del Establecimiento). La cuestión, sin embargo, es si el Diseño Inteligente (DI) es una teoría científica.

Sus oponentes rechazan las credenciales científicas del DI, diciendo que la teoría es demasiado poco plausible como para poder calificar como científica. Pero es un razonamiento falaz: una mala teoría científica sigue siendo una teoría científica, así como un mal automóvil sigue siendo un automóvil. Puede haber razones pedagógicas para eliminar las malas teorías científicas de las escuelas, pero no hay razones legales. La constitución no contiene ninguna prohibición sobre la enseñanza de malas teorías, o incluso por las que son demostrablemente falsas. En tanto una teoría sea ciencia y no religión, no hay ninguna barrera legal para enseñarla.
Para presentar su caso, los oponentes a la enseñanza del DI deben demostrar no solamente que es una mala teoría, sino que no es ciencia. Esto implica una cuestión mucho más complicada: ¿qué es ciencia? ¿Qué distingue a las teorías genuinamente científicas de las que no lo son?
De una forma u otra, la cuestión ha preocupado a los científicos y a los filósofos durante siglos. Pero se le dio una formulación explícita recién en la década de 1920 cuando Karl Popper, el más importante filósofo de la ciencia del siglo XX. Popper lo llamó “un problema de demarcación”, porque preguntaba como demarcar la investigación científica y distinguirla de otras formas de pensamiento (por más respetables que puedan ser por sí mismas).
Una de las cosas enfatizadas por Popper fue que el status científico de una teoría no depende de su plausibilidad. La gran mayoría de las teorías científicas resulta ser falsa, incluyendo los trabajos geniales como la mecánica de Newton. Por otro lado, la historia de Adán y Eva podría ser una verdad absoluta, pero si lo es, no es una verdad científica, sino otra clase de verdad.
De modo que, ¿cuál es la marca de la ciencia genuina? Para enfrentar esta cuestión, Popper examinó varias teorías que consideraba inherentemente no-científicas, pero que tenían un vago atractivo de ciencia en su entorno. Sus favoritas eran la teoría marxista de la historia y la teoría de Freud sobre el comportamiento humano. Ambas intentaban describir al mundo sin apelar a fenómenos súper-naturales, pero que sin embargo parecían ser fundamentalmente diferentes a, digamos, la teoría de la relatividad o a la teoría genética.
Lo que Popper notó fue que, en ambos casos, no había forma de probar a los proponentes de la teoría que ellos estaban equivocados.
Supongamos que los padres de Jaime se mudaron muchas veces cuando Jaime era un niño. Si Jaime como adulto también se muda mucho, la teoría freudiana explica que esto era predecible, dado los patrones paternos de comportamiento con los cuales Jaime creció. Si Jaime no se muda nunca, la teoría explica, con igual confianza, que esto era predecible como una reacción a las desagradables experiencias de Jaime durante su niñez sin raíces. De cualquier forma, la teoría tiene preparada una respuesta y no puede ser refutada. Del mismo modo, aunque buena parte de la historia parecía diferir bastante del modelo de Marx, los marxistas introducirían siempre nuevas modificaciones y excusas rebuscadas para su teoría, no permitiendo nunca que pudiera ser demostrada como falsa.
Popper llegó a la conclusión de que la marca de la ciencia verdadera era su
falsibilidad: una teoría es científica únicamente cuando es posible refutarla. Esto podría sonar a paradoja, ya que la ciencia intenta buscar la verdad, no la falsedad. Pero Popper demostró que era precisamente ese deseo de ser probada falsa, el estado mental crítico de estar abierto a la posibilidad de estar equivocado, que lleva hacia el progreso hacia la verdad.
Lo que hacen los científicos al diseñar experimentos que comprueben sus teorías es crear las condiciones bajo las cuales su teoría podría ser demostrada como falsa. Cuando una teoría supera un número suficiente de tales comprobaciones, la comunidad científica comienza a tomarla en serio, y luego a considerarla como plausible.

Cuando Einstein presentó su teoría de la relatividad, lo primero que hizo fue realizar una predicción concreta: predijo que cierto planeta debería encontrarse en tal y tal lugar, aún cuando tal cosa no había sido observada nunca antes. Si resultaba que el planeta no se encontraba allí, su teoría habría sido refutada. En 1919, catorce años después del nacimiento de la Relatividad Especial, el planeta fue ubicado exactamente donde él había dicho. La teoría había sobrevivido a la comprobación. Pero la posibilidad de fallar, el deseo de exponer la teoría a su refutación, era lo que en primer lugar la convertía en una teoría científica.

