JUAN RAMON JIMENEZ

BIOGRAFIA

Moguer (Huelva) 1881 - San Juan de Puerto Rico 1958). Realizó sus primeros estudios en el colegio de los jesuitas del Puerto de Santa María (Cádiz) y frecuentó más tarde la universidad de Sevilla.

Sus primeros poemas vieron la luz en revistas literarias de Huelva y Sevilla entre 1896 y 1898. Su entrega a la poesía es temprana y total: renunció a seguir estudios universitarios y en 1900 se instala en Madrid, (donde permanecerá  hasta 1905) llamado por Villaespesa y Rubén Darío para luchar "por el Modernismo". De constitución enfermiza, recluido en las obsesiones de su mundo artístico particular y atípico, su trayectoria estética parte del modernismo y del simbolismo, para llegar, tras un proceso de pacientísima depuración, a lo que habrá  de llamar "poesía desnuda".

La exquisita delicadeza de su espíritu, inquieto sólo ante la belleza y lo inefable, recuerdan el caso de Gustavo Adolfo, uno de sus poetas preferidos. Publica, ALMAS DE VIOLETA y NINFEAS, que ostentan títulos sugeridos por Rubén Darío y Valle-Inclán respectivamente. La muerte de su padre le produjo una crisis de varios años, en los que necesitó cuidados mentales en sanatorios de Madrid y Burdeos, interrumpidas por ocasionales visitas a Moguer, donde escribió, PLATERO Y YO.

En 1916, contrae matrimonio con Zenobia Camprubí Aymar, de origen hindú (con ella había de traducir a Rabindranth Tagore). Viven en Madrid hasta que con la guerra inician un largo peregrinaje por América. En 1951 se instalan definitivamente en Puerto Rico, gracias a la generosa acogida de su Universidad. En 1956 se le concede el Premio Nobel, pero la noticia viene a coincidir con la muerte de Zenobia, la compañera y eficaz colaboradora, apoyo insustituible de un poeta incapaz de enfrentarse con los mínimos detalles materiales de la existencia. El poeta recae entonces en un estado absoluto de ansiedad y melancolía y sólo la sobrevivirá  dos años.

Es Juan Ramón el caso extremo de un poeta consagrado por entero a su obra; pocos representan como él ese tipo de poeta encastillado en "torre de marfil" y entregado exclusivamente a una persecución exigente e inacabable de la belleza y de la palabra fundamental. Obras suyas muy importantes son: JARDINES LEJANOS, LAS HIJAS VERDES, LA SOLEDAD SONORA, ELEGIAS, LABERINTO, ESTIO, ETERNIDADES, etc...  


POEMAS ESCOGIDOS

 

EL COLOR DE TU ALMA

 

Mientras que yo te beso, su rumor

nos da el árbol que mece al sol de oro

que el sol le da al huir, fugaz tesoro

del árbol que es el árbol de mi amor.

 

No es fulgor, no es ardor, y no es altor

lo que me da de ti lo que te adoro,

con la luz que se va; es el oro, el oro,

es el oro hecho sombra: tu color.

 

El color de tu alma; pues tus ojos

se van haciendo ella, y a medida

que el sol cambia sus oros por sus rojos

 

y tú te quedas pálida y fundida,

sale el oro hecho tú de tus dos ojos

que son mi paz, mi fe, mi sol: ¡mi vida!

NADA

 

A tu abandono opongo la elevada

torre de mi divino pensamiento.

Subido a ella, el corazón sangriento

verá la mar, por él empurpurada.

 

Fabricaré en mi sombra la alborada,

mi lira guardaré del vano viento,

buscaré en mis entrañas mi sustento...

Mas ¡ay!, ¿y si esta paz no fuera nada?

 

-¡Nada, sí, nada, nada!... -O que cayera

mi corazón al agua, y de este modo

fuese el mundo un castillo hueco y frío...-

 

Que tú eres tú, la humana primavera,

la tierra, el aire, el agua, el fuego, ¡todo!,

...¡y soy yo sólo el pensamiento mío!

