JOSE ZORRILLA
BIOGRAFIA
(Valladolid 1817 - Madrid 1893). Hijo de un magistrado absolutista, superintendente de policía bajo Calomarde, de carácter bastante inflexible (lo que influyó mucho en nuestro poeta). Estudió en el Real Seminario de Nobles de Madrid y luego Leyes en las universidades de Toledo y Valladolid, estudios que abandonó para dedicarse a la literatura. Se dio a conocer como poeta en el entierro de Larra, iniciando así su colaboración con "El Español". Sus éxitos literarios, como personificación de un romanticismo legendario y su versificación fácil y musical, le permiten realizar viajes por Europa. Tras la muerte de su padre (con el que nunca consiguió reconciliarse) y un matrimonio desgraciado, se establece en París y Londres (huyendo también de su mujer) entre 1851 y 1853. En 1854 se traslada a México, donde obtiene los favores del Emperador Maximiliano que le permiten salir de sus penurias económicas. Muerta su primera mujer, vuelve a casarse y hasta su muerte alterna los apuros de dinero con los homenajes nacionales. Los mejores años de su carrera literaria fueron entre 1836 y 1850, en los que su fecundidad es difícil de igualar: veintiocho obras dramáticas, sus poemas narrativos, otros escritos y en fin la cantidad y la calidad de sus obras, hacen de él un escritor legendario y el más importante del romanticismo. De su poesía destacan sus LEYENDAS, EL MONTERO DE ESPINOSA, LA LEYENDA DEL CID, JUSTICIAS DEL REY D.PEDRO, A BUEN JUEZ MEJOR TESTIGO, MARGARITA LA TORNERA, LA PASIONARIA, etc... Aunque la obra que más fama le ha dado ha sido, indudablemente, DON JUAN TENORIO, considerada la obra más viva de todo el teatro del romanticismo y una de las más populares de la escena española.
POEMAS ESCOGIDOS
A LA MEMORIA DESGRACIADA DEL JOVEN LITERATO D. MARIANO JOSE DE LARRA
Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana:
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.
Acabó su misión sobre la tierra,
y dejó su existencia carcomida,
como una virgen al placer perdida
cuelga el profano velo en el altar.
Miró en el tiempo el porvenir vacío,
vacío ya de ensueños y de gloria,
y se entregó a ese sueño sin memoria,
¡que nos lleva a otro mundo a despertar!
Era una flor que marchitó el estío,
era una fuente que agotó el verano:
ya no se siente su murmullo vano,
ya está quemado el tallo de la flor.
Todavía su aroma se percibe,
y ese verde color de la llanura,
ese manto de yerba y de frescura
hijos son del arroyo creador.
Que el poeta, en su misión
sobre la tierra que habita,
es una planta maldita
con frutos de bendición.
Duerme en paz en la tumba solitaria
donde no llegue a tu cegado oído
más que la triste y funeral plegaria
que otro poeta cantará por ti.
Esta será una ofrenda de cariño
más grata, sí, que la oración de un hombre,
pura como la lágrima de un niño,
¡memoria del poeta que perdí!
Si existe un remoto cielo
de los poetas mansión,
y sólo le queda al suelo
ese retrato de hielo,
fetidez y corrupción;
¡digno presente por cierto
se deja a la amarga vida!
¡Abandonar un desierto
y darle a la despedida
la fea prenda de un muerto!
Poeta, si en el no ser
hay un recuerdo de ayer,
una vida como aquí
detrás de ese firmamento...
conságrame un pensamiento
como el que tengo de ti.
LA ORGÍA
La sombra nos cobija
con su tapiz de duelo:
cansado, ya del cielo
el sol se hundió en la mar.
El mundo duerme imbécil:
vacilan las estrellas:
en torno a las botellas
venid a delirar.
Venid, niñas sedientas
de libertad y amores
que fiestas y licores
dan libertad y amor.
Húmedos de esperanza
traed los ojos bellos,
sin trenzas los cabellos,
la frente sin rubor.
La vida es una farsa
hipócrita y demente,
y el mundo indiferente
se cansa del placer:
el mundo se ha dormido:
romped vuestros papeles,
dejad los oropeles
que vano os prestó ayer.
Dejad de esa comedia
el torpe fingimiento,
ahogad el preso aliento
con larga libación.
La sombra, si ese cielo
su luz tiende importuna,
envolverá la luna
en tocas de crespón.
