1. TRASTORNOS DE ANSIEDAD
La conceptualización de los trastornos de ansiedad, tal y como son entendidos en la actualidad, no se inicia hasta finales del siglo XIX, de ahí que en este ensayo se aborden las nosologías y los aspectos terapéuticos previos a dicho siglo. A lo largo de los siguientes apartados, se distinguirá entre fenómenos fóbicos, obsesivos y ansiosos, en este último se incluyen los cuadros caracterizados fundamentalmente por la presencia paroxística o mantenida de sintomatología ansiosa.
1.1. La ansiedad en las nosologías previas al siglo XIX
El término ansiedad es relativamente reciente en la semiología psiquiátrica y se le atribuye a Morel el mérito de considerar el lado "emotivo" y en cierto sentido ansioso de numerosos cuadros clínicos. Las tesis humoralistas estuvieron vigentes hasta bien entrado el Renacimiento, y consideraban como "melancolía" una enfermedad en la estaban incluidas, entre otras, lo que hoy denominamos trastornos de ansiedad (fóbico-obsesivo-ansiosos). La "melancolía" estaba comprendida en las llamadas "enfermedades de la cabeza". Las tesis iatroquímicas e iatromecánicas, junto con el empirismo médico, ocuparon las explicaciones que de la melancolía se hicieron durante los siglos XVI-XVIII.
En el siglo XVIII surgió el concepto de "enfermedad nerviosa", sobre la base de la separación, realizada por Sydenham, de la afección "histero-hipocondríaca" de las enfermedades ginecológicas. Willis fue quien incluyó estos trastornos dentro de la patología nerviosa, por lo que las afecciones que hasta entonces habían sido incluidas en la melancolía o en otros trastornos uterinos, pasaron a incluirse entre la patología nerviosa, cuya causa inmediata era la ataxia de los "espíritus animales". En la obra de Cullen (1712-1790) la melancolía era considerada como una "neurosis. Este término era excesivamente amplio y recogía toda la patología que, de alguna manera, dependía de una alteración del sistema nervioso, entendido éste como un regulador unitario del funcionamiento humano. Pinel (1745-1826) impuso la mentalidad anatomoclínica y el término de "neurosis" empezó a reservarse para las enfermedades sin lesión estructural, es decir, funcionales.
Poco a poco, cuadros que habían sido incluidos en la "melancolía", fueron considerados como histeria/hipocondría o locura, aunque la ansiedad, en sí misma, no constituía un trastorno mental diferenciado. De hecho, en la obra de Pinel, la sintomatología acompañante de la ansiedad se describía en patologías como la melancolía, rabia, y en la neurosis de la motilidad.
1.2. Las fobias y las obsesiones en las nosologías previas al siglo XIX
El término de fobia apareció en los textos médicos del primer siglo, cuando se describió la hidrofobia. Durante el Renacimiento y el Clasicismo, este tipo de ideas recibieron especial atención de filósofos y moralistas, llegando a ser consideradas por Descartes en las "Pasiones del alma " (1644). La primera descripción clínica exhaustiva fue realizada por R. Burton en su "Anatomía de la melancolía" (1621), donde refiere el temor de un paciente a salir a la calle por temor a desvanecerse o a morir. Dada la difícil separación entre el temor fóbico y el normal, estos fenómenos fueron contemplados como parte de la melancolía o como integrantes de las "neurosis".
El término obsesión apareció en el lenguaje psiquiátrico en el siglo XIX. Hasta esa época se habían descrito sujetos con tendencia a la duda o al escrúpulo, aunque por autores vinculados a la filosofía. Merece especial atención el "Tratado de los escrúpulos", publicado por el teólogo J.J. Duguet (1717) en el que hace referencia a los diferentes escrúpulos religiosos, a sus causas y remedios. Destacaba tres orígenes de la mentalidad escrupulosa: la falsa idea de la justicia divina; una timidez natural que propicia la visión de las inquietudes religiosas frente al consuelo de la religión; y un fondo melancólico que ofusca la razón y hace que se vean los objetos de forma distinta a como son.
1.3.Tratamiento de los trastornos de ansiedad en las nosologías previas al siglo XIX
Durante los periodos en los que los fenómenos ansiosos, fóbicos y obsesivos fueron interpretados como síntomas de la melancolía, el tratamiento farmacológico fue el de esta patología, en el que los opiáceos ocuparon un lugar relevante (Tabla I). En los siglos XVII y XVIII, al opio se le asociaron otras sustancias como la datura, el beleño, la belladona, el alcanfor y las flores de zinc (óxido de zinc).
En resumen, los fenómenos de ansiedad (fóbicos-obsesivos-ansisosos) durante el periodo previo al siglo XIX estuvieron incluidos nosológicamente en la melancolía. Se interpretaron sucesivamente por las teorías humoral, iatroquímica e iatromecánica. A partir del siglo XVIII, estuvieron a caballo entre la "melancolía" y las "neurosis", entendiendo a éstas últimas como patologías del sistema nervioso, aunque sin lesión. El tratamiento más frecuente fue el opio.