    PRIMAVERA AMARILLA

 

Abril venía, lleno

todo de flores amarillas;

amarillo el arroyo,

amarillo el vallado, la colina,

el cementerio de los niños,

el huerto aquel donde el amor vivía.

 

El sol unjía de amarillo el mundo,

con sus luces caídas;

¡ay, por los lirios áureos,

el agua de oro, tibia;

las amarillas mariposas

sobre las rosas amarillas!

 

Guirnaldas amarillas escalaban

los árboles; el día

era una gracia perfumada de oro,

en un dorado despertar de vida.

Entre los huesos de los muertos,

abría Dios sus manos amarillas.

AGUA HONDA Y DORMIDA

 

Agua honda y dormida, que no quieres ninguna

gloria, que has desdeñado ser fiesta y catarata;

que, cuando te acarician los ojos de la luna,

te llenas toda de pensamientos de plata...

 

Agua limpia y callada del remanso doliente,

que has despreciado el brillo del triunfo sonoro;

que, cuando te penetra el sol dulce y caliente,

te llenas toda de pensamientos de oro...

 

Bella y profunda eres, lo mismo que mi alma;

a tu paz han venido a pensar los dolores,

y brotan, en las plácidas orillas de tu calma,

los más puros ejemplos de alas y de flores.

HOMBRE SOLO

 

¡Alegre y milagroso vencimiento

que das la libertad!... Me fui, cantando,

al campo verde. Estaba el cielo blando,

saltona el agua y jugador el viento.

 

Niño puro otra vez, el pensamiento

se me iba en lo más íntimo ocultando,

del ignorado corazón. Y andando,

andando, se me abría el sentimiento...

 

¡Con qué encanto seguí las mariposas,

cómo cogí la malva del vallado,

y paré el agua con mi mano abierta!

 

Perdido en la alborada de las cosas,

el universo fui, resucitado

del corazón de la varona muerta.

VERDE PAISAJE

 

Amo el paisaje verde, por el lado del río.

El sol, entre la fronda, ilusiona el poniente;

y, sobre flores de oro, el pensamiento mío,

crepúsculo del alma, se va con la corriente.

 

¿Al mar? ¿Al cielo? ¿Al mundo? Qué se yo... Las estrellas

suelen bajar al agua, traídas por la brisa...

Medita el ruiseñor... Las penas son más bellas,

y sobre la tristeza florece la sonrisa.

ANDANDO

 

Andando, andando;

que quiero oír cada grano

de la arena que voy pisando.

 

Andando, andando;

dejad atrás los caballos,

que yo quiero llegar tardando

-andando, andando-,

dar mi alma a cada grano

de la tierra que voy pisando.

 

Andando, andando.

¡Qué dulce entrada en mi campo,

noche inmensa que vas bajando!

 

Andando, andando.

Mi corazón ya es remanso;

ya soy lo que me está esperando

-andando, andando-,

y mi pie parece, cálido,

que me está el corazón besando.

 

Andando, andando;

¡que quiero ver todo el llanto

del camino que estoy cantando!

PENSANDO EN TI

 

Ante mí estás, sí.

Mas me olvido de ti

pensando en ti.

  ÁRBOLES HOMBRES

 

Ayer tarde

volvía yo con, las nubes

que entraban bajo rosales

(grande ternura redonda)

entre los troncos constantes.

 

La soledad era eterna

y el silencio inacabable.

Me detuve como un árbol

y oí hablar a los árboles.

 

El pájaro solo huía

de tan secreto paraje

sólo yo podía estar

entre las rosas finales.

 

Yo no quería volver

en mí, por miedo de darles

disgusto de árbol distinto

a los árboles iguales.

 

Los árboles se olvidaron

de mi forma de hombre errante,

y, con mi forma olvidada,

oía hablar a los árboles.

