A los diez años escribí mi primer relato del Oeste: "El infalible Farrow". Durante los cinco años siguientes escribí otros veinticuatro, siendo el último "La mano inolvidable". Había cumplido quince años y pensé que ya iba siendo hora de tomarme en serio la Literatura.

Recuerdo con mucho cariño aquellos años y aquellos textos, repletos de tiros, pistoleros y duelos a muerte, de buenos y malos, de extensas llanuras y estrechos desfiladeros, de sucias cantinas y lujosos salones, de cazadores de recompensas y sheriffs heroicos, de vaqueros camorristas y caciques despiadados, de cacerías salvajes y disparos de todos los calibres...vistos y escritos por un niño que creía en la infalible puntería del Colt del héroe solitario.

Aquí están algunos de aquellos relatos, tal y como los escribí, con sus errores sintácticos variados...¡y hasta con algunas faltas de ortografía!

 

FORT INGLADA

 

-          Usted teniente Kenny, al mando de cincuenta hombres, partirán hacia el sur en busca de una caravana de colonos que llegan a estas tierras.

-          A la orden señor.

-          Y usted, cabo Fletcher, acompañado de los soldados Custer y Stutter, se dirigirán al poblado de Ciervo corredor y parlamentarán con él.

-          A la orden, capitán Tess.

La patrulla, mandada por Kenny, se puso en marcha.

-          ¡Hacia el sur!

El pelotón avanzaba.

-          Teniente Kenny, -preguntó el cabo Follman- ¿cree usted que “Ciervo corredor” está en pie de guerra?

-          Eso me temo, cabo, pero ya ha mandado el capitán Tess a tres hombres para parlamentar con él.

-          No creo que les haga caso-continuó Follman- pero de todas maneras algo es algo.

-          ¡Teniente Kenny, teniente!

-          ¿Qué ocurre?

-          ¡¡Mire!!

A los ojos de Kenny se presentó un espectáculo atroz. Fletcher, Custer y Stutter, sobre sus caballos, estaban muertos, con las cabelleras arrancadas.

-          Qué horror- exclamó Walter Kenny.

-          Señor - prosiguió- según nuestros exploradores, los colonos no están a más de cincuenta millas.

-          Bien sargento, ¡al galope!

El escuadrón mandado por Kenny galopó hacia las montañas.

-          Teniente, ¿se explica usted esto? ¿no éramos amigos de “Ciervo corredor”?

-          Ya ve cabo Fullman, pero creo que… ¡Sargento! Tome el mando.

Dicho esto, el teniente Kenny, se apartó del pelotón.

Al galope de su caballo se dirigió al alto de Tres Picos, lugar escogido de los indios para traficar.

Desmontó de su corcel y se arrastró. Pudo oír:

-          Yo cambiar todo lo mío por botella tuya.

-          Bien Alce Solitario, estamos de acuerdo. Trae eso.

“Traficantes de whisky”-pensó para sus adentros Kenny. Luego observó cómo tres blancos daban a un grupo de indios una botella de whisky, a cambio de… ¿qué era aquello?. Desenfundó sus prismáticos. Era un plano. Un pequeño plano. Luego se deslizó por unas rocas. Desde allí pudo ver como los tres traficantes montaban en sus caballos y se alejaban. Se acercó a los pieles rojas. Estaban borrachos. Eran dos. Se limitó a preguntar a uno de ellos:

-          ¿Cuál es el plano que habéis dado a los blancos?

-          Yo no saber nada, ¡hip!...Yo… !hip!

El puño de Kenny se incrustó en la barbilla del indio. Éste cayó hacia atrás. El otro también fue interrogado.

-          Dime “Oso pardo”, ¿qué contenía ese plano?

Pero los indios se abalanzaron contra Kenny. Este tuvo que echarse a un lado para no ser alcanzado. Luego, de un puñetazo magnífico, derribó a uno de ellos. Un golpe cerrado le obligó a volverse. Un golpe de viejo zorro que le dio en la rodilla le dejó por unos momentos la pierna inutilizada. Pero el teniente Kenny conocía bien a los indios, y se deshizo de la llave con un tirón del brazo del indio para estrellar su zurda en el mentón del piel roja.