Para vencer en el juego de la ciencia, una teoría debe ser sometida a muchas comprobaciones y debe sobrevivir a todas ellas sin haber resultado falso. Pero para ser admitida en el juego, la teoría debe ser refutable en principio, debe haber un experimento concebible que probaría que es falsa.
Si examinamos al DI bajo esta luz, resulta bien claro que la teoría no es científica. Es imposible refutarla, ya que si un animal muestra una característica, sus proponentes pueden argumentar que el diseñador inteligente hizo que fuera de esa manera, y si el animal muestra la característica opuesta, los proponentes pueden explicar con igual confianza que el diseñador lo quiso de aquella forma. Para el caso, es completamente consistente con el DI el que la inteligencia suprema haya diseñado al mundo para evolucionar de acuerdo con las leyes de la selección natural de Darwin. Dado esto, no hay un experimento concebible que pueda probar que el DI es falso.

A veces se lamenta el hecho de que los proponentes del DI recuerdan a los historiadores marxistas que siempre encontraban una forma de modificar y re-encuadrar su teoría de modo que evadiera cualquier posible demostración de su falsedad, y que nunca ofrezcan un procedimiento experimental por el cual pueda demostrarse en principio que el DI es falso. Para mí, esta queja está realmente demostrada. Pero el problema principal no está con la honestidad intelectual de los proponentes del DI, sino con la naturaleza de su teoría. Simplemente, la misma no puede ser llevada a realizar ninguna predicción potencialmente falsa, y por lo tanto no puede ganar su entrada al juego de la ciencia.

Más allá de Darwin

Una segunda e importante contribución, a principios de los 90, fue la del abogado Philip E. Johnson, considerado uno de los padres fundadores del Diseño inteligente, que en 1991 publicó su trascendental obra Darwin on trial (Juicio a Darwin, University of Berkeley, California), una obra que pretendía constituirse en refutación general del naturalismo filosófico, del cual, según él, la teoría de la evolución no era más que una reformulación. La refutación de Johnson en general no es esencialmente diferente de la de Denton, pero, a lo largo de sus páginas, Johnson introducía por primera vez el concepto de “Diseño Inteligente”. Sin embargo, no fue hasta la segunda mitad de la década de los noventa cuando aparecieron dos trabajos seminales, que son a fecha de hoy el fundamento de la crítica del Diseño Inteligente a la teoría de la evolución.

Según el profesor de bioquímica de la Universidad de Lehigh, Pennsylvania, Michael J. Behe, en su obra Darwin’s Black Box: the biochemical challenge to evolution (La caja negra de Darwin: el desafío bioquímico a la evolución, The Free Press, New York, 1996), en la naturaleza existen sistemas tan complejos que no pueden explicarse por la acumulación gradual de pequeña mutaciones aleatorias. Algunos de ellos requieren una estructura mínima para ser funcionales. Es lo que Behe denomina sistemas “irreduciblemente complejos”: si a una trampa para ratones le quitamos la pequeña varilla que contiene el muelle que finalmente disparará la trampa, deja de ser funcional y se transforma en algo inservible. Es decir, la estructura básica de una trampa para ratones funcional es un sistema irreduciblemente complejo, que no puede disminuir su complejidad sin perder su función. La célula es un sistema biológico de base bioquímica que es irreduciblemente complejo y que contiene a su vez múltiples subsistemas irreduciblemente complejos, como el flagelo o la cadena bioquímica de coagulación. Es ,en definitiva, algo que Charles Darwin, por las limitaciones técnicas de su época, no pudo observar en detalle, tal y como sí que puede hacerse hoy, y por eso Behe dice que la célula es la “caja negra” de Darwin.

Behe afirma que estos sistemas irreduciblemente complejos se explican mejor por la acción de un agente inteligente externo que por la acción de un proceso no dirigido como la selección natural.

Una explicación científica

Escasamente dos años después del trabajo de Behe, en septiembre de 1998, el matemático de la Universidad de Baylor, William A. Dembski, publicó su trabajo The design inference (La inferencia de diseño, Cambridge University Press, 1998) dentro de la colección, editada por la Universidad de Cambridge, titulada Cambridge Studies in Probability, Induction and Decision Theory. La obra de Dembski responde a la pregunta de cómo podemos identificar un suceso ocasionado por una causa inteligente y distinguirlo de uno ocasionado por causas naturales no dirigidas. En otras palabras, si carecemos de una teoría causal, ¿cómo podemos determinar si actuó o no una causa inteligente?