¡Oh! lejos de los ojos
de la curiosa plebe,
la copa en que se bebe
nos abre un ancho Edén:
el fondo cristalino
las luces multiplica
y de vapores rica
perfuma nuestra sien.
Los labios desfrenados,
la lengua desatada,
en larga carcajada
prorrumpen sin cesar.
La lumbre de los ojos
inquieta y licenciosa,
los ojos de una hermosa
se afana en reflejar.
Venid a los festines
avaras de placeres
que el cielo en las mujeres
atesoró el placer.
Venid, niñas, sin cuitas
desnudo el albo seno,
porque quiero el veneno
de vuestro amor beber.
Cuando la inquieta mente
con el vapor vacile
y revoltosa apile
fantasmas de vapor
veréis cómo, insensata,
el ánima delira
y voluptuosa aspira
el ámbar del amor.
Entonces, en la sombra,
las pardas muselinas
visiones peregrinas
flotando mostrarán
y, en cada marco de oro
cerradas las pinturas,
diabólicas figuras
al vidrio asomarán.
Entonces cada lámpara
parodiará una hoguera
que miente y reverbera
las lámparas de sol:
y en el balcón la luna
parecerá una estrella
donde arde una centella
del fúlgido farol.
Cada sonoro brindis
de la animada fiesta
nos fingirá una orquesta
de mágica ilusión:
un eco misterioso
sin canto, ni instrumento,
que irá con el aliento
a dar al corazón.
De cada ardiente beso
el lúbrico estallido
rasgará el sostenido
murmullo bacanal:
como reloj deshecho
que sin marcar las horas,
sacude las sonoras
campanas de metal.
El mundo duerme, niñas,
bebamos y cantemos,
que más no sacaremos
del mundo engañador:
húmedos de esperanza
traed los ojos bellos,
sin trenzas los cabellos,
la frente sin rubor.
Venid, y mal prendidos
los velos y los chales,
prodiguen liberales
la luz de vuestra tez:
los ondulantes rizos
flotando por la espalda,
la mal ceñida falda
mintiendo desnudez.
Y las de negros ojos
que ostenten su mirada
altiva, enamorada,
con infernal pasión,
y las rubias ostenten
sin máscaras de tules,
las pupilas azules,
y rojo el corazón.
La noche se desliza,
su llama el sol enciende,
el día nos sorprende,
va el mundo a despertar.
¡Cantemos y bebamos,
que cuando venga el día
el sueño de la orgía
lo volverá a apagar!
LA CARRERA DE AL-HAMAR
Lanzóse el fiero bruto con ímpetu salvaje
ganando a saltos locos la tierra desigual,
salvando de los brezos el áspero [ramaje
a riesgo de la vida de su jinete real.
Él con entrambas manos le recogió el rendaje
hasta que el rudo belfo tocó con el pretal;
mas todo en vano: ciego, gimiendo de coraje,
indómito al escape tendióse el animal.
Las matas, los vallados. las peñas, los arroyos,
las zarzas y los troncos que el viento descuajó,
los calvos pedregales, los cenagosos hoyos
que el paso de las aguas del temporal formó,
sin aflojar un punto ni tropezar incierto,
cual si escapara en circo a la carrera, abierto,
cual hoja que arrebatan los vientos del desierto,
el desbocado potro veloz atravesó.
Y matas y peñas, vallados y troncos
en rápida, loca, confusa ilusión,
del viento a los silbos, ya agudos, ya roncos,
pasaban al lado del suelto bridón.
Pasaban huyendo cual vagas quimeras
que forja el delirio. febriles, ligeras,
risueñas o torvas, mohínas o fieras.
girando, bullendo, rodando en montón.
Del álamo blanco las ramas tendidas,
las copas ligeras de palmas y pinos.
las varas revueltas de zarzas y espinos,
las yedras colgadas del brusco peñón,
medrosas fingiendo visiones perdidas,
gigantes y monstruos de colas torcidas,
de crespas melenas al viento tendidas,
pasaban en larga fatal procesión.
Pasaban, sueños pálidos, antojos
de la ilusión: fantásticos e informes
abortos del pavor: mudas y enormes
masas de sombra sin color ni faz.
Pasaban de Al-hamar ante los ojos,
pasaban aturdiendo su cabeza
con diabólico impulso y ligereza,
en fatigosa hilera pertinaz.