 

Me retardé hasta la estrella.

En vuelo de luz suave

fui saliéndome a la orilla

con la luna ya en el aire.

 

Cuando yo ya me salía

vi a los árboles mirarme,

se daban cuenta de todo,

y me apenaba dejarles.

 

Y yo los oía hablar,

entre el nublado de nácares,

con blando rumor, de mí.

Y ¿cómo desengañarles?

 

¿Cómo decirles que no,

que yo era sólo el pasante,

que no me hablaran a mí?

No quería traicionarles.

 

Y ya muy tarde, ayer tarde,

oí hablarme a los árboles.

BELLEZA COTIDIANA

 

¡Belleza cotidiana -amor tranquilo,

qué bella eres ahora!

 

¡Sí, en todo vives tú! ¡Mata que fue

esqueleto sin luz, hoy toda es rosas;

vereda que te ibas, como el enterrador

al cementerio, por la gavia roja y apestosa

de perros muertos y de almejas malas;

cómo vienes a mí,

clara, saltona

igual que un niño! Agua muda y verde

de mis penas, hoy límpida y sonora

de mi alegría, ¿qué ruedas de oro y plata

le das a mi ventura misteriosa?

 

Y me iré -aurora hermosa y triste-

hacia más plenitudes. Pero toda

mi vida vieja será ya columna de ascua

cual la palmera de Moguer,

sobre el poniente con la gloria,

seguro, en lo mejor, de que tú estabas,

¡de que puedes estar,

cual Dios, yo niño, estuvo en cada cosa!

TARDE

 

Cada minuto de este oro,

¿no es toda la eternidad?

 

El aire puro lo mece

sin prisa, como si ya

fuera todo el oro que

tuviera que acompasar.

 

-¡Ramas últimas, divinas,

inmateriales, en paz;

ondas del mar infinito

de una tarde sin pasar!-

 

Cada minuto de este oro

¿no es un latido inmortal

de mi corazón, radiante

por toda la eternidad?

CALLATE

 

¡Cállate, por Dios, que tú

no vas a saber decírmelo!

¡Deja que abran todos mis

sueños y todos mis lirios!

 

Mi corazón oye bien

la letra de tu cariño...

El agua lo va temblando,

entre las flores del río;

lo va soñando la niebla,

lo están cantando los pinos

-y la luna rosa- y el

corazón de tu molino...

 

No apagues, por Dios, la llama

que arde dentro de mí mismo

¡Cállate, por Dios, que tú

no vas a saber decírmelo!

EL RECUERDO

 

Como médanos de oro,

que vienen y que van, son los recuerdos.

 

El viento se los lleva,

y donde están, están,

y están donde estuvieron,

y donde habrán de estar... -Médanos de oro.-

 

Lo llenan todo, mar

total de oro inefable,

con todo el viento en él... -Son los recuerdos.-

LO VERDADERO

 

Creímos que todo estaba

roto, perdido, manchado...

-Pero, dentro, sonreía

lo verdadero, esperando.-

 

¡Lágrimas rojas, calientes,

en los cristales helados!...

-Pero, dentro, sonreía

lo verdadero, esperando.-

 

Se acababa el día negro

revuelto en frío mojado...

-Pero, dentro, sonreía

lo verdadero, esperando.-

REQUIEM

 

Cuando todos los siglos vuelven,

anocheciendo, a su belleza,

sube al ámbito universal

la unidad honda de la tierra.

 

Entonces nuestra vida alcanza

la alta razón de su existencia:

todos somos reyes iguales

en la tierra, reina completa.

 

Le vemos la sien infinita,

le escuchamos la voz inmensa,

nos sentimos acumulados

por sus dos manos verdaderas.

 

Su mar total es nuestra sangre,

nuestra carne es toda su piedra,

respiramos su aire uno,

su fuego único nos incendia.