La respuesta que da Dembski es en realidad una filosofía de la probabilidad. En su libro Dembski introduce lo que él denomina el “filtro explicativo”, es decir, un método por el cual el azar es descartado cuando un suceso altamente improbable se ajusta a un patrón discernible, que se da independientemente del evento en sí. Según Dembski, un patrón se da independientemente de un suceso si podemos formular ese patrón sin información del suceso en sí.

Dembski denomina probabilidad “específica” a la probabilidad concomitante con un patrón determinado, y formula en consecuencia la Ley de las Pequeñas Probabilidades: un suceso específico de baja probabilidad no sucede por azar. Según Dembski, este concepto es útil a la hora de detectar diseño y por tanto resulta de utilidad en múltiples campos, como las ciencias forenses, la investigación policial o del fraude en los seguros, los criptógrafos, los investigadores del programa de búsqueda de inteligencia extraterrestres, y también para los teólogos que afirman que la fina regulación del universo busca posibilitar la vida humana.

Para Dembski, el “diseño” quiere decir que no hay “ni regularidad ni azar”. Si encontramos algo que no podemos explicarnos aplicando una ley natural, y que tampoco tiene sentido explicar como mero producto del azar, entonces eso debe obedecer al “diseño”. Decir que algo está “diseñado” equivale a decir que exhibe un cierto tipo de patrón, de manera que Dembski propone un proceso de tres pasos para ir desde el “diseño” hasta el “diseñador inteligente”: actualización, exclusión y especificación. En uno de sus primeros artículos titulado Ciencia y diseño, publicado en 1998, Dembski lo explica así:

“¿Qué significa que un patrón es adecuado para inferir un diseño? Esto no ocurre con cualquier patrón. Algunos patrones pueden emplearse con justicia para inferir diseño mientras que otros no lo hacen. Es fácil aquí ver la idea básica. Supongamos que un arquero se encuentra a 50 metros de una gran pared, con el arco y las flechas en su mano. La pared digamos que es lo suficientemente grande como para que el arquero irremediablemente acierte. Supongamos ahora que cada vez que el arquero dispara una flecha, pinta un círculo en torno a la flecha de manera que ésta queda en el centro. ¿Qué puede concluirse de esta situación? Respecto a la puntería del arquero, absolutamente nada. Sí, aparecerá un patrón, pero este patrón surge sólo después de que la flecha haya sido lanzada. El patrón es puramente circunstancial.

Pero supongamos que el arquero pinta un blanco fijo en la pared y entonces le dispara. Supongamos que el arquero lanza cien flechas y cada vez hace un blanco perfecto. ¿Qué puede concluirse de ésta situación? Frente a esta segunda situación estamos obligados a inferir que nos encontramos ante un arquero de nivel mundial, uno de cuyos tiros no puede explicarse con justicia por azar, sino más bien por la habilidad del arquero y su destreza. La habilidad y la destreza son lógicamente ejemplos de diseño.”

En general, la obra de Dembski concluye que la vida misma es un suceso altamente improbable, que se ajusta a un patrón discernible y que sirve por sí misma como evidencia del Diseño Inteligente.

Esto no es “creacionismo”

Resulta necesario subrayar, contra lo que se ha dicho en múltiples ocasiones, que la teoría del Diseño Inteligente no es “creacionismo”, sino simplemente un esfuerzo para detectar empíricamente si el “diseño aparente” que se ve en la naturaleza, admitido virtualmente por todos los biólogos, es en verdad diseño (el producto de una causa inteligente) o simplemente el producto de un proceso no direccionado, como la selección natural, actuando sobre variaciones aleatorias. El creacionismo está enfocado a la defensa de una interpretación literal del relato del Génesis, incluyendo la creación de la tierra por el Dios Bíblico hace unos cuantos miles de años. A diferencia del creacionismo, la teoría científica del Diseño Inteligente es agnóstica con respecto a la fuente del diseño y no pretende defender la literalidad del Génesis, la Biblia o cualquier otro texto sagrado. Los críticos honestos del Diseño Inteligente reconocen la diferencia entre éste y el creacionismo. Así, el historiador de la ciencia de la Universidad de Wisconsin Ronald Numbers es un crítico del Diseño Inteligente, pero está “de acuerdo en que la etiqueta creacionista es imprecisa cuando se refiere al movimiento por el Diseño Inteligente”. Esta imprecisión en el lenguaje, a cuenta de autores que en otros campos hilan realmente muy fino, evidencia una estrategia retórica de los darwinistas que desean deslegitimar la teoría del diseño sin darle mérito alguno. En palabras del propio Numbers “es la vía más sencilla de desacreditar al Diseño Inteligente” (Richard Ostling, Associated Press, 14 Marzo 2002.)