Pasaban y Al-hamar las percibía
pasar, sin concebir su rapidez,
en más vertiginosa fantasía,
en más confusa y tumultuosa orgía,
más juntas, más veloces cada vez;
y atronado su espíritu cedía
a la impresión fatídica, y corría
frío sudor por su morena tez.
Y en su faz estrellándose el viento,
la ponía en nerviosa tensión,
y cortaba el camino al aliento,
prensaba el cansado pulmón;
y, golpeando en sus sienes sin tiento
de su sangre el latido violento,
sus oídos zumbaban con lento
y profundo y monótono son.
Ya creía que, huyendo el camino
del corcel bajo el cóncavo callo,
galopaba sobre un torbellino,
mantenido en su impulso no más;
ya creía que el negro caballo,
por la ardiente nariz y los ojos
despidiendo meteoros rojos,
rastro impuro dejaba detrás.
Ya sorbido por denso nublado,
con la lluvia, el granizo y centellas
de que lleva su vientre preñado,
cree que va fermentando a la par;
nubes cruza tras nubes, y en ellas,
del turbión al impulso sujetos,
mira mil nunca vistos objetos
remolinos eternos formar.
De este vértigo horrible transido
caminaba a las riendas asido,
en los corvos estribos seguro
y entre el uno y el otro borrén
empotrado, dejando abatido
por el bruto llevarse en lo oscuro;
y empezaba a perder el sentido
del escape mareado al vaivén.
Rendido y las fuerzas perdiendo
al vértigo intenso cedió;
y loco el cerebro sintiendo,
los ojos cerrar no pudiendo,
la ciega mirada fijó,
tenaz contracción manteniendo
no más su equilibrio, y corriendo
cual otro fantasma siguió.
Y espacios inmensos cruzando,
y atrás a la tierra dejando,
las vallas de sombra saltando
que cercan el mundo mortal,
creyóse su mente perdida
en tierra jamás conocida,
región de otra luz y otra vida,
de atmósfera limpia e igual.
Y vio que un alba serena
con blanquísimos reflejos
amanecía a lo lejos
en esta nueva región:
y el alma, exenta de pena
cruzando el éter tranquilo,
volaba a un eterno asilo
en otra inmortal mansión.
Suavísimo arrobamiento,
deliquio dulce invadióle,
y encima del firmamento
en el Edén se creyó.
Luz vaga alumbró su mente,
y ante los ojos pasóle
el Paraíso esplendente
que Mahomad visitó.
El místico y nocturno
viaje del Profeta
juzgó que iba a su turno
sobre el Borak a hacer
y la ilusión sujeta
a lo que de él relata.
la bóveda de plata
de un cielo empezó a ver.
Los astros vio suspensos
de auríferas cadenas
y sus lumbreras llenas
de espíritu de luz
espíritus inmensos
en formas de caballos,
de corzos y de gallos
de enorme magnitud.
Vio islas encantadas
flotando en los espacios,
con templos de topacios
y muros de marfil:
y casas fabricadas
de nacar, cuyas puertas
de ébano dan abiertas
sobre jardines mil.
Allí sobre alhamíes
de cedro y palo-rosa,
bajo la sombra undosa
del tilo y del moral,
yacer vio a las huríes
que, a mil amores tiernas,
conservarán eternas
su gracia virginal.
Y atravesó campiñas
fresquísimas y amenas,
de bosques de ámbar llenas
y cerros de cristal.
y prodigiosas viñas,
que en frutos dan opimos
las perlas en racimos
en tallos de coral.
Vio grutas pintorescas
por Sílfides moradas.
cubiertas sus portadas
bajo el flotante tul
de mil cascadas frescas
que, atravesando prados
de hermoso añil sembrados,
van tintas en su azul.
Caer las vio en riberas
donde reposan mansos
los monstruos y las fieras
de tierra, viento y mar:
y en plácidos remansos,
el sueño entreteniéndolas,
vio cisnes y oropéndolas
bañarse y juguetear.
Y vio dorados peces
en tumultuoso bando
a flor del agua a veces
pacíficos nadar.
y a veces elevando,
por cima de las olas
los lomos y las colas,
la orilla salpicar.
Vio luego estos ríos
crecer sin vallares,
perdiéndose en mares
de leche y de miel:
y en ellos navíos
do van los amores
meciéndose en flores
de uno a otro bajel.
