
JAVIER DE LUCAS





NACIMIENTO DEL CINE

 Se puede considerar que el cine nació oficialmente el 28 de diciembre de 
1895. Aquel día, los hermanos Lumière 
mostraron, en sesión pública, sus films a los espectadores del Salon 
Indien de París. En uno de sus primeros films, "La llegada de un tren a la 
estación de Ciotat", el efecto de una locomotora que parecía salir de la 
pantalla fue enorme. El  aparato con el cual lo consiguieron lo llamaron 
Cinematógrafo. Había nacido la cinematografía. Pero el éxito inicial se fue 
apagando por el cansancio del público.
Se puede considerar que el cine nació oficialmente el 28 de diciembre de 
1895. Aquel día, los hermanos Lumière 
mostraron, en sesión pública, sus films a los espectadores del Salon 
Indien de París. En uno de sus primeros films, "La llegada de un tren a la 
estación de Ciotat", el efecto de una locomotora que parecía salir de la 
pantalla fue enorme. El  aparato con el cual lo consiguieron lo llamaron 
Cinematógrafo. Había nacido la cinematografía. Pero el éxito inicial se fue 
apagando por el cansancio del público. 
                
Las películas que siempre veían eran hechas sobre momentos cotidianos, sobre la vida laboral o familiar. Y fue la magia y la imaginación de otro hombre, Georges Méliès, que salvó el cine de acabar como un invento más entre tantos de aquella época. Méliès hizo realidad los sueños de las personas, al mostrarlos en las imágenes que se representan en una pantalla. Por fin, la fantasía podía volar a través de la luz. Méliès es el primer inventor de ficciones. Es más, de la ciencia-ficción. "Viaje a la Luna" (1902) y "Viaje a través de lo imposible" (1904) se encuentran entre las mejores muestras del inventor de los trucajes. Uno de los más habituales era hacer desaparecer cosas o hacerlas aparecer de nuevo. Otros eran la sobreimpresión de una imagen sobre otra, las dobles exposiciones o el uso de maquetas.
A principios del siglo XX, el cine ya es una industria. Ha pasado de ser 
un invento para divertir a ser una máquina de hacer dinero. El cine se extiende 
por el mundo. 
En España, Fructuós 
Gelabert se convierte en el padre de la cinematografía  española 
(1897). Segundo de Chomón sigue 
los pasos de Méliès en su film "El hotel eléctrico" (1905), donde los trucajes 
son de los mejores de la época. 
Como las películas eran mudas, unos 
rótulos en medio de las escenas iban explicando la acción o los diálogos. Y, a 
veces, un pianista daba el toque musical al espectáculo. Las barracas de los 
inicios del cine se convirtieron en salas elegantes y espaciosas donde 
comenzaban a acudir las clases bien estantes y no sólo las populares. 
                
Con el fin de llenar de films estas salas estables, se comenzaron a realizar películas más cultas para este público burgués. En Francia el proyecto se conocía como Films d'Art, títulos basados en obras literarias donde actuaban actores famosos del teatro. Tal como Edison en los EEUU, Charles Pathé marca en Francia el inicio de la industrialización del cine. Los films producidos por él alcanzaron un buen nivel de calidad gracias a la dirección de Ferdinand de Zecca, a quien se debe "La Passió" (1902) o "El asesinato del duque de Guisa" (1904).
En la casa 
Pathé debutó uno de los primeros grandes cómicos, Max Linder, que inspiró a Chaplin. 
A Pathé le aparece un rival igualmente francés, Léon Gaumont, que contrata al 
director Louis 
Feuillade, que se especializa en el género de terror. 
Siguiendo 
las huellas galas, en Inglaterra aparece la llamada Escuela de Brighton, formada 
por los fotógrafos Smith, Williamson y Collins, que se interesan por los temas 
de persecuciones y bélicos donde proporcionan nuevos recursos técnicos 
fundamentales para la gramática cinematográfica. 
                
Pero serán los EE.UU. quien saque más provecho del invento. En 1903, con la cinta "Asalto y robo de un tren", Edwin Porter inaugura el cine del Oeste -continuado después por T.H.Ince- y utiliza el montaje simultáneo. Los espectadores comienzan a aprender un nuevo lenguaje, el cinematográfico: aprenden a relacionar las imágenes entendiendo que guardan una relación de continuidad. Y la base de este nuevo lenguaje es el montaje.
Viendo que se convierte en un gran espectáculo popular, que supera las 
barreras sociales e idiomáticas -en un país de inmigración formado por multitud 
de lenguas y etnias-, el factor negocio entra en acción. Con el fin de 
monopolizar el mercado cinematográfico y acabar con sus competidores, Edison 
envía a sus abogados contra los explotadores de aparatos cinematográficos. Se 
trata de la guerra de las patentes (1897-1906) que, después de una época 
de procesos, clausuras de salas, confiscación de aparatos y momentos de 
violencia, da la victoria a Edison. 
Ello afectó negativamente a los 
productores independientes, los cuales, para huir del inventor-negociante, 
marchan al otro lado del país, a California, donde fundan Hollywood. Aquí 
levantarán las grandes productoras que harán la historia del cine 
norteamericano. 
                
Entre los diversos países donde el cine ya es una realidad, Italia es uno de los avanzados en la concepción del cine como espectáculo. Y las películas de grandes reconstrucciones históricas serán el mejor medio para hacerse con el público. El título más destacado fue "Cabiria", dirigido por Giovanni Pastrone en 1913. Grandes escenarios y muchos extras encarnando a romanos o a cartagineses crean una producción colosal para la época. Una concepción del cine que influirá en los cineastas norteamericanos.

 
                David Wark Griffith fue el gran fijador del lenguaje cinematográfico. Sus innovaciones en la manera de narrar una película revolucionaron el séptimo arte: En sus obras maestras "El nacimiento de una nación" (1914) e "Intolerancia" (1915), dividía el film en secuencias, mostraba acciones en paralelo, cambiaba el emplazamiento y el ángulo de la cámara, variaba los planos, usaba el flash-back o narración de un hecho ya pasado. Pero, sobre todo, Griffith asumió que el montaje era el instrumento expresivo más importante conque contaba el cine; que no servía sólo para ordenar secuencias y planos, sino también para emocionar al espectador.
Griffith llegó a influir a jóvenes cineastas de una geografía tan alejada de los EEUU, como es Rusia. El triunfo de la revolución rusa en 1917 hizo pensar a sus dirigentes que el cine podía asumir un papel de adoctrinamiento y propagandístico. Así que encargó a unos cuantos directores el hecho de crear una nueva cinematografía en el país. Entre estos nuevos cineastas destacaron Dziga Vertov -creador del kino-glaz (cine-ojo)-, Serguei M.Eisenstein -quien sorprendió al mundo con la fuerza de las imágenes y la magistral utilización del montaje en su película "El acorazado Potemkin" (1925)-, V.Pudovkin, autor de "La madre" (1926), y A.Dovjenko, director de "La tierra" (1930). Se trata de productos de vanguardia y de experimentación formal.
En estas primeras décadas de cine aparecen más directores que se dan 
cuenta de que este nuevo medio de comunicación de masas también puede servir 
como medio de expresión de lo más íntimo del ser humano: sus anhelos, angustias 
o fantasías. Y además expresándolo con una estética innovadora, de "vanguardia". 
En Alemania, los estilos "expresionista" y kammerspiel sorprenden por sus 
productos ambientados en escenarios irreales o futuristas. "El gabinete del 
Dr.Caligari" (1919), de Robert Wiene, "Nosferatu" (1922), de F.W.Murnau, "Metrópolis" 
(1926), de Fritz Lang, o "M, el vampiro de Düsseldorf" (1931), también de Lang, son los títulos más 
representativos. 
Este cine aparecido después de la derrota de los 
alemanes en la Guerra Europea y el establecimiento de la humillante Paz de 
Versalles, refleja sus angustias y contradicciones. El país vive bajo la 
inestabilidad de la República de Weimar y de una gran crisis económica, 
situación de la cual se aprovecharán los nazis. El trabajo de la iluminación 
-llena de contrastes entre el claro-obscuro, la luz y la sombra- serán uno de 
los aspectos plásticos más innovadores. 
                
Al contrario de los alemanes, los cineastas nórdicos huyen de los interiores angustiosos y hacen de los exteriores, del paisaje, el escenario natural para sus dramas. Destacaron directores como Sjöström, Stiller o Dreyer; éste último dirigió la obra maestra "La pasión de Juana de Arco" (1928). En el caso de Francia, Louis Delluc fue el principal promotor del impresionismo cinematográfico galo, corriente de vanguardia en la cual contribuyeron L'Herbier,Dulac y Epstein; éste último dirigió "La caída de la casa Usher" (1927). Al margen de este movimiento destacan también Abel Gance, autor de "Napoleón" (1927), film donde la técnica de proyección se anticipó al Cinerama- y Jacques Feyder, director de "La Atlántida" (1921).
Por su parte, el estilo "surrealista" busca expresar el subconsciente de manera poética. A este cine vanguardista contribuyeron dos españoles importantes: el cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí.
El cine americano apuesta más por el beneficio material que por la estética o la poesía visual. Una pequeña ciudad del Oeste americano, Hollywood, se había convertido en poco tiempo en el centro industrial cinematográfico más próspero de los EE.UU. Grandes empresas se reunieron levantando sus estudios donde, además de filmarse las películas, se "construyen" las estrellas para interpretarlas. Un hábil sistema de publicidad crea una atmósfera de leyenda alrededor de los ídolos del público; los actores y las actrices se convierten en mitos. Es el caso de Lilian Gish, Gloria Swanson, John Barrymore, Lon Chaney, John Gilbert, Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Mae West o Rodolfo Valentino. Se trata del Star System, sistema de producción basado en la popularidad de los actores por medio de la cual se conseguían más beneficios.
Durante la Guerra Europea y aprovechando el descenso de producción en Europa por el mismo motivo, Hollywood se dedicó a dominar los mercados mundiales. La década de los años 20 fue la época dorada del cine mudo americano: espectáculo, grandes actores, diversidad de géneros... Entre éstos destacó el slapstick o cine cómico: los pasteles de nata, las locas persecuciones, los golpes, las bañistas...; invento de Mack Sennett que descubrió a Chaplin, Lloyd, Turpin, Langdon... Quizás una reacción a la época difícil marcada por la Guerra Europea. Pero serán dos cómicos concretos quienes harán universal el arte de hacer reír en la pantalla: Charlot y Keaton.
Payasos geniales y, a la vez, críticos con su sociedad deshumanizada, sus gags han hecho reír a niños y a adultos de diversas generaciones, en todo el mundo. De Charlot es "La quimera del oro" (1925) y de Buster Keaton "El maquinista de la General" (1926).
De los grandes estudios salen grandes producciones, algunas de ellas muy 
espectaculares como las que hacía el director Cecil B. de 
Mille, "Los diez mandamientos" (1923) o "Rey de Reyes" (1927); o bien obras 
maestras de cineastas extranjeras que se establecieron en Hollywood, como Erich 
                Von 
Stroheim, autor de "Avaricia" (1924).
                 EL 
                CINE SONORO
EL 
                CINE SONORO
                                

El 6 de octubre de 1927 sucede un hecho revolucionario para la historia del cine: ¡comenzaba a hablar! "El cantor de jazz", de Alan Crosland, dejaba escuchar al actor Al Jolson cantando.
Se iniciaba una nueva era para la industria del cine. También para los actores: muchos de ellos desaparecieron como tales al conocer el público su verdadera voz, desagradable o ridícula, que no correspondía a la apariencia física. ¡Desaparecían los intertítulos!
Los estudios tuvieron que replanteárselo a pesar de que hicieron importantes inversiones para reconvertirse en sonoros. También los técnicos y los cineastas cambiaron de forma de hacer y de pensar. Y los actores y actrices tuvieron que aprender a vocalizar correctamente. En España, los primeros estudios sonoros, los Orphea, fueron inaugurados en Barcelona en 1932.
La implantación del sonoro coincidió 
con el crack económico de 1929 que ocasionó una Gran Depresión en los EEUU. 
Miles de ciudadanos encontraban en el cine momentos para huir de los problemas 
cotidianos. Hollywood se dedicó a producir títulos basados en los géneros 
fantástico, la comedia, el musical o el cine negro, con el fin de exhibir productos 
escapistas. 
                
