Primeros poemas, la mayoría escritos entre los nueve y los quince años. El primero de todos, "Mar Cantábrico", a los nueve, coincidiendo con la redacción de mi primer relato del Oeste, "El infalible Farrow". Tanto estos versos como aquellas novelitas pecan, literariamente, de todo, incluyendo faltas de ortografía, pero así las escribí y así quiero publicarlas. A su favor, la ingenuidad, la nostalgia y el cariño que me inspiran.
POR VIVIR
como torpe moneda clandestina
y una nerviosa luna que te alumbre
de manera fugaz y repentina
porque nada te dan, ni como pago
a tanta mala leche y tanto trago.
Reclamarás entonces al eterno
intérprete ritual de ventanilla
y será tu intención tan solo un tierno
canto de cisne, huérfano de orilla,
porque nadie te mira ni te escucha
aunque exista la gente y haya mucha.
Te inventarás quizás algún camino
por aislarte del grito lapidario
y un apunte de cambio de destino
que ocupará muy poco en tu diario,
porque nadie te quiere diferente,
que la gente te quiere solo gente.
Rebuscarás detrás por si en el paso
hubiese alguna voz como la tuya,
pero tu voz es parte del fracaso
y es probable que pronto se destruya
y amanezca un silencio cualquier tarde
en esa mueca tuya de cobarde.
Posiblemente así, algo maltrecho,
querrás echarte un día por la borda,
rompiéndote la espalda por derecho,
huyendo del tumulto y de la horda
de bárbaros extraños que te invitan,
te engañan, te prometen y te quitan.
Mas verás que no existe otra salida
y lo quieras o no, tendrás que hacerte
usurero, ladrón, bala perdida,
viajero perseguido de la suerte
y tendrás que vivir la vida entera,
y tendrás que vivirla a tu manera.
NO NOS FUE TAN MAL
Cuando el aire pasaba,
si es que pasó,
y tú me sujetabas
el corazón…
cuando fueron distintos
amor y fe,
cuando todo era limpio
si es que lo fue...
Cuando hubo de todo,
hielo y amor,
cuando quise a mi modo
darte la voz,
cuando fuimos del viento
arena y sal,
cuando aquel amor nuestro
no fue tan mal.
Te robé varios años
de juventud,
pero le puse a cambio
algo de luz
a ese camino tuyo
de duda y sed,
a esa sombra de orgullo,
a esa altivez
Y aunque de tus amantes
no fui el mejor,
hubo noches, bastantes,
donde el amor
te llegaba hasta el alma
con fuerza tal,
que no sé por qué hablas
que nos fue mal.
No
nos fue tan mal
como ahora tú diciendo vas,
no
nos fue tan mal
hubo también felicidad.
En tu blanca piel
creció una vez todo el amor,
por qué ahora recordar
solo lo peor,
lo que fue mal,
por qué no mirar atrás
y ver que no
fue todo mal.
QUIÉN
Quién en tus ojos cansados pondrá una mirada
cuando no exista ese brillo capaz de admirar,
quién en tu boca dolida, reseca y callada
pondrá algún beso ese día en que nadie lo hará.
Quién tu figura perdida, distinta y gastada
no signifique un reproche incapaz de salvar,
quién hará causa contigo en la triste bajada
con el aliento dispuesto a saberte ayudar.
Quién tejerá los silencios de noches en vela
junto a ese lecho de fiebre, de miedo y dolor,
quién le pondrá algún motivo que valga la pena
a ese furtivo momento de duda y temor.
Quién llegará hasta el fondo
duro y hondo
de tu vida,
para ser el amigo
que dé abrió
a tu anochecer,
el compañero fuerte
que despierte
tu marchita piel,
quien comprenda y perdone,
si una noche
aún te acuerdes de él.
LA CASA GRANDE
En ese mismo lugar
donde el camino se estrecha,
donde se oye murmurar
un manso río de piedra,
detrás de la vieja cruz
entre montañas de hiedra,
está la casa que tú
has invadido de luz
de tanto soñar con ella.
La verja se te abrirá,
te acogerán madreselvas,
olor a manzana habrá,
a septiembre y a tormenta,
te asomarás al balcón,
la soledad, compañera,
y te verás en el sol
y te oirás en el rumor
y pensarás… que despiertas.
Allá
en la casa grande
será
más azul el aire,
verás
que el silencio esconde
a salvo tu nombre
en la casa grande,
allá
en la casa grande
el sol
brillará más tarde,
será
un rincón ileso
para que tus sueños
no pasen más hambre
en la casa grande.
SOY INOCENTE
De haber vendido ya por lo mejor
un poco de alma y un poco de amor,
de ser así
indiferente
soy inocente, sí,
soy inocente.
De haber creído y ya no creer,
de haber unido el mal con el bien,
de andar así
por la pendiente
soy inocente, sí,
soy inocente.
De haber perdido el rumbo y el sol
la fe en la lucha y en la redención,
de estar aquí
solo y ausente
soy inocente, sí,
soy inocente.
De hacerme un mundo solo para mí
por defenderme de lo que perdí,
de andar así
convaleciente,
soy inocente, sí,
soy inocente.
Soy inocente
de ser la gente,
de estar del hueso
hastiado y preso,
de haber venido
y no haber querido,
de estar en fila aquí
detrás de mí.
Dicen de ti
que aunque estás sola,
sales de noche
como una sombra,
buscando así
a quien de cuajo
el corazón
te hizo pedazos…
dicen de ti
que aunque pretendes
no verle más
no ser tan débil,
corres tras él
igual que un perro
cuando en tu sien
arde el deseo.
Dicen de ti
que, como llama,
crece tu piel
junto a su cama…
quién fuera él
que tiene todo
y yo, ya ves,
yo me conformo
con que tú sepas
que estoy aquí…
“pa” lo que quieras.
EN UN RINCÓN
por si acaso tú te acuerdas
que aquí estoy yo
esperando a que amanezcas,
en un rincón
por barrer nubes del cielo
aquí estoy yo
por si valgo de consuelo.
En un rincón
por si a ti te sobra algo
de lo que hoy
a otro perro tú le has dado,
en un rincón
por si acaso la costumbre
te hace querer
una brasa de mi lumbre.
Puedes hacer de mí
lo que tú quieras, sí,
solo te pido que
vengas aquí
alguna vez
de primavera
con toda la ansiedad
que da la soledad,
para cubrirte
como una fiera
todas las veces
que tú lo quieras.
TE BUSCARÉ
Si un día amanece
y te parece
que el tiempo manda
y tú obedeces;
si un día en el alma
quiebra una voz,
pierdes un cuento,
nace un silencio…
Cuando el invierno
parezca eterno,
cuando no traiga
aroma el viento,
cuando se caiga
roto el dolor,
y la costumbre
ciegue tu lumbre…
Cuando la tarde
te haga cobarde,
mendigo apenas
de cien cadenas;
cuando se pare
pronto el reloj
y duela dentro
todo el silencio.
Te buscaré
y te diré
que estoy contigo,
que soy tu amigo...
te ayudaré
yo, que bien sé
cómo engañar
a la soledad.
DESATA MIS DÍAS
Asaltas mi frente,
ocupas mi mente
sin gente y sin dueño;
le pones un sueño
pequeño y ausente
a todo mi empeño.
En quieta porfía
de noche y de día,
estática y muda,
cabalgas mi duda
por esa apatía
que va sin ayuda.
Le inventas paisaje
al gris del viaje,
al eco del río;
le quitas el frío
al viejo equipaje
ya medio vacío.
Y pones un cuento
escrito en el viento
con tiento y con arte,
para imaginarte
la voz y el aliento
subiendo a buscarte.
Sé pronto un motivo
real, primitivo,
que abarque y pretenda,
que mande y encienda
y al tiempo que vivo
le marque la senda.
Deshaz ese hielo
que cubre mi cielo,
desata mis días;
repón alegrías
que cierren el velo
de viejas manías.
Renueva mis cosas…
hoy van silenciosas
tras los desengaños.
Repara mis daños
con todas las rosas
de tus veinte años
EL DOLOR
Yo no sé cómo fue pero un mal día
asomó su perfil hasta mi tienda,
y montó bruscamente su agonía
por los treinta sonidos del reloj;
y se puso a venderme, de la vida,
aquel resto infantil que no está en venta,
y dejó en una rama, suspendida,
esa mueca grotesca del dolor.
Ahora está acechando en los rincones,
cobrador que aparece y no se anuncia,
que no se va del todo, que se esconde
devorando la fuerza y el valor;
quién le puso rondando mis balcones,
implacable guardián de la renuncia,
quién pintó por mi vida las razones
de esa mueca grotesca del dolor.
Yo no lo sé
cómo llegó
pero está aquí,
mirándome,
diciéndome
por donde ir.
Viejo dolor
hoy vives con
mi soledad,
hoy queda atrás
aquel sabor
de vanidad.
ESTILO
Por esa cumbre de estilo
quisiera poner mi garra,
como un abrazo de parra
para sujetarte en vilo
y volcarte boca abajo
y tirar por el atajo
por deshojarte la frente
de la costumbre y la gente.
Ponerte el cuerpo perdido
de sueños y sin razones,
desenredar los rincones
que aún son presa del olvido;
hacerme en tu piel más fuerte
para que puedas perderte
y deshacerte el aliento
desde este mismo momento.
Entrar a saco en tus brazos
sin permiso ni licencia,
firmarte yo la sentencia
de encaramarte a mis pasos;
abrirte luego cerrojos
para que pasen tus ojos
y desnudar tu mirada
hasta el fondo de la nada.
Volver de sangre y de llama
lo que es de mármol y hielo,
perder el aire en tu pelo
cuando ruedes por mi cama;
salpicarte en un segundo
todo el barro de mi mundo
y morir luego tranquilo
por esa cumbre de estilo.
LEJANA
En un trozo de viento
grabé cuatro palabras,
apunte de recuento
y de distancia;
yo sé que pretendía
que fueras solo mía
tú que eras del silencio
y la escapada.
En una seca rama
tronchada en el camino,
le puse una posdata
a tu retiro;
recuerdo que quería
que fueras solo mía
tú que eras partidaria
del vacío.
A veces por el aire
contaba mi secreto
al hueco de la tarde
y al regreso;
no sé cómo podía
pensar que fueras mía
tú que no eras de nadie
ni serías.
Pero se me pasaba
el tiempo, suponiendo
que un día ya cansada
del silencio,
vendrías a mi puerta
tan rubia y tan incierta
desnuda de misterio,
descubierta.
¡Qué mundo me inventara
para dártelo entero!
qué sarta de miradas,
de deseos…
tú, que nunca serías
ni de nadie ni mía,
jamás podrás saber
lo que te haría.
ME VUELVO A MIS VERSOS
No quiero palomas
cargadas de cuentos,
con picos que asoman
azogue y veneno;
hay muchos recuerdos
que no me interesan,
no cazo esas presas:
me vuelvo a mis versos.
No quiero palabras
mensajes del eco,
continuas miradas
detrás del espejo;
me cansa ese cielo
cargado de grises,
no quiero estar triste:
me vuelvo a mis versos.
Prefiero quedarme
lo poco que tengo
que pedirle a nadie
un solo reflejo;
ya sé que es incierto
y ambiguo el camino,
lo sé por mí mismo:
me vuelvo a mis versos.
Tú sigue buscando
el verde al sendero,
sabor al pasado,
color al dinero;
yo busco mi cielo
detrás de la pluma,
no sigo tu bruma,
me vuelvo a mis versos.
Tú sigue la pista
al tren del deseo,
al hombre que grita,
al tanto por ciento;
yo es que ya no tengo
ni tiempo ni ganas,
me sobra una cana,
me vuelvo a mis versos.
A esos versos míos
que llevo por dentro
cuajados de frío,
perdidos de miedo,
pero que los siento
conmigo al abismo,
por eso, ahora mismo,
me vuelvo a mis versos.
CUENTO
Cómo a veces me siento
prisionero del cuento,
de la burda palabra
que ni siembra ni labra,
comediante que olvida
entre tanto y tan poco,
ese papel de loco
que le dieron por vida.
Cómo siento que a veces
la distancia me crece,
que separa un abismo
los demás de mí mismo;
cómo busco el silencio
como bálsamo enorme
por borrar uniformes
de rutinas y precios.