Pese a que el Diseño Inteligente no está comprometido con ninguna literalidad de los textos religiosos ni tampoco con la defensa de un credo específico, ha conseguido reintroducir de nuevo la teología en la ciencia, abriendo así las puertas a la presencia del Dios creador. Además, ha conseguido arrojar la duda sospechosa acerca de la presunta base fáctica de la visión materialista de la naturaleza, algo que muchos dan como un presupuesto demostrado. Son éstos dos crímenes difícilmente perdonables por los muchos sectarios que pululan por el mundo de las ideas. A pesar de ello, hoy la teoría del Diseño Inteligente afirma cada vez más su poderío en los escritos de multitud de científicos, principalmente norteamericanos, y en la red de contactos tejida por el Discovery Institute, a través de sus oficinas centrales en Seattle y en Washington D.C.

Por todo ello, el conocimiento del Diseño Inteligente es una de las grandes aventuras intelectuales del siglo XXI, algo que, en definitiva, todo aquel que manifieste una mínima curiosidad intelectual no podrá dejar de conocer.

PATRONES EN LA NATURALEZA

El diseño inteligente (DI) es una teoría que estudia la presencia de patrones en la naturaleza, los cuales puedan explicarse mejor si se atribuyen a alguna inteligencia. ¿Es esa señal de radio proveniente del espacio exterior, un ruido aleatorio, o es producida por inteligencia extraterrestre? ¿Es ese pedazo de piedra sólo eso o es una punta de flecha? ¿Es el Monte Rushmore el resultado de la erosión o es la obra creativa de algún artista? Todo el tiempo nos hacemos este tipo de preguntas, y pensamos que podemos dar buenas respuestas.

Sin embargo, cuando se trata de la biología y la cosmología, los científicos respingan ante la sola idea de cuestionarse, y mayormente de responder, si eso implica inclinarse por la idea de que existe un diseño subyacente. Esta situación sucede sobre todo en la biología. Según el famoso evolucionista Francisco Ayala, el mayor logro de Darwin fue mostrar cómo podía lograrse la organizada complejidad de los organismos sin que fuera necesaria una inteligencia diseñadora. En contraste, el DI pretende encontrar en los sistemas biológicos patrones que denoten inteligencia. Por lo tanto, el DI desafía directamente al darvinismo y otros enfoques materialistas sobre el origen y la evolución de la vida.

La idea del diseño inteligente ha tenido una turbulenta historia intelectual. El principal desafío que ha enfrentado durante los últimos 200 años ha sido descubrir una formula conceptualmente poderosa que haga avanzar fructíferamente a la ciencia. Lo que ha mantenido a la idea del diseño fuera de la principal corriente científica desde que Darwin propuso su teoría de la evolución, es que carecía de métodos precisos para distinguir los objetos producidos inteligentemente. Para que la teoría del diseño inteligente pueda convertirse en un concepto científico fructífero, los científicos necesitan estar seguros de que pueden determinar con confiabilidad si algo fue diseñado.

Por ejemplo, Johannes Kepler pensaba que los cráteres de la luna habían sido diseñados por sus moradores. Hoy sabemos que fueron formados por fuerzas materiales ciegas (por ejemplo, impactos de meteoritos). Es este miedo a ser refutada y desbancada lo que ha evitado que la teoría del diseño entre a la ciencia. Pero los partidarios de la teoría del diseño inteligente argumentan que ya han formulado métodos precisos para distinguir los objetos diseñados de los no diseñados. Aseguran que estos métodos les permiten evitar el error de Kepler e identificar confiablemente el diseño en los sistemas biológicos.
Como teoría de origen y desarrollo biológico, el DI tiene como postulado central que únicamente causas inteligentes pueden explicar adecuadamente las complejas estructuras ricas en información estudiadas por la biología, y que dichas causas son empíricamente detectables. Decir que las causas inteligentes son empíricamente detectables equivale a decir que existen métodos bien definidos que, con base en características observables del mundo, pueden distinguir acertadamente las causas inteligentes de las causas materiales no dirigidas. Muchas ciencias especiales ya han desarrollado métodos para hacer esta distinción -principalmente la ciencia forense, la criptografía, la arqueología y el proyecto de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés). La habilidad de eliminar el azar y la necesidad es esencial en todas estas metodologías.