 

Ella está con nosotros todos,

y todos estamos con ella;

ella es bastante para darnos

a todos la sustancia eterna.

 

Y tocamos el cenit último

con la luz de nuestras cabezas

y nos detenemos seguros

de estar en lo que no se deja.

ADOLESCENCIA

 

En el balcón, un instante

nos quedamos los dos solos.

Desde la dulce mañana

de aquel día, éramos novios.

-El paisaje soñoliento

dormía sus vagos tonos,

bajo el cielo gris y rosa

del crepúsculo de otoño.-

Le dije que iba a besarla;

bajó, serena, los ojos

y me ofreció sus mejillas,

como quien pierde un tesoro.

-Caían las hojas muertas,

en el jardín silencioso,

y en el aire erraba aún

un perfume de heliotropos.-

 

No se atrevía a mirarme;

le dije que éramos novios,

...y las lágrimas rodaron

de sus ojos melancólicos.

CASA VIEJA

 

En las paredes de mi alma abandonada,

por la ventana -piedras dentro-, ¡luna blanca,

qué pobre juegas con la sombra de mi acacia!

 

-¡Estancia que otro tiempo fue dulce y abrigada,

con tibieza de carnes, con desvelo de lámpara,

con juguetes frescos de lunas y de acacias!-

 

Negro, perdido pájaro, mi súbita nostalgia,

ciega de sangre, entra por -¡oh muerta esperanza!-

un cristal roto, y sale por otro, a la azul nada.

EL TODO INTERNO

 

He llegado a una tierra de llegada.

Me esperaban los tuyos, deseado dios;

me esperaban los míos

que, en mi anhelar de tantos años tuyos,

me esperaron contigo,

conmigo te esperaron.

 

¡Y qué luz entre ellos:

en un sol cenital imprevisto y sonllorante,

sobre una aurora con sus torres contra rojo,

en una noche de encantado desear,

en una tarde de crepúsculo alargado,

entre un mediodía de plomo abrigador,

por una madrugada con nublado y una estrella!

 

¡Qué luz entre ojos, labios, manos;

qué primavera del latir;

qué tú entre ellos, en nosotros tú;

qué luz, qué perspectivas

de pecho y frente (joven, mayor, niño);

qué cantar, qué decir,

qué abrazar, qué besar;

qué elevación de ti en nosotros

hasta llegar a ti,

a este tú que te pones sobre ti

para que todos lleguen por la escala

de carne y alma

a la conciencia desvelada que es el astro

que acumula y completa, en unificación,

todos los astros en el todo eterno!

 

El todo eterno que es el todo interno.

IMPENETRABLE

 

Impenetrable es tu frente, cual un muro.

Tan cerca de los ojos, ¿cómo retiene preso

tu pensamiento? ¿Cómo su recinto es oscuro.

bajo el cabello de oro, sobre el radiante beso?

 

Con la movilidad del foso de tus ojos,

la fijeza de dardo de los míos esquivas;

a veces, brillan dentro como ponientes rojos,

a veces, como rápidas estrellas pensativas.-

 

¡Mujer, que yo lo vea! Libra de sus penosas

dudas a este constante asedio de mis penas;

quiero saber si tu alma es un jardín de rosas,

o un pozo verde, con serpientes y cadenas!

LA CRUZ DEL SUR

 

La cruz del sur se echa en una nube

y me mira con ojos diamantinos

mis ojos más profundos que el amor,

con un amor de siempre conocida.

 

Estuvo, estuvo, estuvo

en todo el cielo azul de mi inmanencia;

eran sus cuatro ojos la conciencia

limpia, la sucesiva solución de una hermosura

que me esperaba en la cometa,

ya, que yo remontaba cuando niño.

 

Y yo he llegado, ya he llegado,

en mi penúltima jornada de ilusión

del dios consciente de mí, mío,

a besarle los ojos, sus estrellas,

con cuatro besos solos de amor vivo;

el primero, en los ojos de su frente;

el segundo, el tercero, en los ojos de sus manos,

y el cuarto, en ese ojo de su pie de alta sirena.