Cómo acaba la prisa
de borrarme la risa,
esa risa de ustedes
entre cuatro paredes;
cómo acabo en el cuarto
aguantando la duda
sin siquiera la ayuda
que yo nunca descarto.
Abandono el abrigo
y mañana prosigo
por la ruta trazada
de la sombra y la nada,
hasta hacerme el reproche
que de nuevo me hago
al final de ese trago
con que llega la noche.
La pregunta en el día
y la inquieta porfía
de si voy o si vengo
de si tuve o si tengo;
la respuesta esperando
aunque nadie responde
ni de cuándo ni dónde,
ni de cómo ni cuándo.
HAY QUE HACERSE
Hay que hacerse a las preguntas
una a una o todas juntas,
hay que hacerse
a las llagas y a las dudas
y a los jueces.
Hay que tomárselo a broma
y unas veces ser persona
y otras gente;
hay que adentrarse en la fronda
sin perderse.
Hay que hundirse en el milagro
y conservar el esparto
y la moneda;
hay que contar, tras de un salto,
lo que queda.
Tirar una piedra al río
por ahuyentarse del frío
cada tarde;
no vengarse del camino
ni del aire.
Ser poco de los demás
que son muchos y no están
a la mano;
no detenerse a pensar
demasiado.
Que el pensar nos lleva siempre
a un cruce de quince o veinte
posiciones
y después duele perderse
las mejores.
Hay que hacerse a la renuncia,
a la respuesta que asusta
y al intento...
Hay que hacerse a tiempo el tonto
e inventarse siempre un cuento.
Hay que hacerse así… y pronto.
Han puesto sobre una piedra
que se alarga monte abajo,
un escondite de hiedra
que quizás el agua trajo
cuando vino dando tumbos
descendiente de otros rumbos,
a reflejarse en el pino
en la roca y el camino.
Y le han pintado de verde,
de un solo color y trazo
a ese río, que se pierde
con la tarde bajo el brazo;
el sol, que plata le arranca
a veces, quieto, se estanca,
por quitarle un poco el frío
a las aguas de ese río.
Han puesto al aire un motivo,
un recio motivo sabio,
con acento primitivo
que corta el rostro y el labio,
que parece que suspira,
que me escucha y que me mira
y se lleva mis asuntos
uno a uno, todos juntos.
Me salpican cuatro gotas
que también alguien ha puesto,
cuatro inexplicables motas
que se escaparon del cesto…
me saluda alguna nube
que detrás del techo sube
por gastarle alguna broma
a la noche que se asoma.
Yo entonces, a quien ha hecho
tanto río y tanto monte,
tanto pino y tanto helecho,
tanto viento y horizonte,
le expreso, cada verano,
que reconozco su mano
y en vez de oraciones lacias,
le digo bajito: gracias.
Perderé pronto el paso
si es que lo dejo,
con sabor a fracaso,
a rencor viejo
de rendiciones,
desigual aparejo
por los rincones.
Actuación prolongada
sin un aparte,
entelequia forzada
con poco arte,
mucho verismo
por querer preservarte
del uno mismo.
En la frente el estigma
del que no llega,
en el aire el enigma
que todo ciega
y que confunde
al que lucha y que brega
y que se hunde.
Y si al menos la piel
se resistiera
a surcarse en la hiel
de mil maneras,
sería esa historia
de engañar a la fiera,
una victoria.
Pero claro que rueda
por la pendiente
y se arruga y se queda
como exponente
de la aventura,
desigual y doliente
caricatura.
Por quitarme de en medio
una manía,
por hallarme un remedio
de un solo día,
ese payaso
que va perdiendo el paso,
aún lucharía.
El silencio parece que explota
por árboles viejos,
y una pizca de aire se asoma
mirándose al eco;
se deshace después ese monte
que grita costumbre,
por toda la cumbre
hasta el horizonte.
Se reflejan dos rayos pequeños
allá junto al río
y un matojo de sombras y sueños
callados y fríos;
los helechos se tocan sin verse
y cuentan sin habla,
aquella palabra
de hierba y de verde.
La resina resbala en la rota
campana de barro,
y le tira tan solo una gota
al resto del carro;
hay un pájaro gris que me mira
y luego se esconde
por ver si la mía
es sombra del bosque.
Ese tronco cortado y caído
me sirve de asiento
para cuatro palabras que escribo
y veinte silencios;
yo quisiera ahora mismo ser árbol
por dar una sombra,
yo quisiera ahora mismo se algo,
algo más que ahora.
NO VUELVEN LOS MUERTOS
Cayeron las manos
buscando aquel cuerpo
que ya le era extraño,
que ya le era incierto,
y luego, en la senda,
se paró diciendo:
“donde van, se quedan,
no vuelven los muertos”.
Sintió, de los brazos,
las fuerzas huyendo,
su sombra buscando,
pidiendo su cuerpo;
estaba tan cerca
y estaba tan lejos
pues, de donde llegan,
no vuelven los muertos.
Secados los llantos,
pasados los rezos,
crecía entretanto
más fuerte, el silencio;
la tierra a la tierra,
el hombre al sendero,
por más que se quiera
no vuelven los muertos.
Quizá en otro Mayo,
allá en otro tiempo
entrado el verano
o quizá en invierno
no duela la llaga
que se abrió por dentro,
la herida que clama:
“no vuelven los muertos”.
No caigan las manos
buscando aquel cuerpo,
no giman los brazos
abrazando al viento,
no quiebren las rimas,
no crezca el acento
de la voz que grita:
“no vuelven los muertos”.
Quizá en otro Mayo,
quizá con el tiempo
se muera despacio,
despacio, el recuerdo…
se olviden, se quemen
los viejos momentos
porque nunca vuelven.
No vuelven. Los muertos.
DESDE HACE TIEMPO
Desde hace mucho tiempo
ya lo sé,
que los malos no son malos
ni los buenos son tan buenos,
que hay menos risa que llanto
y que todo tiene un precio
desde hace muchos años
y hasta este mismo momento.
Desde hace mucho tiempo
ya lo sé,
que el camino es algo incierto
y es mejor medir los pasos,
que a veces somos muñecos
de la ira y el fracaso,
hasta este mismo momento
desde hace muchos años.
Pero lo que no sabía
es que yo terminaría
amarrándome a tu tabla
como un náufrago a su tabla.
Pero lo que no sabía
es que yo terminaría
arrimándome a tu mesa
como un coyote a su presa.
Me gustas por clásica,
me gustas por frívola,
me gustas por mágica,
por esa mirada
que a veces me incita
y a veces me calma;
por esa manera
de ser la primera
de todas mis ansias…
por esa palabra
que a veces me hunde
y a veces me salva.
Por tu mirada verde
el alma se me pierde,
por tu mirada triste…
no sé cómo lo hiciste
pero cayó de hinojos
un poco de mi prisa
al eco de tu risa
y al verde de tus ojos.
Hiciste un buen regate
al aire, disparate
creciendo hasta el adiós
al borde de las dos;
la noche quiso darme
quizás, un buen regalo,
por ver que no es tan malo
el traje de marcharme.
Bailamos sones, quejas,
lamentos de parejas,
sirviéndome de musa
un pliegue de tu blusa…
llevabas en el pelo
del viento, los aromas,
y un vuelo de palomas
pintándose en tu cielo.
Yo quise, de algún modo,
decirte que eras todo
lo que en aquel momento
cruzaba por mi aliento,
mas no tuve licencia
del dime y el reproche,
no estaba aquella noche
para una confidencia.
Estaba para darte
el alma y olvidarte,
ponerte alguna venda
y hacerte de mi senda;
pensar que se me pierde
el rumbo y tú lo hiciste
con tu mirada triste,
con tu mirada verde.
DÉJAME
No pretendo
que compartas
mis grandezas,
mis patrañas,
no quiero
aguantarte a ti,
ni que te aguantes
por mí.
Mis mentiras,
tus engaños,
ni te importan
ni me estorban,
mas me aburren
tus manías
como sé que a ti
las mías.
No pretendo
darle a nadie
las miserias
de esta carne
que ni entiendo
ni comprendo
y que aunque no quiera
tengo.
Déjame pudrirme solo
que el buey solo bien se lame,
que para tocar el fondo
no necesito ayudante.
Déjame pudrirme solo
que es razón indispensable
para que el llanto y el lodo
no le salpiquen a nadie.
A VECES
A veces, la mirada
se escapa de la nada
y a bordo de un paisaje
se marcha de viaje…
se viste, con el viento,
color de sentimiento
y dentro de ese traje
se inventa libertad.
A veces nuestros males
parecen ya banales
y el alma que los tapa
los suelta y los escapa…
la lágrima y la pena
olvidan su cadena
y vuelan de mañana
bebiendo libertad.
Hay un clavel
que sirve de pincel
por el rincón
cerrado a la razón,
hay un abrir
de sueños y un batir
de alas…
Hay una Abril
volcándose febril
hacia el valor
sufrido y luchador,
hay un mirar
más lejos y un entrar
en otra habitación.
PÁGINA AMARGA
Acércate,
no ves
que el tiempo es poco,
mi corazón
es un reloj
que se me ha roto,
y sírveme
por favor,
algo especial,
que hay que engañar
al dolor
hasta el final.
Hace calor
quizá
sube la fiebre,
ponme otra vez
esa canción
pero más fuerte,
no quiero oír
a quien ya viene
tras de mis pasos…
quiero morir,
amor,
entre tus brazos.
Esta vez se acabó,
tú lo sabes muy bien
aunque finjas que no,
y no quieras pensar ni entender
que se quiebra mi voz,
que se apaga mi fe
que me falla el valor
que me queda un momento tal vez,
y que luego me romperé
y ya no tendrás lágrimas
y te arranques la página
que ahora escribes, amarga.
CRECIÓ EL VACÍO
Me fui dejando
sin advertirlo,
aquí un recuerdo
allá un olvido,
risas y llantos,
calor y frío
y mientras tanto
creció el vacío.
Le puse un día
sobre otro día
con un encanto
de rebeldía,
pero en mi santo
ya no confío
porque entretanto
creció el vacío.
Si a veces ando
y a veces corro
como esperando
no llegar roto,
nunca me salvo,
el paso es mío,
y así, entretanto,
creció el vacío.
Primero ha sido
alguna tarde
por un camino
rondando el aire,
primero nadie
se lo ha creído
que en todas partes
creció el vacío.
Y luego encima
de todo el mundo,
palabra escrita
desde el absurdo,
fugaz espanto
por el hastío
y mientras tanto
creció el vacío.
Ahora que tapa
mis pensamientos
con una capa
de sucio hielo,
no lo detengo,
no lo consigo,
de donde vengo
creció el vacío.
Creció el vacío,
vació informe,
desconocido
que llega y pone
su hueco nombre
en vez del mío…
¡cómo y por donde
creció el vacío!
TU FRÍA PALIDEZ
Cómo quise esperarte cuando el día
me sugirió tu aliento
con ese tono grave de tu acento
y tu melancolía…
cómo quise pensar que ya eras mía
robándole a tu piel
aquella sensación que te invadía
de fría palidez.
Cómo quise volcarme en un segundo
al borde de tu vida
así, sin más, jugándome mi mundo
a una sola partida;
cómo quise saberte sorprendida,
inquieta, aquella vez,
en que besé en silencio y a escondidas
tu fría palidez.
Cómo puse el amor en un te quiero
envuelto en tu mirada,
aquella tan azul que era primero,
que fue antes que nada;
cómo quise cubrir tu retirada,
vencerte la altivez
y cruzarme de un salto aquella helada
y blanca palidez.
Y todo en el entorno de un momento,
y todo en un instante,
como una inesperada voz de viento
que lleva por delante;
con ese sentimiento fue bastante
¡qué impulso de niñez
querer como yo quiero tu distante
y fría palidez!
Quisiera ser invierno para huir,
quisiera ser ayer para no estar,
quisiera ni pensar ni presentir,
quisiera ser un pájaro y volar.
Volverme del revés para salir,
a tientas, de un plumazo, terminar,
buscar una ventana para abrir
y el aire, todo el aire, respirar.
Dejar los sueños rotos y el hastío
bailando como trágicos fantoches
debajo de mi vuelo, por el frío
del fondo y la tiniebla de mi noche.
Decir adiós de pronto y perseguir
un eco bajo el cielo y sobre el mar,
volverme barco y vela para ir
deprisa, no sé dónde, y olvidar.