CONTACTO

El astrónomo Carl Sagan escribió una novela llamada Contacto acerca del proyecto SETI (más tarde hecha película, con Jodie Foster en el papel principal). Después de varios años de recibir señales fortuitas de radio aparentemente sin significado, los investigadores de Contacto descubrieron un patrón de pulsaciones y pausas que correspondía a la secuencia de todos los números primos del 2 al 101. (Los números primos son los que sólo pueden dividirse entre sí mismos y entre 1). Eso llamó su atención e inmediatamente infirieron la existencia de una inteligencia diseñadora. Cuando la secuencia empieza con dos pulsaciones, luego una pausa, luego tres pulsaciones, luego una pausa . . . y continúa así siguiendo toda la secuencia de números primos hasta el 101, los investigadores deben inferir la presencia de inteligencia extraterrestre.

¿Por qué? Ninguna de las leyes de la física exige que las señales de radio tomen una forma u otra, así que la secuencia de números primos es contingente, más que necesaria. Además, la secuencia de números primos es muy larga y, por lo tanto, compleja. Note que si la secuencia hubiese carecido de complejidad, fácilmente podría haber sucedido por casualidad. Finalmente, no sólo era compleja, sino que también exhibía un patrón o especificación (no era sólo una secuencia de números, sino una secuencia matemáticamente importante: la de los números primos).

La inteligencia deja una marca o firma característica,  "la complejidad especificada" . Un evento exhibe complejidad especificada si es contingente y por lo tanto no necesario; si es complejo y por lo tanto no fácilmente reproducible por casualidad; y si es especificado en el sentido de exhibir un patrón dado. Note que un suceso meramente improbable no es suficiente para eliminar el azar -lance una moneda al aire por suficiente tiempo y será testigo de un suceso altamente complejo o improbable. Aun así, no tendrá razones para no atribuirlo a la casualidad.

Lo importante de las especificaciones es que se den objetivamente y no sólo se impongan a hechos después de que hayan sucedido. Al tratar de determinar si los organismos biológicos exhiben complejidad especificada, los defensores de la teoría del diseño inteligente se enfocan en sistemas identificables -tales como enzimas individuales, caminos metabólicos, máquinas moleculares y cosas por el estilo. Estos sistemas son especificados por necesidades funcionales independientes y exhiben un alto grado de complejidad. Por supuesto, cuando una parte esencial de algún organismo exhibe complejidad especificada, el diseño atribuible a dicha parte se atribuye también al organismo como un todo. No es necesario demostrar que cada aspecto del organismo fue diseñado: de hecho, algunos aspectos serán resultado de causas puramente materiales.
La combinación de complejidad y especificación fue un signo convincente de inteligencia extraterrestre para los astrónomos de la película
Contacto. Dentro de la teoría del diseño inteligente, la complejidad es la marca o firma característica de la inteligencia. Es un confiable marcador empírico de la inteligencia de la misma manera que las huellas digitales son un confiable marcador empírico de la presencia de una persona en la escena de un crimen. Los defensores de la teoría del diseño inteligente sostienen que causas materiales no dirigidas, como la selección natural actuando sobre cambios genéticos aleatorios, no pueden generar complejidad especificada.

Esto no significa que los sistemas que ocurren de forma natural no puedan exhibir complejidad especificada o que los procesos materiales no puedan servir de conducto a la complejidad especificada. Los sistemas que ocurren naturalmente pueden exhibir complejidad especificada, y la naturaleza funcionando por puros mecanismos materiales sin dirección inteligente puede tomar la complejidad especificada previamente existente y barajarla aquí y allá. Pero ese no es el punto. El punto es si la naturaleza (concebida como sistema cerrado de causas materiales ciegas y continuas) puede generar complejidad especificada en el sentido de originarla cuando previamente no existía.

