AMOR...

 

Amor que de ese cielo donde habitas,

ese mundo ritual de las ideas,

bajaste aquella tarde hasta mi vida

cogiendo al sentimiento por sorpresa...

no te ocultes, amor, no te derrames,

no te canses de verme y de mirarme.

 

Amor que de esa nube donde estabas

pasando el ecuador de tu existencia

dormitando en el tiempo y la distancia,

volviste a hacerte un hueco por mi senda...

no resbales, amor, no te derrumbes,

no te vistas de tedio y de costumbre.

 

Amor que amaneciste en el pasado

cuando la vida estaba por vivirla,

el corazón abierto y entregado,

el alma como un barco a la deriva...

amor de antaño, de batir de alas,

no te manches de cosas cotidianas.

 

Amor, no te disfraces de aventura,

no te mezcles, amor, no te compares,

no pierdas el calor y la ternura,

no quieras descubrir lo que no sabes...

permanece irreal y diferente,

sé mi amor desde siempre y como siempre.

POR EL CAMINO

 

No me canso nunca

de escribir tu ruta,

de seguir tu verde

con afán de siempre,

de volver al aire

que despacio nombra

tu pálida sombra

al caer la tarde.

 

En ese recodo

por donde, a su modo,

se besan la hiedra

y la húmeda piedra,

se me va el silencio

a perder distancia,

a saciar el ansia

de encontrar recuerdos.

 

Y así se despierta

la página muerta

de tanto sendero

en amor y miedo,

se despierta y grita

el afán y el hambre

de aquella otra sangre

que regó mi vida.

 

Huyendo la hora

que cabalga sola

sobre mi cabeza

con muda certeza,

el agua y el pino

procuran consuelo

a este viejo anhelo

que cayó del nido.

 

Negral y castaño,

algún desengaño

entre la retama

que a veces reclama

antiguas promesas

que no se cumplieron

y que se perdieron

por entre la jara.

 

Le ruego al espliego

que responde al ruego,

al nogal vetusto

que vivió lo justo...

yo soy como un hueco

que a pesar de todo

nunca encontró el modo

de sólo ser eco.

 

El enebro mira,

el helecho gira,

el aire está quieto

en su parapeto,

un grillo desgrana

al morir el día,

una letanía

de desesperanza.

 

Y luego, a la vuelta,

camino, en la cresta

de las ancestrales

veredas iguales,

persigo reacio

mi tímida llama,

que bajo una rama

se apaga despacio.

DE LAS CALLES VACIAS

 

De las calles vacías

me dejaste la imagen

y ese dolor suave

de la melancolía...

de las calles vacías

amenazando lluvia,

con olor a esperanza,

a sentimiento y culpa.

 

Se despertaron luego

los duendes del pasado,

y al oído me hablaron

de otro lejano tiempo;

la lluvia fue trayendo

recuerdos y ambiciones

que se fueron haciendo

de tanto pedir, pobres.

 

La ausencia paseaba

su sombra por mi vida,

la ausencia

donde ibas

a resguardarte el alma...

yo, como siempre, estaba

pensándote un poema

entre ruido y silencio,

entre batalla y tregua.

 

Y me inspiró ese cielo

abarrotado en grises,

ese viento que dice

que regresas del tiempo,

ese pájaro tierno

que se resguarda cauto

de esta lluvia de invierno,

de soledad y barro.

 

Y me inspiraron todos

los tramos del camino,

unos pocos contigo

y casi siempre solo;

te dibujé en el roto

papel de mi esperanza,

como una flor que aún tiene

su lozanía intacta.

 

Y luego caminaba

bajo la lenta lluvia

en una ciudad rara,

abandonada y turbia...

tú estabas en la abulia

ritual de tantos días,

en el dolor suave

de las calles vacías.

TE SOY INFIEL

 

Infiel, te soy infiel, sólo con verla

para asomarme al fondo de sus ojos,

adivinar palabras que le tiemblan

al final del camino de su rostro.