TABLA I. EVOLUCIÓN HISTORICA DEL TRATAMIENTO BIOLÓGICO DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD DESDE LA ANTIGÜEDAD HASTA EL SIGLO XIX
Avances científicos y cambios en la conceptualización de la ansiedad
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Teoría subyacente |
Tratamiento |
Siglos XVI-XVII Los síntomas relacionados con la ansiedad integrados en la "melancolía" |
Teorías humoral, iatroquímica e iatromecánica |
Opiáceos |
Siglo XVIII Los síntomas de ansiedad integrados en las "neurosis"y los fenómenos fóbicos y obsesivos en la melancolía y en las "neurosis" |
Teoría anatomoclínica |
Opiáceos |
Siglo XIX La ansiedad como estado emocional secundario a alteraciones del sistema nervioso vegetativo |
Teoría de la irritabilidad
Teoría de la debilidad irritable |
Opiáceos, bromuros, electroterapia, cloral, paraldehido . Estimulación hidroterápica |
2. LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD DURANTE EL SIGLO XIX
2.1. Avances científicos durante el siglo XIX.
A lo largo de dicho siglo se consolidó el método científico tal y como hoy es entendido, es decir, basado en la observación directa, las mediciones y la experimentación. Se descubrieron instrumentos de observación como el microscopio, espectroscopio y aparatos de registro eléctrico. En el campo de la Física se avanzó en el entendimiento de la electricidad y las radiaciones y se formularon las teorías de la termodinámica y de la cinética de gases. Se cimentaron las bases de la química orgánica y se formuló la teoría atómica de la materia. Los progresos en biología provinieron del estudio de la célula, y de la aparición, en 1859, del libro "El origen de las especies"de Ch. Darwin, inaugurando la corriente evolucionista. Tras la formulación de las leyes de Mendel (1866), la genética inició un gran auge. Los estudios en fisiología comparada y la publicación de la "Introducción al estudio de la medicina experimental" (1865) por C. Bernard, ayudaron a convertir el saber médico en saber científico. El desarrollo científico de la época hizo que la patología pudiera entenderse desde tres ópticas: etiopatológica, fisiopatológica y anatomoclínica.
Los tratados neurológicos ofrecían una visión globalizadora del sistema nervioso. Éste estaba constituido por diferentes centros nerviosos unidos entre sí por fibras de asociación y con el resto del cuerpo mediante proyecciones. Se elaboró el concepto de reflejo, el de estimulación e inhibición.
La psicología pasó de ciencia natural a ciencia positiva, en parte por las aportaciones de Comte y por la conversión de la Naturphilosophie en Naturwissenschaft. El nuevo asociacionismo se basó en las relaciones entre estímulos y respuestas, lo que condujo: al desarrollo del conductismo, encabezado por Watson, considerándose la conducta observable como única fuente de conocimiento; y a la elaboración, por parte de la escuela reflexológica rusa, de la teoría de los reflejos condicionados. El positivismo transformó la forma de entender la experiencia interna, abordando la formulación de las leyes que rigen los estados psicológicos y dando origen a la psicología experimental representada por Wundt.
En la primera mitad del XIX, las dos corrientes psiquiátricas preponderantes fueron la especulativa y la clínico-descriptiva. La primera estuvo representada por la escuela de la Naturphilosophie; la segunda por Esquirol y sus discípulos, quienes se centraron en la nosografía de las enfermedades. En la segunda mitad, se produjo un declive del abordaje especulativo y se instauró en Alemania una corriente somatológica representada por Griesinger, y otra clínica, originada en los estudios de Kahlbaum. Los sedantes como el cloral, sulfonal, veronal y luminal constituyeron las innovaciones del arsenal terapéutico de la época.
2.2. La ansiedad en las nosologías del siglo XIX
Durante la primera mitad del siglo XIX, la ansiedad y la angustia eran un síntoma más de los que aparecían en la neurastenia, melancolía, histeria/hipocondría y demencia. Estas patologías eran atendidas por neurólogos y psiquiatras (alienistas), aunque para éstos últimos, las monomanías, panfobias y la hipocondría eran parte de la "melancolía". En todas estas patologías se buscaba una lesión anatomopatológica. Los neurólogos, junto a las enfermedades propiamente neurológicas, estudiaban otro grupo de "neurosis" en las que no había lesión estructural definida y se dividían en: Neurosis mayores, donde se incluían la histeria y la hipocondría; Neurosis menores, que incluían ciertas neuralgias; y Neurosis proteiformes, donde estaban la hipocondría y otros cuadros producidos por alteraciones funcionales cerebrales.
En la segunda mitad de la centuria, Morel describió el "delirio emotivo"; incluyó tres tipos de patologías: la obsesiva, la melancólica y la neurasténica. Para este autor, el sistema nervioso "ganglionar-visceral" era el origen de la afectividad, y la ansiedad patológica y sus estados asociados (fobias y obsesiones) respondían a alteraciones de esas estructuras nerviosas, de naturaleza hereditaria. Tras las aportaciones de Morel, los psiquiatras comenzaron a ocuparse más en profundidad de los síntomas somáticos de la ansiedad, llegando a tener un lugar diferenciado frente a otras patologías psiquiátricas. Ahora bien, no se desarrolló una conceptualización unitaria de los trastornos de ansiedad, sino parcelar. Los diferentes síntomas ansiosos dieron lugar a diferentes "neurosis" (patología con origen en el sistema nervioso vegetativo, aunque sin lesión), de tal forma que las manifestaciones digestivas, cardíacas o respiratorias se interpretaban como "neurosis" de dichos órganos, y por tanto tributarias de ser tratadas por el neurólogo, en lugar de por el alienista. Esta conceptualización dio origen a la descripción de diferentes cuadros como la Neurastenia espinal de Kraus (1831), el síndrome del corazón irritable de DaCosta (1871), Neurosis cerebrocardíaca de Krishaber (1873), Neurastenia de Beard (1880), Neurastenia cerebrogástrica de Leven (1881). Se aceptaba que estos cuadros podían tener su origen en una sobrestimulación del sistema nervioso periférico o en un agotamiento del mismo. De especial interés, en cuanto al origen de la ansiedad, fueron las aportaciones de Brissaud, al proponer el cortex cerebral como origen de la ansiedad crónica y el troncoencéfalo el de los accesos de ansiedad.