Tome, por ejemplo, un Rembrandt grabado en madera. Surgió al imprimir sobre un papel un bloque de madera grabado. El Rembrandt exhibe complejidad especificada. Sin embargo, la aplicación mecánica de tinta al papel mediante el bloque de madera no explica la complejidad especificada del grabado hecho en la madera. La complejidad especificada del grabado debe llevarnos a la complejidad especificada existente en el bloque, que a su vez debe conducirnos a la actividad diseñadora realizada por el mismo Rembrandt (en este caso la talla deliberada del bloque de madera). Las cadenas causales de la complejidad especificada no terminan en las fuerzas materiales ciegas, sino en una inteligencia diseñadora.

LA CAJA NEGRA DE DARWIN

En La Caja Negra de Darwin, el bioquímico Michael Behe conecta la complejidad especificada con el diseño biológico con su concepto de complejidad irreductible. Behe define los sistemas irreductiblemente complejos como aquellos que consisten en varias partes interrelacionadas y en los que si se elimina aunque sea una parte se destruye la función de todo el sistema. Para Behe, la complejidad irreductible es un indicador confiable de la existencia de un diseño. Un sistema bioquímico irreductiblemente complejo contemplado por Behe es el flagelo bacteriano. El flagelo es un motor giratorio energizado por ácido y una cola a manera de látigo que da unas 20,000 revoluciones por minuto y cuyo movimiento rotatorio permite a la bacteria navegar en su medio acuoso.

Behe muestra que la intrincada maquinaria de este motor molecular -un rotor, un estator, anillos tóricos, bujes y un eje propulsor--exige la interacción coordinada de por lo menos treinta proteínas complejas, y que la ausencia de cualquiera de ellas daría por resultado la pérdida total de la función motora. Behe argumenta que el mecanismo darvinista enfrenta grandes obstáculos al tratar de explicar tales sistemas irreductiblemente complejos. En No Free Lunch, se muestra cómo la noción de Behe acerca de la complejidad irreductible constituye un caso especial de complejidad especificada y que, por lo tanto, los sistemas irreductiblemente complejos como el del flagelo bacteriano fueron diseñados.

Igualmente, el diseño inteligente es más que sólo el último de una larga lista de argumentos sobre el diseño. Los conceptos de complejidad irreductible y complejidad especificada que se le relacionan, suministran causas inteligentes empíricamente detectables y hacen del diseño inteligente una teoría científica hecha y derecha, a diferencia de los argumentos sobre el diseño enarbolados por filósofos y teólogos (lo que tradicionalmente se ha conocido como "teología natural").

El principal reclamo del diseño inteligente es este: el mundo contiene eventos, objetos y estructuras que agotan las explicaciones con causas inteligentes no dirigidas, pero que pueden ser explicados adecuadamente recurriendo a causas inteligentes. Los defensores del diseño inteligente aseguran poder demostrar esto rigurosamente. Por lo tanto, el diseño inteligente toma una antigua intuición filosófica y la convierte en un programa de investigación científica. Dicho programa depende de los avances hechos en la teoría de las probabilidades, la ciencia de la computación, la biología molecular, la filosofía de la ciencia, y el concepto de información, por nombrar sólo unas cuantas áreas. Si este programa puede o no convertir al diseño inteligente en una herramienta conceptual efectiva para investigar y entender el mundo natural es la gran pregunta que se hizo ayer la Ciencia...y que hoy está completamente desacreditada.

Mutaciones beneficiosas
La teoría de la evolución explica las malversaciones del mundo viviente como consecuencia de dos procesos en parte contradictorios. El proceso de mutación es aleatorio y, por ello, muchas mutaciones son perjudiciales, aunque otras son beneficiosas. El proceso de selección es adaptativo porque multiplica las mutaciones beneficiosas y elimina las perjudiciales. La interacción de dos procesos, uno aleatorio y el otro determinístico, resulta en un proceso creador en el que entidades nuevas aparecen: los organismos que llenan la Tierra y que evolucionan a través del tiempo. La teoría de la evolución manifiesta la casualidad y la necesidad entrelazadas en el meollo de la vida; el azar y el determinismo enzarzados en un proceso natural que ha producido las más complejas, diversas y hermosas entidades del universo: los organismos que habitan la tierra, entre ellos los seres humanos que piensan y aman, dotados de poder creativo y capaces de analizar el proceso mismo de la evolución que les dio existencia. Este es el descubrimiento fundamental de Darwin, que hay un proceso que es creativo aunque no sea consciente. Y esta es la revolución conceptual que Darwin llevó a cabo: que el diseño de los organismos se puede explicar como el resultado de procesos naturales gobernados por leyes naturales.

                                                                                                    © 2002 Javier de Lucas