 

La cruz del sur me está velando

en mi inocencia última,

en mi volver al niñodiós que yo fui un día

en mi Moguer de España.

 

Y abajo, muy debajo de mí, en tierra subidísima,

que llega a mi exactísimo ahondar,

una madre callada de boca me sustenta,

como me sustentó en su falda viva,

cuando yo remontaba mis cometas blancas:

y siente ya conmigo todas las estrellas

de la redonda, plena eternidad nocturna.

LUNA GRANDE

 

La puerta está abierta;

el grillo, cantando.

¿Andas tú desnuda

por el campo?

 

Como un agua eterna,

por todo entra y sale.

¿Andas tú desnuda

por el aire?

 

La albahaca no duerme,

la hormiga trabaja.

¿Andas tú desnuda

por la casa?

LIBRE DE LIBRES

 

¡La vida, la viva vida

de un ascua, sin consumirme!

¡Que yo lo aspirara todo

en mi combustión sublime!

 

Sangre incandescente y llama

blanca y azul, donde insigne

se hiciera todo, contento

de ser el fiel combustible.

 

¡Qué final!  Este sería

el ser de todos los fines;

todo quemándose en mí,

y yo con todo, ascua libre.

SU SITIO FIEL

 

Las nubes y los árboles se funden

y el sol les trasparenta su honda paz.

Tan grande es la armonía del abrazo,

que la quiere gozar también el mar,

el mar que está tan lejos, que se acerca,

que ya se oye latir, que huele ya.

 

El cerco universal se va apretando,

y ya en toda la hora azul no hay más

que la nube, que el árbol, que la ola,

síntesis de la gloria cenital.

El fin está en el centro. Y se ha sentado

aquí, su sitio fiel, la eternidad.

 

Para eso hemos venido. (Cae todo

lo otro, que era luz provisional.)

Y todos los destinos aquí salen,

aquí entran, aquí suben, aquí están.

Tiene el alma un descanso de caminos

que han llegado a su único final.

CANTARES

 

Me da pena cuando veo

en la alegre primavera

algún arbolito seco.

 

¡Cuán pronto tus flores,

marchitas cayeron!

arbolito que apenas nacía,

¡que joven te has muerto!

 

Mis besos amantes

tal fuego tenían,

que las flores que ha poco me diste,

están ya marchitas.

 

¿Y tú me preguntas

que por qué estás pálida?

¿No sabes que pierde sus frescos matices

la flor deshojada?

 

Volando en el cielo,

en noche de calma,

las azules estrellas errantes

¡qué pronto se apagan!

 

"Seré siempre tuya"

me dijo en un beso;

y entonces sonaron con tristes gemidos

campanas de muertos.

 

El corazón se me parte

cuando a mi puerta recuerdo;

¡está la pobre tan sola,

tan sola en el cementerio!

 

Cuando la muerte separa

dos almas que son dichosas,

pienso con pena: la muerte

¡ay! debe ser muy envidiosa.

 

No comprendo por qué, niña,

te causan horror los muertos...

eres joven y eres bella;

¿no te gustan los espejos?

 

Parece una golondrina,

su pie no toca a la tierra;

¡ay! a algunas criaturas

¡qué poco el alma les pesa!

 

Aunque muy orgullosa seas,

en orgullo no me ganas;

tú, te precias de tu cuerpo,

yo, me precio de mi alma.

 

Besad a esos pobres niños

que van solos por el mundo

sin encontrar pan ni abrigo.

 

Era el pobrecillo ciego,

y cantaba sollozando

la luz de unos ojos negros.

¡Qué divinos eran

sus ojos risueños...!

¡pobrecilla! ¡llorando una pena

quedóse sin ellos!

 

Qué tristes, qué tristes sois

sencillas coplas gitanas;

¿quién al oiros no sueña,

entre recuerdos y lágrimas?