Se dirigió al indio “Oso pardo” y le interrogó:

-          ¡Habla o te rompo los huesos!

-          Yo hablar… no… si… te lo decir. Ser… plano de agua negra. No sé más.

-          Esto me basta.

Cogiendo su caballo, Kenny galopó hacia el campamento de “Ciervo corredor”.

-          ¿Dónde está vuestro jefe?

“Ciervo corredor” salió de su tienda.

-          Tú ser bien recibido por nosotros, amigo blanco, a pesar de que tus hombres dan a los míos whisky maldito.

-          No jefe, no. El whisky he averiguado que procede de tres forajidos que obran por su cuenta.

-          Entonces ¿es verdad lo que tú decir?

-          Sí jefe “Ciervo corredor”.

-          Corre amigo blanco, y vamos tú y yo a detener a mis guerreros que marchan contra tu pelotón.

Los dos hombres galoparon hacia el bosque.

Mientras tanto en el campamento, ya habían encontrado a los colonos.

-          Diablo de Kenny, ahora que es cuando más lo necesitamos, nos abandona.

-          ¡¡Todo el mundo a cubrirse!! ¡¡Los indios llegan!! ¡¡Juntad los carros!!

Empezó la batalla. Los indios caían sobre los blancos como plagas.

-          ¡Estamos perdidos! ¡Esto es el fin!

Pero no. A lo lejos, el jefe sioux “Ciervo corredor” y el teniente Walter Kenny cabalgaban hacia ellos.

-          ¡Alto el fuego! Ordenó el jefe.

-          ¡Blancos! He sabido que no sois vosotros los que traficáis whisky con mi pueblo. Yo creer que ser blancos todos quien hacerlo. Pero mi amigo Kenny me ha confirmado que son tres blancos los que lo hicieron.

-          ¡Viva Kenny! ¡¡Viva “Ciervo corredor” !!

 “… Y después del consejo celebrado por los indios sioux y los “rostros pálidos” queda cumplimentado que el 7 de febrero de 1871, firman un pacto el jefe sioux “Ciervo corredor” con el actual jefe del Fort Inglada en representación del presidente de los Estados Unidos.”

El júbilo imperaba en Fort Inglada. Los colonos y los soldados bailaban y cantaban mientras los indios se volvían a su campamento a no guerrear más y a enterrar el hacha de guerra.

Solo hay un hombre pensativo: el teniente Walter Kenny.

Se dirigió al despacho del coronel Tess.

-          Coronel, esos tres hombres están ahora cerca de aquí. Déjeme ir por ellos.

-          Bueno Kenny, pero tenga cuidado.

El teniente Kenny montó sobre su caballo. Cabalgó por el bosque hasta que…

-          Ja, ja. ¡Ya lo hemos encontrado! ¡Seremos ricos! ¡ricos!

-          ¡No seréis nada!- dijo Kenny apuntándoles con los revólveres. ¡Alzad las pezuñas! Ahora tirad vuestros “Colts” al suelo, ¡rápido!

Todos los tiraron menos uno de ellos que…

-          ¡Tú lo has querido!

El teniente agujereó el cuerpo del forajido.

El otro también lo intentó pero otro disparo del teniente segó su vida. El que quedaba, llamado Catter, avanzó. Cuando Kenny estaba a su alcance, cogió un puñado de tierra y lo arrojó a la cara del teniente.

Empezaron una furiosa pelea. Llegaron al borde de un precipicio. Kenny cayó al suelo. Viendo la ocasión propicia, se lanzó sobre él, pero Kenny se retiró y Catter cayó al abismo.

“Teniente Kenny, por su valor y su temeridad, yo coronel del Fort Inglada, le nombro capitán de la séptima compañía de la caballería de los Estados Unidos.”

Era para Walter el día más feliz de su vida. Y hasta había entre los colonos una rubia que le gustaba…

 

FIN