Es el momento de directores como Lubitsch -autor de "Ser o no ser" (1942)-; Capra -maestro de la comedia americana, con títulos como "Sucedió una noche" (1934) o "Vive como quieras" (1938); Hawks -director de Scarface (1932)-; Cukor, autor de "Historias de Filadelfia" (1940)-; John Ford -conocido sobre todo por sus "westerns" épicos, como "La diligencia" (1939); o Josef von Sternberg -cineasta alemán que dirigió "El ángel blau" (1930)-. Este cine de entretenimiento general tiene la excepción con el hecho por King Vidor, cineasta sensible a los problemas de las capas populares, como lo reflejó en "El pan nuestro de cada día" ( 1934). "En Alemania es G.W.Pabst quien cultiva un cine social.
Este 
compromiso estético con los menos favorecidos fue más fuerte en Europa. En 
Francia, coincidiendo con el Frente Popular, Jean Renoir mostraba la 
vida cotidiana y laboral de los trabajadores, incluso utilizándolos de auténticos 
 protagonistas de algunos de sus films, como en "La regla del juego" (1939), 
título que, además de su carga de naturalismo, supuso nuevas aportaciones 
estéticas. Otros cineastas encuadrados en lo que se llama "realismo poético" 
fueron Jacques 
Feyder, Jean 
Vigo, Marcel 
Carné  y René 
Clair. 
 
                
Muchas de las nuevas estrellas de cine proceden del teatro o del musical. Nombres como Marlene Dietrich, Greta Garbo, Claudette Colbert, Olivia de Havilland, Gary Cooper, Clark Gable, Errol Flynn, Jean Gabin, Edward Robinson o Humphrey Bogart se han convertido en mitos del cine.
El cine en color llega en 1935 con la película "La feria de las vanidades", de Rouben Mamoulian, aunque artísticamente su plenitud se consigue en el film de Victor Fleming, "Lo que el viento se llevó" ( 1939).
El cine de animación se fue implantando entre los gustos del público, especialmente entre los más pequeños. Walt Disney es el creador americano predilecto incluso más allá del propio país.
Los trucajes es una de las especialidades más estimadas por el público. La ubicación de castillos en paisajes donde no han existido, a partir de cristales pintados, o la recreación de un gorila gigante a partir de un simio pequeño o de maquetas, son muestras de la magia del cine, a la cual acaban de dar el toque la decoración, el maquillaje o el vestuario.
Frente a directores con planteamientos principalmente comerciales, hacen aparición otros con nuevas inquietudes estéticas. Es el caso de Von Stroheim, Hitchcock o Orson Welles; éste último realizó las obras maestras "Ciudadano Kane" (1941) y "El cuarto mandamiento" (1942).
Mientras tanto en Europa las cinematografías de los países con gobiernos totalitarios se orientan hacia un cine políticamente propagandístico, con frecuencia fallido artísticamente en el caso de los fascismos.
Respecto al Estado soviético, sigue siendo una excepción el cine de S.M.Eisenstein, como lo demuestran los films "Alexander Nevsky" (1938) e "Iván el Terrible" (1945).
Cuando la Segunda Guerra Mundial estalla, el cine se basa en la propaganda 
nacionalista, el documental de guerra o el producto escapista.  DESPUES 
                DE LA GUERRA
DESPUES 
                DE LA GUERRA
                                

Al terminar la guerra, en una Italia destrozada, aparece el llamado cine "neorrealista", un cine testimonial sobre la realidad del momento, hecho con pocos medios materiales pero con mucha humanidad, preocupado por los problemas del individuo de la calle. "Roma, ciudad abierta" (1944-46), de Rossellini, "Ladrón de bicicletas" (1946), de Vittorio De Sica, o "La terra trema" (1947), de Visconti, suponen una mirada sobre los problemas de subsistencia de los más humildes.
Este tipo de cine creó escuela por todo Occidente e, incluso, los norteamericanos se aficionaron a filmar historias fuera de los estudios, aprovechando los escenarios naturales; el "cine negro" -policíaco- fue uno de los géneros que más rodó en las ciudades.
En los EEUU, las películas o bien denotan un tono pesimista donde los personajes reflejan los padecimientos y angustias pasadas a lo largo de la guerra o como consecuencia de ella, o bien se inspiran en la comedia o el musical porque el público -a la vez- necesita "olvidar". Cuando en 1947 se inicia la "guerra fría" entre Occidente y la URSS, en los EEUU comienza un período de conservadurismo político que llega a afectar a Hollywood, especialmente a los cineastas de izquierda, los cuales son perseguidos, denunciados y condenados. A este período, que se prolongó hasta 1955, se le conoce como "mccarthysmo" o "cacería de brujas". Algunos cineastas, como Chaplin o Welles, optaron por el exilio.
Los años 50 representan para los norteamericanos una nueva época de bienestar que cambió el estilo de vida, sobre todo en lo que se refiere al ocio. La adquisición de televisores supone un fuerte competidor para el cine. El número de espectadores disminuye y hay que buscar maneras para recuperarlo. La mejor forma será dándole al público lo que la pequeña pantalla no puede: espectacularidad. Es entonces cuando la pantalla crece, se proyecta en color y el sonido se convierte en estéreo. Aparece el Cinerama, el Cinemascope, el relieve, la VistaVision... se imponen los musicales -como "Cantando bajo la lluvia" (1952), de S.Donen y G.Kelly-, y las superproducciones.
Hacen aparición nuevos mitos de la pantalla que rompen los esquemas de 
comportamiento social convencionales, como Marlon Brando, James Dean o Marilyn Monroe. 
                
Los jóvenes se convierten en un público potencial importante; es la época del rock. Es también la década de los grandes melodramas y de la consolidación de los géneros, como en el caso del thriller; un buen ejemplo de éste último lo tenemos en los films de Hitchcock, "Vértigo" (1958) o "La ventana indiscreta" (1954).
Obviamente, además de Occidente, en el resto del mundo también ha existido cinematografía, dependiendo la producción -en cada uno de los países mayoritariamente desarrollados- de sus posibilidades económicas y de sus lazos coloniales o postcoloniales con la metrópolis europea. Si bien algunos paises de Africa, como Egipto, o la Índia se han caracterizado por su capacidad de producción, Japón se ha distinguido -además de la calidad de muchos de sus títulos, de la mano de grandes cineastas como Ozu, Mizoguchi y Kurosawa, éste último es el autor de "Los siete samurais" (1954). En todos ellos sorprende la concepción del tiempo cinematográfico y de la planificación.
A finales de los años 50, y siguiendo los pasos de directores innovadores como Rossellini, el cine francés se encontraba estancado por los productos clásicos que salían de sus estudios. Una nueva generación de realizadores aportan oxigeno al cine, bajo la denominación nouvelle vague, un cine igualmente hecho con pocos medios pero con fuerza innovaciones estéticas, como demostró el film de Godard, "À bout de souffle" (1959), que supuso una ruptura con el lenguaje cinematográfico habitual. Otros realizadores como Resnais, Truffaut, Chabrol, Malle o Rohmer siguieron los mismos pasos, aunque cada uno desde su estilo personal. Paralelamente aparece el cinéma verité, de tendencia documentalista, que busca captar la vida tal como es.
En otros lugares, a lo largo de los años 60 surgirán también nuevos cinemas: En Suecia, Ingmar Bergman asume un cine introspeccionista donde la psicología de las personas, sus angustias y sus dudas existenciales, pasa a ser el referente principal.
En Italia, Antonioni, Pasolini, Bertolucci, Visconti y Fellini optan por un tipo de cine poético. Mientras que Antonioni -autor de "La aventura" (1960)- indaga en el comportamiento de los personajes, Fellini se distingue por su cine rico en propuestas fantasiosas y oníricas, siendo una muestra los films "Ocho y medio" (1963) o "Amarcord" (1974).
En Gran Bretaña, el free cinema se encuadra dentro de una estética 
contestataria, crítica para con su sociedad puritana y clasista; plantea las 
inadaptaciones sociales que ocasiona la vida en las grandes ciudades 
industriales y la soledad del hombre contemporáneo en ellas. Los cineastas más 
representativos han sido Lindsay Anderson, Tony Richardson o Karel Reisz. En la 
Alemania federal, el "nuevo cine alemán" generó cineastas como Fleischmann, 
Kluge, Schlöndorff, Straub, Fassbinder, Herzog o Wenders. Hay que tener en 
cuenta en todos ellos la influencia del "mayo del 68". 
    
En Latinoamérica, el nuevo cine va de la mano del despertar social del Tercer Mundo: en Brasil, Glaubert Rocha, Pereira Dos Santos y Ruy Guerra; en Cuba, Gutiérrez Alea, Octavio Gómez y Humberto Solas; y en Argentina, Solanas, Getino, Birri y Torre Nilsson, hacen la alianza entre estética y compromiso social. Este cine, juntamente con el que se hace en el resto de países subdesarrollados de los otros continentes -como consecuencia del proceso descolonizador de los años 60-, se conoce como "cine del Tercer Mundo".
En aquellos países europeos bajo regímenes no-democráticos, una serie de cineastas defensores de las libertades aportan productos igualmente creativos. Es el caso de A.Ford, Wajda, Munk, Kawalerowicz, Zanussi o Polanski en Polonia; Meszaros, Gabor, Szabo y Jancso en Hungría; Forman, Menzel, Nemec o Txitylova en Checoslovaquia; Kozintsev o Txujrai en la URSS. O de Buñuel (desde el exilio), Bardem, Berlanga y Saura en España.
En los EEUU, a partir de la década de los 60, la nueva generación de directores se forman en la televisión. Se trata de unos cuantos cineastas inquietos también por hacer un nuevo cine narrativamente más independiente que no por el producido tradicionalmente por Hollywood; directores como Cassavettes, Lumet, Mulligan, Penn o Nichols. Muchos de ellos operaron desde Nueva York y crearon el cine underground, anticomercial, antihollywood y de vanguardia. Paralelamente, algunos géneros que requieren grandes inversiones, como las superproducciones o los musicales, ofrecen sus últimas grandes muestras.
LAS ULTIMAS DECADAS

A finales de los años 70, y después de unos años de cine espectacular basado en el catastrofismo -quizás como reflejo del retorno del peligro atómico-, se impone la recuperación de la superproducción desdel punto de vista de la calidad y de la rentabilidad. Concretamente de la mano de Georges Lucas -autor de "La guerra de las galaxias" (1977)- y de Steven Spielberg, realizador de "Encuentros en la tercera fase" (1977)-. Paralelamente, otros directores apuestan por un cine igualmente comercial pero tratando con un estilo de realización muy personal y creativo, como Ford Coppola,Scorsese, Brian de Palma, Burton, Lynch... Son unos años en los que o se cuestiona todo -como en el caso de los films sobre Indochina- o se retorna al pasado con nostalgia; abundan los remakes y el fantástico.
 En los 
años 80, la aparición e introducción del vídeo, y el aumento de los canales 
televisivos por vías diferentes, hacen que el público vea más cine que nunca, 
sin salir de casa. Es preciso buscar de nuevo espectacularidad: películas con 
muchos efectos especiales prueban de atraer a los espectadores hacia la sala 
oscura. Actores musculosos se convierten en héroes de la pantalla en títulos 
violentos cuando no reaccionarios. Frente a este cine consumista aparecen 
autores más preocupados por los temas políticos y, sobre todo, por la injerencia 
de los EEUU en otras zonas. También son tiempos de grandes melodramas y de 
recuperación de la comedia; en ésta última destaca Woody Allen. La 
globalización de la economía afecta al cine norteamricano que se alía con la 
indústria electrónica oriental.
En los 
años 80, la aparición e introducción del vídeo, y el aumento de los canales 
televisivos por vías diferentes, hacen que el público vea más cine que nunca, 
sin salir de casa. Es preciso buscar de nuevo espectacularidad: películas con 
muchos efectos especiales prueban de atraer a los espectadores hacia la sala 
oscura. Actores musculosos se convierten en héroes de la pantalla en títulos 
violentos cuando no reaccionarios. Frente a este cine consumista aparecen 
autores más preocupados por los temas políticos y, sobre todo, por la injerencia 
de los EEUU en otras zonas. También son tiempos de grandes melodramas y de 
recuperación de la comedia; en ésta última destaca Woody Allen. La 
globalización de la economía afecta al cine norteamricano que se alía con la 
indústria electrónica oriental. 
    
Comenzada la década de los 90, la crisis de ideas se apoderó del cine 
norteamericano; así que decidió inspirarse en los héroes del cómic, 
aprovechándose de los nuevos procedimientos para la creación de efectos 
especiales. También algunas series históricas de televisión serán objeto de 
versiones para la gran pantalla. Géneros como la comedia clásica, los grandes 
dramas, los dibujos animados, el fantastic o el western han retornado con 
fuerza; géneros tradicionales a los cuales se les ha de sumar la sexualidad como 
ingrediente importante en diversos films y la aparición de un nuevo grupo de 
actores jóvenes conocidos como la "generación X", además de actores infantiles 
intérpretes de películas familiares. Por otra parte, la comedia española y el 
resurgimiento del cine latinoamericano han marcado durante estos años la 
cinematografía hispanohablante. 
    
