Después de un viaje de 20 años de tiempo medido en la nave espacial, su nave se frena en el centro de la Vía Láctea. A cierta distancia ve usted una mezcla rica en gas y polvo que fluye desde todas las direcciones hacia un enorme agujero negro. Kares ajusta el impulso del reactor para colocar la nave espacial en una órbita circular de cabotaje muy por encima del horizonte. Midiendo la circunferencia y el periodo de su órbita, e introduciendo los resultados en la fórmula de Newton, usted determina la masa del agujero. Es 1 millón de veces la masa solar, tal como figuraba en el Atlas de Agujeros Negros de Schechter. De la ausencia de cualquier remolino en el gas y el polvo que fluyen hacia adentro, usted deduce que el agujero apenas gira; por lo tanto, su horizonte debe ser esférico y su circunferencia debe ser de 18,5 millones de kilómetros, ocho veces mayor que la órbita de la Luna alrededor de la Tierra.

Tras exámenes adicionales del gas que cae, usted se prepara para descender hacia el horizonte. Por seguridad, Kares establece un vínculo de comunicación mediante láser entre su cápsula espacial y el ordenador principal de la nave, AURORA. A continuación sale usted del vientre de la nave espacial, hace girar su cápsula de modo que los chorros de sus motores apunten en la dirección de su movimiento orbital circular y empieza a activarlos suavemente para frenar su movimiento orbital y colocarse en una órbita espiral que se cierra suavemente hacia adentro (hacia abajo) pasando por sucesivas órbitas de cabotaje.

Todo marcha como se esperaba hasta que alcanza una órbita de 55 millones de kilómetros de circunferencia; exactamente tres veces la circunferencia del horizonte. Allí, el suave impulso de su motor a reacción, en lugar de dirigirle hacia una órbita circular ligeramente más ceñida, le lanza en una inmersión suicida hacia el horizonte. Aterrado, usted gira su cápsula y activa el motor con gran fuerza para retroceder hacia una órbita justo por encima de los 55 millones de kilómetros.

—¿Qué demonios estaba mal? —pregunta usted a AURORA por medio del láser.

—Tikhii, tikhii —responde ella tranquilizadoramente—. Usted planeó su órbita utilizando la descripción newtoniana de las leyes de la gravedad. Pero la descripción newtoniana es sólo una aproximación a las verdaderas leyes gravitatorias que gobiernan el Universo. Es una aproximación excelente lejos del horizonte, pero mala cerca de él. La descripción de la relatividad general de Einstein es mucho más aproximada; concuerda dentro de una enorme precisión con las verdaderas leyes de la gravedad cerca del horizonte, y predice que, conforme usted se acerca al horizonte, la atracción de la gravedad se hace mayor de lo que Newton pudo esperar. Para permanecer en una órbita circular, con esta gravedad reforzada equilibrada por la fuerza centrífuga, usted debe reforzar su fuerza centrífuga, lo que significa que debe incrementar su velocidad orbital en torno al agujero negro. Cuando desciende por debajo de una circunferencia de tres horizontes, debe dar la vuelta a su cápsula y empezar a impulsarse hacia adelante. Como, en lugar de ello, usted siguió impulsándose hacia atrás, frenando su movimiento, la gravedad superó a su fuerza centrífuga al llegar a la circunferencia de tres horizontes, y le atrajo hacia adentro.

«¡Condenada AURORA! —piensa usted—. Siempre responde a mis preguntas, pero nunca da espontáneamente la información crucial. ¡Nunca me advierte cuando lo estoy haciendo mal!» Por supuesto, usted sabe la razón de que actúe así. La vida humana perdería su gracia y riqueza si a los ordenadores se les permitiera avisar cuando se va a cometer un error. Ya en el año 2032, el Consejo Mundial aprobó una ley para que en todos los ordenadores fuera incorporado un bloque de Hobson que impidiera tales advertencias. Por mucho quisiera, AURORA no podría pasar por encima de su bloque de Hobson.