Quisiera ser invierno para huir,
quisiera ser ayer para no estar,
quisiera ni pensar ni presentir,
quisiera ser un pájaro... y volar.
DISTANCIA
Esa inquieta distancia
que me crece en el alma
aunque estemos tan cerca
que tropiece tu espalda…
esa lenta distancia
que consume las horas,
es peor que la otra,
más cruel, más amarga.
Esos ojos que fijan
tu mirada en la mía
y que piensas que expresan
aunque no lo consigan;
esas cuatro palabras
que remedian la tarde,
le decoran al aire
su color de distancia.
Esas manos que saben,
que cultivan y abren,
que recorren mi cuerpo
como el río su cauce,
son la pálida imagen
de un mecánico rito,
un guión tan sabido
que perdió su mensaje.
Cómo y cuánto daría
por cambiar algún día
esta absurda distancia
de las manos cogidas,
por un mundo entre ambos
y una carta viajera
que tan solo dijera
dos palabras: Te amo.
Cuando el silencio crecía
aquella vez y tendía
un crepúsculo de parra
en forma de fría garra,
yo mismo fui del engaño,
del temor y del alarde
porque de pronto, esa tarde,
la soledad me hizo daño.
Yo me quedé sorprendido
de verme así, malvendido
por quien pintaba el paisaje
últimamente al viaje;
la tarde colgó una pena
desde algún rincón del cielo
y yo sentí que era hielo
lo que llevaron mis venas.
Debí poner el semblante
estúpido, del amante
que una noche se da cuenta
que todo es de compra venta;
la soledad, mi testigo
de ser yo mismo y no gente,
me recordó de repente
que es también mal enemigo.
¡Cómo te teme y te nombra
mi alma!, vacío, sombra,
abismo, noche, muralla,
bastión contra la canalla;
cómo siguiendo tu estrella
a tan solo cuatro pasos,
me hicieron daño tus brazos
y me dio miedo tu huella.
Y sin embargo, el deseo
de tenerte cerca, creo
que es más fuerte que ese espanto
que creció una noche tanto;
yo que conozco ahora mismo
lo que puedes ayudarme,
sé que igual podrás llevarme
otra noche hacia el abismo.
EL SALTO
El silencio es eterno
y hay un trágico tierno
retador del desastre;
qué perfecto momento
para hacerme el invento
de evadirme del lastre.
Hay también la rutina
de la tarde, adivina
de no ser importante…
una espera que pasa
a las tres por mi casa
y se queda un instante.
Me promete decirme
lo que quiera mentirme
por detrás de la piedra;
el silencio me hace
ver la sombra que nace
de su brazo de hiedra.
Y al caer de la duda
que la noche desnuda,
dibujarle un ocaso;
repintar esa alfombra
de inquietud y de sombra
que sugiere fracaso.
Ni una hoja se mueve
¡qué silencio de breve
y ancestral importancia!
qué minúscula gota
mi garganta, que, rota,
solo grita distancia.
La distancia que existe
entre el cielo que viste
y este otro, de chiste;
en el cuadro que creo
el paisaje que veo
no sería tan triste.
Yo presumo otro mundo
tan distinto y profundo
que sea todo uno mismo;
yo reniego de espejos
que se mueren de viejos
y reflejan abismos.
Yo, que soy una muestra
de esa mano maestra
que me pone y me quita;
que me marca la pena,
como un grano de arena
o una rosa marchita.
Yo, que soy casi nada,
una débil llamada
que se ahoga en asfalto,
tengo el ansia de todo,
metafísico salto
que me libre del lodo.
CUANDO ME LIBERE
Cuando me libere
de este sucio traje,
y en el equipaje
solo ponga el alma,
cuando todo en calma,
sin pena, sin llanto,
me cure de espanto
y vuele hacia el sol;
cuando una mañana
se abra mi ventana
y el viento me lleve
con él…
entonces seré una fuente
que hará un torrente
por un camino,
entonces ya libremente
por todo el aire
yo vagaré.
Entonces seré el eterno
aire que vuelve
por el invierno,
entonces del claro velo
azul del cielo
algo seré.
Cuando me libere
de esta carne blanda,
a la que se manda
pero no obedece,
y que me parece
hecha para el llanto,
para la renuncia
y la abdicación;
cuando los cristales
de mis ventanales
se fundan al fuego
del sol…
entonces vendrá ese día
sobre la noche
de mi agonía,
entonces al fin presiento
que por el viento
yo vagaré.
Y cuando sintáis que arde
con el verano
toda la tarde,
pensad que estaré esperando,
y que en el aire
yo vagaré.
Amo tu piel de verde
que se me pierde
por los caminos,
amo ese silencio
que va de lejos
y que es amigo;
amo, amo tu tierra
mirada tierna
sobre mi voz,
amo, amo tu nombre,
amo tu vientre
mas no a tu gente,
amo, amo tu brisa
sobre la prisa
de mi reloj.
Amo tus cuatro sueños
que se escondieron
bajo una rama,
llama que llevo dentro
como un sarmiento
quemando el alma;
amo
amo de siempre,
eternamente
tu despertar,
amo
amo tu nombre,
amo tu vientre
mas no a tu gente,
amo
amo tu brisa
sobre la prisa
de mi reloj.
POBRE SEÑOR
Nunca se olvidará de aquel momento
cuando con emoción, cuando contento,
agradeció
al personal
la placa, el vino, la foto, todo el ritual.
La palmada del jefe, el chistecito,
“vaya suerte que tiene don Agapito,
ya se acabó
el trabajar,
ahora a vivir la vida y a descansar.
Asiduo a la quiniela, al crucigrama,
al parque si hace bueno y a la cama,
buen rezador
él, que jamás
antes pisó una iglesia, miró un altar.
Paso pasito a paso por la acera,
algo que no cuenta, cero a la izquierda,
objeto de
ningún valor,
hombre que aunque no ha muerto ya se murió.
Pobre señor
sin nada por hacer,
eterno contertulio del silencio,
espera cruel
a que el reloj
se pare cualquier día en un momento…
lo único que le queda es tiempo y pasado,
cómo y cuánto se aburre el jubilado.
Tú me miras y ves
una sonrisa amarga
que se pierde a través
de esta senda tan larga;
tú me miras y ves
a un payaso quizás,
que se ríe de más
y que llora después.
Amarrado a tu ser,
al primer de tu calma,
yo quisiera beber
el sabor de tu alma,
y volver a nacer
por poderte decir
que te puedo querer
sin que fuese mentir.
Una vez fui feliz,
lo recuerdo muy bien,
yo tenía también
un montón de ilusiones;
tuve un sueño de Abril
escondido en la piel,
y prendido con él
un amor sin razones.
Se fueron juntando nubes aquella tarde,
sentía, frente a tus ojos, amor de antes,
apenas te conocía y entre tus brazos
en aquel baile,
te quise, pequeña mía,
pues más que a nadie.
De noche no me dormía, me trajo el aire
tu imagen hasta mi cuarto, amor de antes,
apenas te conocía y era tu cara
divina estampa,
y quise que me quisieras
con toda el alma.
Y me olvidé que soy barco en la mar que se va a la deriva
sin un porqué que le lleve el timón, que le marque una luz,
y me olvidé que se va sin razón no sé dónde mi vida,
porque pensé que eras tú mi polar, que mi norte eras tú.
Tu tiempo frente a mi tiempo era tan breve,
cumpliste aquel Agosto los diez y nueve,
apenas te conocía y era tu cuerpo
mi primavera,
y quise que fueses mía
la noche aquella.
FLORECILLA
Te buscaba en los rincones
de mis locas ambiciones
con pretensiones de altura,
te buscaba en la andadura
con doradas ilusiones
de riqueza y hermosura.
Y en mis noches te soñaba
como una perla que acaba
de abrirse resplandeciente,
y aquel hueco de mi mente
de tu imagen se llenaba
con mirada reluciente.
Y de buscarte en salones
de solemnes relumbrones,
de dorados oropeles,
te encontré en otros dinteles
y cambiaron mis acciones
y cambiaron mis pinceles.
Y te pinté campesina,
y volaste golondrina
por otro mundo pequeño,
y yo quise ser el dueño
de tu rosa y de tu espina,
de tu vuelo y de tu sueño…
porque el amor
se me volvió florecilla,
pequeña, tierna, sencilla,
humilde, sola y gentil,
porque el amor
se me cruzó en el sendero,
tan solo con un te quiero,
un te quiero y un yo a ti.
En el bar
yo me miro en el espejo del salón,
y el reflejo me devuelve la impresión
de mi pobre soledad
y mi vaso de licor…
suelo estar
apoyado de la barra en un rincón,
y bebiendo se me nubla la razón
se me pierde el recordar
que perdí mi corazón.
En el bar, soy así,
solo yo, en un mundo que se me rompió,
uno más que busca olvido,
uno más que se ha perdido
y que va sin dirección.
Ya no puedo, ya no puedo,
ya no puedo caminar;
tengo miedo, tengo miedo
a mi pobre soledad.
En el bar
voy pidiendo a mi vaso explicación
y me dice que no tengo solución
y que beba más y más
hasta ahogarse el corazón…
y al mirar
frente a frente el espejo del salón,
el reflejo me devuelve la impresión
de mi pobre soledad
y mi vaso de licor.
En el bar, soy así,
solo yo, en un mundo que se me rompió,
uno más que busca olvido,
uno más que se ha perdido
y que va sin dirección.
Ya no puedo, ya no puedo,
ya no puedo caminar;
tengo miedo, tengo miedo
a mi pobre soledad.
El DESVÁN
Tal vez mañana
vuelva a buscar
viejos recuerdos
en el desván.
Y nuestras cosas
que allí enterré,
una vez más
despertaré.
Mis veinte años
y en tu mirar,
nuestra pequeña
felicidad.
Año tras año
sube al desván
donde está todo,
todo está igual.
Sentiré
otra vez
la amargura,
la ternura
de ver
cosas tuyas,
se abrirán
los recuerdos
que encierra
el desván,
como un viejo
guardián.
Año tras año
me cuesta más
subir peldaños
hasta el desván.
Llegará un día
en que no podré
y en la escalera
me quedaré.
Sin veinte años,
sin tu mirar,
sin la pequeña
felicidad.
Llegará un día
y te dirán
que ya no pude
ir al desván.
Dejaré
de sentir
la amargura,
la ternura
de ver
cosas tuyas,
no estarán
los recuerdos
que encierra
el desván,
como un viejo
guardián.
Anidaste
tú en mí
en primavera,
cuando el campo
vistió
por vez primera
de alegría y color
y de belleza,
su invernal soledad
y su tristeza.
Anidaste
tú en mí
un día cualquiera,
cuando yo
solo sé que solo era
un camino sin fe
que no termina,
una copa, un adiós
por cada esquina.
Tú
fuiste el sol
que hizo brotar
flores en mi alma…
tú
fuiste la luz,
fuiste la paz,
la juventud.
Anidaste
tú en mí
un día cualquiera,
cuando yo
solo sé que solo era
un camino sin fe
que no termina,
una copa, un adiós
por cada esquina.
GAVIOTA
Gaviota, que vas volando
vagando sobre mi playa,
verás que sigo esperando,
que espero, por esperar…
yo sé que se está pasando
el tiempo que voy dejando,
y nada habrá en mi playa
gaviota, cuando me vaya.
Ven, para escuchar miles de cosas,
ven para cortar todas mis rosas,
ven, que sobre el mar te esperaré,
ven, que eres mi fe: ahora lo sé.
Quizá si fueras bajando
tu vuelo por la distancia,
quizá te fueras fijando
que yo espero tu llegar…
y no seguirías volando
y fueras quizá pensando
que sola estará mi playa
gaviota… cuando me vaya.
Ven, para escuchar miles de cosas,
ven para cortar todas mis rosas,
ven, que sobre el mar te esperaré,
ven, que eres mi fe: ahora lo sé.
VIEJO MADRID
Me gusta en el verano, pasear por esas calles viejas y oscuras, silenciosas y frías, que pararon su reloj hace cien años.
Viejo Madrid
que mueres con
cada portal
cada rincón,
sobre el ayer
de un mostrador
o en la escalera
de una pensión.
Sabes muy bien
que me perdí
bajo tu piel
dentro de ti,
y que ahora soy
igual que tú,
frío y ausente
triste y sin luz.
Aún se ven viejas mujeres, sentadas a la puerta de sus casas, y un
olor a pasado, a olvido, a soledad.
