A los diez años escribí mi primer relato del Oeste: "El infalible Farrow". Durante los cinco años siguientes escribí otros veinticuatro, siendo el último "La mano inolvidable". Había cumplido quince años y pensé que ya iba siendo hora de tomarme en serio la Literatura.

Recuerdo con mucho cariño aquellos años y aquellos textos, repletos de tiros, pistoleros y duelos a muerte, de buenos y malos, de extensas llanuras y estrechos desfiladeros, de sucias cantinas y lujosos salones, de cazadores de recompensas y sheriffs heroicos, de vaqueros camorristas y caciques despiadados, de cacerías salvajes y disparos de todos los calibres...vistos y escritos por un niño que creía en la infalible puntería del Colt del héroe solitario.

Aquí están algunos de aquellos relatos, tal y como los escribí, con sus errores sintácticos variados...¡y hasta con algunas faltas de ortografía!

 

LOS NAIPES HABLAN

-          Full de ases-reyes amigo -atestiguó Rex. -Lo siento.

El interpelado se levantó.

-          Es usted un gran jugador, Rex Howard, -testimonió. -A pesar de haberme ganado, le felicito.

Rex Howard era un hombre alto, algo desgarbado, con una sonrisa permanente en sus labios. Estrechando la mano al otro dijo:

-          Bien, Theissen, ¿echamos otra partida?

-          No puedo ahora. Me están esperando. Adiós Rex.

Howard se quedó en el local. Se acercó al mostrador.

-          Whisky doble.

-          Al momento.

-          Oye Barrey, -preguntó Howard. -¿Quiénes son esos hombres que llegaron esta mañana al pueblo?

-          Son Timmey y otros más. Creo que dieron que hacer a la policía. Tengo entendido que Stanley, uno de ellos, es un hábil jugador. Bueno aquí tienes el whisky.

Bebió con rapidez. Luego salió a la calle. Se dirigió hacia el hotel Winston.

-          Oiga amigo, -dijo Rex. -¿Hace el favor de darme el libro de las reservas de viajeros?

-          Sí señor.

Rex examinó con detenimiento el libro. Sacó su cuaderno y apuntó los nombres de los recién llegados al pueblo. Después se fue a la oficina del sheriff y cotejó su lista con la que tenía el representante de la ley.

PHILIP TIMMEY: CONOCIDO GUN-MAN DE NEVADA. JEFE DE LA BANDA DE LOS “ROJOS”. SU CABEZA VALORADA EN 100.000 DÓLARES.

CARL STANLEY: 75.000

JOU MARTIN: 50.000

TEX RITTER: 50.000

ROCK DOUGLAS: 25.000

BILLY “NEGRO”: 10.000

TODOS EXCELENTES TIRADORES.

-Debería estar más atento a los forasteros, sheriff Creo que tendremos unas visitas muy interesantes.

  De madrugada Rex, se dirigió al saloon. Varios hombres bebían en la larga barra y otros jugaban al poker en las mesas de verdes tapetes. Una rubia cantaba “Darling Arizona” acompañada por Pete, el pianista.

-          Dame ginebra, -dijo al tabernero.

De pronto se volvió. Alguien le tocó en la espalda.

-          Rex, Texel te busca.

-          Voy

Los dos hombre salieron fuera. Texel era el sheriff.

-          Hola sheriff, ¿pasa algo?

-          ¿No te has fijado? Los hombres que vinieron ayer no son otros que la banda de Timmey. Lo que supone que vienen por mí.

-          ¿Por ti, Texel?

-          Hace cosa de ocho años, yo encarcelé a Philip Timmey. Entonces era un simple bravucón y un pendenciero. Pero ahora se ha hecho con los mejores tiradores del Estado y según informes es uno de los hombres más rápidos de Nevada. Pues bien, Rex. Esperaré a que venga.

-          ¿Vendrá él solo?

-          Sí. Creo que no necesitará de su banda.