Conteniendo su exasperación, usted hace girar su cápsula y empieza una cuidadosa secuencia de impulso hacia adelante, espiral que se cierra, órbita de cabotaje, impulso hacia adelante, espiral que se cierra, órbita de cabotaje que le lleva desde órbitas de una circunferencia de 3 horizontes a órbitas de circunferencias de 2,5, luego 2, 1,6, 1,55, 1,51, 1,505, 1,501... ¡Qué frustración! Cuantas más veces se da impulso y más rápido es su movimiento circular de cabotaje resultante, más pequeña se hace su órbita; pero a medida que su velocidad de cabotaje se aproxima a la velocidad de la luz, su órbita sólo se aproxima a circunferencias de 1,5 horizontes. Puesto que usted no puede moverse a más velocidad que la luz, no hay esperanza de acercarse más al horizonte por este método.

Una vez más usted pide ayuda a AURORA, y una vez más ella le tranquiliza y le explica: por debajo de las circunferencias de 1,5 horizontes no existen órbitas circulares. La atracción de la gravedad es allí tan fuerte que no puede ser contrarrestada por ninguna fuerza centrífuga, ni siquiera si uno da vueltas una y otra vez en torno al agujero a la velocidad de la luz. Si usted quiere acercarse más, dice AURORA, debe abandonar su órbita circular de cabotaje y descender directamente hacia el horizonte, con sus motores de propulsión dirigidos hacia abajo para preservarle de una caída catastrófica. La fuerza de sus motores le sustentará contra la gravedad del agujero a medida que usted descienda lentamente hasta quedarse suspendido exactamente sobre el horizonte, como un astronauta que se mantiene sobre la superficie de la Luna sustentado por el impulso de sus cohetes.

Habiendo aprendido a tomar precauciones, usted pide a AURORA consejo sobre las consecuencias que podría tener un impulso tan fuerte y continuado del cohete. Usted explica que quiere mantenerse suspendido en una posición situada en una circunferencia de 1,0001 horizontes, donde la mayoría de los efectos del horizonte pueden ser experimentados pero de la que usted puede escapar. Si mantiene allí su cápsula mediante un impulso continuado del cohete, ¿qué fuerza de aceleración sentiría? «Ciento cincuenta millones de gravedades terrestres», responde dulcemente AURORA.

Profundamente desanimado, usted despega y recorre la espiral de retorno hasta regresar al vientre de la nave espacial.

Tras un largo sueño, seguido de cinco horas de cálculos con las fórmulas de los agujeros negros de la relatividad general, tres horas de examen del Atlas de Agujeros Negros de Schechter, y una hora de consultas con su tripulación, usted establece el plan para la próxima etapa de su viaje.

Entonces su tripulación transmite a la Sociedad Geográfica Mundial, bajo la hipótesis optimista de que aún existe, un informe de sus experiencias en Sagitario. Al final de la transmisión la tripulación expone su plan:

Sus cálculos demuestran que cuanto mayor es el agujero, más débil es el impulso del cohete necesario para mantenerse en una circunferencia de 1,0001 horizontes. Para un molesto aunque soportable impulso de 10 gravedades terrestres, el agujero debe ser de 15 billones (15 x 1012) masas solares. El agujero más próximo de estas características es uno llamado Gargantúa, mucho más allá de los 100.000 (105) años-luz de los límites de nuestra Vía Láctea, y muy lejos de los 100 millones (108) de años-luz del cúmulo de galaxias de Virgo, en torno al cual orbita nuestra Vía Láctea. De hecho, está próximo al cuásar 3C273, a 2.000 millones (2 x 109) de años-luz de la Vía Láctea, lo que equivale a un 10 por 100 de la distancia al límite del Universo observable.

El plan explica su tripulación en su transmisión, consiste en un viaje a Gargantúa Utilizando la aceleración normal de 1 g en la primera mitad del viaje y una deceleración de 1 g durante la segunda mitad, el viaje necesitará un tiempo de 2.000 millones de años tal como se medirían en la Tierra, pero, gracias la distorsión del tiempo inducida por la velocidad, sólo 42 años tal como lo miden usted y su tripulación en la nave espacial. Si los miembros de la Sociedad Geográfica Mundial no están dispuestos a arriesgarse a una hibernación profunda de 4.000 millones de años (2.000 millones de años necesarios para que la nave espacial llegue a Gargantúa y 2.000 millones de años para que su transmisión llegué de regreso a la Tierra) entonces tendrán que olvidarse de recibir su próxima transmisión...

© 2004 Javier de Lucas