 

Infiel, te soy infiel, con suponerla

paseando las calles de mi Otoño,

iluminando el aire con su espléndida

sonrisa de esperanzas y alborozos.

 

Con robarle un minuto a su existencia,

con arrancar un átomo a su calma,

con beberme de un trago su presencia

en la mesa de un bar, cualquier mañana.

 

Con ser su amor dormido y bien guardado

en el viejo desván de los recuerdos,

que se atreve a bajar cuando han quedado

en penumbra las voces y los ecos.

 

Infiel, te soy infiel, sólo con besos,

con palabras de amor, tiernas palabras

que reavivan de nuevo los mnomentos

a los que no vencieron las distancias.

 

Infiel, te soy infiel sin desnudarla,

sin recorrer las líneas de su piel,

sin atrapar su cuerpo en una cama

te soy infiel, completamente infiel.

MIRA

 

Mira

brilló un rayo de sol por tu ventana,

ahora

que la tarde cayó y llega la noche;

mira

un pájaro llegó de madrugada

ahora

que estabas del silencio tan conforme.

 

Mira

se pintó de color una sonrisa

ahora

que tu gesto era triste y angustiado,

mira

hubo luces azules en la brisa

ahora

para darle color a tu pasado.

 

Fueron

velándose las viejas tradiciones,

presas

de constante y cruel melancolía,

viste

de repente, nacer las ilusiones

fuera

del devenir ambiguo de la vida.

 

Algo

alimentó de nuevo la esperanza

antes

que llegase el adiós definitivo;

cielo

con arpegios de azul que antes no había,

tierra

sin las tristes cadenas del cautivo.

 

Mira

aún te queda ilusión, aún queda vida

entre

esas nubes oscuras que te aterran,

mira

aún tienes que luchar, que no te rinda

ahora

el sonido de puertas que se cierran.

 

Mira

no todo ha terminado, algo queda,

presto

a dejar escapar sonrisas mudas;

mira,

aunque te cueste mucho, sal afuera

y anda,

y camina de nuevo sin ayudas.

QUE SE VAYAN

 

Que se vayan,

que se vayan inventando otras palabras

que definan

que te quiero más que a nadie y más que a nada,

que me faltan,

que me faltan para amarte más miradas,

más excesos

en los besos que te hieren como espadas.

 

Que se duerman,

que se duerman todas esas madrugadas

que contemplan

tú con otro palpitar, yo en otra cama,

y que vengan,

y que vengan mensajeros con tus cartas

a quejarse

de lo lejos que tú vives de mi casa.

 

Y que vuelvan

a reirse las sirenas en el agua

y aparezcan

en el medio del invierno, rosas blancas;

que amanezcan

más azules, más brillantes, las mañanas,

y que llamen

golondrinas, con el ala, a tus ventanas.

 

Que se enciendan

mil hogueras en el cuerpo y en el alma

y que crezcan

los deseos de viviry la esperanza;

que se entienda

que se quieren como siempre, que se aman

dos amantes

que no dejan de quererse en la distancia.

EL TREN FELICIDAD

 

Hay una débil señal evocadora

que se escapa de ti como una página

de las Rimas de Becquer y me otorga

una certeza, sin medir palabra:

escondes, bajo el negro de tu pelo

el amargo sabor del desconsuelo.

 

Yo no te vi llorar pero está claro

que tú no eres feliz, algo delata

esa amargura conque estás mirando

el tren felicidad que se te escapa,

y en el andén te deja, sobre un banco,

agitando el adiós, un adiós blanco.

 

Qué triste comprobar que te debates

en un mar interior de ingratitudes,

aun joven todavía, disparate

verte en las manos de la incertidumbre,

tú que llevas la vida en bandolera

y en tu negro mirar, la primavera.