Durante las últimas décadas del siglo XIX se va a producir un cambio importante en la conceptualización de los trastornos por ansiedad. Por un lado, las aportaciones de Freud fueron decisivas, a la hora de considerar el papel de los factores psicológicos en la etiología de las enfermedades mentales, y de otro, se agruparon un buen número de términos y de diagnósticos en torno a un síntoma capital: la angustia. Para Freud, la neurosis de angustia era una neurosis actual, como la neurastenia. La primera se producía por irritación psíquica derivada de las excitaciones frustradas, habitualmente de origen sexual. La psiquiatría oficial alemana rechazó la clasificación de Freud, más bien a causa de sus ideas patogénicas que por sus perfiles clínicos. Tanto E. Kraepelin, como K. Schneider la encuadraron dentro de las neurosis obsesivas (Kraepelin, 1905) y psicopatías (Schneider, 1975), respectivamente. A final de dicho siglo, los trastornos ansiosos comenzaron a ser estudiados en profundidad por los psiquiatras, y fueron incluidos en la categoría de neurosis, término éste que, de estar reservado a la patología funcional neurológica, pasó a describir una serie de cuadros caracterizados por un origen psicogenético. De hecho, Dubois creó el término de psiconeurosis para resaltar los factores psíquicos en los fenómenos somáticos. No obstante, para los psiquiatras con una orientación más somatológica, la "irritabilidad" del sistema nervioso periférico, seguía siendo el origen de las "neurosis".
También durante el siglo XIX, la ansiedad pasó a ser considerada un estado emocional que podía ocurrir normalmente, pero que si se producía de forma intensa o mantenida podía ser causa de enfermedades mentales como la locura. Las aportaciones de Janet y Freud sobre los factores psicogenéticos fueron asumidas por las corrientes más organicístas, que intentaron demostrar los mecanismos fisiopatológicos y las lesiones anatomopatológicas de dichos factores.
2.3. Las fobias y las obsesiones durante el siglo XIX
Durante el siglo XIX, se continuaron haciendo descripciones de las fobias, particularmente de la agorafobia, en las que el vértigo, fue el elemento semiológico estructurador. Se describieron, el "vértigo hipocondríaco" de Boissier De Sauvages, "el vértigo de las plazas de Benedikt (1870) y un año después la agorafobia de Wesphal ).
El término obsesión apareció muy tarde en el lenguaje psiquiátrico. Durante el siglo XIX los fenómenos obsesivos fueron descritos bajo diferentes epígrafes: monomanías razonantes para Esquirol (1838); ideas fijas para Parchappe (1851); según Trelat (1861) se trataba de una locura lúcida; Falret (1864) la denominaba la enfermedad de la duda; según Legrand Du Saulle (1875) había duda y delirio y Chacot (1875) introdujo el término onomatomanía. Se describieron los fenómenos obsesivos tal y como los conocemos hoy, pero interpretados en función de las teorías vigentes: de la fatiga mental, de la degeneración y de la psicología de las facultades. La fatiga cerebral era el origen de la denominada neurastenia de Beard (1880), cuadro clínico en el que se englobaban una serie de síntomas ansiosos, fóbicos y obsesivos, junto a la atenía y las álgias. Según la teoría de la degeneración de Morel (1866), bajo la denominación de delirio emotivo se agrupaban una serie de fenómenos, entre los que se incluían los obsesivos, característicos de las neurosis. Esta patología se atribuía a una alteración del sistema nervioso vegetativo. Ambas teorías evolucionaron con la teoría de las facultades, dando origen a interpretaciones de tipo intelectivo (Griesinger, Magnan, Westphal, Bumke), afectivo (Morel, Seglas, Pitres, Kraepelin y Bleuler) o volitivo/instintivo (Esquirol, Ribot y Jaspers). De forma casi generalizada, y hasta las primeras décadas del siglo XX, los fenómenos fóbicos y obsesivos fueron considerados variantes clínicas de un mismo trastorno.
2.4. Tratamiento de los trastornos de ansiedad durante el siglo XIX.
Con relación a los síntomas somáticos de ansiedad representados en las neurosis de diferentes órganos, se suponía su origen en la fatiga o en la sobreestimulación nerviosa, de ahí que los tratamientos biológicos estuvieran representados por técnicas como la electroterapia o sustancias con capacidad sedativa, como los opiáceos y los bromuros, así como por técnicas de estimulación hidroterapia (Tabla I). Morel se mostró partidario de los opiáceos y desaconsejaba las técnicas estimulantes por agravar estos cuadros.
Para el tratamiento de las fobias también se procuraban técnicas que disminuyesen la irritabilidad. En el tratamiento de la agorafobia, se utilizaron los bromuros y la electroterapia, aunque Westphal se mostró muy excéptico respecto de su utilidad. Por el contrario, para Cordes, la agorafobia era una manifestación de "debilidad irritable" por agotamiento del sistema nervioso y proponía el descanso, la comida y la estimulación hidroterapia para su tratamiento. Similares recomendaciones se utilizaron en los fenómenos obsesivos.