Dónde quedó
aquel clavel
que floreció
cuando una vez
eras de sol
eras gentil,
de primavera
de luz y Abril.
Viejo Madrid
dormido al son
de otra ciudad
que te venció,
que te apartó
y que quizá
hoy o mañana
te matará.
ACASO
Acaso una mañana, al despertarte,
quizás me buscarás junto a tu cama,
y al ver que ya no estoy, que ya es muy tarde,
quizás me llorarás esa mañana.
Acaso alguna tarde, junto a un parque
recuerdes nuestros juegos de otros tiempos,
y sin poder callar lo que tú sabes
mi nombre gritarás, pero hacia dentro.
Y acaso en esta noche, si no duermes,
quizás pienses en mí sin tú quererlo
y pongas una lágrima en tu frente
y en tus labios, quizás, pongas un beso.
Dime tú dónde está el amor
que por mí tú sentías,
cuando aquel ruiseñor nos cantó
con su acento mejor;
dime tú dónde está el amor
que tuviste aquel día
cuando aquella canción que te di
te robó el corazón.
¡ALERTA!
Alerta,
mi niña no despierta,
parece que está muerta,
no lo puedo creer,
alerta,
su cara ensangrentada
ya no me dice nada,
ya no me puede ver,
Alerta,
la guerra abrió la puerta,
la muerte vino incierta
y la arrancó de mí,
alerta,
tenía cuatro años,
todo el sol en las manos,
todo el cielo de Abril.
Quién fue capaz
de inventar una guerra,
para poder
a la calle saltar,
puño cerrado
o mano abierta,
y hacer la muerte
en la impunidad.
Quién fue capaz,
dímelo tú,
que hablas de paz,
que hablas de luz,
quién me dará
una razón,
que pueda más
que mi dolor.
SI UN DÍA VUELVES TÚ
Si un día vuelves tú
a la Villa,
quizás recordarás
que, cuando niña,
jugabas al amor
en aquel parque,
bajo la sombra de
los árboles.
Quizá recorrerás
las calles otra vez,
la fuente de cristal
y luego el puente aquel,
la plaza y el dintel
de aquel viejo castillo,
pero, de aquel chiquillo,
ni rastro habrá de él.
Si un día vuelves tú
a la Villa,
quizás recordarás
que cuando niña
se abrió como una flor
en primavera,
tu alma al amor
por vez primera.
Quizás tú pensarás
que fue de nuestro amor,
quizás lo buscarás
mirando alrededor,
al parque y al vergel
y a aquel viejo castillo,
pero, de aquel chiquillo,
ni rastro habrá de él.
CERCA Y LEJOS
Con tu sombra tan lejos
y sin embargo cerca,
voy diciendo tus versos,
voy pisando tus huellas;
voy siguiendo tus sueños,
voy buscando tu meta
con tu sombra tan lejos
y sin embargo cerca.
Quiero olvidar
y no sé cómo hacer
para escapar
de nuestro ayer,
quiero borrar
este viejo dolor
y así volar
sin ti, mi amor.
Con tu sombra tan lejos
y sin embargo cerca,
voy quedándome ciego
y caminando a tientas;
voy haciéndome viejo,
voy muriendo en la senda
con tu sombra tan lejos
y sin embargo cerca.
HOY POR TI, MAÑANA POR MÍ
Se apagó como una vela
la sonrisa de tu cara,
se escapó de tu mirada
una lágrima por mí;
no quisiste que te viera
frente a mí, desesperada,
aguantaste la estocada
y volviste a sonreír.
Yo sabía que luchabas
para no echarte a llorar
pero nada demostrabas
y aún así me fuiste a hablar:
Hoy por ti
mañana por mí,
haces bien
si piensas así;
hoy por ti
mañana por mí,
a olvidar
y a vivir.
Hoy que el tiempo, nuevamente,
fue a unir nuestros destinos,
hoy, cansado del camino,
te pedí un poco de ti;
y aunque vi tras de tu frente
que lo nuestro no olvidaste,
a la espalda te lo echaste
y te reíste de mí.
Y aunque yo estaba luchando
para no echarme a llorar,
no fui nada demostrando,
y aún así yo te fui a hablar:
Hoy por ti
mañana por mí,
haces bien
si piensas así;
hoy por ti
mañana por mí,
a olvidar
y a vivir.
Volví a mi pueblo
pequeño y tierno,
volví a mi pueblo,
era en invierno,
y en cada calle,
y en cada rincón,
estabas tú,
estaba yo
y mi juventud.
Volví a mi casa
oscura y fría,
volví a mi casa
vieja y vacía,
y en cada esquina,
en cada habitación,
estabas tú,
estaba yo
y mi juventud.
Corrí
después
junto a ti,
te di
temblando
una rosa…
y tú, detrás de la losa,
y yo, tan solo, tan serio,
hablamos de nuestras cosas
en medio del cementerio.
Volví a mi pueblo
pequeño y tierno,
volví a mi pueblo
era en invierno,
para quedarme,
para dejarme allí
en un rincón,
cerca de ti,
mi corazón.
Un tren
de un andén cualquiera,
cada primavera
yo salgo a esperar,
un tren
que viene de lejos,
con mis sueños viejos
de felicidad.
Un tren
que quizá algún día
esta vida mía
se venga a llevar,
viajar
por la inmensa vía
y llegar un día
y llegar… llegar.
Un tren
que pueda arrancarme
de esta vieja carne,
de este viejo andén,
un tren
que me lleve lejos
del camino viejo
y el anochecer.
Un tren
y un largo viaje
hacia otro paraje,
hacia el comenzar,
volar,
sentirme el primero
de ese tren viajero
de la soledad.
En sueños vi la estación,
en sueños yo estaba allí,
la niebla en torno a mí
a bordo de la razón;
que el tren llegaba sentí
y en el andén se paró,
mas nunca lo conocí,
pues solo en sueños subí
al tren que nunca llegó.
UNA VEZ FUI FELIZ
Tú me miras y ves
una sonrisa amarga
que se pierde a través
de esta senda tan larga;
tú me miras y ves
a un payaso quizás,
que se ríe de más
y que llora después.
Amarrado a tu ser,
al primor de tu calma,
yo quisiera beber
el sabor de tu alma,
y volver a nacer
por poderte decir
que te puedo querer
si n que fuese mentir.
Una vez fui feliz,
lo recuerdo muy bien,
yo tenía también
un montón de ilusiones;
tuve un sueño de Abril
escondido en la piel,
y prendido con él
un amor sin razones.
En el mantel
del restaurant
también
estás tú,
y ¡fíjate
que te pedí
como menú!
En mi vaivén
de soledad
por qué
siempre tú,
haciéndose
irrealidad
toda tu luz.
Sé que el ayer
no volverá,
yo sé
que tu amor
es un después,
es un jamás
que se escapó.
Vuelvo otra vez
a preguntar
qué fue
de los dos;
de ti, no sé,
de mí, ya ves…
aún te amo yo.
Y en el aire,
y en la tarde,
busco tu mirada gris;
y no hay nada,
y no hay nadie
solo yo pensando en ti.
Yo no sé qué has hecho
que brotó el despecho
de aquel viejo mundo
roto y vagabundo,
tan insatisfecho,
y aquella mañana
te hiciste campana
y volaste tarde
sin decir, cobarde,
ni siquiera adiós.
No fue la culpa tuya ni fue mía,
la culpa fue de nadie y de los dos,
tiene el amor principio, noche y día,
tiene el amor un hola y un adiós.
Sé que el sentimiento
va muriendo lento
y que se termina
con esa rutina
de cada momento,
hay que alzar el vuelo,
despegar del suelo,
porque nos encierra
esta vieja tierra
a este viejo amor.
No fue la culpa tuya ni fue mía,
la culpa fue de nadie y de los dos,
tiene el amor principio, noche y día,
tiene el amor un hola y un adiós.
REY DE MI LUGAR
Quién ha dicho que no es mío
este río,
este verde que refleja
su mirar,
estas piedras, estos valles,
este suelo,
y este cielo que me mira
caminar.
Cuando vuelvo algún día
a mi pueblo,
tanto siento que el camino
es recordar,
tras un árbol, una roca,
hay un sueño,
un recuerdo en cada esquina
del andar.
Tengo presas
tantas rosas,
tantos besos,
tantas cosas
que jamás
podré olvidar.
Soy
en mi canción,
rey
de mi lugar,
tengo
el corazón
por
y para amar,
a este mi rincón
donde alguna vez
yo te conocí
y me enamoré.
Surgen como fantasmas
esos recuerdos
que me dejaste
cuando marchaste
de mi lugar;
saltan por los rincones,
cruzan mi mente
que inútilmente
quiere alejarlos
para olvidar.
Quise tus ojos claros
tu piel de niña,
tu primavera,
como si fuera
algo de mí;
quise volverme viento,
beber tu aliento
cada mañana,
como un sustento
para vivir.
Cómo puedo olvidarte
si fuiste parte
de mi camino,
si fuiste el vino,
el pan, la sangre
y lo demás…
cómo puedo olvidarte
si el esperarte
forma mi tiempo,
si eres el centro
de mi existencia
aunque no estás.
SOLO Y SIN TI
Atardecía y el sol se ocultó,
aquel verano qué solo iba yo,
era una noche de Julio en Madrid
y estaba yo
solo y sin ti.
En otros busqué tu mirar,
en otros brazos tu forma de amar,
y en aquel cuarto en la calle Amaniel
busqué, después,
amor… ya ves.
Intenté
dibujar en su cuerpo tu piel,
trasladarme en su hoy a tu ayer,
a nuestra vida;
me aferré
al alcohol, a la sombra, a la sed,
y a pesar de lo nuestro, yo sé
que tu amor esa noche olvidé.
Amanecía y el sol ya salió,
aquel verano qué solo iba yo,
una mañana de Julio en Madrid
seguía yo
solo y sin ti.
SILENCIO
Fijó el silencio su ausencia
a mi sentido,
y se aferró a mi existencia
como un amigo
impenetrable,
oscuro, amargo, perdido
e indescifrable.
La soledad se hizo presa
bajo mi nido,
y aquella vaga promesa
que nunca ha sido,
que no fue nada
en el fondo del suspiro
y la mirada.
El vacío abrió una puerta,
miró hacia dentro;
y al hacer casa en mi senda,
hizo el silencio.
OLOR DE SOLEDAD
Es igual
a otros muchos, es igual,
una cama, una mesa
y un cajón,
un armario, un espejo
en un rincón
y un olor de soledad
sobre el gris de su color.
Desde este pequeño cuarto,
desde este hotel cualquiera
te escribo, para que sepas
que no te puedo olvidar,
que te llevo a mi lado
amiga, amor, compañera,
y te comparto con ella,
con mi vieja soledad.
El cristal
da a una plaza y a un reloj,
a una tarde que contempla
mi esperar,
las paredes de este cuarto
me hablarán
de ese olor de soledad
que ellas tienen… como yo.
Desde este pequeño cuarto,
desde este hotel cualquiera
te escribo, para que sepas
que no te puedo olvidar,
que te llevo a mi lado
amiga, amor, compañera,
y te comparto con ella,
con mi vieja soledad.
Se rompió
el hilo que me unía a ti,
y sentí
que ya sin ti nadie era yo.
Te perdí
y me nublaste la razón,
mi ilusión
te la llevaste al partir.
Veo que
el mundo pasa y al pasar
he de andar
sin esperanzas y sin fe.
Y no sé
lo que me impulsa a caminar,
si jamás
lo que persigo alcanzaré.
Y ya ves
sin ti mi vida ya no es
más que estar
obsesionado en olvidar,
yo, que soy
como un fantoche sin tu amor
que al gritar
siente el vacío alrededor,
yo, que voy
como un fantoche tras de ti,
sin pensar
que ya te has muerto para mí.
LA SOLEDAD DEL TREN
La soledad del tren,
aquel vagar sin luz,
aquel atardecer
y allá, tan lejos, tú,
y el rápido marchar
del tren buscando el mar,
y en la pobre estación
tu pobre corazón,
y tu voz al gritar
nunca te he de olvidar,
y tus ojos que allí
sé que aún lloran por mí.
Qué es lo que hago así
siempre hablando de ti,
con gente extraña que no
me entiende ni entiendo yo,
y mientras me gano el pan
mis pensamientos se van
como pájaros de ayer
a refugiarse en tu piel.