 

Y yo, lejos de ti, no se decirte

ni una sola palabra de consuelo,

no sé acercarme a ti para impedirte

esa bajada absurda hacia el infierno,

no puedo recorrer esa distancia

que separa mi escudo de tu lanza.

 

Qué lejos queda el tiempo en que era fácil

llevarte de la mano en el camino,

servirte de muralla y estandarte,

resguardarte del pánico y del frío,

qué lejos queda el tiempo en que podía

acompañar tu vida con la mía.

PASAN LOS DIAS

 

Pasan los días y no encuentro el modo

de robar la sonrisa a la mañana,

de apetecer la sombra del recodo

y el agua de una fuente solitaria;

pasan los días y me dejan sólo

un estéril sabor de casi nada,

algo que no llegó, heterodoxo

esperar con sutil desesperanza.

 

Y los días son largos y son cortos

y se están yendo siempre y nunca acaban,

y yo no sé vivirlos, no sé cómo

hacerlos compañeros de jornada;

se van haciendo grises, sinuosos,

ayer igual que hoy y que mañana

y se me van pasando sigilosos,

de puntillas, calzados de distancia.

 

Y yo no sé vivirlos, los malgasto,

no sé qué hacer con ellos, se me escapan,

se amontonan aburridos, faltos

de una razón en su continua marcha;

por aprender qué debo hacer con ellos,

por saber manejarlos con prestancia,

daría la mitad de los que tengo,

de los muchos o pocos que me faltan.

NOSOTROS LOS ROMANTICOS

 

Nosotros, los románticos,

somos seres extraños

que no estamos tan locos

aunque un poco, lo estamos;

viajamos los ingrávidos

minutos de lo mágico,

así, como evadiéndonos

de tiempos y de espacios.

 

Donde sólo hay otoños,

primaveras pintamos,

y de este mundo tópico

con frecuencia escapamos;

le ponemos un diáfano

sentimiento distinto

a ese gris pasadizo

por el que resbalamos.

 

Nosotros, los románticos,

somos seres extraños,

no nos gusta este invento

y por eso inventamos

un azul más intenso

a este cielo nublado,

un impulso frenético

a este mundo cansado.

 

No nos gustan los precios

que a todo le colgamos,

etiquetas y miedos,

aburridos presagios;

no nos gustan los sueños

que acaban despertando

y por eso seguimos

ya despiertos, soñando.

 

Nosotros, los románticos,

pedimos lo que damos,

nos gusta que nos dejen

con nuestros aires lánguidos;

ya quedan pocos seres

de esta clase, tan raros,

que sigan conmoviéndose

con el canto de un pájaro.

 

Nosotros los románticos

somos algo enigmáticos,

indolentes a veces

y otras, exaltados;

perdedores, antiguos,

sentimentales, cálidos...

¡qué será de nosotros,

pobrecitos románticos!

UNA CARTA VIAJERA

 

Esa inquieta distancia

que me crece en el alma

aunque estemos tan cerca

que tropiece tu espalda...

esa lenta distancia

que consume las horas,

es peor que la otra,

más cruel, más amarga.

 

Esos ojos que fijan

tu mirada en la mía,

casi nada me expresan,

sólo melancolía;

esas cuatro palabras

que remedian la tarde,

le decoran al aire

su color de distancia.

 

Esas manos que abren,

que cultivan y saben,

que recorren mi cuerpo

como el río su cauce,

son la pálida imagen

de un mecánico rito,

un guión tan sabido

que perdió su mensaje.

 

Yo no sé qué daría

por cambiar algún día

esta absurda distancia

de las manos cogidas,

por un mundo entre ambos

y una carta viajera

que tan sólo dijera

dos palabras: "te amo".

SENDEROS LUMINOSOS

 

Me miré en el espejo de tus ojos,

tranquilos, silenciosos,

pero que hablaron más que tus palabras,

y el amor destilaba

por aquellos senderos luminosos,

llenando mi mirada.