Como resumen a lo ocurrido durante el siglo XIX, puede decirse que la ansiedad pasó a ser considerada, a la vez, causa de enfermedad mental y entidad clínica, aunque en el contexto de sus distintos correlatos somáticos. Los fenómenos fóbicos y obsesivos se consideraron conjuntamente; las obsesiones pasaron de ser una especie de locura o psicosis a una neurosis. Desde una perspectiva nosográfica, a finales del XIX, la sintomatología de ansiedad y las fobias estaban incluidas en las neurosis de ansiedad, en las obsesivas, como hicieron Kraepelin o Bumke, o por el contrario formaban parte de un conjunto de neurosis proteiformes. Los bromuros y opiáceos representaron el arsenal farmacológico de la época.
3. EL TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
3.1. Conocimientos científicos en la primera mitad del siglo XX relacionados con el avance en el abordaje terapéutico de los trastornos de ansiedad.
Durante el siglo XX se ha producido un crecimiento exponencial en los conocimientos científicos. En los primeros lustros se avanzó en el desarrollo de las técnicas espectrográficas, microfotográficas, de marcaje de isótopos, micro y autorradiografía. Se formularon teorías como la del átomo o la de la relatividad y se produjo una incontrolada especialización en el saber médico y científico.
Si a finales del XIX, las ciencias sobre las que estaba sustentada la psiquiatría eran la anatomía y la fisiología del Sistema Nervioso, al comienzo del siglo XX lo hará sobre la anatomía patológica, la psicología experimental y la biología (Tabla II). Fr.J. Gall (1758-1828) había introducido la idea de que la estructura cerebral era heterogénea y de que existía una correlación entre la morfología encefálica y las funciones psicológicas. En 1861, P. Broca describió la afasia motora; unos años después, Wernicke hizo lo propio con la afasia sensorial, inaugurándose la "era de los esquemas" en la historia de la afasia. La escuela alemana profundizó en la concepción somatológica de la enfermedad mental, con Meynert a la cabeza. En 1884, este autor publicó la "Clínica de las enfermedades del cerebro anterior", convirtiéndose en el precursor de los estudios citoarquitectónicos. Wernicke extendió a la psiquiatría el modelo de la afasia. Sus elementos eran el arco reflejo con sus componentes psico-sensorial, intrapsíquico y psicomotriz, reduciendo el estudio de la psiquiatría a la ciencia de las enfermedades transcorticales. Los estudios fisiológicos de Paulov y de la escuela reflexológica rusa, propiciaron el análisis del comportamiento sin la necesidad de recurrir a la introspección. Así en el Congreso Internacional de Medicina de Madrid (1903), Paulov disertó sobre la "psicología experimental y la psicopatología animal".
TABLA II. ACONTECIMIENTOS CIENTÍFICOS RELEVANTES DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX QUE INFLUYERON EN LA CONCEPTUALIZACIÓN Y TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD
PSICOPATOLOGÍA-PSICOLOGÍA |
FISIOLOGÍA-BIOLOGÍA |
1903 Conferencia de Paulov sobre "Psicología experimental y psicopatología animal" 1903 Publicación de la Teoría de la emoción (W. James)
1911 Escuela funcionalista (W. James y E. Thorndike)
1913 Publicación de la "Neurosis de angustia" (F. Heckel) 1913 Publicación de la "Perspectiva conductista de la psicología" (JB Watson)
1921 Publicación del primer caso de neurosis experimental (NR. Schenger-Krestonikova)
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1903 Descubrimiento de los barbitúricos
1905-1906 Descubrimiento de la etiología por treponema de la "Parálisis general" y de su tratamiento con Salvarsan.
1915 Estudio de la fisiología de las emociones (Cannon)
1929 Aparición del electroencefalógrafo 1929 Descripción de las reacciones de catástrofe por K. Goldstein 1947 Introducción en la clínica del meprobamato |
La psicología experimental estuvo muy unida a la psiquiatría. Sus precursores fueron Ribot, en Francia, Wundt, Alemania y la escuela reflexológica rusa (Alexander y Selesnick, 1972). Su desarrollo dará lugar al conductismo (Watson, 1913), a la psicología de la figura (Werthermer, Köhler y Koffka) y al funcionalismo (Thorndike). Dentro de las ciencias biológicas, la bacteriología dominó este periodo. De ello aprovechó la psiquiatría el tratamiento de la Parálisis General. En 1906 Ehrlich introdujo, aunque con escaso éxito, el Salvarsan para combatir el treponema localizado en el sistema nervioso. Los estudios anatomopatológicos permitieron describir las alteraciones de las demencias. En la fisiología, en 1916 R. Kendall aisló la tiroxina y se inicia lo que G. Marañón habría llamado la "era de las secreciones internas". Los avances de la bioquímica y la endocronología impulsaron el desarrollo de la neurofisiología, en la que predominó la concepción integradora del sistema nervioso, ya fuese desde la clínica, con Jackson; desde la experimentación, con Sherrington; o desde la fisiología, con Paulov (Laín, 1978).
En la psicología surgieron varias corrientes opuestas a la concepción wundtiana. Frente al estudio de los contenidos de la conciencia surgió el funcionalismo (W. James y E. Thorndike). En 1890 W. James había publicado sus "Principios de Psicología" donde afirmaba que no "ocurría ninguna modificación mental que no viniese acompañada por un cambio corporal". Este cambio en la interpretación de las emociones hizo que la llamada psicología funcional adoptara como principios básicos el que la mente tuviera una función biológica diferenciada y seleccionada por la evolución y que se describiera la conciencia como el resultado del funcionalismo fisiológico del organismo. Años después, Thorndike, publicaría la "Inteligencia animal (1911)". Como respuesta al asociacionismo se desarrolló la psicología de la figura, para la que la figura, el todo, es más que la suma de las partes (M. Ertheimer; W. Köhler y K. Koffka). La fenomenología atendía al fenómeno mismo de lo "psíquico", frente a la consideración de "elementos causales" en la conciencia. Frente al carácter introspectivo de la psicología clásica se desarrollaron la escuela de reflexología rusa y el conductismo (Zilboorg y Henry, 1945; Hardy 1996).
