SAN JUAN DE LA CRUZ
BIOGRAFIA
Fontiveros (Avila 1542 - Ubeda (Jaén 1591). De orígenes muy humildes, se llamó Juan de Yepes y Alvarez. Profesó en el convento carmelita de Medina del Campo con el nombre de Fray Juan de Santo Matía, a los 22 años.
Estudió en la Universidad de Salamanca con maestros ilustres, como Fray Luis de León y Melchor Cano, llevando una vida austerísima que ya presagiaba su santidad. Santa Teresa, que ya había emprendido la reforma de la rama femenina del Carmelo y buscaba a alguien que acometiese la misma empresa en los conventos de frailes, conoció a Fray Juan en Medina del Campo y le encomendó esta tarea. Fundó en Duruelo el primer convento reformado y adoptó el nombre con el que pasaría a la historia.
Le alcanzaron las conmociones a las que dio lugar la reforma carmelita y fue encarcelado en Toledo en 1577, aunque luego obtuvo diversos puestos en su orden y pudo continuar la reforma. Su obra poética es breve pero muy importante en la mística española: NOCHE OSCURA DEL ALMA, CANTICO ESPIRITUAL, LLAMA DE AMOR VIVA, además de algunas canciones, romances y glosas a lo divino. Como estrofa, usó preferentemente la lira y con él alcanza la poesía española su máximo lirismo.
POEMAS ESCOGIDOS
NOCHE OSCURA DEL ALMA
1.
En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
2.
A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3.
En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
4.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
5.
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
6.
En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba
7.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
8.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
LLAMA DE AMOR VIVA
Oh llama de amor viva,
En el principio moraba
Encima de las corrientes
Adónde te escondiste, Amado,
¡Qué bien sé yo la fonte que mane y corre,
En una noche oscura,
Un pastorcico solo está penado,
¡Oh llama de amor viva,
Vivo sin vivir en mí
Entréme donde no supe:
Tras de un amoroso lance,
Por toda la hermosura
Del Verbo divino
Olvido de lo criado,
Para venir a gustarlo todo.
Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!;
¡Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro!
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraos primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!
En una noche oscura,
¿Adónde te escondiste?
ROMANCES
En el principio moraba
el Verbo, y en Dios vivía,
en quien su felicidad
infinita poseía.
El mismo Verbo Dios era,
que el principio se decía;
Él moraba en el principio,
y principio no tenía.
El era el mismo principio;
por eso de él carecía.
El Verbo se llama Hijo,
que del principio nacía;
hale siempre concebido
y siempre le concebía;
dale siempre su sustancia,
y siempre se la tenía.
Y así la gloria del Hijo
es la que en el Padre había
y toda su gloria el Padre
en el Hijo poseía.
Como amado en el amante
uno en otro residía,
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía
con el uno y con el otro
en igualdad y valía.
Tres Personas y un amado
entre todos tres había,
y un amor en todas ellas
y un amante las hacía,
y el amante es el amado
en que cada cual vivía;
que el ser que los tres poseen
cada cual le poseía,
y cada cual de ellos ama
a la que este ser tenía.
Este ser es cada una,
y éste solo las unía
en un inefable nudo
que decir no se sabía;
por lo cual era infinito
el amor que las unía,
porque un solo amor tres tienen
que su esencia se decía;
que el amor cuanto más uno,
tanto más amor hacía.
En aquel amor inmenso
que de los dos procedía,
palabras de gran regalo
el Padre al Hijo decía,
de tan profundo deleite,
que nadie las entendía;
sólo el Hijo lo gozaba,
que es a quien pertenecía.
Pero aquello que se entiende
de esta manera decía:
-Nada me contenta, Hijo,
fuera de tu compañía;
y si algo me contenta,
en ti mismo lo quería.
El que a ti más se parece
a mi más satisfacía,
y el que en nada te semeja
en mí nada hallaría.
En ti solo me he agradado,
¡oh vida de vida mía!.
Eres lumbre de mi lumbre,
eres mi sabiduría,
figura de mi sustancia,
en quien bien me complacía.
Al que a ti te amare, Hijo,
a mí mismo le daría,
y el amor que yo en ti tengo
ese mismo en él pondría,
en razón de haber amado
a quien yo tanto quería.
-Una esposa que te ame.
mi Hijo, darte quería,
que por tu valor merezca
tener nuestra compañía
y comer pan a una mesa,
del mismo que yo comía,
porque conozca los bienes
que en tal Hijo yo tenía,
y se congracie conmigo
de tu gracia y lozanía.