 

Mas se pusieron tristes, se apagaron,

sus luces me dejaron

como si abandonasen el camino,

y yo supe el motivo

por el cual asustados se mostraron,

prisioneros, cautivos.

 

Aquellos ojos de melancolía

dijeron que la vida

nos marcó con destinos diferentes,

y que nuestro presente

era un oscuro túnel sin salida,

sin futuro aparente.

 

Y yo, en tus senderos luminosos

traté de hallar el modo

de seguir inspirándote los sueños:

apareció muy dentro

un "te quiero", disparo impetuoso

hacia tu mismo centro.

 

Y volvió la sonrisa a tu mirada,

y ya no vimos nada

del futuro que espera a nuestro encuentro...

vivimos el momento,

senderos luminosos se besaban

con luces de esperanzas y de besos.

GRACIAS

 

Han puesto sobre una piedra

que se alarga monte abajo,

un escondite de hiedra

que quizás el agua trajo

cuando vino dando tumbos

descendiente de otros rumbos,

a reflejarse en el pino,

en la roca y el camino.

 

Y le han pintado de verde,

de un solo color y trazo

a ese río, que se pierde

con la tarde bajo el brazo;

el Sol, que plata le arranca

a veces, quieto, se estanca

por quitarle un poco el frío

a las aguas de ese río.

 

Han puesto al aire un motivo,

un motivo silencioso

con acento primitivo,

cercano y maravilloso,

que parece que suspira,

que me escucha y que me mira

y se lleva mis asuntos

uno a uno, todos juntos.

 

Me salpican cuatro gotas

que también alguien ha puesto,

que son promesas remotas

conciliadoras del resto...

me saluda alguna nube

que detrás del cielo sube

y le guiña el ojo en broma

a la noche que se asoma.

 

Yo entonces, a quien ha hecho

tanto río y tanto monte,

tanto pino y tanto helecho,

tanto viento y horizonte,

le expreso, cada verano,

que reconozco su mano

y en vez de oraciones lacias,

le digo bajito: gracias.

ME VUELVO A MIS VERSOS

 

No busco palabras

que sólo son cuentos,

palabras que labran

imposibles huecos;

hay muchos recuerdos

que no me interesan,

no cazo esas presas,

me vuelvo a mis versos.

 

No quiero palabras

mensajes del eco,

continuas miradas

detrás del espejo;

me cansa ese cielo

cargado de grises,

no quiero estar triste,

me vuelvo a mis versos.

 

Prefiero quedarme

lo poco que tengo

que pedirle a nadie

un sólo consejo;

ya sé que es incierto

y oscuro el camino,

lo sé por mí mismo,

me vuelvo a mis versos.

 

Tú sigue buscando

el verde al sendero,

calor al pasado,

color al dinero;

yo busco mi espejo

detrás de la pluma,

no sigo tu bruma,

me vuelvo a mis versos.

 

Tú sigue la pista

al tren del deseo,

al paria que grita

su tanto por ciento;

yo es que ya no tengo

ni tiempo ni ganas,

por eso, mañana

me vuelvo a mis versos.

 

A esos versos míos

que llevo muy dentro,

con calor y frío,

con amor y miedo,

pero que los siento,

pero que los vivo,

sin otro motivo

me vuelvo a mis versos.

SOMBRA DEL BOSQUE

 

El silencio se llena de aromas

entre árboles viejos,

y un suspiro del aire se asoma

mirándose al eco;

se despierta después ese monte

que sueña costumbre

por toda la cumbre

hasta el horizonte.

 

Se reflejan dos rayos pequeños

al borde del río

y un manojo de sombras y sueños

callados y fríos,

los helechos se tocan sin verse

y cuentan sin habla

aquella palabra

de hierba tan verde.

 

La resina resbala en la rota

campana de barro

y se escapa una tímida gota

del rojo cacaharro;

hay un pájaro gris que me mira

y luego se esconde

por ver si la mía

es sombra del bosque.