3.2. Nosología de los trastornos de ansiedad en la primera mitad del siglo XX.
De forma genérica, al inicio del siglo XX las perspectivas que explicaban los trastornos de ansiedad eran: genética; teoría de la degeneración; constitucional; por problemas de funcionamiento de estructuras cerebrales; alteraciones funcionales no dependientes de lesiones anatomoclínicas (Berrios y Link 1995).
En los albores del siglo XX, dos autores fueron determinantes en la conceptualización de estos trastornos: Janet y Freud. En 1903 Janet publicó "Les obsessions et la psychasthénie". En dicha obra la psicastenia se interpretaba como un estado de baja tensión psicológica que impedía que se realizaran las actividades psicológicas de un nivel superior, como la atención, abstracción y adaptación al ambiente. Los síntomas que aparecían eran interpretados como una derivación en el área motriz (tics), intelectual (rumiaciones, obsesiones) o afectiva (crisis de ansiedad) (Janet, 1903). Freud consideró que el elemento central en las neurosis era la angustia. Dividió las neurosis en actuales y de defensa (histeria, fóbica y obsesiva). Distinguió con claridad los fenómenos obsesivos y los compulsivos y describió los mecanismos responsables (regresión a estadios sádico-anales) (Freud, 1926). La escuela freudiana se alejó rápidamente de las explicaciones fisiopatológicas, y se centró en el estudio del conflicto psicológico como causa de las neurosis. La psiquiatría alemana persistió en su tradición somatológica y las otras escuelas psiquiátricas se situaron en uno u otro extremo, o como la francesa, procurando realizar una síntesis de ambas (Alexander y Selesnick, 1972).
Durante bastantes años se siguió utilizando la terminología freudiana, hasta la introducción en 1980 de la tercera versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (APA, 1980).
3.3. Tratamiento de los trastornos de ansiedad en la primera mitad del siglo XX.
En lo referente a los tratamientos biológicos, durante la primera mitad del siglo se introdujeron varias técnicas agresivas de tratamiento que fueron desplazadas por el avance de la farmacología (Tabla III). El empleo del eletrochoque, o la provocación de choques, (ya fuese con insulina, cardiazol, dióxido de carbono, óxido de nitrógeno) se fundamentaba en que éstos alteraban el estado de la conciencia, induciéndose una regresión psicológica y posteriormente una reconstrucción de la personalidad. La lobotomía, se justificaba por el paralelismo entre las "ideas fijas" y las "conexiones neuronales fijas". La curación se debía, según sus seguidores, a la destrucción de dichas conexiones, particularmente del lóbulo frontal. Estas técnicas se utilizaban en pacientes muy discapacitados como consecuencia de sus ideas obsesivas o de sus síntomas de ansiedad (Sargant, 1969; Obrador, 1969; Kalinosky, 1963; Diethlem, 1961; Dubois, 1909).
TABLA III. ASPECTOS MÁS RELEVANTES DEL TRATAMIENTO BIOLÓGICO DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
Avances científicos y cambios en la conceptualización de la ansiedad
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Teoría subyacente |
Tratamiento |
1902 Brissaud considera el cortex cerebral como el sustrato de la ansiedad
Avances en neurohistología (Teoría neuronal de S. Ramón y Cajal)
Utilización de nuevas sustancias |
La regresión psicológica favorecería la reconstrucción de la personalidad. Se considera que las conexiones neuronales fijas son las responsables de la ansiedad, fobias y obsesiones Teorías relacionadas con la irritabilidad |
Choques de insulina, cardiazol, CO2 y NO2 Lobotomías
Derivados anfetamínicos, cocaína, belladona, barbitúricos, paraldehido, bromuros |
La farmacoterapia de este periodo estaba representada por los alcaloides opiáceos, y las sustancias que se habían introducido a finales del XIX (bromuros, clorhidrato y paraldehido). También se estudiaron los efectos de la belladona, cafeína y de la cocaína. Se sintetizaron derivados anfetamínicos como la benzedrina y la metilbenzedrina, y fueron utilizados en los síndromes ansiosos por quienes hipotetizaban como elemento etiopatogénico la "debilidad irritable". La escasa eficacia de los mismos hizo declinar su uso. Los sedantes como el opio, reducían la ansiedad, pero el potencial adictivo del mismo hizo que algunos psiquiatras como Kraepelin, fuesen reacios a su utilización. En 1903 se descubrieron los barbitúricos, que junto a los bromuros constituían el tratamiento farmacológico de elección de los trastornos de ansiedad. Se aconsejaba el fenobarbital para la ansiedad generalizada o crónica y el amobarbital para prevenir o reducir los accesos de ansiedad propios de las fobias, de los trastornos obsesivo-compulsivos y de las reacciones ante el estrés.
Los barbitúricos y el paraldehido eran utilizados en situaciones traumáticas para inducir rápidamente el sueño y evitar la aparición de trastornos postraumáticos como complicaciones. En caso de no remitir con esta "cura de sueño", se llegaba a emplear la insulinoterapia, aunque sin llegar al coma.