Algunos países europeos reaccionan contra la enorme presencia comercial del cine norteamericano, mediante leyes que favorezcan a sus propios mercados. En España, siguen apareciendo nuevos autores, como Julio Medem, Alejandro Almenábar, Fernando León, Benito Zambrano, Icíar Bollaín, Isabel Coixet...
Llegados a los cien años de cine, el procedimiento basado en la fotoquímica se alía con las nuevas tecnologías electrónicas y de los estudios salen películas donde el ordenador ha tenido mucho que ver en el proceso de obtención o manipulación de las imágenes. Hombres de carne y hueso transformándose en hombres cibernéticos, los grandes saurios paseándose en pleno siglo XX, protagonistas dando la mano a personajes muertos hace décadas...
De la mano de la electrónica aparece la realidad virtual: ¿nos convertiremos pronto en espectadores individuales de las películas?
 JAVIER 
    DE LUCAS
 
        JAVIER 
    DE LUCAS
OTRA BREVE

 Tanto en Estados Unidos como en Europa, se animaban imágenes 
      dibujadas a mano como forma de diversión, empleando dispositivos que se 
      hicieron populares en los salones de la clase media. Concretamente, se 
      descubrió que si 16 imágenes de un movimiento que transcurre en un segundo 
      se hacen pasar sucesivamente también en un segundo, la persistencia de la 
      visión las une y hace que se vean como una sola imagen en movimiento.
Tanto en Estados Unidos como en Europa, se animaban imágenes 
      dibujadas a mano como forma de diversión, empleando dispositivos que se 
      hicieron populares en los salones de la clase media. Concretamente, se 
      descubrió que si 16 imágenes de un movimiento que transcurre en un segundo 
      se hacen pasar sucesivamente también en un segundo, la persistencia de la 
      visión las une y hace que se vean como una sola imagen en movimiento.
El zoótropo que ha llegado hasta nuestros días consta de una 
      serie de dibujos impresos en sentido horizontal en bandas de papel 
      colocadas en el interior de un tambor giratorio montado sobre un eje; en 
      la mitad del cilindro, una serie de ranuras verticales, por las cuales se 
      mira, permiten que, al girar el aparato, se perciban las imágenes en 
      movimiento. 
En aquellos mismos años, William Henry Fox Talbot en 
      el Reino Unido y Louis Daguerre en Francia trabajaban en un nuevo 
      descubrimiento que posibilitaría el desarrollo del cinematógrafo: la 
      fotografía, ya que sin este invento previo no existiría el cine. Hacia 
      1852, las fotografías comenzaron a sustituir a los dibujos en los 
      artilugios para ver imágenes animadas. A medida que la velocidad de las 
      emulsiones fotográficas aumentó, fue posible fotografiar un movimiento 
      real en vez de poses fijas de ese movimiento.

Hasta 1890, los científicos estaban interesados 
      principalmente en el desarrollo de la fotografía más que en el de la 
      cinematografía. Esto cambió cuando el antiguo inventor, y entonces ya 
      industrial, Thomas Alva Edison construyó el Black Maria, un 
      laboratorio cerca de West Orange (Nueva Jersey), que se convirtió en el 
      lugar donde realizaba sus experimentos sobre imágenes en movimiento y el 
      primer estudio de cine del mundo. Edison está considerado por 
      algunos como el diseñador de la primera máquina de cine, el kinetoscopio, 
      pero en realidad ni fue él el inventor ni el invento era propiamente una 
      cámara de cine.

Los experimentos sobre la proyección de imágenes en 
      movimiento visibles para más de un espectador se estaban desarrollando 
      simultáneamente en Estados Unidos y en Europa; en Francia, a pesar de no 
      contar con la gran infraestructura industrial de Edison, los 
      hermanos Louis y Auguste Lumière llegaron al cinematógrafo, invento 
      que era al tiempo cámara, copiadora y proyector, y que es el primer 
      aparato que se puede calificar auténticamente de cine, por lo que la fecha 
      de su presentación pública, el 28 de diciembre de 1895, y el nombre de los 
      inventores son los que han quedado reconocidos universalmente como los 
      iniciadores de la historia del cine. Los hermanos Lumière 
      produjeron además una serie de cortometrajes con gran éxito, de género 
      documental, en los que se mostraban diversos elementos en movimiento: 
      obreros saliendo de una fábrica, olas rompiendo en la orilla del mar y un 
      jardinero regando el césped. Uno de sus cortometrajes más efectistas para 
      demostrar las posibilidades del nuevo invento fue el que mostraba a un 
      tren correo avanzando hacia el espectador, lo que causaba gran impresión 
      en el público asistente.

En 1896 el ilusionista francés Georges Méliès 
      demostró que el cine no sólo servía para grabar la realidad, sino que 
      también podía recrearla o falsearla. Con estas imaginativas premisas, hizo 
      una serie de películas que exploraban el potencial narrativo del nuevo 
      medio, dando inicio al cine de una sola bobina. En un estudio en las 
      afueras de París, Méliès rodó el primer gran filme puesto en escena 
      cuya proyección duró cerca de quince minutos: L'Affaire Dreyfus 
      (El caso Dreyfus, 1899) y filmó Cendrillas 
      (Cenicienta, 1900) en 20 escenas. Pero sobre todo a Méliès 
      se le recuerda por sus ingeniosas fantasías como Viaje a la luna 
      (1902, en la que experimentaba las posibilidades de los trucajes con la 
      cámara de cine. Méliès descubrió que deteniendo la cámara en mitad 
      de una toma y recolocando entonces los elementos de la escena antes de 
      continuar podía, por ejemplo, hacer desaparecer objetos. Del mismo modo, 
      retrocediendo la película unos cuantos centímetros y comenzando la 
      siguiente toma encima de lo ya filmado, lograba superposiciones, 
      exposiciones dobles y disoluciones (fundidos y encadenados, como elemento 
      de transición entre distintas escenas). Aunque hoy en día parecen poco más 
      que curiosidades, son precursores significativos de las técnicas y los 
      estilos de un arte entonces balbuceante.

 El estilo documentalista de los hermanos Lumière y 
      las fantasías teatrales de Méliès se fundieron en las ficciones 
      realistas del inventor estadounidense Edwin S. Porter, a quien se 
      le atribuye en ocasiones la paternidad del cine de ficción. Trabajando en 
      el estudio de Edison, Porter produjo la primera película 
      estadounidense interesante, Asalto y robo de un tren, en 1903. Esta 
      película, de 8 minutos, influyó de forma decisiva en el desarrollo del 
      cine porque incluía innovaciones como el montaje de escenas filmadas en 
      diferentes momentos y lugares para componer una unidad narrativa. Al hacer 
      esto, Porter inició el montaje, uno de los fundamentos de la creación 
      cinematográfica.
El estilo documentalista de los hermanos Lumière y 
      las fantasías teatrales de Méliès se fundieron en las ficciones 
      realistas del inventor estadounidense Edwin S. Porter, a quien se 
      le atribuye en ocasiones la paternidad del cine de ficción. Trabajando en 
      el estudio de Edison, Porter produjo la primera película 
      estadounidense interesante, Asalto y robo de un tren, en 1903. Esta 
      película, de 8 minutos, influyó de forma decisiva en el desarrollo del 
      cine porque incluía innovaciones como el montaje de escenas filmadas en 
      diferentes momentos y lugares para componer una unidad narrativa. Al hacer 
      esto, Porter inició el montaje, uno de los fundamentos de la creación 
      cinematográfica.

El ejemplo, sobre todo de Italia, que en 1912 con 717 producciones era el cine más potente del mundo, llevó a los productores estadounidenses a la acción, viéndose obligados a hacer películas más largas, en las que los directores tuvieran también una mayor libertad artística, y los actores figuraran en los títulos de crédito, lo que hizo indefectiblemente que algunos de éstos se convirtieran en los favoritos del público. Como resultado, siguió un periodo de expansión económica y artística en el cine de este país.
El cineasta más influyente del periodo mudo en la naciente 
      industria estadounidense fue el productor y director D. W. 
      Griffith, que en 1908 desarrolló la producción desde los estudios 
      Biograph, en Nueva York, y perfeccionó los elementos que hasta 
      entonces se habían empleado para hacer cine. Dio a los planos un sentido 
      narrativo funcional, comenzándolos sólo cuando había en la acción 
      elementos significativos que mostrar, y terminando en cuanto la acción 
      concluía. También acercó la cámara a los actores para conseguir más fuerza 
      emocional, dando al primer plano un sentido enfático y rompiendo con el 
      tópico, hasta entonces predominante en la industria, de que los 
      espectadores no comprenderían dos ojos o una mano llenando toda la 
      pantalla. Griffith, además de introducir estas novedades en la 
      colocación de la cámara, hizo también evolucionar la puesta en escena, y 
      formó y dirigió su propia compañía de actores hacia un modo de 
      interpretación más naturalista (como por otra parte requerían los planos 
      más cercanos de los intérpretes). En su escuela se formaron futuras 
      estrellas como Mary Pickford, Lillian Gish o Lionel 
      Barrymore. Además, experimentó con cierta libertad con la iluminación, 
      los ángulos de cámara y el uso de filtros sobre los objetivos para 
      conseguir efectos únicos. Griffith también descompuso las escenas 
      en una serie de planos diferentes, midiendo la duración de cada uno de 
      ellos para conseguir una intensidad emocional creciente y un ritmo antes 
      desconocido en el cine. Con ello demostró que la base de la expresión 
      fílmica es el montaje, y que la unidad de montaje es el plano, y no la 
      escena.
En 1913 Griffith completó la que sería la primera de 
      sus obras épicas: Judit de Betulia, película de 4 bobinas que 
      irritó a los ejecutivos de la Biograph por su duración, por lo que 
      no fue distribuida hasta 1914. Mientras tanto, Griffith había 
      dejado la Biograph para incorporarse a la Mutual de 
      Hollywood y había comenzado a trabajar en El nacimiento de una 
      nación (1915), película de 12 bobinas considerada la primera obra 
      maestra del cine. Aunque hoy resulte ridícula por su tono reaccionario en 
      defensa del Ku Klux Klan, en su día emocionó a los espectadores, que 
      llegaron a los cien millones, con la mezcla experta de acción, combate y 
      drama humano. Con los cuantiosos beneficios de esta obra, Griffith 
      emprendió un intento más progresista, y también más atrevido formalmente, 
      de retratar a través de cuatro episodios históricos el fanatismo humano: 
      Intolerancia (1916). Esta obra le supuso, sin embargo, un fracaso 
      comercial y la ruina económica.

Entre 1915 y 1920 las grandes salas de cine proliferaron por 
      todo el territorio de Estados Unidos, mientras la industria se trasladaba 
      de los alrededores de Nueva York a Hollywood, pequeña localidad 
      californiana junto a Los Ángeles donde los productores independientes, 
      como Thomas Harper Ince, Cecil B. De Mille y Mack Sennett, 
      construyeron sus propios estudios. Se produjeron cientos de películas al 
      año como respuesta a la creciente demanda de las salas. La inmensa mayoría 
      eran westerns, comedias de tortazos y resbalones y elegantes melodramas, 
      como el de Cecil B. De Mille Macho y hembra (1919) 
      protagonizado por Gloria Swanson. Ince, por su parte, se 
      especializó en la Guerra Civil estadounidense y el lejano Oeste, sin 
      concesiones al sentimentalismo, en los que destacó el entonces popular 
      vaquero William S. Hart.
Mack Sennett llegó a ser entonces el rey de la 
      comicidad, introduciendo en la pantalla el estilo de los espectáculos de 
      variedades, en una serie de imaginativas películas protagonizadas por los 
      famosos Keystone Kops. Su estilo en conjunto era nuevo, ya que 
      fundía elementos del vodevil, el circo, las tiras cómicas y la pantomima 
      teatral, con un sentido del ritmo en el que era un verdadero maestro. 
      Sennett decía que un gag debía plantearse, desarrollarse y 
      completarse en menos de 30 metros de película (que equivalen a menos de un 
      minuto de proyección). Tenía un talento especial para crear una atmósfera 
      en la que el temperamento artístico de cada cómico pudiera brillar. 
      Sennet fue un gran descubridor de talentos; entre los que 
      trabajaron con él destacaron Marie Dressler, Mabel Normand, Fatty 
      Arbuckle, Gloria Swanson, Harold Lloyd, Wallace Beery y un nuevo 
      cómico británico cuyo nombre artístico era Charlie Chaplin.
Chaplin era un cómico genial cuyos trabajos darían 
      brillo a la pantalla. Su sola presencia era suficiente para asegurar el 
      éxito comercial de una película. Fue la primera estrella internacional y 
      una leyenda viva desde su juventud, rompiendo con cada nueva producción 
      los récords de taquilla anteriores. Su personaje del vagabundo Charlot 
      mezclaba de una forma única la comedia sentimental, la sátira social y el 
      patetismo de la naturaleza humana, convirtiéndose en un arquetipo 
      universal. Este personaje fue creciendo a lo largo de sus películas El 
      vagabundo (1915), Vida de perros (1918), El chico (1921) 
      y La quimera del oro (1925). Con la llegada del sonoro, los 
      productores se niegan a estrenar Luces de la ciudad (1931), pero él 
      lo hace por su propia cuenta y vuelve a romper todos los récords de 
      taquilla, éxito que repite con Tiempos modernos (1936), sátira 
      contra la automatización del trabajo, y El gran dictador (1940), 
      primer filme hablado de Chaplin, una oportuna burla de los 
      dictadores de aquella época que le trae, sin embargo, enemistades entre 
      los sectores más reaccionarios del poder estadounidense, obligándole a 
      abandonar el país en la década de 1950, cuando la 'caza de brujas' 
      promovida por McCarthy siembra la sospecha y la desconfianza hacia los 
      cineastas progresistas.