 

Ese tronco tronchado y caído

me sirve de asiento

para cuatro palabras que escribo

y cinco silencios;

yo quisiera ahora mismo ser árbol

por dar una sombra,

yo quisiera ahora mismo ser algo

que no soy ahora.

LA INUTIL BATALLA

 

Cómo a veces me siento

prisionero del cuento,

de la burda palabra

que ni siembra ni labra,

comediante que olvida

entre tanto y tan poco,

ese papel de loco

que le dieron por vida.

 

Cómo siento que a veces

la distancia me crece,

que separa un abismo

los demás de mí mismo,

cómo busco el silencio,

ese bálsamo noble,

por borrar uniformes

de mentiras y precios.

 

Cómo acaba la prisa

por borrar la sonrisa,

esa prisa de ustedes

entre cuatro paredes,

cómo acabo en mi cuarto

acostado en la duda,

sin valor, sin ayuda,

sin esperanza y harto.

 

Pero cojo el abrigo

y de nuevo prosigo

por la ruta trazada

de la inútil batalla,

hasta hacerme el reproche

que de nuevo me hago

al final de ese trago

conque llega la noche.

 

Y después, otro día,

la pregunta vacía

de si voy o si vengo,

de quién soy y qué tengo;

la respuesta esperando

aunque nadie responde

ni de qué ni de cuándo,

ni de cómo no dónde.

TE IMAGINO

 

Te imagino mujer entre las sábanas

de ese lecho de hojas secas y amarillas

en este tibio Otoño,

poniéndole el acento a alguna página

que he dejado, sin duda, mal escrita,

y que me sabe a poco.

 

Te imagino mujer amaneciendo

de un rincón ancestral de soledades

en un país antiguo,

y abriéndote camino desde dentro

en un mundo sutil de ambigüedades

que te ofreció el destino.

 

Diluyendo la niebla en tu mirada

con esos ojos tuyos, luminosos

senderos de nostalgia;

levantando la bruma con el ansia

de mirarte, quizás, en otros ojos

como los tuyos, que hablan.

 

Te imagino mujer entre la gente

que se viene y se va, que sale y entra

y que nada me dice,

sobre el gris caminar por la pendiente,

sobre el estar tan lejos aunque cerca,

sobre el continuo irse.

 

Abriendo las ventanas, descorriendo

una a una, las ciento diez cortinas

que oscurecen la casa,

preparando la leña para el fuego,

poniéndole al cansancio una sonrisa

y al miedo una palabra.

 

Te imagino mujer alborotando

los silencios que vuelan por el aire

y hacerlos mil pedazos;

te imagino pintada con los trazos

del pincel arcoiris de la tarde...

te imagino mujer entre mis brazos.

PUNTO Y SEGUIDO

 

Aquella tarde trajo las realidades,

un recorrido mutuo de soledades

entre amores de tango, risas y encuentros,

a mitad del camino del desaliento.

 

Y nuestras sendas iban y se acercaban

y al hacerlo se unían, se acompañaban

y olvidaban que el tiempo nos hizo suyos

desengañando el mío, usando el tuyo.

 

Pero en aquel invierno ya estaba claro

que acechaba el final, un final raro,

era un punto y seguido, lo que no hicimos

nos recordó en silencio que lo perdimos.

 

Volverás a tu puesto, recto, seguro,

capitana de nave, firme futuro,

volveré a mis nostalgias y a mis rincones,

a ese viejo camino de decepciones.

 

Con las primeras luces de la mañana

ya no verás que anoche brotó una lágrima,

una lágrima sólo por lo vivido

sin llegar a vivirlo, punto y seguido.

 

Por detrás del silencio de cada día,

tu vida de mi vida se despedía...

alcé entonces mi copa, mi copa triste

y brindé por tu ausencia...¡cuánto te quise!

DE NADIE

 

En un trozo de viento

grabé cuatro palabras,

apunte de recuerdo

y de distancia;

tan sólo pretendía

que fueras sólo mía,

tú que eras del silencio

y la escapada.