-Mucho lo agradezco, Padre,
el Hijo le respondía-;
a la esposa que me dieres
yo mi claridad daría,
para que por ella vea
cuánto mi Padre valía,
y cómo el ser que poseo
de su ser le recibía.
Reclinarla he yo en mi brazo,
y en tu ardor se abrasaría,
y con eterno deleite
tu bondad sublimaría.
-Hágase, pues -dijo el Padre-,
que tu amor lo merecía;
y en este dicho que dijo,
el mundo criado había
palacio para la esposa
hecho en gran sabiduría;
el cual en dos aposentos,
alto y bajo dividía.
El bajo de diferencias
infinitas componía;
mas el alto hermoseaba
de admirable pedrería,
porque conozca la esposa
el Esposo que tenía.
En el alto colocaba
la angélica jerarquía;
pero la natura humana
en el bajo la ponía,
por ser en su compostura
algo de menor valía.
Y aunque el ser y los lugares
de esta suerte los partía,
pero todos son un cuerpo
de la esposa que decía;
que el amor de un mismo Esposo
una esposa los hacía.
Los de arriba poseían
el Esposo en alegría;
los de abajo, en esperanza
de fe que les infundía,
diciéndoles que algún tiempo
él los engrandecería.
y que aquella su bajeza
él se la levantaría
de manera que ninguno
ya la vituperaría;
porque en todo semejante
él a ellos se haría
y se vendría con ellos,
y con ellos moraría;
y que Dios sería hombre,
y que el hombre Dios sería,
y trataría con ellos,
comería y bebería;
y que con ellos contino
él mismo se quedaría,
hasta que se consumase
este siglo que corría,
cuando se gozaran juntos
en eterna melodía;
porque él era la cabeza
de la esposa que tenía,
a la cual todos los miembros
de los justos juntaría.
que son cuerpo de la esposa,
a la cual él tomaría
en sus brazos tiernamente,
y allí su amor la diría;
y que, así juntos en uno,
al Padre la llevaría,
donde del mismo deleite
que Dios goza, gozaría;
que, como el Padre y el Hijo,
y el que de ellos procedía
el uno vive en el otro,
así la esposa sería,
que, dentro de Dios absorta,
vida de Dios viviría.
Con esta buena esperanza
que de arriba les venía,
el tedio de sus trabajos
más leve se les hacía;
pero la esperanza larga
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
contino les afligía;
por lo cual con oraciones,
con suspiros y agonía,
con lágrimas y gemidos
le rogaban noche y día
que ya se determinase
a les dar su compañía.
Unos decían: -¡Oh si fuese
en mi tiempo el alegría!
Otros: -¡Acaba, Señor;
al que has de enviar, envía!
Otros: -¡Oh si ya rompieses
esos cielos, y vería
con mis ojos que bajases,
y mi llanto cesaría!
¡Regad, nubes, de lo alto,
que la tierra lo pedía,
y ábrase ya la tierra,
que espinas nos producía,
y produzca aquella flor
con que ella florecería!
Otros decían: -¡Oh dichoso
el que en tal tiempo sería,
que merezca ver a Dios
con los ojos que tenía,
y tratarle con sus manos,
y andar en su compañía,
y gozar de los misterios
que entonces ordenaría!
En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado había;
pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
cuando el viejo Simeón
en deseo se encendía,
rogando a Dios que quisiese
dejalle ver este día.
Y así, el Espíritu Santo
al buen viejo respondía;
-Que le daba su palabra
que la muerte no vería
hasta que la vida viese
que de arriba descendía.
y que él en sus mismas manos
al mismo Dios tomaría,
y le tendría en sus brazos
y consigo abrazaría.
Ya que el tiempo era llegado
en que hacerse convenía
el rescate de la esposa,
que en duro yugo servía
debajo de aquella ley
que Moisés dado le había,
el Padre con amor tierno
de esta manera decía:
Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu imagen hecho había,
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne
que en tu simple ser no había
En los amores perfectos
esta ley se requería:
que se haga semejante
el amante a quien quería;
que la mayor semejanza
más deleite contenía;
el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía.
-Mi voluntad es la tuya
-el Hijo le respondía-,
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía,
y a mí me conviene, Padre,
lo que tu Alteza decía,
porque por esta manera
tu bondad más se vería;
veráse tu gran potencia,
justicia y sabiduría;
irélo a decir al mundo
y noticia le daría
de tu belleza y dulzura
y de tu soberanía.
Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría,
y sacándola del lago
a ti te la volvería.
Entonces llamó a un arcángel
que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella
que se llamaba María,
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad
de carne al Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra,
en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de María.