ZENOBIA

 

Me he convertido a tu cariño puro

como un ateo a Dios. ¿Lo otro, qué vale?

Como un pasado oscuro y andrajoso

puede todo borrarse.

 

¡Borrarse, sí! Las rimas bellas

que no cantan tu amor; sus matinales

alegrías sin ti: sus tardes líricas

en cuya paz no me miraste;

las noches cuya clara luna llena

no deslumbró tu candoroso ánjel.

 

El cielo de tu gracia

será el comienzo y el final. En balde

quieren los lobos asaltar la cerca

en donde tus ovejas blancas pacen.

No quiero más que un oro y es el oro

que emanan tus sentidos inmortales.

¡Sólo tú, sólo tú! Sí, sólo tú.

 

Yo no he nacido, ni he de morir. Ni antes

ni después era nada, ni sería

nada yo sino en ti. Y los rosales

que has colgado en mi alma -¡con qué encanto!-

a este sol viejo y nuevo me entreabren

sus rosas en que el cielo se repite

cándido y múltiple en sus cálices.

PUREZA NEGRA

 

Me puso sus dos ojos sobre

mis dos ojos. Y todo

lo vi ya negro... Las estrellas

enlutaron, con el jazmín de agosto,

en un fondo infinito de Sevilla,

Giraldas, con crespones alegóricos.

 

¡Sombra que encandilaste

mi corazón! ¡Serenos, negros ojos,

que, en un tranquilo juego de osadías

y dulzuras, trocasteis el tesoro

mejor del mundo! ¡Ojos, lo puro

es ahora negro, por vosotros!

 

AZUCENA Y SOL

 

Nada me importa sufrir,

con tal de que tú suspires,

por tu imposible yo,

tú por mi imposible.

 

Nada me importa morir,

si tú te mantienes libre,

por tu imposible yo,

tú por mi imposible.

NO SE QUE HACER

 

No sé lo que he de hacer.

Miro cerradas

todas las puertas;

igual es a mi alma que el invierno

la primavera.

No sé ya para qué

la aurora me despierta.

 

Sé que no habrá una mano

que me cuelgue las frescas

guirnaldas del amor; que la amistad más noble

es obtusa y convexa.

Nada... Los mismos libros

-una flora de estrellas-

se caen al abismo

de mis miserias.

Las músicas son falsas

y las verdades huecas.

No sé por qué ni para qué descanso...

La misma muerte me parece ciega.

CON LAS ROSAS

 

No, esta dulce tarde

no puedo quedarme;

esta tarde libre

tengo que irme al aire.

 

Al aire que ríe

abriendo los árboles,

amores a miles,

profundo, ondeante.

 

Me esperan las rosas

bañando su carne.

¡No me claves fines;

no quiero quedarme!

LAS ACACIAS

 

Para dar un alivio a estas penas,

que me parten la frente y el alma,

me he quedado mirando a la luna

a través de las finas acacias.

 

En la luna hay algo que sufre,

entre un nimbo divino de plata:

hay algo que besa los ojos

y que seca, llorando. las lágrimas.

 

Yo no sé lo que tiene la luna,

que acaricia, que duerme y que calma,

y que mira en silencio al rendido

con inmensas piedades de santa.

 

Y esta noche que sufro y que pienso

libertar de esta carne a mi alma,

me he quedado mirando a la luna

a través de las finas acacias.

EL NUEVO MAR

 

               1

 

Para olvidarme de por qué he venido,

de para qué he nacido, hemos nacido,

vengo a mirarte, mar, loco perpetuo.

 

Tu movimiento, tu inquietud me calman.

 

Tú eres el único que sabe

ser sólo él, ser sólo tú,

el único y el solo que no deja

responder a sus olas, sus palabras,

a la pregunta de la luz altiva.