 

En una seca rama

al borde del camino,

le puse una posdata

a tu retiro;

recuerdo que quería

que fueses sólo mía,

tú que te alimentabas

del vacío.

 

A veces, por el aire

contaba mi secreto

al hueco de la tarde

y al silencio;

no sé cómo podía

pensar que fueras mía

tú, que no eras de nadie

ni serías.

 

Pero se me pasaba

el tiempo, suponiendo

que un día, ya cansada

del invierno,

vendrías a mi puerta

tan rubia y tan incierta,

desnuda de misterio,

descubierta.

 

¡Qué mundo me inventara

para dártelo entero!

qué intensas las miradas,

los deseos...

tú que nunca serías

ni de nadie ni mía,

tú que no apareciste

por mi vida.

NO SE ACOSTUMBRARON

 

No se acostumbraron

a vivir aislados

ni tu amor ni el mío,

mas no se olvidaron

y crecieron lejos

tan desarraigados

como flores muertas

en un jardín raro.

 

Se nos marchitaron

los ojos, las manos,

los brazos incluso

por nunca abrazarnos,

se nos arrugaron

sin besos, los labios,

se nos escondieron,

se hicieron pedazos.

 

No se acostumbraron

por más que quisieron

nuestras propias vidas

a este amargo duelo;

vivieron, vivieron

como vive un árbol

un eterno Otoño

triste y solitario.

 

Como los cipreses

de algún cementerio,

que vivieron siempre

dando sombra a muertos,

vigilando al ente

llamado silencio,

de la vida ausentes,

de todo muy lejos.

 

No se acostumbraron

y así fueron sólo

nuestras vidas, ecos

tan faltos de todo;

se fueron gastando

sin saber el cómo

en un mar de lágrimas,

un mar doloroso.

 

Un viento doliente

con aromas viejos

que viene al presente

y se queda quieto

contemplando sólo

dos seres extraños

que a vivir sin verse

no se acostumbraron.

LIRAS A UNA DUDA

 

Dejaba claramente

el relámpago azul de tu mirada,

motivos en mi mente,

apuntes de escapada

de ese fondo infeliz por camarada

 

que despacio se ha hecho

el único matiz de mi fortuna.

Dejastes en mi pecho

un trazo de la luna

que brilló aquella vez como ninguna.

 

A modo de reclamo

te dejaste también la melodía,

el verbo a donde llamo

gritando que seas mía

no quiso confirmarse y no decía

 

ni un puede ser, siquiera,

ni siquiera un tal vez o un es posible,

ni un simplemente espera,

ni un ruego a lo increíble,

ni una rienda suelta a lo accesible.

 

Así que no lo sé,

así que no lo supe y voy pensando

qué importa y para qué

saber el cómo y cuándo,

si al estar junto a ti me vas llenando

 

de una ilusión abierta,

paréntesis a todo, pausa muda,

de una promesa incierta

que le sirve de ayuda

a mi fiel beneficio de la duda.

     BARRO DE BARRIO

 

En este barrio dejado

de la mano del Señor

y de los hombres,

en este barrio con nombre

de santo en quien nadie cree,

hay en medio de ese paso

de ropa tendida y vieja,

una confusión de reja

y un sabor fuerte a fracaso.

 

Se cuela por estos lares

mal hechos, como con prisas,

alguna pálida risa

que huele un poco a coñac;

solamente las antenas

apuntan mudas al cielo,

pues lo demás, todo es suelo,

todo es barro en la colmena.

 

Yo no sé si estas abejas

se dan cuenta que padecen

o así, malamente crecen,

despiertan, comen y sueñan,

sin pensar en el engaño,

en la burla y en la farsa

de vivir sin la esperanza

de liberarse del barro.

