CESAR VALLEJO

BIOGRAFIA

Poeta peruano, (Santiago de Chuco 1892 - París 1938). De familia modesta, ejerció diversos oficios antes de iniciar estudios de medicina en la Universidad de San Marcos de Lima, pero abandonó la medicina y optó por la carrera de Letras y se graduó con una tesis sobre "El Romanticismo en la poesía española".

Durante un tiempo se dedicó a la enseñanza. Su primer libro de poemas, LOS HERALDOS NEGROS, perfilan ya las constantes de su lírica posterior. Injustamente acusado de participar en una revueltas populares, permaneció tres meses en prisión, y en este período escribió la mayor parte de su obra TRILCE. En París, donde se trasladó al poco tiempo, colaboró en algún periódico y fundó una revista de poesía latinoamericana.

Desde allí realizó algunos viajes, a Moscú y también a España, con quien mantuvo siempre estrechos contactos y a la que amó fervientemente. Se adhirió al marxismo, aunque con una postura siempre crítica y muy personal. Fue luego expulsado de Francia por cuestiones políticas. Volvió a París clandestinamente y se desenvolvió en medio de grandes penurias económicas. Falleció en un hospital de la capital francesa en Abril de 1938 consumido por la enfermedad y las privaciones. El rasgo primordial de su personalidad es sin duda su sensibilidad para el dolor: para el suyo propio y para el de los demás. Su libro, ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ, se inspira en la guerra civil española, pero es en POEMAS HUMANOS, obra aparecida póstumamente, donde su aventura interior accede a planos de inusitada grandeza.


POEMAS ESCOGIDOS

 

 LOS DADOS ETERNOS

 

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;

me pesa haber tomádote tu pan;

pero este pobre barro pensativo

no es costra fermentada en tu costado:

¡tú no tienes Marías que se van!

 

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,

hoy supieras ser Dios;

pero tú, que estuviste siempre bien,

no sientes nada de tu creación.

Y el hombre sí te sufre: ¡el Dios es él!

 

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,

como en un condenado,

Dios mío, prenderás todas tus velas,

y jugaremos con el viejo dado...

 

Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte

del universo todo,

surgirán las ojeras de la Muerte,

como dos ases fúnebres de lodo.

 

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,

ya no podrás jugar, porque la Tierra

es un dado roído y ya redondo

a fuerza de rodar a la aventura,

que no puede parar sino en un hueco,

en el hueco de inmensa sepultura.

   HERALDOS NEGROS

 

Hay golpes en la vida tan fuertes... Yo no sé.

Golpes como del odio de Dios. Como si ante ellos,

la resaca de, todo lo sufrido

se empozara en el alma... Yo no sé.

Son pocos, pero son...

Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas.

O los heraldos negros que nos manda la muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma.

De alguna fe adorable que traiciona el destino.

Son esos rudos golpes las explosiones súbitas,

de alguna almohada de oro que funde un sol maligno.

Y el hombre... ¡Pobre hombre!  Vuelve los ojos como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza como un charco de culpa en la mirada...

Hay golpes en la vida tan fuertes... ¡Yo no sé!

   ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ

 

Niños del mundo,

si cae España -digo, es un decir-,

si cae

del cielo abajo su antebrazo, que asen

en cabestro dos láminas terrestres;

niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!

¡Qué temprano en el sol lo que os decía!

¡Qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!

¡Qué viejo vuestro dos en el cuaderno!

 

Niños del mundo, está

la madre España con su vientre a cuestas;

está nuestra madre con sus férulas,

está madre y maestra,

cruz y madera, porque os dio la altura,

vértigo y división y suma, niños.

¡Está con ella, padres procesales!

 

Si cae -digo, es un decir-, si cae

España, de la tierra para abajo,

niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!

¡Cómo va a castigar el año al mes!

¡Cómo van a quedarse en diez los dientes,

en palote el diptongo, la medalla en llanto!

¡Cómo va el corderillo a continuar

atado por la pata al gran tintero!

¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto

hasta la letra en que nació la pena!

 

Niños,

hijos de los guerreros, entre tanto,

bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo

la energía entre el reino animal,

las florecillas, los cometas y los hombres.

¡Bajad la voz, que está

en su rigor, que es grande, sin saber

qué hacer, y está en su mano

la calavera, aquella de la trenza;

la calavera, aquella de la vida!

 

¡Bajad la voz, os digo;

bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto

de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aun

el de las sienes que andan con dos piedras!

Bajad el aliento, y si

el antebrazo baja;

si las férulas suenan; si es la noche;

si el cielo cabe en dos limbos terrestres;

si hay ruido en el sonido de las puertas;

si tardo;

si no veis a nadie; si os asustan

los lápices sin punta; si la madre

España cae -digo, es un decir-,

¡salid, niños, del mundo; id a buscarla!...

                                                               © Javier de Lucas