Murmullo tras ellos
levantan sonoro
mil góndolas de oro,
de concha y marfil,
do van Silfos bellos
bogando con velas
de chales y telas
de seda sutil.
Espuma levantan,
inquietos remando,
los mil gondoleros
que van tripulando
los barcos veleros;
y danzan ligeros
y armónicos cantan
alegre canción
Y mil gayas aves,
que siguen las naves,
al sol esponjando
sus plumas distintas
de mil varias tintas
de azul, gualda y oro,
imitan en coro
del cántico el son.
Al lejos el viento
responde a su acento
allá en la arboleda
moviendo rumor
y el eco, que atento
en lo alto se queda,
burlón le remeda
cual sabe mejor.
El cuadro divino,
la paz, la ventura,
perfume, frescura
y luz celestial
de aquel peregrino
país, torna pura
al rey granadino
la calma vital.
Y en rápido vuelo
pacífico y blando,
los aires surcando
se siente llevar
y ve que, sin suelo
do fije el caballo
el áspero callo,
cruzando va el mar.
Del líquido el fondo
contempla pasando
y alcanza mirando
del agua al trasluz
el álveo redondo,
que puebla radiante
cohorte flotante
de peces de luz.
Sutiles vapores
le impelen suaves,
y costas y naves
se deja detrás:
y espacios mayores
cruzando en su vuelo,
aborda del cielo
las costas quizás.
Avanza, y niebla,
pálida ve
que el aire puebla,
según pie a pie
ganando va
aquel extenso
espacio inmenso
do errando está:
y le parece
que se ennegrece
mar, niebla y viento
en torno de él,
que se acrece
cada momento
el movimiento
de su corcel.
Anochece,
y oscurece
más apriesa
cada vez
el ambiente.
que se espesa
con creciente
lobreguez.
El camino
desaparece:
y, sin tino
ni destino
que comprenda,
sobre senda
audazmente
carrilada
por un puente
de movible
tirantez.
tan delgada
como el hilo
en que se echa
descolgada
una oruga,
como arruga
que en tranquilo
lago tiende
como hiende
su agua el pez,
tan estrecha
como el filo
de una espada,
como flecha
disparada.
cual centella
desatada,
va sin huella
perceptible
el perdido
Nazarita,
con horrible
e infinita
rapidez.
Es el puente
de la vida
que la gente
a luz venida
ha por fuerza
de pasar.
El que intente
y haga entera
su carrera,
y de frente
sin caída
la salida
logre hallar,
por las puertas
celestiales
a las huertas
inmortales
como un ángel
ha de entrar
las delicias
eternales
y los gustos
perenales
de los justos
a gozar.
A este paso
tan estrecho,
(cuyo escaso
corto trecho
es camino
tan dudoso
de cruzar,
pero fallo
riguroso
del destino
y ley santa
que acatar),
se adelanta
vigoroso
el caballo
misterioso
de Al-hamar.
Temeroso
de mirar,
espumoso,
siempre hirviente,
rebramando
eternamente
y azotando
siempre el puente
con horrísono
bramar,
bajo de él
hierve el mar.
Israfel
allí está
para ver
el que va
sin caer,
y pasar
no dejar
al infiel:
y he aquí
que por él
va a pasar
el corcel
de Al-hamar.
Llega, avanza:
ya se lanza,
ya en él entra,
ya se encuentra
suspendido
sobre el puente
sacudido
por el piélago
bullente,
cuyo cóncavo
rugido
se levanta
sin cesar.
Aturdido,
sin mirar
a la indómita
corriente
que le espanta,
sin osar
aspirar
el ambiente
que le anuda
la garganta,
sin que acuda
tierra o cielo
en su ayuda,
vuela y pasa,
justiciero
Rey prudente,
juez severo
y valiente
caballero,
el primero
de la casa
de Nazar.
El puente
vacila:
el príncipe
oscila,
perdido
el sentido,
demente,
transido
de horror.
Ya toca
la opuesta
ribera:
ya poca
carrera
le cuesta.
¡Valor!
Ya llega:
le ciega
el pavor.
¡Ah! ¡Dadle
favor!
¡Salvadle,
Señor!
Saltó.
Pasó
con bien
y allá
cayó
de pie.
Salvo
fue
¡Oh!
Ya
¿quién
ve
do
va?