La soledad del tren,
la lluvia en el cristal,
llueve sobre el andén
y en el alma también,
y yo que en la estación
me dejé el corazón
cuando por prosperar
me fui del monte al mar,
y aunque viviendo aquí
sigo soñando allí,
no pierdas no, la fe,
que un día volveré.
Qué es lo que hago así
siempre hablando de ti,
con gente extraña que no
me entiende ni entiendo yo,
y mientras me gano el pan
mis pensamientos se van
como pájaros de ayer
a refugiarse en tu piel.
A NINGUNA PARTE
Crucé la verja del jardín,
miré despacio alrededor,
y sin amor,
a nuestra historia puse fin
y me alejé de tu calor.
Yo voy
a ninguna parte
a ver
que puedo olvidarte,
me voy
de tu vida lejos,
me voy
lejos de tus besos
por ver
que puedo olvidarte
me voy
a ninguna parte.
No quise ni mirar atrás,
no quise ni verte al marchar,
y sin amor,
de tu jardín corté una flor
como un adiós por comenzar.
Yo voy
a ninguna parte
a ver
que puedo olvidarte,
me voy
de tu vida lejos,
me voy
lejos de tus besos
por ver
que puedo olvidarte
me voy
a ninguna parte.
RAZONES AL SUELO
Yo,
yo que soy cuadro de un solo color,
yo que soy fuente de una sola sed,
de una vieja fe y de un solo ardor,
yo,
yo que soy huerto de una sola flor,
yo que soy puerto de un solo vapor,
de una vieja red y de un solo adiós...
quiero que sepas que tambaleas
con tu presencia, con tus ideas,
mis pensamientos y mis vivencias
y las razones de mi existencia.
Tú,
tú que eres cielo y tierra a la vez,
tú eres desierto y eres vergel,
una rosa hoy y ayer un clavel,
tú
que das tu vida por una ilusión,
tú que eres líder de cualquier razón,
que pones tu fe y tu comprensión...
sé que tu fuerza se tambalea
cuando tropieza con mis ideas,
tus pensamientos y tus vivencias
y las razones de tu existencia.
Mas
hoy que la vida nos juntó a los dos
y en el camino en que nos puso Dios
pareció brotar un poco de amor,
es,
es el momento de dejar atrás
razonamientos y querernos ya
que de proseguir mucho tiempo habrá…
ser yo tu sueño y tú mis cosas,
inventar sueños, risas y rosas,
darnos cariño, amarnos lejos,
ser como niños y como viejos.
EN UN BARRIO
En un barrio
como hay mil
a lo lejos
de Madrid,
un domingo
estuve allí,
hoy te cuento
lo que vi.
Las mujeres con sus batas
y sus medias de algodón,
sacudiéndose la alfombra
en el balcón,
entre la ropa tendida,
entre calles sin hacer,
entre basura extendida
por doquier.
Pero a mí
aquel lugar me pareció el cielo
cuando te vi,
entre los niños, viniendo hacia mí,
brillando al sol el oro de tu pelo.
Y los hombres discutiendo
en un pobre y sucio bar
y bebiendo su simpleza
y su coñac,
olvidando su pobreza
y su oscuro caminar
en la copa que se acaban
de tomar.
Pero a mí
aquel lugar me pareció el cielo
cuando te vi,
entre los niños, viniendo hacia mí,
brillando al sol el oro de tu pelo.
En un barrio
como hay mil
a lo lejos
de Madrid,
un domingo
estuve allí,
te he contado
lo que vi.
PLAZA DEL PUEBLO
Yo te conocí
allí, junto a la fuente,
fue el verano aquel,
tú, miel,
yo casi final;
tu vida sentí
así, desde el balcón,
mi voz en tu sien,
tu sueño en mi adiós.
Plaza del pueblo,
pequeña plaza
que en el verano
me diste el agua,
trajiste un sueño
a mi ventana,
ahora en invierno
solo das lástima.
Qué poco viví
allí, junto a la fuente,
tu beso fugaz,
tu paz,
tu pálida piel;
qué poco seguí
allí, desde el balcón,
la senda que abrí
por tu corazón.
Plaza del pueblo,
pequeña plaza
que en el verano
me diste el agua,
trajiste un sueño
a mi ventana,
ahora en invierno
solo das lástima.
CAMINO DE SAN PEDRO
El sol fue rompiendo nubes
por el camino
que va a San Pedro,
y en un borde del sendero
te dije un día:
Marga, te quiero.
Tus manos fueron mis manos,
tu aliento mío,
el aire nuestro,
cuando en medio del silencio
te di en el río
mi primer beso.
No volverá
aquel verano del setenta y dos
porque nosotros no somos igual,
nos ha cambiado el tiempo a los dos;
no volverá
aquel principio ni aquel mismo adiós
porque la vida nos hizo olvidar,
porque en el tiempo nos fuimos los dos.
El verde de aquellos pinos
y tú en el verde
junto a mi cuerpo,
y yo buscando en el suelo
algunas flores
para tu pelo.
No volverá
aquel verano del setenta y dos
porque nosotros no somos igual,
nos ha cambiado el tiempo a los dos;
no volverá
aquel principio ni aquel mismo adiós
porque la vida nos hizo olvidar,
porque en el tiempo nos fuimos los dos.
Cómo quise esperarte cuando el día
me sugirió tu aliento
con ese tono grave de tu acento
y tu melancolía…
cómo quise pensar que ya eras mía
robándole a tu piel
aquella sensación que te invadía
de fría palidez.
Cómo quise volcarme en un segundo
al borde de tu vida
así, sin más, jugándome mi mundo
a una sola partida;
cómo quise saberte sorprendida,
inquieta, aquella vez,
en que besé en silencio y a escondidas
tu fría palidez.
Cómo puse el amor en tu te quiero
envuelto en tu mirada,
aquella tan azul que era primero,
que fue antes que nada;
cómo quise cubrir tu retirada,
vencerte la altivez
y cruzarme de un salto aquella helada
y blanca palidez.
Y todo en el entorno de un momento,
y todo en un instante,
como una inesperada voz de viento
que lleva por delante;
con ese sentimiento fue bastante
¡qué impulso de niñez
querer como yo quiero tu distante
y fría palidez!
Asaltas mi frente,
ocupas mi mente
sin gente y sin dueño;
le pones un sueño
pequeño y ausente
a todo mi empeño.
En quieta porfía
de noche y de día,
estática y muda,
cabalgas mi duda
por esa apatía
que va sin ayuda.
Le inventas paisaje
al gris del viaje,
al eco del río;
le quitas el frío
al viejo equipaje
ya medio vacío.
Le pones un cuento
escrito en el viento
con tiento y con arte,
para imaginarte
la voz y el aliento
subiendo a buscarte.
Sé pronto un motivo
real, primitivo,
que abarque y pretenda,
que mande y encienda
y al tiempo que vivo
le marque la senda.
Deshaz ese hielo
que cubre mi cielo,
desata mis días;
repón alegrías
que cierren el velo
de viejas manías.
Renueva mis cosas…
hoy van silenciosas
tras los desengaños.
Repara mis daños
con todas las rosas
de tus veinte años.
DE LA SOLEDAD
Cuando el silencio crecía
aquella vez y tendía
un crepúsculo de parra
en forma de fría garra,
yo mismo fui del engaño,
del temor y del alarde
porque de pronto, esa tarde,
la soledad me hizo daño.
Yo me quedé sorprendido
de verme así, malvendido
por quien pintaba el paisaje
últimamente al viaje;
la tarde colgó una pena
desde algún rincón del cielo
y yo sentí que era hielo
lo que llevaron mis venas.
Debí poner el semblante
estúpido, del amante
que una noche se da cuenta
que todo es de compra venta;
la soledad, mi testigo
de ser yo mismo y no gente,
me recordó de repente
que es también mal enemigo.
¡Cómo te teme y te nombra
mi alma!, vacío, sombra,
abismo, noche, muralla,
bastión contra la canalla;
cómo siguiendo tu estrella
a tan solo cuatro pasos,
me hicieron daño tus brazos
y me dio miedo tu huella.
Y sin embargo, el deseo
de tenerte cerca, creo
que es más fuerte que ese espanto
que creció una noche tanto;
yo que conozco ahora mismo
lo que puedes ayudarme,
sé que igual podrás llevarme
alguna noche al abismo.
EL SALTO
El silencio es eterno
y hay un trágico tierno
retador del desastre;
qué perfecto momento
para hacerme el invento
de evadirme del lastre.
Hay también la rutina
de la tarde, adivina
de no ser importante…
una espera que paso
a las tres por mi casa
y se queda un instante
me promete decirme
lo que quiera mentirme
por detrás de la piedra;
el silencio me hace
ver la sombra que nace
de si brazo de hiedra.
Y al crecer de la duda
que la noche desnuda,
dibujarle un ocaso;
repintar esa alfombra
de inquietud y de sombra
que sugiere fracaso.
Ni una hoja se mueve
¡qué silencio de breve
y ancestral importancia!
qué minúscula gota
mi garganta, que, rota,
solo grita distancia.
La distancia que existe
entre el cielo que viste
y este otro, de chiste;
entre el cuadro que veo
y el paisaje que creo
no sería tan triste.
Yo presumo otro mundo
tan distinto y profundo
que sea todo uno mismo;
yo reniego de espejos
que se mueren de viejos
y reflejan abismos.
Yo, que soy una muestra
de esa mano maestra
que me pone y me quita;
que me marca la pena,
como un grano de arena
o una rosa marchita.
Yo, que soy casi nada,
una débil llamada
que se ahoga en asfalto,
tengo el ansia de todo:
metafísico salto
que me salve del lodo.
DÉJAME
No pretendo
que compartas
mis grandezas,
mis patrañas,
no quiero
aguantarte a ti,
ni que te aguantes
por mí.
Mis mentiras,
tus engaños,
ni te importan
ni me estorban,
mas me aburren
tus manías
como se que a ti
las mías.
No pretendo
darle a nadie
las miserias
de esta carne
que ni entiendo
ni comprendo
y que aunque no quiera
tengo.
Déjame pudrirme solo
que el buey solo bien se lame,
que para tocar el fondo
no necesito ayudante.
Déjame pudrirme solo
que es razón indispensable
para que el llanto y el lodo
no le salpiquen a nadie.
En un trozo de viento
grabé cuatro palabras,
apunte de recuento
y de distancia;
yo sé que pretendía
que fueras solo mía
tú que eras del silencio
y la escapada.
En una seca rama
tronchada en el camino,
le puse una posdata
a tu retiro;
recuerdo que quería
que fueras solo mía
tú que eras partidaria
del vacío.
A veces por el aire
contaba mi secreto
al hueco de la tarde
y al regreso;
no sé cómo podía
pensar que fueras mía
tú que no eras de nadie
ni serías.
Pero se me pasaba
el tiempo, suponiendo
que un día ya cansada
del silencio,
vendrías a mi puerta
tan rubia y tan incierta
desnuda de misterio,
descubierta.
¡Qué mucho me inventara
para dártelo entero!
qué sarta de miradas,
de deseos…
tú, que nunca serías
ni de nadie ni mía,
jamás podrás saber
lo que te haría.
NO VUELVEN LOS MUERTOS
Cayeron las manos
buscando aquel cuerpo
que ya le era extraño,
que ya le era incierto,
y luego, en la senda,
se paró diciendo:
“donde van, se quedan,
no vuelven los muertos”.
Sintió, de los brazos,
las fuerzas huyendo,
su sombra buscando,
pidiendo su cuerpo;
estaba tan cerca
y estaba tan lejos
pues, de donde llegan,
no vuelven los muertos.
Secados los llantos,
pasados los rezos,
crecía entretanto
más fuerte, el silencio;
la tierra a la tierra,
el hombre al sendero,
por más que se quiera
no vuelven los muertos.
Quizá en otro Mayo,
allá en otro tiempo
entrado el verano
o quizá en invierno
no duela la llaga
que se abrió por dentro,
la herida que clama:
“no vuelven los muertos”.
No caigan las manos
buscando aquel cuerpo,
no giman los brazos
abrazando al viento,
no quiebren las rimas,
no crezca el acento
de la voz que grita:
“no vuelven los muertos”.
Quizá en otro Mayo,
quizá con el tiempo
se muera despacio,
despacio, el recuerdo…
se olviden, se quemen
los viejos momentos
porque nunca vuelven.
No vuelven. Los muertos.