En Alemania, en la recién creada Unión Soviética y en 
      Francia, las películas alcanzaron una nueva significación artística, 
      marcando el inicio de un período que sería muy influyente en el desarrollo 
      del medio. 
 Concluidos los años diez, el gobierno alemán favoreció la 
      creación de la UFA (Universum Film Aktiengesellschaft), de donde surge el 
      Expresionismo, cuyos miembros rechazaban el realismo fotográfico 
      para materializar el mundo interior a través de las formas. El ambiente 
      sobrenatural y de misterio creados por los efectos de luz sitúan El 
      estudiante de Praga (1913) como un precedente. 
      
El 
      gabinete del doctor Caligari 
      (1919), de Robert Wiene, en la que los estilizados vestuarios y 
      decorados se utilizaban para contar una terrorífica historia que 
      identifica la autoridad con la demencia y la criminalidad, supuso la 
      cumbre del Expresionismo. Una preocupación similar por la 
      estilización formal y por lo sobrenatural en los temas (frente al prosaico 
      realismo del cine estadounidense, que ha predominado como el único 
      estándar debido a su éxito comercial) se evidencia en películas como El 
      Golem (1920), de Paul Wegener y Henrik Galeen, 
      Nosferatu, el vampiro (1922), una sinfonía de horror, de F. W. 
      Murnau, y Metrópolis (1927) de Fritz Lang, que trata de 
      una sociedad robótica controlada por un gran poder industrial en la que 
      los obreros están reducidos a la condición de esclavos. Cualquiera de 
      estas películas, y en especial las dos últimas, crearon escuela en el cine 
      comercial estadounidense con su temática, decorados e incluso estilo de 
      realización, como prueba el que los dos directores fueran contratados por 
      la industria de Hollywood para continuar su trabajo en aquel país. Tras 
      M, el vampiro de Dusseldorf (1931) y El testamento del doctor 
      Mabuse (1932), Fritz Lang huyó a Estados Unidos. Murnau, 
      tras el éxito de El último (1924), fue a Hollywood para realizar 
      Amanecer (1927).

 A mediados de la década de 1920, la capacidad técnica del 
      cine alemán sobrepasaba la de cualquier otro en el mundo. Los actores y 
      los directores recibían un apoyo casi ilimitado por parte del Estado, que 
      financió los mayores y mejor equipados estudios del mundo, los de la UFA, 
      de Berlín. Los estudios introspectivos, expresionistas de la vida de las 
      clases populares, conocidos como 'películas de la calle', se 
      caracterizaban por su dignidad, belleza y duración, además de introducir 
      grandes avances en el uso efectivo de la luz, los decorados y la 
      fotografía. Las películas alemanas fueron aclamadas universalmente por la 
      profundidad de las emociones que comunicaban y sus innovaciones técnicas. 
      Debido a la emigración de los mejores talentos alemanes, austriacos y, en 
      general, centroeuropeos, la producción de las películas decayó rápidamente 
      tras 1925, convirtiéndose en una industria más que intentaba imitar el 
      cine que se hacía en Hollywood.
A mediados de la década de 1920, la capacidad técnica del 
      cine alemán sobrepasaba la de cualquier otro en el mundo. Los actores y 
      los directores recibían un apoyo casi ilimitado por parte del Estado, que 
      financió los mayores y mejor equipados estudios del mundo, los de la UFA, 
      de Berlín. Los estudios introspectivos, expresionistas de la vida de las 
      clases populares, conocidos como 'películas de la calle', se 
      caracterizaban por su dignidad, belleza y duración, además de introducir 
      grandes avances en el uso efectivo de la luz, los decorados y la 
      fotografía. Las películas alemanas fueron aclamadas universalmente por la 
      profundidad de las emociones que comunicaban y sus innovaciones técnicas. 
      Debido a la emigración de los mejores talentos alemanes, austriacos y, en 
      general, centroeuropeos, la producción de las películas decayó rápidamente 
      tras 1925, convirtiéndose en una industria más que intentaba imitar el 
      cine que se hacía en Hollywood.

Entre 1925 y 1930 apareció una serie de grandes películas 
      soviéticas, revolucionarias tanto en su temática como en su fuerza visual 
      y los métodos de realización empleados. La industria del cine soviética 
      fue nacionalizada en 1919 y puesta bajo el control del Comisariado del 
      Pueblo para la Propaganda y la Educación. Las películas de este periodo 
      mostraban la reciente historia soviética con una fuerza, realismo y visión 
      que era la antítesis del espíritu introspectivo alemán. Los dos 
      principales directores soviéticos, Serguei Mijailovich Eisenstein y 
      Vsievolod Iliarinovich Pudovkin, recibieron una fuerte influencia 
      de la obra de Griffith, sobre todo de Intolerancia y su 
      montaje, aspecto del nuevo arte que analizaron en detalle, formularon 
      teorías, depuraron y aplicaron hasta conseguir los más brillantes logros 
      en este campo de la historia del cine, con la concatenación rápida de 
      tomas separadas de gran fuerza visual capaces de dejar una fuerte 
      impresión en el espectador. Pudovkin dedicó sus esfuerzos a 
      combatir la injusticia social, hecho que vemos en La madre (1926), 
      El fin de San Petersburgo (1927) y Tempestad sobre Asia 
      (1928)
El empleo más espectacular de estas técnicas se puede 
      apreciar en la obra de Eisenstein, El acorazado Potemkin 
      (1925), en la que se relata el motín de los marineros de un barco de 
      guerra, hartos de recibir rancho podrido, y la cálida recepción que las 
      gentes de Odesa dan a los rebeldes. En la célebre secuencia de las 
      escaleras de Odesa, Eisenstein lleva hasta el clímax los disparos 
      de los soldados zaristas sobre la muchedumbre con una serie de escenas 
      rápidas, simultáneas, montadas de forma alternativa, combinando la 
      descripción general de la escena con detalles significativos, como el 
      descenso del cochecito de un niño que rueda por unas interminables 
      escaleras al haber sido alcanzada su madre, o la imagen de una abuela 
      tiroteada, o un estudiante retrocediendo horrorizado mientras las tropas 
      avanzan sobre el pueblo con la bayoneta calada. El resultado final crea 
      una emoción única, integrando toda la serie de sucesos simultáneos.
El 
      fin de San Petersburgo 
      (1927), de Pudovkin, y Octubre (1928), de Eisenstein 
      conmemoran el décimo aniversario de la revolución bolchevique desde 
      distintos puntos de vista. Pudovkin narró la historia del individuo 
      como un héroe, una personificación de las masas. Para Eisenstein, 
      por su parte, las masas por sí mismas son el héroe protagonista. La 
      trascendencia de Eisenstein se debe tanto a sus películas como a su 
      legado teórico. Sus teorías revolucionarias de montaje continúan vigentes 
      en la actualidad. Con el mismo propósito de servir a la revolución rusa, 
      Dziga Vertov fundó en 1922 el noticiario Kino-Pravda 
      (Cine-verdad). Mostraba imágenes desprovistas de todo artificio, 
      sin iluminación, maquillaje, decorados..., poniendo de relieve sus 
      postulados realistas (Cine-ojo). 

Solamente en Francia la industria cinematográfica tenía el 
      vigor necesario como para sobrevivir durante la etapa que siguió a la I 
      Guerra Mundial sin el apoyo del gobierno. El escritor, director y editor 
      de revistas de cine Louis Delluc fue un defensor ardiente del cine 
      francés, que se rodeó de creadores como Abel Gance, René Clair, Jean 
      Epstein o Germaine Dulac. Fue un grupo del que dependería mucho 
      la supervivencia del cine francés. La obra de Delluc, Fiebre 
      (1921) era un retrato impresionista de la vida de las clases populares, 
      mientras que Un sombrero de paja en Italia (1927), de Clair, 
      es una deliciosa e imaginativa comedia basada en una farsa popular del 
      siglo XIX, y Napoleón (1927), de Abel Gance, es una obra 
      monumental e innovadora en cuanto a la técnica: empleaba tres pantallas 
      sobre las que se proyectaban docenas de imágenes simultáneas.
 Una de las producciones francesas más destacadas de la 
      década de 1920 es La pasión de Juana de Arco (1928), del danés 
      Carl Theodor Dreyer, que, trabajando con un reparto y un equipo 
      técnico internacionales, mezcló lo mejor del cine escandinavo, alemán y 
      soviético para hacer un cine con un estilo propio, fluido y lleno de 
      encanto, en el que forma y contenido se fundían para conseguir una 
      reverencia operística por el resultado final. Esta película, junto con 
      Amanecer (1927), película estadounidense de Murnau, cierran 
      el periodo más brillante del cine mudo que daría paso al advenimiento del 
      sonoro.
Una de las producciones francesas más destacadas de la 
      década de 1920 es La pasión de Juana de Arco (1928), del danés 
      Carl Theodor Dreyer, que, trabajando con un reparto y un equipo 
      técnico internacionales, mezcló lo mejor del cine escandinavo, alemán y 
      soviético para hacer un cine con un estilo propio, fluido y lleno de 
      encanto, en el que forma y contenido se fundían para conseguir una 
      reverencia operística por el resultado final. Esta película, junto con 
      Amanecer (1927), película estadounidense de Murnau, cierran 
      el periodo más brillante del cine mudo que daría paso al advenimiento del 
      sonoro.

En España los pioneros del nuevo arte empiezan a producir 
      películas en 1896. Eduardo Jimeno realiza Salida de misa de doce 
      del Pilar de Zaragoza (1896), al puro estilo de los hermanos 
      Lumière. En Barcelona, Fructuoso Gelabert realiza e 
      interpreta Riña de café (1897), la primera película española con 
      argumento. El hotel fantástico (1905), realizada por Segundo de 
      Chomón, incorpora sobreimpresiones y otros trucos que había utilizado 
      en Francia Georges Méliès. Las productoras más importantes 
      de la época del cine mudo son Hispano Films, Films Barcelona 
      e Iris Films. Por lo general producían películas basadas en 
      acartonados dramas teatrales. El gobierno desdeña las posibilidades del 
      cine y ya en 1913 dicta la primera orden de censura. La zarzuela, que 
      suministra temas cinematográficos en la década de 1920, se convierte en 
      todo un subgénero con títulos como La revoltosa (1924) y 
      Gigantes y cabezudos (1925), ambas de Florián Rey. Su mayor 
      éxito lo consiguió con La aldea maldita (1929). Con la llegada del 
      cine sonoro Benito Perojo realiza La verbena de la Paloma 
      (1935); y durante los años de la II República es el director más afamado y 
      cosmopolita, pues también trabajó como guionista, actor y productor en 
      Berlín, París y Hollywood. La película más importante de la etapa del cine 
      mudo fue Las Hurdes, tierra sin pan (1932), de Luis 
      Buñuel.

En los años posteriores a la I Guerra Mundial, la industria 
      cinematográfica se convirtió en uno de los sectores principales de la 
      industria estadounidense, generando millones de dólares de beneficios a 
      los productores que tenían éxito. Las películas de este país se 
      internacionalizaron y dominaron el mercado mundial. Los autores europeos 
      más destacados fueron contratados por los estudios y sus técnicas se 
      asimilaron en Hollywood, que las adaptó a sus fines comerciales. El 
      star system floreció, y las películas utilizaron a las grandes 
      estrellas, entre otras a Rodolfo Valentino, John Barrymore, Greta 
      Garbo, Clara Bow y Norma Shearer, como principal atractivo para 
      el público. El periodo se caracterizó también por el intento de regular 
      los valores morales del cine a través de un código de censura interna, 
      creado por la propia industria de Hollywood en 1930 (el código Hays, 
      bautizado así por dirigirlo el político y moralista Will Hays). Este tipo 
      de instrumentos de control político moral persistieron hasta 1968 en 
      Estados Unidos.