El estado de relajación producido por bromuros y barbitúricos se utilizó para iniciar tratamientos psicológicos. Técnicas como el narcoanálisis o la abreacción empleaban los barbitúricos para inducir una disminución del nivel de conciencia, de tal forma que el terapeuta podía tener acceso a una información inconsciente y el paciente podía liberarse de las ansiedades ligadas a acontecimientos traumáticos.
4. TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX
4.1. Avances científicos en la 2ª mitad del siglo XX
En estos últimos cincuenta años se ha producido un gran avance en las neurociencias, sustentado sobre el desarrollo de las técnicas y de los modelos de investigación.
El desarrollo de la farmacología ha posibilitado un mejor conocimiento del mecanismo de acción de los diferentes psicofármacos. La posibilidad del marcaje y clonación de receptores, así como los avances en biología molecular han permitido conocer qué ocurría en el interior de la célula una vez que las benzodiacepinas y/o los antidepresivos actuaban sobre los diferentes receptores. El conocimiento de los diferentes tipos y subtipos de receptores ha posibilitado conocer sus respectivas funciones y poder diseñar sustancias con mayor o menor afinidad receptorial. De hecho han ido surgiendo fármacos con mayor grado de especificidad para actuar sobre las vías de neurotransmisión y con un menor perfil de efectos secundarios. En este sentido han aparecido benzodiacepinas con diferentes grado de capacidad sedativa, anticomicial, ansiolítica o miorelajante. Los antidepresivos han dejado de denominarse según su estructura química (tri o tetracíclicos) para hacerlo en función de su especificidad sobre las vías de neurotransmisión (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina ISRS, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y noradrenalina ISRSN, antidepresivos noradrenérgicos y serotoninérgicos específicos NaSSA).
Los estudios sobre transmisión hereditaria de los trastornos mentales disminuyeron tras la II Guerra Mundial, por las connotaciones ideológicas que despertaban. No obstante, el avance de la genética ha propiciado nuevamente este tipo de estudios. Las investigaciones en gemelos mono o bicigóticos, los estudios en poblaciones de riesgo y en población general han puesto en evidencia la transmisión familiar de los trastornos de ansiedad, particularmente los relacionados con las crisis de angustia. En este sentido se han propuesto diferentes marcadores de las crisis de angustia y del trastorno obsesivo-compulsivo.
El desarrollo, a partir de los años setenta, de nuevos modelos de psicopatología en animales de experimentación ha mejorado el conocimiento de las acciones de diferentes psicotrópicos. En el momento actual existen diferentes modelos para la ansiedad, ansiedad de separación, fobias y obsesiones. En los últimos veinte años han utilizado sofisticadas técnicas de neuroimagen (PET, SPECT) que proporcionan datos sobre el funcionamiento de diferentes estructuras cerebrales. Todo esto ha posibilitado que se conozcan qué estructuras y en qué grado están alteradas en cada uno de los diferentes trastornos, mejorando la compresión de cada uno de ellos. Así por ejemplo, se sabe que las estructuras troncoencefálicas están relacionadas con las crisis de angustia, el sistema límbico con la ansiedad anticipatoria y el cortex con la evitación fóbica.
Todos estos conocimientos han propiciado un frenético trabajo de validación interna y externa de cada uno de los trastornos. El primer tipo de validación está relacionado con cada una de las características propias del trastorno como sintomatología, curso, complicaciones, respuesta terapéutica y vulnerabilidad hereditaria. La validación externa procede de las características diferenciales que tiene un trastorno frente a los otros. El resultado de este proceso ha sido una gran expansión de los trastornos de ansiedad, que complica la interpretación de los mismos, haciéndose necesaria una tarea de síntesis.
4.2. Nosología de los trastornos de ansiedad en las nosografías de la segunda mitad del siglo XX.
Dos hechos relevantes han modificado las nosografías de este periodo: la expansión de los trastornos de ansiedad y el intento de diferenciar los trastornos con crisis de angustia frente a la ansiedad generalizada.
En 1952 apareció la primera versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-I), en el que se aceptaba la clasificación predominante de las neurosis, incluidos sus fundamentos psicodinámicos, pero se sustituía dicho término por el de "reacción". Así, se incluían las reacciones de ansiedad, fóbicas y obsesivas. No se distinguía entre ansiedad generalizada y crisis de angustia, aunque se diferenciaba entre la ansiedad de comienzo súbito (acceso de angustia o pánico) de la de comienzo gradual y curso crónico con diferentes síntomas somáticos, a la que se denominaba neurastenia. En 1976, la DSM-II, en un intento de normalización con la psiquiatría europea, y de integración de la psiquiatría con las demás ramas médicas, adoptó la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluida en la octava edición de la Clasificación Internacional de enfermedades (CIE-8). Se incluyeron los siguientes tipos de neurosis: de ansiedad, histérica, fóbica, obsesiva, depresiva, hipocondríaca y de despersonalización. Las presiones de la psiquiatría americana hicieron que en la CIE-9 se sustituyera el término neurosis por el de "estado". En 1980 apareció la DSM-III (APA, 1980). En dicha clasificación los trastornos fóbicos y los obsesivo-compulsivos quedaron reagrupados en la categoría de trastornos ansiosos, separados de la histeria conversiva y disociativa. Lo más novedoso de la DSM-III fue diferenciar el trastorno por angustia frente a la ansiedad generalizada. De esta forma se recogían los resultados del grupo de Donald F. Klein sobre la acción antipánico de la imipramina. Estudios posteriores incidieron en el carácter singular de las crisis de angustia como precursoras del trastorno por angustia y de la agorafobia. De ahí que en la revisión de la DSM-III (APA, 1987) y en la DSM-IV (APA, 1995), la agorafobia se ubicase en el apartado de los trastornos por angustia (cuando sea por complicación de las crisis) y dentro de los trastornos fóbicas (cuando no existan crisis). En estas dos últimas versiones los criterios de la fobia social son más amplios que en la clasificación de 1980, lo que ha provocado dificultades para distinguirla del trastorno de personalidad por evitación. También se discute la idoneidad de la permanencia de los trastornos obsesivo-compulsivo dentro de los trastornos ansiosos, unos porque no consideran que tenga entidad propia (por el grado de comorbilidad psiquiátrica) y otros por su relación con la personalidad obsesiva. La última versión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (OMS, 1992) incluye los trastornos de ansiedad dentro del epígrafe de trastornos neuróticos, relacionados con el estrés y somatomorfos, en el que se incluyen los apartados para las fobias, los estados de ansiedad (crisis de angustia, ansiedad generalizada y ansioso-depresivos), trastornos obsesivo-compulsivos, disociativos y otros (postestrés y adaptativos).