DESDE HACE TIEMPO
Desde hace mucho tiempo
ya lo sé,
que los malos no son malos
ni los buenos son tan buenos,
que hay menos risa que llanto
y que todo tiene un precio
desde hace muchos años
y hasta este mismo momento.
Desde hace mucho tiempo
ya lo sé,
que el camino es algo incierto
y es mejor medir los pasos,
que a veces somos muñecos
de la ira y el fracaso,
hasta este mismo momento
desde hace muchos años.
Pero lo que no sabía
es que yo terminaría
amarrándome a tu tabla
como un náufrago a su tabla.
Pero lo que no sabía
es que yo terminaría
arrimándome a tu mesa
como un coyote a su presa.
Me gustas por clásica,
me gustas por frívola,
me gustas por mágica,
por esa mirada
que a veces me incita
y a veces me calma;
por esa manera
de ser la primera
de todas mis ansias…
por esa palabra
que a veces me hunde
y a veces me salva.
TU MIRADA
Por tu mirada verde
el alma se me pierde,
por tu mirada triste…
no sé cómo lo hiciste
pero cayó de hinojos
un poco de mi prisa
al eco de tu risa
y al verde de tus ojos.
Dejaste un buen regate
al aire, disparate
creciendo hasta el adiós
al borde de las dos;
la noche quiso darme
quizás, un buen regalo,
por ver que no es tan malo
el traje de marcharme.
Bailamos sones, quejas,
lamentos de parejas,
sirviéndome de musa
un pliegue de tu blusa…
llevabas en el pelo
del viento, los aromas,
y un vuelo de palomas
pintándose en tu cielo.
Yo quise, de algún modo,
decirte que eras todo
lo que en aquel momento
cruzaba por mi aliento,
mas no tuve licencia
del dime y el reproche,
no estaba aquella noche
para una confidencia.
Estaba para darte
el alma y olvidarte,
ponerte alguna venda
y hacerte de mi senda;
pensar que se me pierde
el rumbo y tú lo hiciste
con tu mirada triste,
con tu mirada verde.
Acércate,
no ves
que el tiempo es poco,
mi corazón
es un reloj
que se me ha roto,
y sírveme
por favor,
algo especial,
que hay que engañar
al dolor
hasta el final.
Hace calor
quizá
sube la fiebre,
ponme otra vez
esa canción
pero más fuerte,
no quiero oír
a quien ya viene
tras de mis pasos…
quiero morir,
amor,
entre tus brazos.
Esta vez se acabó,
tú lo sabes muy bien
aunque finjas que no,
y no quieras pensar ni entender
que se quiebra mi voz,
que se apaga mi fe
que me falla el valor
que me queda un momento tal vez,
y que luego me romperé
y ya no tendrás lágrimas
y te arranques la página
que ahora escribes, amarga.
En ese mismo lugar
donde el camino se estrecha,
donde se oye murmurar
un manso río de piedra,
detrás de la vieja cruz
entre montañas de hiedra,
está la casa que tú
has invadido de luz
de tanto soñar con ella.
La verja se te abrirá,
te acogerán madreselvas,
olor a manzana habrá,
a septiembre y a tormenta,
te asomarás al balcón,
la soledad, compañera,
y te verás en el sol
y te oirás en el rumor
y pensarás… que despiertas.
Allá
en la casa grande
será
más azul el aire,
verás
que el silencio esconde
a salvo tu nombre
en la casa grande,
allá
en la casa grande
el sol
brillará más tarde,
será
un rincón ileso
para que tus sueños
no pasen más hambre
en la casa grande.
De haber vendido ya por lo mejor
un poco de alma y un poco de amor,
de ser así
indiferente
soy inocente, sí,
soy inocente.
De haber creído y ya no creer,
de haber unido el mal con el bien,
de andar así
por la pendiente
soy inocente, sí,
soy inocente.
De haber perdido el rumbo y el sol
la fe en la lucha y en la redención,
de estar aquí
solo y ausente
soy inocente, sí,
soy inocente.
De hacerme un mundo solo para mí
por defenderme de lo que perdí,
de andar así
convaleciente,
soy inocente, sí,
soy inocente.
Soy inocente
de ser la gente,
de estar del hueso
hastiado y preso,
de haber venido
y no haber querido,
de estar en fila aquí
detrás de mí.
Perderé pronto el paso
si es que lo dejo,
con sabor a fracaso,
a rencor viejo
de rendiciones,
desigual aparejo
por los rincones.
Actuación prolongada
sin un aparte,
entelequia forzada
con poco arte,
mucho verismo
por querer preservarte
del uno mismo.
En la frente el estigma
del que no llega,
en el aire el enigma
que todo ciega
y que confunde
al que lucha y que brega
y que se hunde.
Y si al menos la piel
se resistiera
a surcarse en la hiel
de mil maneras,
sería esa historia
de engañar a la fiera,
una victoria.
Pero claro que rueda
por la pendiente
y se arruga y se queda
como exponente
de la aventura,
desigual y doliente
caricatura.
Por quitarme de en medio
una manía,
por hallarme un remedio
de un solo días,
ese payaso
que va perdiendo el paso,
aún lucharía.
El silencio parece que explota
por árboles viejos,
y una pizca de aire se asoma
mirándose al eco;
se deshace después ese monte
que grita costumbre,
por toda la cumbre
hasta el horizonte.
Se reflejan dos rayos pequeños
allá junto al río
y un matojo de sombras y sueños
callados y fríos;
los helechos se tocan sin verse
y cuentan sin habla,
aquella palabra
de hierba y de verde.
La resina resbala en la rota
campana de barro,
y le tira tan solo una gota
al resto del carro;
hay un pájaro gris que me mira
y luego se esconde
por ver si la mía
es sombra del bosque.
Ese tronco cortado y caído
me sirve de asiento
para cuatro palabras que escribo
y veinte silencios;
yo quisiera ahora mismo ser árbol
por dar una sombra,
yo quisiera ahora mismo se algo,
algo más que ahora.
ME VUELVO A MIS VERSOS
No quiero palomas
cargadas de cuentos,
con picos que asoman
azogue y veneno;
hay muchos recuerdos
que no me interesan,
no cazo esas presas:
me vuelvo a mis versos.
No quiero palabras
mensajes del eco,
continuas miradas
detrás del espejo;
me cansa ese cielo
cargado de grises,
no quiero estar triste:
me vuelvo a mis versos.
Prefiero quedarme
lo poco que tengo
que pedirle a nadie
un solo reflejo;
ya sé que es incierto
y ambiguo el camino,
lo sé por mí mismo:
me vuelvo a mis versos.
Tú sigue buscando
el verde al sendero,
sabor al pasado,
color al dinero;
yo busco mi cielo
detrás de la pluma,
no sigo tu bruma,
me vuelvo a mis versos.
Tú sigue la pista
al tren del deseo,
al hombre que grita,
al tanto por ciento;
yo es que ya no tengo
ni tiempo ni ganas,
me sobra una cana,
me vuelvo a mis versos.
A esos versos míos
que llevo por dentro
cuajados de frío,
perdidos de miedo,
pero que los siento
conmigo al abismo,
por eso, ahora mismo,
me vuelvo a mis versos.
En un rincón
por si acaso tú te acuerdas
que aquí estoy yo
esperando a que amanezcas,
en un rincón
por barrer nubes del cielo
aquí estoy yo
por si valgo de consuelo.
En un rincón
por si a ti te sobra algo
de lo que hoy
a otro perro tú le has dado,
en un rincón
por si acaso la costumbre
te hace querer
una brasa de mi lumbre.
Puedes hacer de mí
lo que tú quieras, sí,
solo te pido que
vengas aquí
alguna vez
para vestirte
de primavera
con toda la ansiedad
que da la soledad,
para cubrirte
como una fiera
todas las veces
que tú lo quieras.
POR VIVIR
Recibirá un poco de costumbre
como torpe moneda clandestina
y una nerviosa luna que te alumbre
de manera fugaz y repentina
porque nada te dan, ni como pago
a tanta mala leche y tanto trago.
Reclamarás entonces al eterno
intérprete ritual de ventanilla
y será tu intención tan solo un tierno
canto de cisne, huérfano de orilla,
porque nadie te mira ni te escucha
aunque exista la gente y haya mucha.
Te inventarás quizás algún camino
por aislarte del grito lapidario
y un apunte de cambio de destino
que ocupará muy poco en tu diario,
porque nadie te quiere diferente,
que la gente te quiere solo gente.
Rebuscarás detrás por si en el paso
hubiese alguna voz como la tuya,
pero tu voz es parte del fracaso
y es probable que pronto se destruya
y amanezca un silencio cualquier tarde
en esa mueca tuya de cobarde.
Posiblemente así, algo maltrecho,
querrás echarte un día por la borda,
rompiéndote la espalda por derecho,
huyendo del tumulto y de la horda
de bárbaros extraños que te invitan,
te engañan, te prometen y te quitan.
Mas verás que no existe otra salida
y lo quieras o no, tendrás que hacerte
usurero, ladrón, bala perdida,
viajero perseguido de la suerte
y tendrás que vivir la vida entera,
y tendrás que vivirla a tu manera.
TE BUSCARÉ
Si un día amanece
y te parece
que el tiempo manda
y tú obedeces;
si un día en el alma
quiebra una voz,
pierdes un cuento,
nace un silencio…
Cuando el invierno
parezca eterno,
cuando no traiga
aroma el viento,
cuando se caiga
roto el dolor,
y la costumbre
ciegue tu lumbre…
Cuando la tarde
te haga cobarde,
mendigo apenas
de cien cadenas;
cuando se pare
pronto el reloj
y duela dentro
todo el silencio.
Te buscaré
y te diré
que estoy contigo,
que soy tu amigo.
Te ayudaré
yo, que bien sé
cómo engañar
a la soledad.
HAY QUE HACERSE
Hay que hacerse a las preguntas
una a una o todas juntas,
hay que hacerse
a las llagas y a las dudas
y a los jueces.
Hay que tomárselo a broma
y unas veces ser persona
y otras gente;
hay que adentrarse en la fronda
sin perderse.
Hay que hundirse en el milagro
y conservar el esparto
y la moneda;
hay que contar, tras de un salto,
lo que queda.
Tirar una piedra al río
por ahuyentarse del frío
cada tarde;
no vengarse del camino
ni del aire.
Ser poco de los demás
que son muchos y no están
a la mano;
no detenerse a pensar
demasiado.
Que el pensar nos lleva siempre
a un cruce de quince o veinte
posiciones
y después duele perderse
las mejores.
Hay que hacerse a la renuncia,
a la respuesta que asusta
y al intento
Hay que hacerse a tiempo el tonto
e inventarse siempre un cuento.
Hay que hacerse así… y pronto.
Yo no sé cómo fue pero un mal día
asomó su perfil hasta mi tienda,
y montó bruscamente su agonía
por los treinta sonidos del reloj;
y e puso a venderme, de la vida,
aquel resto infantil que no está en venta,
y dejó en una rama, suspendida,
esa mueca grotesca del dolor.
Ahora está acechando en los rincones,
cobrador que aparece y no se anuncia,
que no se va del todo, que se esconde
devorando la fuerza y el valor;
quién le puso rondando mis balcones,
implacable guardián de la renuncia,
quién pintó por mi vida las razones
de esa mueca grotesca del dolor.
Yo no lo sé
cómo llegó
pero está aquí,
mirándome,
diciéndome
por donde ir.
Viejo dolor
hoy vives con
mi soledad,
hoy queda atrás
aquel sabor
de vanidad.
Por esa cumbre de estilo
quisiera poner mi garra,
como un abrazo de parra
para sujetarte en vilo
y volcarte boca abajo
y tirar por el atajo
por deshojarte la frente
de la costumbre y la gente.
Ponerte el cuerpo perdido
de sueños y sin razones,
desenredad los rincones
que aún son presa del olvido;
hacerme en tu piel más fuerte
para que puedas perderte
y deshacerte el aliento
desde este mismo momento.
Entrar a saco en tus brazos
sin permiso ni licencia,
firmarte yo la sentencia
de encaramarte a mis pasos;
abrirte luego cerrojos
porque traspasen tus ojos
y desnudar tu mirada
hasta el fondo de la nada.
Volver de sangre y de llama
lo que es de mármol y hielo,
perder el aire en tu pelo
cuando ruedes por mi cama;
salpicarte en un segundo
todo el barro de mi mundo
y morir luego tranquilo
por esa cumbre de estilo.