En la década de 1920 las películas estadounidenses 
      comenzaron a tener una sofisticación y una suavidad de estilo que 
      sintetizaba lo que se había aprendido de la experiencia. Los majestuosos 
      westerns románticos, como El caballo de hierro (1924), de John 
      Ford, mostraban la economía y maestría narrativas que marcarían la 
      trayectoria de los directores clásicos Frank Capra, William Wyler o 
      George Stevens. Mientras, Cecil B. De Mille trataba de 
      enmascarar el erotismo de sus primeras comedias sexuales, como El 
      señorito Primavera (1921), tras la fachada bíblica de espectáculos 
      como Los diez mandamientos (1923) o El rey de reyes (1927) 
      en los que de hecho aparecían orgías y escenas de baño con el menor 
      pretexto.
Dos de los directores más populares de la época, Ernst 
      Lubitsch y Erich von Stroheim, alemán el primero y austriaco el 
      segundo, revelaron sus sofisticados y diferentes comportamientos en la 
      pantalla con sus primeras obras en Hollywood. El primero abandonó los 
      espectáculos que había dirigido en su país para hacer comedias ligeras, 
      románticas, caracterizadas por la sencillez de sus decorados, elegancia de 
      su técnica y encanto personal. En Los peligros del flirt (1924) o 
      La locura del charlestón (1926) manejó con tanta habilidad el tema 
      sexual que lograba al mismo tiempo mostrarlo plenamente y resultar 
      aceptable para los censores. El trabajo de Von Stroheim, por su 
      parte, más duro y más europeo en su tono, es de una riqueza extravagante e 
      incluso en ocasiones melancólico, como en Esposas frívolas (1922), 
      en la que contrasta la inocencia estadounidense con la decadencia europea. 
      Su obra maestra sobre la codicia en la sociedad estadounidense, 
      Avaricia (1923), fue reducida por los ejecutivos del estudio de 
      diez a dos horas. La mayoría de lo cortado entonces se ha perdido, pero 
      incluso en su forma abreviada es considerada como una de las obras 
      maestras del realismo cinematográfico.

Las películas cómicas conocieron una época dorada en la 
      década de 1920. A Chaplin se unieron otros dos cómicos, Harold 
      Lloyd y Buster Keaton, a la cabeza del género, ambos continuadores de 
      la tradición de las películas cómicas de payasadas, de una sola bobina. 
      Durante este periodo, cada uno de estos cómicos dispuso del tiempo y del 
      apoyo económico necesarios para desarrollar su estilo personal. 
      Keaton nunca sonreía, y en películas como El moderno Sherlock 
      Holmes (1924), dirigida por él, hizo contrastar su gesto impasible con 
      los gags visuales basados en sus increíbles facultades físicas. Harold 
      Lloyd era un cómico temerario que jugaba a menudo con la ley de la 
      gravedad desde grandes alturas. Encarnaba al chico ingenuo típicamente 
      estadounidense, como en El estudiante novato (1925), de Sam 
      Taylor y Fred Newmeyer, en el que interpreta al personaje débil 
      que demuestra su valentía.

Las primeras películas eran documentales, ya que se 
      limitaban a mostrar hechos que ocurrían en la calle: el terremoto de San 
      Francisco en 1906, el vuelo de los hermanos Wright en Francia en 1908 o la 
      erupción del volcán Etna en Sicilia en 1910 fueron sucesos filmados por 
      cámaras de cine que se incorporaban a alguno de los noticiarios 
      Pathé, que continuaron produciéndose hasta cerca de la década de 
      1950. Sin embargo, una vez que las películas de ficción se hicieron 
      populares, las de hechos reales fueron casi totalmente abandonadas hasta 
      la aparición del documentalista Robert Flaherty a comienzos de la 
      década de 1920.

En 1926 la productora Warner Brothers introdujo el primer 
      sistema sonoro eficaz, conocido como Vitaphone, consistente en la 
      grabación de las bandas sonoras musicales y los textos hablados en grandes 
      discos que se sincronizaban con la acción de la pantalla. En 1927, la 
      Warner lanzó El cantor de jazz, de Alan Crosland, la primera 
      película sonora, protagonizada por el showman de origen ruso Al 
      Jolson, que alcanzó un éxito inmediato e inesperado entre el público. 
      Su eslogan, sacado del texto de la película "aún no has oído nada", señaló 
      el final de la era muda. Hacia 1931 el sistema Vitaphone había sido 
      superado por el Movietone, que grababa el sonido directamente en la 
      película, en un banda lateral. Este proceso, inventado por Lee de Forest, 
      se convirtió en el estándar. El cine sonoro pasó a ser un fenómeno 
      internacional de la noche a la mañana.
La transición del cine mudo al sonoro fue tan rápida que 
      muchas películas distribuidas entre 1928 y 1929, que habían comenzado su 
      proceso de producción como mudas, fueron sonorizadas después para 
      adecuarse a una demanda apremiante. Los dueños de las salas se apresuraron 
      también a convertirlas en salas aptas para el sonoro, mientras se rodaban 
      películas en las que el sonoro se exhibía como novedad, adaptando obras 
      literarias e introduciendo extraños efectos sonoros a la primera 
      oportunidad. El público pronto se cansó de los diálogos monótonos y de las 
      situaciones estáticas de estas películas, en las que un grupo de actores 
      se situaba cerca de un micrófono fijo.
Tales problemas se solucionaron en los inicios de la década 
      de 1930, cuando en varios países un grupo de directores de cine tuvieron 
      la imaginación necesaria para usar el nuevo medio de forma más creativa, 
      liberando el micrófono de su estatismo para restablecer un sentido fluido 
      del cine y descubrir las ventajas de la postsincronización (el doblaje, 
      los efectos sala y la sonorización en general que sigue al montaje), que 
      permitía la manipulación del sonido y de la música una vez rodada y 
      montada la película. En Hollywood, Lubitsch y King Vidor 
      experimentaron con el rodaje de largas secuencias sin sonido, añadiéndolo 
      posteriormente para resaltar la acción. Lubitsch lo hizo 
      suavemente, con la música, en El desfile del amor (1929), y 
      Vidor con el sonido ambiente para crear una atmósfera natural en 
      Aleluya (1929), un musical realista interpretado íntegramente por 
      actores afroamericanos cuya acción transcurre en el sur de Estados 
      Unidos.
Los guionistas Ben Hecht, Dudley Nichols y Robert 
      Riskin comenzaron a inventarse diálogos especialmente elaborados para 
      la pantalla, a los que se despojaba de todo lo que no fuera esencial para 
      que sirvieran a la acción en vez de estorbarla. El estilo periodístico 
      rapidísimo que Hecht preparó para Un gran reportaje (1931), 
      de Lewis Milestone, contrasta con las ingeniosas réplicas que 
      escribiría para la obra de Lubitsch, Una mujer para dos 
      (1933). Nichols, por su parte, destacó por sus diálogos claros, sin 
      ambigüedades, en películas como María Estuardo (1936), de John 
      Ford. Riskin se hizo famoso por sus personajes familiares en 
      las películas de Frank Capra, entre ellas Sucedió una noche 
      (1934), protagonizada por Claudette Colbert y Clark 
      Gable.
Con la llegada del sonoro se consolidó el control de Hollywood sobre el mercado mundial. Cinco grandes productoras dominaban la producción y la distribución de películas en Estados Unidos, y eran: Paramount, Metro Goldwyn Mayer, Twentieth Century Fox, Warner Bros y RKO. Eran las dominantes en EE. UU. y en el resto del mundo. En la década de los cuarenta la Paramount era la más poderosa y rentable. Le seguía la MGM y la Twentieth. La RKO fue la menos rentable y la de vida más corta entre los grandes estudios.

 Las 
      películas de gángsters y musicales dominarían la pantalla a comienzos de 
      1930. El éxito de Hampa dorada (1930), de Mervyn Le Roy, 
      hizo una estrella de Edward G. Robinson. Películas como El 
      enemigo público número 1 (1934), de W. S. Van Dyke, o 
      Scarface, el terror del hampa (1932), de Howard Hawks, 
      dieron dinamismo, vigor y realismo a la pantalla El género se agota y 
      renace bajo forma diferente, cine negro, en los cuarenta. Estas películas 
      comparten ciertas características: visión pesimista de la naturaleza 
      humana, fatalismo, secuencias nocturnas, claroscuros. El protagonista es 
      casi siempre un solitario, a veces un detective privado con antecedentes 
      penales. La línea divisoria entre criminales y personas honestas tiende a 
      desdibujarse. También se ha comentado la misoginia de este género; con 
      frecuencia aparecen mujeres aprovechadas y codiciosas, que arrastran al 
      protagonista a su perdición. Destacan títulos como El halcón Maltés 
      (1941) de J. Huston, La sombra de una duda (1943) de A. 
      Hitchcock. Buena parte de ellas fueron realizadas por directores de 
      origen europeo: La mujer 
      del cuadro 
      y Perversidad de F. Lang, Laura de Otto 
      Preminger. La mayoría de estos directores eran alemanes o austriacos, 
      lo que explica la influencia del expresionismo alemán sobre el cine negro. 
      La segunda parte de la década vería el apogeo del género: Forajidos 
      (1946) de R. Siodmak, El sueño eterno (1946) de H. 
      Hawks, El cartero siempre llama dos veces (1946) de Tay 
      Garnett, Gilda (1946) de Charles Vidor. Retorno al 
      pasado (1947) de J. Tourneur, La senda tenebrosa (1947) 
      de Delmer Daves. La dama de Shangai (1948) de Orson 
      Welles. La Vorágine (1949) de O. Preminger. El 
      crepúsculo de 
      los dioses (1950) de Billy Wilder. El cine negro parece dar sus 
      últimos coletazos en 1951. En 1958 Orson Welles realizará  la última gran película negra, 
      Sed de Mal.
Las 
      películas de gángsters y musicales dominarían la pantalla a comienzos de 
      1930. El éxito de Hampa dorada (1930), de Mervyn Le Roy, 
      hizo una estrella de Edward G. Robinson. Películas como El 
      enemigo público número 1 (1934), de W. S. Van Dyke, o 
      Scarface, el terror del hampa (1932), de Howard Hawks, 
      dieron dinamismo, vigor y realismo a la pantalla El género se agota y 
      renace bajo forma diferente, cine negro, en los cuarenta. Estas películas 
      comparten ciertas características: visión pesimista de la naturaleza 
      humana, fatalismo, secuencias nocturnas, claroscuros. El protagonista es 
      casi siempre un solitario, a veces un detective privado con antecedentes 
      penales. La línea divisoria entre criminales y personas honestas tiende a 
      desdibujarse. También se ha comentado la misoginia de este género; con 
      frecuencia aparecen mujeres aprovechadas y codiciosas, que arrastran al 
      protagonista a su perdición. Destacan títulos como El halcón Maltés 
      (1941) de J. Huston, La sombra de una duda (1943) de A. 
      Hitchcock. Buena parte de ellas fueron realizadas por directores de 
      origen europeo: La mujer 
      del cuadro 
      y Perversidad de F. Lang, Laura de Otto 
      Preminger. La mayoría de estos directores eran alemanes o austriacos, 
      lo que explica la influencia del expresionismo alemán sobre el cine negro. 
      La segunda parte de la década vería el apogeo del género: Forajidos 
      (1946) de R. Siodmak, El sueño eterno (1946) de H. 
      Hawks, El cartero siempre llama dos veces (1946) de Tay 
      Garnett, Gilda (1946) de Charles Vidor. Retorno al 
      pasado (1947) de J. Tourneur, La senda tenebrosa (1947) 
      de Delmer Daves. La dama de Shangai (1948) de Orson 
      Welles. La Vorágine (1949) de O. Preminger. El 
      crepúsculo de 
      los dioses (1950) de Billy Wilder. El cine negro parece dar sus 
      últimos coletazos en 1951. En 1958 Orson Welles realizará  la última gran película negra, 
      Sed de Mal.