 

En los días serenos, cuando el aire

con su cielo sobre él, arriba, cree

que te domina y que lo sabes,

tú eres ajeno a él, estás dormido,

estás soñando

la libertad que formas en el mundo

con la revolución sorda por dentro.

 

               2

 

Tú eres el solo que no quiere

otra cosa que ser, estar en ti, en sí,

y tu lucha es contigo, dinamista

estético, perdiente jugador

de la inmensa belleza solitaria.

 

Tú eres sólo el más solo de lo todo.

Ni nos ves, como el cielo,

ni quieres que te vean, ni te importa,

ni tienes un consuelo, una respuesta

para el que va a mirarte desde sí,

no desde ti,

para el que va por ti a su centro.

 

               3

 

Pero a mí no me importa que no escuches.

Yo sé que tú eres tú, y que yo podría

ser como tú, y esto me basta;

amigo de verdad, sin relación,

amigo en la belleza, en la locura,

amigo en no querer ser nada más,

en no querer saber de nadie más.

 

De nada más. Gritas y brillas,

y saltas y te hundes, te oscureces,

te encojes, te dilatas,

llegas a todas partes y te alejas,

hablas todas las lenguas y te callas,

lloras inmensamente, ríes

a carcajadas que terminan

en alegría universal,

te ofreces y te quitas...

Y todo porque sí, gran paraíso

de acumulada libertad interna.

 

               4

 

Tú, mar desnudo,

vives, mar, en el centro de la vida;

donde estés tú es el centro,

principio y fin de todo, mina viva.

Eres mar, lo desnudo, la belleza

desnuda,

la única belleza que no admite

velo esterior, como la tierra,

que rompe, que se traga todo velo

y lo convierte en desnudez, la fuente

de todo lo desnudo, pie de Venus

en un momento de contacto humano,

como una concreción de ti

al alcance del hombre.

 

En ti estás, mar, en tu ola eterna,

el poder y la forma

de todo lo desnudo, metamorfosis

constante,

eterna desnudez de desnudeces.

 

               5

 

Obra en orilla, estoy de pie

entre mi obra y tú. De ti me voy

a ella, nuevo ejemplo,

ejemplo libre de mi obra.

 

En sucesión eterna lo eres todo,

todo lo que en el mundo puede ser

y todo lo demás

sin principio y sin fin, mi obra y tu ola,

carne y alma y espejo a un tiempo de ella,

inocencia, esperanza en luz igual,

en plano igual, en igual sitio,

en paz y fuerza unidas,

mar poeta

con la matriz en ti,

trabajador infatigable

a la luna y al sol igual en fuerza,

al alba, al mediodía y a la tarde

y por la noche,

despierto soñador de tus abismos.

 

               6

 

Muerte viva eres, mar; cojes la muerte,

la bates, la incorporas, la despides,

la unificas en ti.

 

               7

 

Mar loco, razón única del mundo,

qué bien te mides tu razón inmensa

con tu locura innumerable.

Yo quiero enloquecer de tu locura,

mi pensamiento quiere ser tú mismo,

con todo lo demás, como tus peces,

tus flores y tus piedras,

sin hacer mella alguna en tu ser solo.

 

¡Qué paz inmensa tu infinita guerra!

 

¡Ay, no poder quedarme vivo en ti,

sin hambre, sed ni sueiño,

porque no quiero verte sino serte,

ser en ti yo, vivir yo en ti,

ser, terminado como tú, yo mismo siempre,

y siempre igual, siempre distinto,

repetido y sin guía, siempre.

 

              y  8

 

El hombre

debiera poder ser lo que desea,

debiera poder ser en la medida

de su ilusión y su deseo.

Entonces yo sería tú, que eres tú mismo,

que eres lo deseado del total deseo.

 

Tú solo, mar, lo sabes todo,

todo lo olvidas;

tú solo, mar, te bastas y te sobras.

Eres, dejas de ser, a un tiempo, todo.

 

                                                   © Javier de Lucas