Han puesto sobre una piedra
que se alarga monte abajo,
un escondite de hiedra
que quizás el agua trajo
cuando vino dando tumbos
descendientes de otros rumbos,
a reflejarse en el pino
en la roca y el camino.
Y le han pintado de verde,
de un solo color y trazo
a ese río, que se pierde
con la tarde bajo el brazo;
el sol, que plata le arranca
a veces, quieto, se estanca,
por quitarle un poco el frío
a las aguas de ese río.
Han puesto al aire un motivo,
un recio motivo sabio,
con acento primitivo
que corta el rostro y el labio,
que parece que suspira,
que me escucha y que me mira
y se lleva mis asuntos
uno a uno, todos juntos.
Me salpican cuatro gotas
que también alguien ha puesto,
cuatro inexplicables motas
que se escaparon del cesto…
me saluda alguna nube
que detrás del techo sube
por gastarle alguna broma
a la noche que se asoma.
Yo entonces, a quien ha hecho
tanto río y tanto monte,
tanto pino y tanto helecho,
tanto viento y horizonte,
le expreso, cada verano,
que reconozco su mano
y en vez de oraciones lacias,
le digo bajito: gracias.
NO NOS FUE TAN MAL
Cuando el aire pasaba,
si es que pasó,
y tú me sujetabas
el corazón…
cuando fueron distintos
amor y fe,
cuando todo era limpio
si es que lo fue.
Cuando hubo de todo,
hielo y amor,
cuando quise a mi modo
darte la voz,
cuando fuimos del viento
arena y sal,
cuando aquel amor nuestro
no fue tan mal.
Te robé varios años
de juventud,
pero le puse a cambio
algo de luz
a ese camino tuyo
de duda y sed,
a esa sombra de orgullo,
a esa altivez
Y aunque de tus amantes
no fui el mejor,
hubo noches, bastantes,
donde el amor
te llegaba hasta el alma
con fuerza tal,
que no sé por qué hablas
que nos fue mal.
No
nos fue tan mal
como ahora tú diciendo vas,
no
nos fue tan mal
hubo también felicidad.
En tu blanca piel
creció una vez todo el amor,
por qué ahora recordar
solo lo peor,
lo que fue mal,
por qué no mirar atrás
y ver que no
fue todo mal.
Hay una lánguida mirada
que se desliza por tu rostro
y llega tarde hasta la nada,
pero a mis ojos llega pronto
y allí se queda en el recodo
de otras miradas que perdí;
hay una lánguida mirada
que sé muy bien no es para mí.
Hay una voz que suavemente
más que palabras, se desgrana
en un sonido transparente,
como susurros de campanas,
abriendo puertas y ventanas
de esta mansión donde crecí;
hay una voz que se desgrana
que sé muy bien no es para mí.
Hay unas manos que acarician
seguramente, otras manos,
hay unos brazos que terminan
seguramente, en otros brazos,
hay una boca que en sus trazos
dibujan besos que intuí;
hay un vivir en otro espacio
que sé muy bien no es para mí.
No te preocupes si una tarde
pienso en la luz de tu mirada
y una nostalgia imperdonable
me habla de ti y te reclama…
estas ideas que te llaman
son invisibles para ti;
para esta flor de porcelana
ya sé que no hay ni habrá mañana,
ya sé que no eres para mí.
JOSÉ LUIS, AMIGO MÍO…
Si desde ese destino definitivo, irremediablemente definitivo, donde ahora te encuentras, puedes oírme, recibe estos versos que te dedico y que tú recitarías mucho mejor que yo, y recoge el sentir de todos nosotros, tus compañeros, que te llevamos dentro y no te olvidamos.
Dios, que respondes
a las preguntas,
que sabes dónde
y quién se oculta,
Dios, que de oscura
senda, ya has vuelto,
dale la mano
y él hará el resto.
Dios, que te sabes
de maravilla,
la luz, el aire,
el sol, la vida,
Dios, que enseguida
fuiste a su encuentro,
dale un camino
y él hará el resto.
Dios, que cargaste
en nuestra espalda
la cruel sorpresa
de la desgracia,
Dios, de esperanza
vestido y hecho,
mira sus ojos
y él hará el resto.
Abre tus brazos
a un hombre bueno,
te lo pedimos
sus compañeros,
guarda su alma
fuera del tiempo,
sonríele…
y él hará el resto.
VOLVEREMOS A VERNOS
Volveremos a vernos, no sé cuándo ni dónde,
quizás el mes que viene o en el próximo año,
en la sombra de un parque que del ruido se esconde
o en un café del centro, del trabajo cercano.
Me contarás tu vida apresuradamente
mientras miras inquieta la gente a nuestro lado,
habrá luces y sombras en lo que tú me cuentes,
habrá pocas sorpresas, habrá muy pocos cambios.
El mayor tiene novia, se ha vuelto independiente,
es más serio, tranquilo, más como yo el mediano,
la pequeña ha crecido así tan de repente
que me hace mayor con su continuo cambio.
Y así, luces y sombras, sin perder la sonrisa,
esa sonrisa mía que se llevó el diablo,
me hablarás de tu vida, te hablaré de la mía,
te cogeré un instante, a escondidas, la mano.
Y en un momento dado, cuando no te des cuenta,
como un ladrón furtivo te rozaré los labios
con un beso de niños, con un beso de menta
que tendrá la dulzura de nuestros veinte años.
Tus ojos en mis ojos, un apunte de lágrima
brillará en la mirada cuando nos despidamos,
pasaremos después, nuevamente, una página
en este diario nuestro, sin tiempo y sin espacio.
Volveremos a vernos quizás el mes que viene
o pasado mañana o el próximo verano,
alguna cana nueva recorrerá mis sienes
mas para nuestro amor no pasarán los años.
SI TE PREGUNTAN
Si te preguntan
quién es ese con quien ayer te vieron
andando por la calle, manos juntas,
miradas encendidas, algún beso,
si te preguntan
no intentes explicarles este asunto,
diles que soy tu lago de ternura,
diles que soy tu amor, tu amor y punto.
Si me preguntan
quién es esa mujer de rubio pelo
con quien iba ayer tarde, manos juntas,
un poema en los labios, un te quiero,
si me preguntan
les diré que no es parte de este mundo,
que camina conmigo por la luna,
les diré que es mi amor, mi amor y punto.
Si nos preguntan
dónde vamos, qué somos, qué sentimos,
qué es este deambular de manos juntas
por lánguidos y mágicos caminos,
si nos preguntan
cómo estamos así, lejos y juntos,
di que al amor el tiempo no le asusta
y la distancia menos. Dilo y punto.
Cuando desperté
el silencio me agredió por la mañana
con un soplo de mortal indiferencia
que recorrió las puertas y ventanas…
cuando me miré,
el espejo reflejó solo tu cara
desde un mundo de grises y de ausencias
por donde agonizaba la esperanza.
Si tanto te amé
que aunque el gris se haya instalado en mi alma,
que aunque el frío me haya helado hasta la sangre,
aún conservo el calor de tu mirada;
si tanto te amé
que te llevo en el espíritu grabada,
que aún pregunto a las estrellas por tu nombre,
que aún le hago el amor a tu fantasma.
De nuevo el por qué
aparece como un pájaro en el alba
mensajero de sutil melancolía
que me envuelve en sus brazos y me atrapa,
y es que ya no sé
cómo engañarme a mí mismo con palabras
asumiendo que fuiste y no eres mía,
que un día te perdí, te fuiste y basta.
Si tanto te amé
que aún despierto con el alma envuelta en llamas
cuando sueño con tu cuerpo alguna noche
y despierto abrazado a la almohada;
si tanto te amé
que aún habitas los rincones de la casa,
que aún le hablo al silencio de tu nombre,
que aún le hago el amor a tu fantasma.
No me llames amor mío
que el amor es mucho más que una palabra,
que una sensación de frío
me recorre el corazón y la mirada;
no me llames amor mío
que el amor no es un poema bien escrito,
ni una sombra por el río
sino luz en el mar del infinito.
No me llames amor mío
que me suena a parábola distante,
a discurso y a vacío,
a mentira y rutinario disparate;
no me llames amor mío
que el amor no es un canto de sirena,
sino un grito enardecido
que resurge de la sombra y de la pena.
Si me llamas amor mío
piensa bien lo que expresa esa palabra,
no malgastes su sentido,
no envilezcas su grandeza, su fragancia;
si me llamas amor mío
deja a un lado tu egoísmo y tu orgullo,
dalo todo sin motivo
y tu amor será mío y el mío… tuyo.
Una tarde en primavera
pondré la primera piedra
de la casa que algún día
será solo mía
y como yo quiera.
Allí no habrá concesiones,
en vez de puertas, balcones,
cristales en las paredes,
pinturas, pinceles
en los corredores.
El techo será de estrellas,
el suelo, de blanca arena,
el mar le pondrá de fondo
el sonido hondo
de extrañas leyendas.
La luna será mi abrigo,
será pálida testigo
de mis románticas cenas
con bellas sirenas
de cantos perdidos.
Irán poco a poco creciendo las olas
en un mar de azules, de azules y negros,
y como un presagio
oscuro y sin nombre,
buscará una barca el alma de un hombre.
De un hombre que espera atento y a solas
en la incertidumbre y en el desencuentro,
un hombre reacio
a tiempos y a marcas
y a la sombra oculta que habita la barca.
Llevará esa barca un adiós profundo,
un adiós inmenso y definitivo,
remoto destino,
ignorado puerto
al que todos llegan, del que nadie ha vuelto.
Viaje imposible por rutas extrañas
sin tiempo ni espacio, sin sol y sin luna,
incierta aventura
buscando el olvido
y a los olvidados que en el mundo han sido.
Buscará la barca el alma del hombre
que espera, reacio, en la incertidumbre,
y sabrá encontrarle
como encuentra a todos,
de distinta forma, mas del mismo modo.
Llevará esa barca un adiós profundo,
un adiós inmenso y definitivo,
subiré tranquilo,
detrás, el pasado,
delante, la ruta de los olvidados.
Y las alegrías y las emociones
y los sentimientos que encendí algún día,
se vendrán conmigo
para acompañarme
el camino incierto, de todos, de nadie.
DÉJALE AL CORAZÓN
Déjale al corazón si se estremece
oyendo la canción “bailar pegados”,
amarrados dos cuerpos, abrazados,
una vez y otra vez… y muchas veces.
Déjale al corazón si ha despertado
del espacio en que, solo, languidece,
y un latido olvidado reaparece
cuando bailan dos cuerpos apretados.
La música navega por las rosas
y bailan entre sí las mariposas
y bailan las gaviotas, los delfines;
qué pena que entre tantos bailarines,
nosotros, fugitivos del edén,
no estemos abrazándonos también.
Al mar
estas pocas palabras, al menos sinceras,
al mar
cuando trepa la tarde sus doradas crestas
y el sol
se reduce a una esfera de tenue amarillo
que no
se despega del agua, brillando tranquilo.
Al mar
estas breves palabras de un hombre cansado
que va
caminando en silencio, curado de espanto,
y es
esa débil sonrisa que asoma a su rostro
la fe
que no quiere dejarle, de repente, solo.
Qué voz
surge ahora del agua, del verde profundo,
el son
que se sube a la tarde y llama a mi mundo,
la sed
de perdidas sirenas cantando despacio,
la red
que me tienden sus risas, su mágico canto.
Así
la quietud de las aguas, el tenue silencio,
aquí,
otro mundo ignorado, quizás otro tiempo
me va
descansando la mente, curando la herida,
y está
empujándome siempre su palabra amiga.
Al mar
que me ayuda a vencer ese tránsito amargo,
al mar
que me calma por dentro, me cura de espanto,
le doy
estas breves palabras, al menos sinceras,
que son
al ponerlas en orden, un simple poema.
UN AVE PEREGRINA
Te tocará en el hombro
cuando pálidas, brillen las estrellas,
con ese rumor hondo
que sabe tan bien dar a sus empresas,
y mientras la canción, muy suavemente
os invite a moveros abrazados,
sin darte apenas cuenta, nuevamente
te habrás perdidamente enamorado.
Te irás desentendiendo
de todo aquel ayer que compartimos,
de todos los recuerdos
que hicimos uno a uno, tan seguidos…
cuando toque tu hombro, dulcemente,
ese toque fugaz, irresistible,
el pasado huirá de tu presente
y otra vez sentirás lo indefinible.