Como resumen de lo ocurrido en los últimos veinte años, puede considerarse que las dos clasificaciones más extendidas (DSM y CIE), han coincidido en una expansión de estos trastornos y en la dicotomización de los trastornos secundarios a las crisis de angustia frente a la ansiedad generalizada. También los trastornos obsesivo-compulsivos ha recibido una especial atención, llegándose incluso a pretender separarlos de los trastornos de ansiedad.
4.3 Tratamientos farmacológicos de los trastornos de ansiedad (Tabla IV)
Alrededor de los años 50, los barbitúricos monopolizaban el tratamiento de los trastornos de ansiedad, pese al inconveniente de la somnolencia. El término "sedante" quedó tan estrechamente ligado a estas sustancias, que cuando se introdujeron otros fármacos también con capacidad sedativa se prefirió denominarlos "tranquilizantes", ya que el primero se desacreditó cuando los psiquiatras comprobaron el elevado riesgo de producir dependencia. Tras el descubrimiento de la clorpromacina, se reservó el término de tranquilizantes mayores para dicha sustancia y el de tranquilizantes menores para los otros fármacos que disminuían la ansiedad.
TABLA IV. TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX
Segunda mitad del
siglo XX
Avances científicos |
Teoría subyacente | Tratamiento farmacológico |
1947 Introducción del meprobamato | Acción sedativa | Meprobamato |
1952 Utilización de acetilcolina | Teoría simpaticotónica de la ansiedad | Choques de
acetil-colina
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1960 Descubrimiento de las benzodiacepinas | Acción sedativa de las benzodiacepinas | Clordiacepóxido
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1962 Utilización de los beta-bloqueantes | Teoría periférica de la ansiedad (James y Lange) | Beta-bloqueantes
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1962 Utilización de la
imipramina en fobias y estados con crisis de angustia
1962 Utilización de Inhibidores de la Mono-amino-oxidasa en fobias |
Los antidepresivos como normalizadores de disregulaciones psicofisiológicas | Imipramina
Inhibidores de la mono-amino-oxidas (IMAOs) |
1972 Utilización de la clomipramina en la Neurosis obsesiva | Teoría de la timopatía ansioso en la que las neurosis eran entendidas como "enfermedades del ánimo" | Clomipramina y otros
antidepresivos tricíclicos
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1973 Utilización de IMAOS en la fobia social | Efecto antifóbico de los antidepresivos | IMAOs |
1977 Descubrimiento de los receptores benzodiacepínicos | Teoría de la relación del SNC en la etiología de la ansiedad | Benzodiacepinas
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1980 Mayor eficacia de los antidepresivos con perfil serotoninérgico en las crisis de angustia | Papel de la serotonina en los trastornos de ansiedad | Antidepresivos con
perfil serotoninérgico
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1987 Utilización de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina en el tratamiento de los trastornos de ansiedad | Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina | |
Intentando desarrollar un antibacteriano, surgió el mefenesín, que producía relajación muscular y parálisis de la musculatura esquelética. Fue introducido en el mercado en 1947 y dos años más tarde se describieron sus acciones ansiolíticas, pero sus características farmacocinéticas y sus efectos sobre estructuras infraespinales impidieron su utilización en los cuadros ansiosos. De la modificación de su molécula surgió el meprobamato. Éste desplazó, casi por completo, a los barbitúricos en el tratamiento de la ansiedad, aunque el arsenal terapéutico se incremento con la introducción de la clopromacina (1952), metaminodiacepóxido (1957) y clordiacepóxido (1960).
Considerando los resultados de Fiamberti sobre la utilización de choques de acetilcolina en pacientes diagnosticados de esquizofrenia, López Ibor los utilizó en pacientes con timopatía ansiosa. Partiendo de la teoría de que las crisis de ansiedad se debían a una estimulación simpaticotónica, se intentaba contrarrestar con los efectos vagotónicos de la acetilcolina.