A ESPAÑA ARTÍSTICA
Torpe, mezquina y miserable España:
cuyo suelo alfombrado de memorias
se va sorbiendo de sus propias glorias
lo poco que ha de cada ilustre hazaña,
traidor y amigo sin pudor te engaña,
se compran tus tesoros con escorias,
tus monumentos, ¡ay!, y tus historias
vendidos llevan a la tierra extraña.
¡Maldita seas, patria de valientes,
que por premio te das a quien más pueda
por no mover los brazos indolentes!
¡Sí, venid, ¡voto a Dios!, por lo que queda
extranjeros rapaces, que insolentes
habéis hecho de España una almoneda!
RECUERDOS Y FANTASÍAS
Broté como una yerba corrompida
al borde de la tumba de un malvado,
y mi primer cantar fue a un suicida;
¡agüero fue por Dios bien desdichado!
Al eco de este cántico precito,
dijo el mundo escuchándome: «Veamos»;
y sentóse a mirarme de hito en hito:
y el mundo y yo por mi primer delito
desde entonces mirándonos estamos.
Dejemos a los muertos en reposo
y que duerman en paz, si es su destino;
harto haremos, en mar tan proceloso
como es la vida, en encontrar camino.
Yo el mío me busqué por las turbadas
ondas de aqueste mar y mi barquilla,
por medio de otras muchas que extraviadas
bogar sin rumbo vi desesperadas,
procuré conducir hacia la orilla.
Velé, gemi, con angustiado lloro
volvíme al cielo y acudí a la ciencia:
¿a la ribera tocaré? Lo ignoro:
sólo sé que la tengo en mi presencia.
Al verla, aunque de lejos, lancé un grito
y a impulso de recóndito misterio
diole la soledad eco infinito
y fue, tomado en cántico maldito,
a expirar en mitad de un cementerio.
Yo sentí que la turba me aplaudía
y ansio de gloria al corazón hallando,
dije dentro de mí: «la tierra es mía».
Y con mayor afán seguí cantando.
Creí de Dios mi soberano aliento,
de arcángel mi poder; mi alma altanera
me arrebató hasta el alto firmamento,
y la región azul del vago viento
estremecí con mi canción primera.
Atrás dejé las águilas que miran
con ojo audaz al sol, atrás quedaron
la nubes que relámpagos respiran,
los soles mil que por espacios giran
donde mortales ojos no llegaron.
Creí el mundo a mis pies, alcé la frente
para cantar mi orgullo y mis oídos,
del medio de una nube refulgente,
el acento de Dios omnipotente
oyeron de pavor estremecidos.
«Canta, dijo una voz, tal es tu suerte,
pero canta en el polvo que naciste,
allí donde jamás han de creerte:
canta la vida, mientras va la muerte
a sí llamando tu existencia triste.»
Dijo y me echó a la tierra y a la vida,
y al impulso de su hálito divino
con cántiga risueña o dolorida
la soledad alivio del camino:
y cumplo así la ley de mi destino.
ORIENTAL
Dueña de la negra toca,
la del morado monjil,
por un beso de tu boca
diera a Granada Boabdil.
Diera la lanza mejor
del Zenete más bizarro
y con su fresco verdor
toda una orilla del Darro.
Diera las fiestas de toros
y, si fueran en sus manos,
con las zambras de los moros
el valor de los cristianos.
Diera alfombras orientales
y armaduras, y pebetes,
y diera...,¡que tanto vales!,
hasta cuarenta jinetes.
Porque tus ojos son bellos,
porque la luz de la aurora
sube al oriente desde ellos,
y el mundo su lumbre dora.
Tus labios son un rubí
partido por gala en dos...
Le arrancaron para ti
de la corona de un dios.
De tus labios, la sonrisa
la paz, de tu lengua mana...
leve, aérea como brisa
de purpurina mañana.
¡Oh qué hermosa nazarena
para un harén oriental,
suelta la negra melena
sobre el cuello de cristal,
en lecho de terciopelo,
entre una nube de aroma,
y envuelta en el blanco velo
de las hijas de Mahoma!
Ven a Córdoba, cristiana,
sultana serás allí,
y el sultán será, ¡oh sultana!,
un esclavo para ti.
Te dará tanta riqueza,
tanta gala tunecina,
que has de juzgar tu belleza
para pagarle, mezquina.
Dueña de la negra toca,
por un beso de tu boca
diera un reino Boabdil;
y yo, por ello, cristiana,
te diera de buena gana
mil cielos, sí fueran mil,
LA IGNORANCIA
Somos doce millones de españoles
que no sabemos leer. ¡Dato inaudito!