Con El cantor de 
      jazz (1927) aparece el sonoro, y con él el género musical. El 
      entusiasmo por esta clase de películas durante los primeros años fue tal 
      que provocó una gran abundancia de musicales, generalmente mediocres. 
      Desde 1930 se produjo un apreciable desinterés por el público. Sin 
      embargo, este género experimentó un nuevo auge en 1932 con La calle 
      42. En este año se hubiera podido creer que la comedia musical era una 
      forma efímera ya agotada. Ya había pasado la atracción por la novedad, y 
      la mayoría de las películas no atraían el interés de los espectadores. 
      Rouben Mamoulian con Ámame esta noche (1932), un éxito 
      excepcional,  aporta por 
      primera vez un tratamiento creativo al cine musical.
La renovación 
      empezó de forma explosiva con La calle 42 (1933), que renovó el 
      género por la calidad del guión, las canciones y un nuevo estilo 
      introducido por Busby Berkeley. Desde ese momento lograrán gran 
      éxito títulos como Vampiresas (1933) o Desfile de candilejas 
      (1933). Fue importante para el género la aparición este mismo año de 
      Fred Astaire bailando con Joan Crawford y Ginger 
      Rogers. Astaire aportó elegancia, refinamiento y creatividad. 
      Durante el resto de la década el género estuvo dominado por la pareja 
      Astaire-Rogers para la RKO y por los musicales coreografiados por 
      B. Berkeley para la Warner (desde 1939 en la MGM). En 1935 La Metro 
      contrató a Eleanor Powell, pero su gran descubrimiento fue el de 
      Judy Garland que rodó con catorce años Melodías de Broadway 
      (1937), y consiguió su gran triunfo con El mago de Oz (1939) de Victor Fleming.
Los años de la 
      guerra (1939-45) supusieron un período de transición para el género. Los 
      mejores musicales seguían la tradición de la década de los treinta y 
      fueron muy populares a principios de los cuarenta con parejas como 
      Mickey Rooney-Judy Garland y Fred Astaire-Ginger Rogers. 
      Grandes éxitos fueron Trece días de amor y fe (1943) y Cita en 
      St. Louis (1944) de Minnelli. Entre los actores más taquilleros 
      estaban Bing Crosby , Betty Grable, Betty Hutton, Alice Faye y "la 
      bomba brasileña" Carmen Miranda. En estas películas la música y las 
      canciones eran más abundantes que la danza. 
El realizador Vincente Minnelli llegó a la MGM en 1940, el coreógrafo Robert Alton se incorporó en 1946, Fred Astaire fue contratado en 1945. Durante la segunda mitad de la década la mayoría de los talentos musicales estaba contratada en la Metro, estrellas como Jane Powell, Frank Sinatra, Esther Williams, Cyd Charisse, etc. con títulos como Escuela de sirenas (1944), Levando anclas (1945), Un día en Nueva York (1949)
En los años 
      cincuenta hubo una renovación del género en los temas, lugares y 
      ambientes. Se incrementa la importancia de la danza. Se rodaron grandes 
      títulos como Un americano en París (1951), Cantando bajo la 
      lluvia (1952), la cumbre del musical, Melodías de Broadway 
      (1953), Brigadoon (1954), Siete novias para siete hermanos 
      (1954). Destacan como bailarines y directores Stanley Donen y 
      Gene Kelly. A finales de la década el género musical decae 
      estrepitosamente, acaba la época dorada del musical.

 Los sesenta inician 
      una etapa nueva. La cultura pop llega a este género. Richard Lester 
      rodará ¡Qué noche la de aquel día! (1964), con los Beatles. 
      George Cukor rueda la gran producción My fair lady (1964) 
      con Audrey Hepburn. Robert Wise dirige Sonrisas y lágrimas 
      (1965); Robert Stevenson, Mary Poppins (1964), ambas 
      protagonizadas por Julie Andrews. El musical más famoso de la 
      década será  West side 
      story (1961), de Robert Wise, con la coreografía de Jerome 
      Robbins y la música de Leonard Berstein. Otro título importante 
      de la década es Oliver (1968), de Carol Reed.
Los sesenta inician 
      una etapa nueva. La cultura pop llega a este género. Richard Lester 
      rodará ¡Qué noche la de aquel día! (1964), con los Beatles. 
      George Cukor rueda la gran producción My fair lady (1964) 
      con Audrey Hepburn. Robert Wise dirige Sonrisas y lágrimas 
      (1965); Robert Stevenson, Mary Poppins (1964), ambas 
      protagonizadas por Julie Andrews. El musical más famoso de la 
      década será  West side 
      story (1961), de Robert Wise, con la coreografía de Jerome 
      Robbins y la música de Leonard Berstein. Otro título importante 
      de la década es Oliver (1968), de Carol Reed.
En los setenta el 
      musical se nutre de obras estrenadas con éxito en Broadway. Bob 
      Fosse es la gran figura y Cabaret (1972) su gran obra, con 
      Liza Minelli de protagonista. Otros títulos de éxito fueron El 
      violinista en el tejado (1971) de Norman Jewison, Fiebre del 
      sábado noche (1977) y Grease (1978).
Los años ochenta son ya la decadencia del género. Apenas destaca Fama (1980) de Alan Parker. Últimamente encontramos Evita (1996), Moulin rouge (2001), Chicago (2002), El fantasma de la ópera (2004).

Como 
      género, el Western  nació cuando algunos de los personajes reales que aparecen en 
      tantas películas estaban aún vivos (Búfalo Bill, Frank James, Wyatt 
      Earp, Butch Cassidy, etc.). En 1903 se rueda el primer western de 
      cierta envergadura, Asalto 
      y robo de un tren, 
      de Edwin S. Porter. Durante décadas fue el género americano. Su 
      declive empezó cuando los clásicos se hicieron viejos.
Ya 
      en la época del cine mudo se hicieron grandes inversiones en títulos 
      como La caravana de Oregón (1923) o El caballo de hierro 
      (1924). Con la llegada del sonoro, La diligencia (1939), de John 
      Ford, marca un punto y aparte. 
      Con ella Ford contribuyó 
      a devolverle el prestigio que tuvo en la década 
      anterior. 
      Hasta 
      ese año se realizan pocos westerns 
      de 
      calidad. La mayoría hacían un uso sistemático  de decorados de estudio y de 
      transparencias que acentuaban la poca credibilidad de guiones mediocres. A 
      principios de la década de los cuarenta destaca la obra maestra 
      Murieron con las botas puestas (1940) de Raoul 
      Walsh. 
      Tras la segunda guerra mundial encontramos algunos de los grandes títulos: 
      Pasión de los fuertes (1946) y Fort Apache (1948, de 
      Ford; Duelo al sol (1947), de Vidor; Río Rojo 
      (1948), de Hawks o Winchester 73 (1950), de Mann. En 
      los cincuenta llegó el western proindio con títulos como Flecha 
      rota (1950), de Delmer Davis. Grandes 
      estrellas son los protagonistas de estas películas: James Stewart, Gary 
      Cooper, Burt Lancaster, Kirk Douglas, John Wayne... 
      En 
      1952 Sólo ante el peligro de Fred Zinnemann consigue un gran 
      éxito, lo que da más prestigio al género. Raíces profundas (1953) 
      de George Stevens es recibida de modo similar. Otros títulos notables son Apache (1954) de Robert Aldrich, 
      Centauros del 
      desierto (1956) de John 
      Ford, El hombre del 
      oeste (1958) de A. 
      Mann, 
      El árbol del ahorcado (1959) de D. Daves, y algunas 
      grandes obras más. Esta edad de oro se prolonga hasta el final de la 
      década. Mann rueda Cimarrón, su último western, 
      en 1960.  
      Los 
      años sesenta son ya de decadencia, aunque se hicieron grandes películas 
      como El hombre que mató a Liberty Valance (1962) o El gran 
      combate (1964), ambas de Ford. Sam Peckinpah con 
      Duelo en la alta sierra (1962) y David Miller con Los 
      valientes andan solos (1962), perfilan los elementos esenciales del 
      western crepuscular, el desclasamiento de unos valores y la 
      progresiva desaparición de los símbolos del cine del Oeste. Desde 
      Europa lo remataron los Spaguetti-western, 
      con zooms inesperados, primeros planos sin razón o músicas caricaturescas. 
      De todos modos hay que salvar a Sergio Leone (Por un puñado de 
      dólares (1964) , La muerte tenía un precio (1965)  y El bueno, el feo y el malo 
      (1966)) y al compositor Ennio Morricone, a los que imitarán una 
      legión de directores y compositores secundarios.

El cine de terror y el de 
      ciencia ficción
En los años cuarenta nos encontramos 
      con El hombre lobo (1941), La mansión de Drácula (1945)...
El cine de ciencia 
      ficción no aparece en Hollywood hasta 1950. Destacan obras como Con destino a la Luna (1950), Ultimátum a la Tierra (1951) de 
      R. Wise, La guerra de los mundos (1953),  Planeta prohibido (1956), La invasión de los ladrones de 
      cuerpos (1956) de Don 
      Siegel.

 El auge de liberalismo político de los años de Roosevelt 
      había favorecido la aparición de un sector crítico y progresista. Con la 
      entrada de Estados Unidos en la segunda guerra mundial, este estado de 
      cosas dejó paso a una opinión emergente que cuestionaba abiertamente un 
      sistema que ya no era capaz de devolverles la esperanza.
El auge de liberalismo político de los años de Roosevelt 
      había favorecido la aparición de un sector crítico y progresista. Con la 
      entrada de Estados Unidos en la segunda guerra mundial, este estado de 
      cosas dejó paso a una opinión emergente que cuestionaba abiertamente un 
      sistema que ya no era capaz de devolverles la esperanza.
Casablanca (1942), rodada durante la guerra, se oponía al fascismo, al igual que otras películas realizadas durante esos años, como El gran dictador (1940), Ser o no ser (1942) o Náufragos (1944). En 1945 Billy Wilder realizaba Días sin huella, amargo drama sobre el tormento de un alcohólico, y obtenía el Oscar al mejor director. Un año después lo recibía William Wyler con Los mejores años de nuestra vida (1946), drama que reflejaba con amargura el regreso de los héroes de guerra a un país que no había contado con su reintegración social. Como reacción a esta ola crítica que vivía Hollywood, desde 1947 el Comité de Actividades Antiamericanas, con el impulso posterior del senador Joseph MeCarthy, pretendió eliminar todos los brotes supuestamente comunistas que concurrían en la industria. Muchos se vieron afectados por esta medida. Los cineastas que comenzaban a despuntar en esos años continuaron la senda abierta por sus predecesores, pero ahora con funestas consecuencias. Directores - Joseph Losey, Nicholas Ray, Robert Rossen, Mark Robson, John Houston, Elia Kazan, Richard Brooks, Edward Dmytryk - y actores - Humphrey Bogart, Sterling Hayden, Lauren Bacall, Ava Gardner, Montgomery Clift - se veían afectados por dicho Comité. El año en el que éste comenzó a investigar seriamente en la industria, Dmytryk denunciaba el odio antisemita en Encrucijada de odios, Rossen en Cuerpo y alma (1947) y, dos años después, Robson en El ídolo de barro (1949), atacaban la corrupción existente en el mundo del boxeo. Los protagonistas de Ellos viven de noche (1947), ópera prima de Nicholas Ray, eran dos jóvenes asesinos enamorados con los que el espectador se identificaba. Rebelde sin causa (1955), dirigida por Ray, se convirtió en símbolo de esta generación. Su protagonista, James Dean, acorde con los nuevos tiempos, cambiaba el prototipo de héroe y se adentraba en la estela de los perdedores. Ese mismo estilo caracterizaba a Marlon Brando en La ley del silencio (1954), y a Marilyn Monroe en Niágara (1953). Con el firme propósito de cortar las convicciones izquierdistas de la cultura estadounidense, el HUAC sentó en el banquillo a los intelectuales dudosos. Un grupo de cineastas, como Dmytryk o el guionista Dalton Trumbo, se negaron a declarar, y a consecuencia de ello se les prohibió trabajar en el país (además de la condena a un año de prisión y 1000 dólares de multa). Otros, como Elia Kazan o Robert Rossen, aterrados con la cárcel y la pérdida del empleo, delataron a sus compañeros.
Fred Zinnemann en Solo ante el peligro (1952) y Nicholas Ray en Johnny Guitar (1953), en clave de western y con la participación de grandes estrellas -Gary Cooper y Grace Kelly, en el primero; Joan Crawford y Sterling Hayden en el segundo-, construían una parábola sobre el clima de miedo y delación que se había sembrado. Con la caída del senador Mc Carthy se suavizó el clima de histeria.