 

Y aquí me encuentro dudando

si al darles una escalera,

harían con ella una hoguera

por calentarse las manos,

o alguno se subiría,

si no hay otro que lo para,

por escupirme en la cara

con su mejor puntería.

 

El café, o lo que sea,

se me termina en el vaso

con ese olor a fracaso

el vaso y ese coñac

conque las penas se tapan

estas gentes del destierro,

enemigos sin remedio

su miseria y mi corbata.

UN OBSTACULO INSALVABLE

 

Cuando el tiempo sea un obstáculo insalvable

que nos separe aún más de lo que estamos,

cómo podré expresarte alguna tarde

una urgencia de besos y de abrazos.

 

Cuando el tiempo sea un obstáculo insalvable,

cómo andar por tu piel, si estará llena

de grietas como surcos imborrables

del implacable paso de las penas.

 

Cómo tomar tus manos y mirarte

a unos ojos cansados y marchitos

que fueron ayer bellos como mares,

que estaban tan alegres, que eran vivos.

 

Cómo arrancar sonrisas a tus labios,

abrirte el corazón con emociones,

enardecer el alma en un relámpago,

hacer reverdecer las ilusiones.

 

Cuando el tiempo sea un obstáculo insalvable,

cómo hacer de tu nombre mi mañana

si pronunciar tu nombre será torpe,

si pintarán mis ojos una lágrima.

 

Si se habrá sumergido en el pasado

nuestra historia de amor, nuestros empeños,

si pensaré que todo lo he soñado,

que el amor que nos dimos fueron sueños.

 

Me sentaré a la puerta de mi alma

donde ya no podrá habitar nadie...

el corazón cerrado a la esperanza

cuando el tiempo sea un obstáculo insalvable.

NUESTRO PACTO

 

Se quedaron ausentes de otros sones

nuestras mentes, en blanco y sin enojos,

de repente brotaron sensaciones

pero no se cruzaron nuestros ojos.

 

En aquellos momentos, yo tendía

unos lazos a ti, puentes extraños,

un invisible abrazo aparecía

pero no se rozaron nuestras manos.

 

El perfil de tu rostro era el estilo

que supuse que tienes y que labras,

las voces caminaban por su filo

pero no nos cambiamos dos palabras.

 

Y es que no compartirnos ni un momento,

ni un gesto, ni un quizás, ni un es posible,

ni siquiera el más leve sentimiento

que hiciese aquel encuentro algo creíble.

 

Sin que hubiera siquiera algún contacto,

ni una sola palabra o una mirada,

sellamos en secreto nuestro pacto

robándole un segundo a nuestra nada.

TRENES AL SUR

 

Hace ya muchos años yo viajaba

en unos trenes  largos y maltrechos

que buscaban el sur, que lo buscaban

como quien corre persiguiendo un sueño.

 

Viajaba en unos trenes hacia el sur

buscando el sol de junio y el verano

hace ya muchos años, cuando tú

aún no caminabas a mi lado.

 

Recuerdo ser feliz mientras el aire

inundaba el vagón con sus secretos,

yo hablaba de mis cosas con la tarde,

palabras de esperanzas y deseos.

 

Llevaba poca cosa de equipaje,

el alma clandestina del viajero

que se va desgranando en el viaje

mientras cruzaba los perdidos pueblos.

 

Llevaba la ilusión por compañera

y una antigua canción entre los labios,

apostaba por todo lo que fuera

el sentir en la piel los veinte años.

 

Viajaba al encuentro de la luz

hace ya mucho tiempo, muchos años,

en unos viejos trenes hacia el sur

que hoy ya me parecen tan extraños.

 

Y no volví a viajar, hoy estoy quieto

en un frío rincón de ambigüedades

donde tú me encontraste, donde sueño

alguna tarde gris, con un viaje.

 

Y es que al pasar el tiempo voy quedando

cada vez más lejano del azul

de aquel cielo brillante de los años

en que trenes viajaban hacia el sur.

 

                                                                  © 1980 Javier de Lucas