Rex se quedó pensativo. Luego dijo:

-          Oiga Texel. ¿De cuántos hombres dispone?

-          Solo dispongo de cuatro.

-          Entonces habrá que buscar entre el pueblo a la gente que mejor tire. En el hotel parece que esperan a varios de sus pistoleros. Se lo diré a Barrey. Él reclutará hombres.

Rex volvió al saloon. Llegó a una mesa de juego. Allí estaba Philip Timmey con algunos de su banda, “desplumando” a un ciudadano.

Se fijó en uno de ellos. Le siguió con la vista la jugada. Sus manos se movieron con tal rapidez que ni Rex pudo apreciar la jugada. Pero descubrió como en un instante tenía seis cartas y luego en otro movimiento la ocultaba.

-          Bueno amigo, -dijo el jugador, -¡descubra!

-          Subo a 50.

-          Paso

-          Yo veo

-          Yo también

-          Subo a 200

-          Me retiro

-          Yo también

Solo quedaban en juego el ciudadano y Stanley, el magnífico jugador.

-          Vamos a 500.

La expectación fue atroz. Varios hombres apretujaban la mesa de juego. Mirándose fijamente los dos hombres descubrieron.

-          Full de nueves, exclamó el hombre.

-          Ajá, -atajó Stanley -escalera de color.

El hombre se levantó. Con paso apresurado se marchó. Stanley reía satisfecho.

-          Oiga amigo, dijo Rex. ¿Le interesaría echar unas manos conmigo?

-          Bien está.

Rex dio cartas. La expectación aumentaba. Todo el mundo estaba pendiente .

-          Paso, ´-exclamó Rex.

-          Bien. Subo a 25.

-          250, Stanley, -dijo Rex.

Stanley se quedó extrañado. Pero confiando en su full aceptó.

-          Bien Stanley. Subo a 1.000.

-          Los veo.

-          1.000, ¿vas?

-          Sí.

Rex puso en juego toda su pericia como jugador. Haciendo un esfuerzo continuó.

-          2.000 dólares.

Unos silbidos resonaron en la sala.

-          Bueno Howard, tú ganas. No voy.

-          Ja, ja, ja, -rió Rex.

-          ¿Qué tenías? Yo un full de reyes.

-          Ja, ja, ja. Te he engañado Stanley. Tengo una pareja.

Stanley tiró las cartas.

-          Cerdo. ¿Echamos otra?

-          No gracias. Ahora no.

Rex se iba a ir, cuando se sintió zancadilleado. Se cayó al suelo y se volvió.

-          ¡Ahora río yo Howard!, dijo Stantley.

-          ¿Con que quieres lucha, eh? La tendrás.

Rex se lanzó sobre Stanley. Le sacudió un gancho por fuera. Esto le obligó a volverse permitiendo a Rex estampar en la nuca de Stanley un formidable “crochet” con la zurda.

Se revolvieron por el suelo. Stanley intentó atrapar a Rex, pero éste logró agarrarle del cuello. Stanley se levantó. Con un rodillazo consiguió desasirse de Rex y le golpeó con la mano abierta repetidamente en la ceja.

Rex comenzó a sangrar abundantemente pero en un esfuerzo, envió su izquierda al estómago de Stanley. Pero Stanley era muy superior a Rex en musculatura y embriaguez. Fue alcanzado por la derecha de Stanley que le pegó en los ojos. Cayó al suelo aturdido. De pronto entraron en la sala la banda de Timmey al completo.

Dos de ellos cogieron a Rex y Timmey comenzó a golpear a Rex. El muchacho sangraba abundantemente. Siguió atizándole directos y toda clase de golpes. Luego dijo con voz autoritaria:

-          ¡Esto que os sirva de lección en lo sucesivo! Desde ahora, que os sirva de norma, yo seré el  marshal del condado.

-          ¿Entendido?

-Y al muchacho lleváoslo. Ponedlo sobre su caballo y prendedle la cola, ¡vamos!

 

                                                                                                                                                            Continúa en “La Venganza”