Si aún nos queda valor, honra y vergüenza,
es menester probarlo o desmentirlo:
y, si probado está, meter luz pronto
de ignorancia y baldón en ese abismo,
o, al fin del siglo de la luz, a oscuras
nos quedamos sin ver y sin ser vistos.
Yo soy el español de menos fuste,
pero el más español de los hoy vivos,
y España no podrá jamás tomarme
por desertor, rebelde o tornadizo.
La vida me pasé glorificando
la prez de España y sus varones ínclitos;
saqué la cara y enristré la pluma
para loar doquier el mal que hizo.
Sus creencias canté y supersticiones,
porque ese es de mi pueblo el simbolismo:
creer y pelear, soñar con oro,
pedir limosna al son de un guitarrillo,
desperdiciar el bien que Dios le envía,
y en Dios fiando y su valor nativo,
explotarse dejar por quien le halague
contando cuentos lúbricos o místicos.
Cada cual es como es; hay a hombre o pueblo
que tomar como Dios hacerle quiso:
yo he cantado a mi patria sesenta años,
a mi modo de ver como la he visto:
gloriosa con sus fastos militares,
grande con sus virtudes y sus vicios,
prendida con sus tocas de castaños,
de nogales, de almendros y de olivos,
con su manto de mieses y viñedos
y el cinturón de plata de sus ríos,
piadosa con la fe de sus mayores,
gaya con su carácter expansivo,
y hermosa con su vello y sus lunares,
morena tez y mosqueadores rizos.
Puede ser que la gente venidera,
y aun la de hoy, al juzgar mis pobres libros,
les niegue utilidad y trascendencia,
mas no podrá negar su españolismo.
Amé a mi patria como amé a mi madre;
ni tierra ni mujer para mí ha habido
mejores que ellas dos, y siempre he estado
dispuesto por su honor a dar el mío:
y hoy que de España, por lo que oigo y leo,
roe un gusano el corazón dormido,
voy a ver si mi voz se le despierta,
y si no oye mi voz, a darle un grito.
Tengo aquí poco tiempo y poco espacio:
conque hay claro que hablar y jugar limpio,
que a mí ya ni me engañan chachareros
ni comulgo con ruedas de molino.
¿Somos doce millones de españoles
que no sabemos leer? ¿Sí? Pues ¡por Cristo!
¿qué han hecho en sesenta años de progreso
y libertad, maestros y ministros?
¿No habíamos quedado en que los pueblos
en ignorancia estúpida sumidos
estaban en España por aquello
que dimos en llamar oscurantismo?
¿No habíamos quedado en que el sistema
parlamentario, desoldando grillos,
rompiendo celosías y enverjados,
rasgando velos y apagando cirios,
iba aire, luz, salubridad y vida
a dar a inteligencias y a edificios,
e íbamos todos a aprender al menos
a escribir bien o mal y a leer corrido?
Yo creí que todo eso estaba hecho:
que al fin de tanta lid y tantos tiros,
de tanta ley y de discursos tantos
e instalar tal sinnúmero de círculos,
colegios, asambleas, gremios, centros,
logias, clubs, ateneos y casinos,
ya era el pueblo español como los otros,
ilustrado y capaz...y ahora salimos
con que hay doce millones de españoles
que no sabemos leer.-¡Gran fin de siglo!
¿Qué hay que impida aprender a nuestro pueblo?
¿Es su incapacidad? ¿Es maleficio?
¿Hay a quién interese que no aprenda?
¿Por qué, pues hay maestros, no ha aprendido?
¿Por qué a aprender a leer no le han forzado
los que a aprender le fuerzan su servicio?
Si a aprender en pro ajena se le obliga,
¿por qué no ha de aprender para sí mismo?
¿Por qué el legislador, el gobernante,
el gremio, la parroquia, el municipio,
todo el que gente donde quier reúne
para darla trabajo, pan o asilo,
en talleres, en obras, en cuarteles,
cárceles, hospitales y presidios,
no consigna el leer obligatorio
y el aprender a leer como principio?
El que no sabe leer no sabe nada:
la luz, la idea, el alma está en el libro:
el Evangelio, nuestra historia patria,
el Código civil, el catecismo.