Quizás, algún momento,
como ave peregrina, pasajera,
te acordarás del tiempo
que fuiste tú la luz de mis estrellas,
y borroso el contorno de mi rostro
y apagadas las luces de mi calma,
pensarás si el amor tocó en mi hombro
como ahora transita por tu alma.
Y el ave peregrina
vendrá para contarte mis andanzas,
será una golondrina
que susurre en tu oído estas palabras:
“te dijo, al marcharte, que ese día
el amor de su vida se escapó,
te dijo que ya nunca volvería
y ves, desde aquel día, no volvió”.
Las dos de la mañana, todos duermen,
la casa está en silencio, aprovecha,
levanta de la cama donde tienes
al hombre que camina por tu senda,
y recoge de nuevo tus pinceles,
destapa tus pinturas y comienza
un cuadro para alguien que se pierde
envuelto en el pasado y la leyenda…
y píntame de verde y de esperanza,
que la esperanza vive en tus pinceles,
y píntame de amor, que el amor salta
cada vez que tu alma me recuerde,
y píntame de azul en la mirada
que se va marchitando de no verte,
y rojo el corazón, como una llama,
y blancos los caminos de mis sienes.
Las dos de la mañana, de repente
has abierto los ojos y recuerdas
tus diecisiete años, diecisiete
hermosas y radiantes primaveras,
y yo, que estaba allí, y que en tu frente
dejé ya para siempre una honda huella,
te pido que recojas tus pinceles
y en el lienzo desates tus quimeras…
y píntame una luz dentro del alma
que nació cuando yo te conocía
y aún alumbra el camino y no se apaga,
que apagarse del todo es cobardía,
y píntame el amor como un murmullo
de eterna y ancestral melancolía,
píntame joven, sonriente y siempre tuyo,
que yo te estoy pintando siempre mía.
LOS OJOS DE LA LUNA
Miraba tus ojos, tus ojos de luna,
argéntico sueño de remotas playas,
de blanca aventura
allá en las alturas
tus ojos de luna, de luna tan alta.
Y alzaba los brazos pidiendo el milagro
de ser un motivo para tu mirada,
mirada de mayo,
romántico ensayo
en el nacimiento de la madrugada.
Quién fuese en tus hilos mariposa leve,
tus hilos de noche, tus hilos de plata,
ave que se mece
y que se estremece
en tus hilos blancos, como la alborada.
Quién fuese camino en el ignorado
paisaje remoto de arenas intactas,
paisaje robado
a un cuadro pintado
por luces y sombras en noches extrañas.
Y al mirar tus ojos, tus ojos de luna
buscando refugio de alguna mirada,
midiendo tu altura,
aquella estatura
era inaccesible, era demasiada.
Bajé la cabeza y al mirar el río
te vi, blanca luna, que te reflejabas…
ahora sonrío
porque en ese río
estás a mi alcance, ya no estás tan alta.
CUESTIONES DE FECHAS
Volveremos a ser los de siempre,
tú, belleza de cuerpo inaudito,
no fantoche de rostro marchito
con que te ha sorprendido la muerte.
Volveremos a ser los de siempre,
yo, poeta de ingenio exquisito,
no patán de agotados escritos
con que me ha abandonado la suerte.
Volverán los azules del cielo
a pintar ilusiones y anhelos
en dos cuerpos, dos mentes maltrechas,
no será ya cuestiones de fechas,
volveremos, al fin de los tiempos,
yo escribiendo mejor, tú más bella.
Dile al mar que me espere,
que llegaré algún día
con el pelo de nieve
y las manos vacías,
con surcos en la frente
que serán los caminos
en donde quise verte
y tan poco nos vimos.
Dile al mar que me espere,
que llegaré algún día
con un poco de siempre
atrapado en mi vida
y otro poco de nunca
en los ojos cansados
de quien te amó de lejos,
y aunque de lejos, ¡cuánto!
Dile al mar que me espere,
que la esperanza asoma
en mi pelo de nieve
y en sus abruptas rocas,
que la esperanza vive,
que nunca la arrancaron
de este pecho que vuelve
a su mar del pasado.
Que me espere, que un día
cerraré las ventanas,
clausuraré las puertas,
me alejaré de casa,
y llegaré de noche
a tu lejana playa,
alegre por si vienes
y triste por si faltas.
Amanece,
el sol es una llama que lentamente asoma,
amanece,
la noche va dejando tinieblas y derrotas,
y ya cuando despierto, y ya cuando mi mente
se separa del sueño y la conciencia brota,
ya entonces aparece
tu sombra azul y rubia, tu sombra luminosa.
Me levanto,
me miro en el espejo y siento que eres tú
quien, acaso,
responde a mi mirada con serena quietud,
me das los buenos días con ese desencanto
de ser solo reflejo, reflejo de mi luz…
yo siempre me levanto
con tu sombra en los ojos, tan rubia y tan azul.
Por el día
tu recuerdo se aleja, tu recuerdo se nubla
en la fría
distancia del trabajo, la prisa y la minucia;
no queda ni un resquicio en esa algarabía
para traer tu sombra, que en el día se enturbia,
no es, entonces, mía,
tu sombra luminosa, tu sombra azul y rubia.
Anochece,
llega pausadamente la noche silenciosa
y en mi mente
los números se callan, las fórmulas se agotan,
y junto con la noche que silenciosa vuelve,
vuelve también tu sombra a reinar en mis cosas,
como una diosa frágil, lejana y transparente
tu sombra azul y rubia, tu sombra luminosa.
Te han salido más canas este invierno
y arrugas que bordean tu mirada,
te has vuelto más tranquilo, más sereno
y has sabido encajar el sufrimiento
sin derramar apenas una lágrima.
Comprendiste que tú no eres eterno,
que esto tiene un principio y que se acaba,
sabes bien la importancia del dinero
y aunque aquí casi todo tiene un precio,
hay valores que no los compra nada.
Has aprendido mucho del concierto
que la vida le pone a la mañana,
mas también aprendiste que es incierto
el camino que pisas y un momento
puede cambiar del todo tus pisadas.
Lo que dejaste atrás, lo que está muerto,
lo que barrió el pasado y la distancia,
a veces, por la noche, en el silencio,
se viste de cruel remordimiento
y golpea las puertas de tu alma.
Sin embargo te sientes satisfecho
en general, de ti y tu circunstancia,
esas gotas con que te llama el miedo
aparecen solo de tiempo en tiempo
y tú no las concedes importancia.
Te dispones a entrar en el milenio
con la mitad del siglo en tus espaldas,
sabes que cada día es un día menos
y quisieras, a veces, detenerlos
por vivirlos distintos, con más calma.
Porque ya has aprendido de lo incierto,
porque ya recorriste la distancia,
porque sabes mirar el lado bueno
de esta vida cuajada de misterios…
vivir vale la pena, camarada.
Así que desde el fondo del espejo,
despinta incertidumbres en tu cara,
borra oscuros presagios, desalientos,
las canas, las arrugas, los inviernos
y apúntate a la vida. Muchas gracias.
Si tanto amor te di
que fuiste mi pasado,
aunque esperé de ti
más de lo que me has dado…
no has salido de mi,
aún sigues a mi lado,
si tanto amor te di,
si tanto amor te he dado.
Si nunca te olvidé,
si en mí siempre has estado,
no puedes suponer,
no debes preguntarlo,
que me olvide de ti,
que todo ha terminado,
si nunca te olvidé,
si nunca te he olvidado.
Si tanto te soñé,
si el sueño es un milagro
que en primavera fue
y al otoño ha llegado,
aunque ahora no estés
te quiero, aún no estando,
si tanto te soñé,
si tanto te he soñado.
Si tanto amor te di,
resisto el negro manto
que ha crecido ante mí
y el corazón me ha helado,
y aunque no estás aquí
aguanto solo, impávido,
si tanto amor te di,
si tanto amor te he dado.
HORAS AZULES
Horas,
horas azules,
inquietantes, primorosas,
horas envueltas en tules,
horas de todas las cosas,
a veces esplendorosas
como un cántico a la vida,
a veces horas perdidas
que no recuerdo, borrosas,
y otras veces angustiosas
teñidas de negro manto,
a veces horas de espanto
que se ahogan con el llanto
de las esperanzas rotas.
Horas,
horas precisas,
horas frías o ardorosas,
horas de llantos y risas,
horas de espinas y rosas,
a veces sois presurosas
y escapáis sin darme cuenta
y a veces lánguidas, lentas,
sois aburridas, tediosas,
a veces horas dichosas
que engalanáis los abriles,
y a veces horas febriles
que quemáis las infantiles
alas de las mariposas.
Horas,
horas eternas,
o rápidas y preciosas,
horas románticas, tiernas,
horas tranquilas y hermosas,
os deslizáis, sigilosas,
sin darme tiempo siquiera
a sentir la primavera
que lleváis como gloriosas
actitudes victoriosas
del mar en que nos movemos,
del tiempo con que corremos,
del silencio con que vemos
cómo pasáis, caprichosas.
Horas,
horas azules,
horas negras, horas rosas,
horas de sombras y luces,
horas de todas las cosas.
Volvieron a verme mis pájaros tristes,
esos que se marchan cuando no te pienso
y que puntualmente, su alas humildes
golpean mi mente, cuando te recuerdo.
Ahora que vuelves, con fuerza, a danzarme
entre las tinieblas de mis pensamientos,
hay puñales dulces que van a clavarse
en toda mi sangre, en todo mi cuerpo.
Perdía el pasado distancia y penumbra,
tu imagen brotaba con ávido empeño,
¡cómo te quería!, con cuánta ternura
soñaba tus ojos, soñaba tu pelo.
Bebía tu alma, profunda y precisa
entre los claveles de tus labios tiernos;
te quise, te quiero, te querré, mi vida,
amores perdidos, amores eternos.
ANIDASTE
Anidaste tú en mí un día de enero
y llegaste hasta el fondo de mi sendero
con un vuelo cercano de mil palomas,
iluminando el cielo, borrando sombras.
Anidaste tú en mí un día cualquiera
cuando yo solo sé que solo era
un camino sin fe que no termina,
una copa, un adiós en cada esquina.
Tú
fuiste el sol
Que hizo brotar
flores en mi alma,
tú
fuiste la luz,
fuiste la paz,
la juventud.
Anidaste tú en mí un día cualquiera
y me hiciste olvidar que solo era
golondrina sin nido, golondrina
que dejaba un adiós por cada esquina.
PERDIDO
La palabra en tu voz no fue bastante
al decirme, sin fuerzas, amor mío,
el calor de tu mano se hizo frío
y de noche fue todo en un instante.
Y tus labios, amor, fueron de hastío,
y el brillo de tus ojos fue distante;
entonces me sentí tan anhelante,
tan nadie, tan solo, tan vacío...
que me perdí de nuevo en el camino,
que me borré otra vez en el sendero
en el que me encontraste, peregrino,
aquel atardecer, un día de enero
cuando diste el sol a mi destino
y cambiaste mi mundo por entero.
Nosotros, los románticos,
somos seres extraños,
que no estamos tan locos
aunque un poco, lo estamos;
viajamos los ingrávidos
minutos de lo mágico,
así, como evadiéndonos
de tiempos y de espacios.
Donde solo hay otoños,
primaveras pintamos,
y de este mundo tópico
con frecuencia escapamos;
le ponemos un diáfano
sentimiento distinto
a este gris pasadizo
por el que resbalamos.
Nosotros, los románticos
somos seres extraños,
no nos gusta este invento
y por eso inventamos
un azul más intenso
a este cielo nublado,
un impulso frenético
a este mundo cansado.
No nos gustan los precios
que a todo le colgamos,
etiquetas y miedos,
aburridos presagios;
no nos gustan los sueños
que acaban despertando,
y por eso seguimos
ya despiertos, soñando.
Nosotros, los románticos,
pedimos lo que damos,
nos gusta que nos dejen
con nuestros aires lánguidos;
ya quedan pocos seres
de esta clase, tan raros,
que sigan conmoviéndose
con el canto de un pájaro.
Nosotros, los románticos,
somos algo enigmáticos,
indolentes a veces
y otras, exaltados,
perdedores, ambiguos,
sentimentales, cálidos,
¡qué será de nosotros,
pobrecitos románticos.
© Javier de Lucas