Y el que tenía sólo Padre,
ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía,
que de las entrañas de ella
él su carne recibía;
por lo cual Hijo de Dios
y del hombre se decía.
Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía,
entre unos animales
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.
Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.
ENCIMA DE LAS CORRIENTES
Encima de las corrientes
que en Babilonia hallaba,
allí me senté llorando,
allí la tierra regaba,
acordándome de ti,
¡Oh Sión!, a quien amaba.
Era dulce tu memoria,
con ella más lloraba.
Dejé los trajes de fiesta,
los de trabajo tomaba,
y colgué en los verdes sauces
la música que llevaba,
poniéndola en esperanza
de aquello que en ti esperaba.
Allí me hirió el amor,
y el corazón me sacaba.
Díjele que me matase,
pues de tal suerte llagaba;
yo me metía en su fuego,
sabiendo que me abrasaba,
disculpando al avecica
que en el fuego se acababa.
Estábame en mí muriendo,
y en ti sólo respiraba,
en mí por ti me moría,
y por ti resucitaba,
que la memoria de ti
daba vida y la quitaba.
Gozábanse los extraños
entre quien cautivo estaba;
preguntábanme cantares
de lo que en Sión cantaba:
-Canta de Sión un himno,
veamos cómo sonaba.
-Decid, ¿cómo en tierra ajena
donde por Sión lloraba,
cantaré yo el alegría
que en Sión se me quedaba?
Echaríala en olvido
si en la ajena me gozaba.
Con mi paladar se junte
la lengua con que hablaba,
si de ti yo me olvidare,
en la tierra do moraba.
¡Sión, por los verdes ramos
que Babilonia me daba,
de mí se olvide mi diestra,
que es lo que en ti más amaba,
si de ti no me acordare,
en lo que más me gozaba,
y si yo tuviere fiesta
y sin ti la festejaba!
¡Oh hija de Babilonia,
mísera y desventurada!
¡Bienaventurado era
aquél en quien confiaba,
que te ha de dar el castigo
que de tu mano llevaba,
y juntará sus pequeños,
y a mí, porque en ti lloraba,
a la piedra, que era Cristo,
por el cual yo te dejaba!.
COPLAS DEL ALMA
Entréme donde no supe:
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Yo no supe dónde estaba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida, vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo.
Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
El que allí llega de vero
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece,
y su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que la puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.
Y, si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
MONTE DE PERFECCION
Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.
Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo
has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.
En esta desnudez halla el
espíritu su descanso, porque no
comunicando nada, nada le fatiga hacia
arriba, y nada le oprime
hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad.
GLOSA ESPIRITUAL
Por toda la hermosura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se alcanza por ventura.
1.
Sabor de bien que es finito,
lo más que puede llegar
es cansar el apetito
y estragar el paladar;
y así, por toda dulzura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.
2.
El corazón generoso
nunca cura de parar
donde se puede pasar,
sino en más dificultoso;
nada le causa hartura,
y sube tanto su fe,
que gusta de un no sé qué
que se halla por ventura.
3.
El que de amor adolece,
del divino ser tocado,
tiene el gusto tan trocado
que a los gustos desfallece;
como el que con calentura
fastidia el manjar que ve,
y apetece un no sé qué
que se halla por ventura.
4.
No os maravilléis de aquesto
que el gusto se quede tal,
porque es la causa del mal
ajena de todo el resto;
y así toda criatura
enajenada se ve
y gusta de un no sé qué
que se halla por ventura.
5.
Que estando la voluntad
de Divinidad tocada,
no puede quedar pagada
sino con Divinidad;
mas, por ser tal su hermosura
que sólo se ve por fe,
gústala en un no sé qué
que se halla por ventura.
6.
Pues, de tal enamorado,
decidme si habréis dolor,
pues que no tiene sabor
entre todo lo criado;
solo, sin forma y figura,
sin hallar arrimo y pie,
gustando allá un no sé qué
que se halla por ventura.
7.
No penséis que el interior,
que es de mucha más valía,
halla gozo y alegría
en lo que acá da sabor;
mas sobre toda hermosura,
y lo que es y será y fue,
gusta de allá un no sé qué
que se halla por ventura.
8.
Más emplea su cuidado,
quien se quiere aventajar.
en lo que está por ganar
que en lo que tiene ganado;
y así, para más altura,
yo siempre me inclinaré
sobre todo a un no sé qué
que se halla por ventura.
9.
Por lo que por el sentido
puede acá comprehenderse
y todo lo que entenderse,
aunque sea muy subido,
ni por gracia y hermosura
yo nunca me perderé,
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.
© Javier de Lucas