El que no sabe leer, leer no puede eso,
y ni aun sabe rezar más que de oído:
no sabe orar a Dios, no le conoce,
la ignorancia sofoca hasta el instinto
El que no sabe leer no adquiere ideas,
piensa con las que ya le han imbuido.
¿Quiénes? Probablemente los que quieran
explotarle o hacérsele propicio:
y si Eva engañó a Adán, y estaban solos,
y habitaban aún el Paraíso,
¿qué harán en nuestros pueblos ignorantes
la audacia, la ambición y el fanatismo?
El que no lee, no sabe: y quien no sabe,
del que sabe en poder constituido
sólo está de la acémila a la altura:
es como el asno o como el buey sumiso;
y ese está siempre, o al señor o al pueblo,
o a los que más que él saben, sometido
y aunque bestia ignorante es bestia útil,
pues del común trabaja en beneficio.
El feroz, el rebelde, el que no entiende
razón, contra las leyes levantisco
y el progreso social, es una bestia
con quien la sociedad rompe sus vínculos.
A ese hay que echarle de ella...o suprimirle:
porque el que nada sabe es un perdido
que, de todo incapaz, empieza en vago,
desde el ocio haragán cae en el vicio,
y luego en la miseria, y en el crimen
después, y al fin un juez le echa al patíbulo.
Es la historia del hombre no educado,
montaraz como el lobo y el erizo,
que huye la sociedad, y al que le aborda
le presenta no más dientes o pinchos
Ese no supo leer, y nada supo;
jamás comprendió bien frase ni dicho:
lo que de lo que oyó recogió al vuelo
fue lo trunco no más, lo sin sentido;
y, como nada concibió a derechas,
se echó a través de todo, a todo esquivo;
y a través de su bárbara ignorancia
sin idea de Dios fue su alma a juicio.
Y ese es el que no lee: la bestia humana.
¿Por qué hay doce millones de individuos
que leer no sabemos en España
y de la escuela y el maestro huimos?
Comprendo bien que alcaldes y caciques
por el maestro al verse corregidos
(porque el maestro al fin sabe más que ellos)
cobren a los maestros omecillo:
de gramática parda profesores,
ven con desdén lo sabio y lo científico,
y vanidad no existe más indómita
que la soberbia ruin de los pardillos.
Mas que en villas de rollo y en ciudades
miren con tal desdén los municipios
a los maestros, que a pagar se nieguen
los pocos reales de su haber mezquino;
que impasibles toleren los gobiernos
que ya ascienda a millones lo debido;
que anden ya los maestros señalados
de miseria ridícula por tipos,
y al lápiz, a la pluma y en la escena
se les ponga ante el público en ridículo,
entre buenos cristianos se me antoja
sandia conducta y proceder inicuo.
¿A quién estorbar pueden los maestros,
ni a quiénes tienen hoy por enemigos?
Si los tienen, quitárselos de en medio,
que amparo ante la ley les da su título.
¿Es que no tienen los gobiernos fuerza
ni mandan para ser obedecidos?
Quien ordena al maestro abrir la escuela,
que obligue a entrar en ella a sus discípulos
¿Qué es, pues, en qué se basa, quién fomenta
el odio inverosímil, el instinto
de aversion a la letra y al maestro
que demuestra en España el campesino?
¿Qué hay bajo esta vergüenza que revela
este reciente cálculo estadístico
del país, que nos deja estupefactos
a los que en él leemos y escriblmos?
Creó el gobierno la instrucción primaria,
reclamó el clero la instrucción del niño,
centros y clubs la del obrero pobre,
los sabios jesuistas la del rico,
la del centro burgués los escolapios,
y cientos de hermanitas y hermanitos,
por santos institutos y conventos
con objeto tan santo repartidos,
la de las vendedoras del mercado,
la de los camareros, los mendigos,
asilados, zinzayas, costureras,
todo lo perdulario y perdedizo,
todo lo suelto, abandonado y prófugo,
todo, en fin, lo extraviado y lo perdido...
¡Y aún hay doce millones de españoles
que no sabemos leer!...Pues...es un mito.
¿Por qué? Señor Sagasta y señor Cánovas,
si ustedes no lo saben, averígüenlo:
porque si a leer a España no enseñamos,
verán lo que es la España fin de siglo.
Yo ya no lo he de ver: yo ya del mundo
como dijo el gitano, me las guillo,
mas si a ustedes les coge de sorpresa,
no es porque yo al morir no se lo aviso.
© Javier de Lucas