La producción del centro y del este de Europa fue esporádica 
      en el periodo previo a la II Guerra Mundial, reduciéndose en Alemania a 
      películas de propaganda nazi como el documental Triumph des Willens 
      (Triunfo de la voluntad, 1934), de Leni Riefenstahl, 
      celebración de la concentración anual del partido nacionalsocialista 
      alemán en la ciudad de Nuremberg. En la Unión Soviética, el documental se 
      centró en recreaciones de ópera y ballets demasiado estáticas y 
      elaboradas, con la excepción de dos excelentes películas de 
      Eisenstein por su montaje y por sus innovaciones visuales: 
      Alexander Nevski (1938) e Iván el Terrible (1944-1948). En 
      Francia, sin embargo, el cine alcanzó uno de sus mejores momentos con el 
      realismo poético de Marcel Carné y las películas de Jean Renoir. 
      Jean Vigo insufló de una enorme fuerza poética a la imagen con 
      ejemplos como Cero en conducta (1933) o L'Atalante (1934). A 
      pesar de la caótica industria francesa, especialmente durante la guerra, 
      la actividad creadora no cesó y Marcel Carné, incluso durante la 
      ocupación nazi, realizaría la obra maestra Les enfants du paradis 
      (Los niños del paraíso, 1945), de más de tres horas de duración, 
      empleando cientos de extras en una alegoría teatral estilizada del amor y 
      la muerte.

 Los experimentos con película de color habían comenzado ya 
      en 1906, pero sólo se había usado como curiosidad. Los sistemas ensayados, 
      como el Technicolor de dos colores, fueron decepcionantes y fracasaban en 
      el intento de entusiasmar al público. Pero hacia 1933 el Technicolor se 
      había perfeccionado, con un sistema de tres colores comercializable, 
      empleado por vez primera en la película La feria de la vanidad 
      (1935), de Rouben Mamoulian, adaptación de la novela de William M. 
      Thackeray. La popularidad del color aumentó, y durante la década de 1940 
      se empleó sobre todo en una serie de musicales clásicos de la MGM (Metro 
      Goldwyn Mayer), entre los que destaca Easter Parade (Desfile de 
      Pascua, 1948), de Charles Walters. En la década de 1950 el uso 
      del color se generalizó tanto que prácticamente el blanco y negro quedó 
      relegado para películas de bajo presupuesto que buscaban un realismo 
      sereno, como Marty (1955) de Delbert Mann, sobre las 
      aspiraciones de un carnicero del Bronx, o El hombre del brazo de 
      oro (1955), de Otto Preminger, en la que se contaba la historia 
      de un drogadicto. A partir de la década de 1960, el blanco y negro quedó 
      para crear efectos especiales en películas como Psicosis (1960) de 
      Hitchcock, o La última película (1971), de Peter 
      Bogdanovich. Más recientemente, lo hemos podido ver casi siempre en 
      películas con pretensiones artísticas, como El hombre elefante 
      (1980), de David Lynch, Toro salvaje (1980), de Martin 
      Scorsese, La ley de la calle (1983), de Francis Ford 
      Coppola, o Zelig (1983), de Woody Allen.
Los experimentos con película de color habían comenzado ya 
      en 1906, pero sólo se había usado como curiosidad. Los sistemas ensayados, 
      como el Technicolor de dos colores, fueron decepcionantes y fracasaban en 
      el intento de entusiasmar al público. Pero hacia 1933 el Technicolor se 
      había perfeccionado, con un sistema de tres colores comercializable, 
      empleado por vez primera en la película La feria de la vanidad 
      (1935), de Rouben Mamoulian, adaptación de la novela de William M. 
      Thackeray. La popularidad del color aumentó, y durante la década de 1940 
      se empleó sobre todo en una serie de musicales clásicos de la MGM (Metro 
      Goldwyn Mayer), entre los que destaca Easter Parade (Desfile de 
      Pascua, 1948), de Charles Walters. En la década de 1950 el uso 
      del color se generalizó tanto que prácticamente el blanco y negro quedó 
      relegado para películas de bajo presupuesto que buscaban un realismo 
      sereno, como Marty (1955) de Delbert Mann, sobre las 
      aspiraciones de un carnicero del Bronx, o El hombre del brazo de 
      oro (1955), de Otto Preminger, en la que se contaba la historia 
      de un drogadicto. A partir de la década de 1960, el blanco y negro quedó 
      para crear efectos especiales en películas como Psicosis (1960) de 
      Hitchcock, o La última película (1971), de Peter 
      Bogdanovich. Más recientemente, lo hemos podido ver casi siempre en 
      películas con pretensiones artísticas, como El hombre elefante 
      (1980), de David Lynch, Toro salvaje (1980), de Martin 
      Scorsese, La ley de la calle (1983), de Francis Ford 
      Coppola, o Zelig (1983), de Woody Allen. 
      

En 1953, la Twentieth Century Fox estrenó su película 
      bíblica La túnica sagrada, de Henry Koster, en un sistema 
      nuevo denominado CinemaScope, que inició la revolución de los 
      formatos panorámicos. En una sucesión rápida, todos los estudios lanzaron 
      sus sistemas panorámicos, tales como el Vistavisión, Todd-AO, 
      Panavisión, SuperScope y Technirama. De todos ellos sólo el 
      Todd-AO y el Panavisión sobrevivirían, ya que suponían el 
      uso de una sola cámara, un solo proyector y película estándar de 35 mm, 
      adaptándose más fácilmente a todos los sistemas; su éxito cambió 
      definitivamente la forma de las pantallas de cine. Musicales a todo color, 
      en pantallas anchas y plagados de estrellas, como Ha nacido una 
      estrella (1954), de George Cukor, u Oklahoma (1955), de 
      Fred Zinnemann, superproducciones históricas como Ben-Hur 
      (1959), de William Wyler, y películas de aventuras como Rebelión 
      a bordo (1962), de Lewis Milestone, o Doctor Zhivago 
      (1965), de David Lean, llenarían las pantallas de cine.
 A pesar del éxito de los espectaculares formatos 
      panorámicos, la popularidad y la influencia de Hollywood decayó entre las 
      décadas de 1950 y 1960. Los estudios se desprendieron de las salas de 
      exhibición y de otras empresas asociadas y vendieron películas en un 
      mercado más abierto y más competitivo. El star system, en el que 
      los estudios habían invertido millones de dólares, se acababa. Los 
      intérpretes, libres para actuar con independencia de los grandes estudios, 
      exigieron impresionantes sueldos y un porcentaje de los ingresos de sus 
      películas. Hacia 1959, la producción estadounidense había decrecido hasta 
      250 películas al año, lo que representaba la mitad de la producción 
      realizada durante la guerra. Las películas europeas y asiáticas 
      (japonesas, principalmente), aunque confinadas a las salas de arte y 
      ensayo, se convirtieron en algo corriente para el espectador 
      estadounidense. En 1946, había menos de una docena de salas de arte y 
      ensayo en todo el país, mientras que en 1960 sobrepasaban el millar. 
      Comenzaron a proliferar por todo el mundo los festivales de cine, en los 
      que se mostraba el trabajo de directores cuya obra antes de 1950 era muy 
      poco conocida fuera de sus países de origen.

 A finales de la década de 1940, en Italia, el cine 
      experimentó un renacimiento con la aparición del Neorrealismo 
      italiano, un movimiento cinematográfico que captó la atención mundial 
      y dio a conocer al gran público a varios de los principales directores 
      italianos. Siguiendo las ideas del  
      cine-ojo de Dziga Vertov, las imágenes naturalistas 
      de Renoir y el realismo negro francés, los neorrealistas hacían un 
      cine de un realismo intenso, rodado en escenarios naturales y con actores 
      no profesionales, uniendo el documental y la ficción para mostrar los 
      problemas de la sociedad. Este movimiento se inició con Roma, ciudad 
      abierta (1945) de Roberto Rossellini, principal artífice del 
      movimiento junto con Vittorio de Sica, Luchino Visconti y Giuseppe de 
      Santis. Roma, ciudad abierta lograba transmitir una profundidad 
      de emociones nuevas para el público en la descripción de la ocupación nazi 
      de Roma y la resistencia del pueblo italiano. Vittorio de Sica, 
      junto a su habitual guionista, Cesare Zavattini, retrató la miseria 
      y el desarraigo social en El limpiabotas (1946) y, especialmente, 
      en Ladrón de bicicletas (1948), rodada por entero en las calles de 
      Milán, que reflejaba la dura realidad de la posguerra italiana, y 
      consiguió fama internacional. Visconti, autor de obras como 
      Rocco y sus hermanos, partía de unos planteamientos más estéticos 
      introduciendo un aliento poético en la realidad, como en el documental 
      La terra trema (1947). Giuseppe de Santis dirigió Arroz 
      amargo (1949) (que consagró como actriz a Silvana Mangano), un 
      sensual drama sobre la recolección del arroz por mujeres.
A finales de la década de 1940, en Italia, el cine 
      experimentó un renacimiento con la aparición del Neorrealismo 
      italiano, un movimiento cinematográfico que captó la atención mundial 
      y dio a conocer al gran público a varios de los principales directores 
      italianos. Siguiendo las ideas del  
      cine-ojo de Dziga Vertov, las imágenes naturalistas 
      de Renoir y el realismo negro francés, los neorrealistas hacían un 
      cine de un realismo intenso, rodado en escenarios naturales y con actores 
      no profesionales, uniendo el documental y la ficción para mostrar los 
      problemas de la sociedad. Este movimiento se inició con Roma, ciudad 
      abierta (1945) de Roberto Rossellini, principal artífice del 
      movimiento junto con Vittorio de Sica, Luchino Visconti y Giuseppe de 
      Santis. Roma, ciudad abierta lograba transmitir una profundidad 
      de emociones nuevas para el público en la descripción de la ocupación nazi 
      de Roma y la resistencia del pueblo italiano. Vittorio de Sica, 
      junto a su habitual guionista, Cesare Zavattini, retrató la miseria 
      y el desarraigo social en El limpiabotas (1946) y, especialmente, 
      en Ladrón de bicicletas (1948), rodada por entero en las calles de 
      Milán, que reflejaba la dura realidad de la posguerra italiana, y 
      consiguió fama internacional. Visconti, autor de obras como 
      Rocco y sus hermanos, partía de unos planteamientos más estéticos 
      introduciendo un aliento poético en la realidad, como en el documental 
      La terra trema (1947). Giuseppe de Santis dirigió Arroz 
      amargo (1949) (que consagró como actriz a Silvana Mangano), un 
      sensual drama sobre la recolección del arroz por mujeres.
En la década de los cincuenta el Neorrealismo fue 
      perdiendo fuerza. El cine italiano, más amable y vital, fue derivando 
      hacia la comedia social: Pan, amor y fantasía (1953), de Luigi 
      Comencini; Rufufú (1958), de Mario Monicelli; 
      Divorcio a la italiana (1961), de Pietro Germi; La escapada 
      (1962), de Dino Risi. 
Pier Paolo Pasolini rodó El evangelio según San 
      Mateo (1964), entre otras, siguiendo la tradición neorrealista pura, 
      mientras que Federico Fellini, que había participado en los inicios 
      del movimiento, le dio un estilo más poético, como muestra La 
      strada (1954), ensayo sobre la soledad mostrada a través de las 
      figuras de dos cómicos ambulantes, o la sátira de la decadente clase alta 
      italiana de La dolce vita (1960), para llegar en fases posteriores 
      de su obra a la fantasía más personal de Fellini, Ocho y 
      medio (1963) o Giulietta de los espíritus (1965). También uno 
      de los más polémicos directores de la década de 1960, Michelangelo 
      Antonioni, emergió del movimiento neorrealista, como se puede percibir 
      en Crónica de un amor (1950), La aventura (1960) o El 
      desierto rojo (1964). Tanto en esta película de Antonioni, como 
      en Giulietta de los espíritus de Fellini, se pone de 
      manifiesto el dominio del color por parte de estos dos directores, que 
      habían rodado hasta entonces en blanco y negro. 
      
En los años setenta el cine italiano cambió hacia un 
      constante debate sobre la situación política. Francesco Rosi rodó 
      El caso Matei (1972)). Padre padrone (1977), de los hermanos 
      Taviani, era un feroz ataque a la tiranía de un patrón. Ettore 
      Scola, autor de Una mujer y tres hombres (1974), Brutos, 
      sucios y malos (1975), Una jornada particular (1977), La 
      sala de baile (1983) y Macarroni (1985)Pero el cineasta más 
      influyente de este período fue Bernardo Bertolucci, autor de El 
      conformista (1971) y, sobre todo,  Novecento (1976), una de 
      las obras maestras del cine. Los viejos cineastas que comenzaron con el 
      Neorrealismo cambiaron sus planteamientos estéticos. El toque lírico de 
      Visconti lo encontramos en Muerte en Venecia (1971). El 
      peculiar universo de Fellini, entre lo fantástico y lo onírico, lo 
      vemos en Roma (1972) y Amarcord (1973). Antonioni 
      seguía profundizando en el lenguaje cinematográfico como medio para 
      mostrar la incomunicación y el silencio en Blow-up (1967) y El 
      reportero (1974). El carácter esperpéntico de Marco Ferreri fue 
      llevado hasta sus últimas consecuencias en La grande bouffe (1973). 
      Pasolini insistía en las relaciones entre sexo y poder en El 
      Decamerón (11971) y la espeluznante Saló (1975).
En la década de 1980 surgió un movimiento de renovación que 
      trajo nuevos aires al cine italiano. El melancólico Giuseppe 
      Tornatore obtuvo un gran éxito con Cinema Paradiso (1989). 
      Otros directores son Nanni Moretti, autor de Querido diario 
      (1993), donde mezcla la ficción cómica y el documental,  y Roberto Benigni, ganador 
      del Oscar a la mejor película extranjera por La vida es bella 
      (1997).