A partir de 1960 las benzodiacepinas ocuparon el primer lugar en el tratamiento de los cuadros ansiosos. Su consumo se extendió rápidamente, dando origen a la denominación de "píldoras de la felicidad". Las investigaciones que relacionaban la ansiedad y las benzodiacepinas se incrementaron cuando en 1977 se descubrió la presencia de receptores para estas sustancias en el cerebro de animales de experimentación. A principios de los sesenta, los beta-bloqueantes fueron introducidos en el arsenal terapéutico de cardiólogos y psiquiatras. Según las teorías de James-Lange sobre el papel del sistema nervioso autonómico en el desencadenamiento de la ansiedad, se utilizaron este tipo de fármacos. Tras investigar la implicación del sistema nervioso central en la ansiedad, cayeron en desuso, aunque todavía hoy se consideran más eficaces que las benzodiacepinas cuando se trata de cuadros clínicos en los que predominan las manifestaciones somáticas. A finales de los cincuenta también se introdujeron como ansiolíticos la hidroxicína y la benzoctamina, así como los neurolépticos a bajas dosis. Comenzó una campaña contra la utilización masiva de las BZD dado que podían producir tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia, por lo que se estimuló la investigación de nuevos compuestos ansilíticos, como la buspirona, aunque mucho menos eficaz.
El uso de las BZD no sólo estimuló la investigación en los mecanismos biológicos de la ansiedad, sino que produjo cambios en la nosología. Cuando Freud separó la neurosis de ansiedad de la neurastenia, incluyó entre los síntomas de la nueva entidad, la persistencia del estado ansioso y la presencia de crisis de angustia, porque todas ellas podían agruparse alrededor del síntoma cardinal que era la ansiedad. Esta concepción unitaria se aceptó, incluso entre los psiquiatras no psicoanalíticos, hasta pasada la II Guerra Mundial. Así las crisis de angustia diferían los estados de ansiedad en la intensidad de los síntomas.
La heterogeneidad de la neurosis de ansiedad fue sugerida tras la introducción de la psicofarmacología. Donald Klein fue quien entendió que las crisis de angustia y la ansiedad generalizada, hasta entonces incluidas en la neurosis de ansiedad, podían ser trastornos distintos. Se basó en los efectos antidepresivos de la imipramina, antidepresivo tricíclico introducido en 1957. Puesto que la imipramina no producía efectos antidepresivos en sujetos normales, se concluía que la eficacia del tratamiento era el resultado de la interacción entre el antidepresivo y la disregulación psicobiológica producida por la depresión. Klein probó este fármaco con un grupo de pacientes muy ansiosos, con crisis de angustia y agorafobia, que no habían remitido con clorpromacina ni psicoterapia. Los pacientes mejoraron de las crisis de angustia y de su ansiedad anticipatoria, lo que le llevó a la conclusión de que las crisis de angustia eran las que habían producido el estado de ansiedad crónico. En este sentido, la imipramina parecía comportarse como un normalizador psicofisiológico de las crisis de angustia. Los primeros resultados de la acción de la imipramina sobre las crisis de angustia se publicaron en 1962 y desde entonces fue tomando cuerpo la distinción de las crisis de angustia como elemento central de determinados trastornos. Para Klein y sus seguidores, tras varios episodios de crisis de angustia, el paciente desarrolla diversos grados de nerviosismo y aprehensión, a la que llamó ansiedad anticipatoria, y a menudo comienzan a evitar determinados lugares por temor a que se desencadenen nuevas crisis. Estos trastornos debían, según él, distinguirse de la ansiedad generalizada, este último tenía las características de un trastorno de la personalidad y debía ser tratado con ansiolíticos. El hecho de que fueran útiles en dichos trastornos promovió su utilización en las fobias y en las obsesiones. En 1962 Sargant y Dally utilizaron los inhibidores de la mono-amino-oxida (IMAOs) en la ansiedad fóbica y en 1972 López-Ibor utilizó la clomipramina en el trastorno obsesivo-compulsivo.
En la década de los 70 se descubren los receptores benzodiacepínicos y comienzan a realizarse estudios experimentales en los que se emplean diferentes sustancias en los modelos animales de ansiedad. También se descubre que tanto los antidepresivos tricíclicos como los IMAOs producen un aumento de los niveles cerebrales de serotonina y de noradrenalina.
En la década de los 80 se fue poniendo de manifiesto que las crisis de angustia mejoraban más con los antidepresivos de perfil serotoninérgico que con los noradrenérgicos. Esto ha ocasionado la amplia utilización de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) en el tratamiento de los trastornos con crisis de angustia y en aquellos en los que hubiera conductas de evitación fóbica, como la fobia social. Los estudios realizados en animales también pusieron de relieve la implicación de la serotonina en los mecanismos de ansiedad, de ahí que se utilizaran fármacos con actividad sobre el sistema serotoninérgico en el tratamiento de la ansiedad generalizada, como la buspirona o los propios ISRS.
Aunque la radical separación entre crisis de angustia y ansiedad generalizada se ha incorporado a las nosologías posteriores al DSM-III, no es universalmente aceptado. Algunos consideran que las crisis pueden ser un equivalente depresivo e incluso otros consideran que puede tratarse de un trastorno común a la ansiedad generalizada aunque con una expresión fenotípica diferente.
En resumen, durante esta segunda mitad de siglo, se ha producido, desde una perspectiva nosográfica, una expansión de los trastornos de ansiedad, con un intento de distinguir la ansiedad generalizada frente a los trastornos con crisis de angustia. Desde el abordaje farmacológico, hemos asistido al auge y el declive de las benzodiacepinas, así como a la expansión del uso de los antidepresivos, preferentemente los de perfil serotoninérgico, en el tratamiento de estos trastornos.
TRATAMIENTOS
ANTIPSICOTICOS |
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Reacción |
Síntomas |
Fct. de riesgo |
Tratamiento |
DISTONIA AGUDA |
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PARKINSONISMO |
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Fármaco |
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