 Francia continuó dominando el mercado mundial del cine 
      artístico en las décadas de los años 1950 y 1960, produciendo cineastas 
      muy independientes que experimentaron diversos modos de expresión. Así, 
      Jacques Tati hizo comedias muy personales, reviviendo la pantomima 
      ligera con Las vacaciones de Monsieur Hulot (1953) o Mi tío 
      (1958), entre otras. Con menos éxito comercial, pero con el aprecio de los 
      críticos (que eran los cineastas de su propio grupo), irrumpen en 1958 los 
      directores de la llamada Nouvelle 
      vague (François 
      Trufaut, Jean Luc Godard, Claude Chabrol, Louis Malle, Eric 
      Rohmer, Alain Resnais...), inspirados entre otros por Robert 
      Bresson, con Diario de un cura de campaña (1950), películas 
      introspectivas y sobrias, con una fotografía sencilla y producidas con muy 
      bajos presupuestos, en las que se muestra un punto de vista agudo y 
      minucioso del mundo a través de planos medios constantes, lo que les 
      confiere un aire literario o teatral. Además de esta influencia francesa, 
      los jóvenes de la Nouvelle vague se inspiraron en el cine comercial 
      estadounidense de Howard Hawks, Alfred Hitchcock y John 
      Ford, partiendo de su experiencia como espectadores y críticos 
      cinematográficos agrupados en la revista Cahiers du Cinéma, desde 
      la que expusieron su teoría de quién es el verdadero autor: en el cine es 
      solamente el director, cuya personalidad queda grabada en la película a 
      pesar de las presiones de los estudios o las influencias exteriores de 
      cualquier otro tipo.
Francia continuó dominando el mercado mundial del cine 
      artístico en las décadas de los años 1950 y 1960, produciendo cineastas 
      muy independientes que experimentaron diversos modos de expresión. Así, 
      Jacques Tati hizo comedias muy personales, reviviendo la pantomima 
      ligera con Las vacaciones de Monsieur Hulot (1953) o Mi tío 
      (1958), entre otras. Con menos éxito comercial, pero con el aprecio de los 
      críticos (que eran los cineastas de su propio grupo), irrumpen en 1958 los 
      directores de la llamada Nouvelle 
      vague (François 
      Trufaut, Jean Luc Godard, Claude Chabrol, Louis Malle, Eric 
      Rohmer, Alain Resnais...), inspirados entre otros por Robert 
      Bresson, con Diario de un cura de campaña (1950), películas 
      introspectivas y sobrias, con una fotografía sencilla y producidas con muy 
      bajos presupuestos, en las que se muestra un punto de vista agudo y 
      minucioso del mundo a través de planos medios constantes, lo que les 
      confiere un aire literario o teatral. Además de esta influencia francesa, 
      los jóvenes de la Nouvelle vague se inspiraron en el cine comercial 
      estadounidense de Howard Hawks, Alfred Hitchcock y John 
      Ford, partiendo de su experiencia como espectadores y críticos 
      cinematográficos agrupados en la revista Cahiers du Cinéma, desde 
      la que expusieron su teoría de quién es el verdadero autor: en el cine es 
      solamente el director, cuya personalidad queda grabada en la película a 
      pesar de las presiones de los estudios o las influencias exteriores de 
      cualquier otro tipo.
Empieza Claude Chabrol con El bello Sergio 
      (1958), rodada con un presupuesto mínimo y actores desconocidos.. Los 
      primeros representantes de esta corriente, François Truffaut, Jean-Luc 
      Godard y Alain Resnais, hicieron películas sobre la vida 
      contemporánea francesa entre 1958 y 1959, apoyados por los espectadores de 
      su generación y por una industria insegura en lo financiero, deseosa de 
      que alguien se atreviera a hacer películas comercialmente rentables de 
      bajo presupuesto de producción. Truffaut, admirador de 
      Hitchcock, se dedicó a hacer películas realistas de tono 
      autobiográfico. Así surgieron Los cuatrocientos golpes (1959), 
      reconocida en el festival de Cannes, El amor a los veinte años 
      (1962), Besos robados (1968), serie que la crítica aprecia y que se 
      continúa con Domicilio conyugal (1970) y L'amour en fuite 
      (El amor en fuga, 1978). En ellas, como en Jules y Jim 
      (1961) y en Disparad al pianista (1960) trata de la libertad en una 
      sociedad restrictiva. Además Truffaut hizo otras películas, menos 
      en la línea de la Nouvelle vague, como El pequeño salvaje 
      (1970) o Fahrenheit 451 (1966). Las películas de Resnais, en 
      especial Hiroshima, mi amor (1959) y El año pasado en 
      Marienbad (1961), son paradigmas del cine intimista, en el que se 
      trata de que la voz y las imágenes reflejen con su distanciamiento la 
      lucha -que constituye la vida- entre la distancia emocional y las 
      relaciones con los otros, lucha en la que la distancia suele salir 
      vencedora. Empleando abstracciones estilísticas e intelectuales, y 
      técnicas de montaje distorsionadoras de forma deliberada, Resnais 
      plantea preguntas sobre la cualidad y las consecuencias del tiempo y la 
      memoria, y su relación con las emociones humanas.
El más experimental de los directores del movimiento fue 
      Jean-Luc Godard, cuya primera película, Al final de la 
      escapada (1959), ganadora del Oso de Plata de Berlín y protagonizada 
      por Jean-Paul Belmondo, es un hermoso homenaje a las películas de 
      gángsters estadounidenses, pero desde una perspectiva europea. Los asuntos 
      tratados por este director han sido de lo más variopinto, desde una serie 
      de retratos más o menos autobiográficos de su entonces esposa, como 
      Vivir su vida (1962), hasta la comedia sexual y política de 
      Masculin-féminin (1966), pasando por experimentaciones con el 
      tiempo y el espacio, moviendo la cámara con libertad y permitiendo a sus 
      actores la improvisación a voluntad. En Week-end (1967) hace un 
      amargo estudio de la sociedad contemporánea a través de las peripecias de 
      las víctimas de un accidente de automóvil, que vagan por las autopistas, 
      discutiendo sobre la vida, sobre su propia vida, con personajes literarios 
      y de cine que se cruzan en su camino, conectando pasado, presente y 
      futuro. Después de ésta sus películas se volvieron menos accesibles para 
      el gran público, politizándose decididamente, como en Todo va bien 
      (1972), protagonizada por Jane Fonda. 
A pesar de las grandes diferencias que a veces había entre 
      ellos, lo que unió a todos fue la reivindicación del cine como lenguaje 
      autónomo y el anteponer siempre la libertad creadora a toda exigencia 
      comercial.
En los años setenta los cineastas de la Nouvelle 
      vague siguen dando muestras de talento, como Truffaut con La 
      noche americana (1974); Louis Malle, que en Lacombe 
      Lucien (1974) hace un impecable análisis de la Francia pronazi; 
      Chabrol indaga en el género policíaco con El carnicero 
      (1970). Godard provocó un escándalo con Yo te saludo, María 
      (1985).
En los últimos años encontramos películas tan interesantes 
      como Gracias por el chocolate (2000), de Chabrol; y Hoy 
      empieza todo (1999), de B. Tavernier.

Paralelamente a la Nouvelle vague, en Gran Bretaña 
      los jóvenes cineastas sentían un deseo de renovación y vuelta a la 
      realidad. Tampoco querían grandes temas ni glamour. La vida estaba 
      en la gente de la calle. En esto coinciden con sus coetáneos franceses. 
      Pero los cineastas del Free cinema estaban más próximos a la 
      realidad y reivindicaban cambios sociales concretos; rechazaban el 
      conformismo y la hipocresía de la tradición monárquica inglesa. Un 
      lugar en la cumbre (1959), de Jack Clayton, marcó el inicio de 
      una serie de películas realistas cuyos argumentos analizaban los problemas 
      de la clase trabajadora inglesa. Esta película se presentó con gran 
      revuelo en el festival de Cannes y marcó el inicio del movimiento. Cuenta 
      la historia de un hombre  que 
      no duda en pisotear a quien sea con tal de lograr sus propósitos. Los 
      siguientes filmes seguirán insistiendo en esta línea intempestiva: Un 
      sabor a miel (1961) y La soledad del corredor de fondo (1962), 
      de Tony Richardson, o Sábado noche, domingo mañana (1960), 
      de Karel Reisz, cuyos protagonistas no encuentran sitio en la 
      sociedad. Junto al pesimismo de El ingenuo salvaje (1963) o 
      If (1969) de Linsay Anderson, encontramos una vertiente 
      irónica y divertida en Richard Lester, que hizo con Los Beatles 
      ¡Qué noche la de aquel día! (1964) y ¡Help! (1965). Los 
      actores británicos e irlandeses, como Julie Christie, Albert Finney, 
      Glenda Jackson, Richard Harris, Peter O'Toole, Alec Guinness o Vanessa 
      Redgrave se hicieron muy populares. 
En este ambiente se formó Ken Loach, que con Cathy 
      come home (1966) abordaba el problema de los sin techo.

A finales de los años cincuenta, la industria 
      cinematográfica alemana estaba en completo declive. Ya antes de la guerra, 
      cientos de cineastas y técnicos habían emigrado a Hollywood huyendo del 
      nazismo. Algún tiempo después de la eclosión de la Nouvelle vague 
      francesa, surgió en Alemania en 1962 un grupo de cineastas jóvenes que 
      firmaron el Manifiesto de Oberhausen y que  compartían un punto de vista 
      crítico sobre la sociedad de su tiempo, rechazando de plano el 
      complaciente materialismo burgués. Volker Schlöndorff rodó El 
      joven Törless (1966), El honor perdido de Katharina Bloom 
      (1975) y El tambor de hojalata (1979).  La estela de estos primeros 
      cineastas será continuada  por 
      Werner Herzog, artista de la soledad y la incomunicación, que 
      haría, a través de paisajes impresionantes y personajes exóticos, una 
      reflexión sobre la vida en condiciones difíciles y peligrosas, como en su 
      película más conocida, Aguirre, la cólera de Dios (1972), sobre el 
      conquistador español Lope de Aguirre, que en el siglo XVI y en pleno 
      Amazonas se declaró rebelde al rey Felipe II, pretendiendo, perdido y 
      famélico, dominar un continente entero. Wim Wenders, por su parte, 
      ha tratado sobre la alienación y la autorrealización en El amigo 
      americano (1977), París, Texas (1984) o Cielo sobre 
      Berlín (1987), películas que muestran también su interés por la 
      cultura estadounidense. De una generación posterior es la directora 
      Doris Dörrie, autora de comedias como la popular Hombres, 
      hombres... (1985), que tiene como tema central la lucha de sexos, y 
      Sabiduría garantizada (2000).
Pero el más prolífico (38 largometrajes) y el más destacado 
      de estos cineastas, pese a su temprana desaparición cuando sólo tenía 36 
      años, fue Rainer Werner Fassbinder, que llevó el cine alemán al 
      nivel de los mejores cines europeos, haciendo, en sólo 12 años, desde el 
      cine más clásico y accesible para el gran público, como Lili Marlen 
      (1981), hasta el más experimental y provocador, como Querelle 
      (1982), pasando por sus cuadros sobre la Alemania de la posguerra con 
      El matrimonio de María Braun (1978), Las amargas lágrimas de 
      Petra von Kant (1972) o Todos nos llamamos Alí (1973), emotiva 
      reflexión sobre el racismo. En todas sus películas trató temas de 
      implacable actualidad, como la alienación, el consumismo, la desigualdad 
      económica, la colonización cultural y el racismo o la opresión 
      política.

La aparición del cine sonoro provoca desorientación en la 
      industria cinematográfica española, que, incapaz de adaptarse con rapidez 
      a los adelantos técnicos, queda por un tiempo paralizada. Se produce una 
      importante emigración a Hollywood. Entre esos profesionales figuraban 
      Benito Perojo, Jardiel Poncela, Edgar Neville y otros. En 1934 se 
      crean los estudios Cinematográfica Española y Americana (CEA), fundados 
      por varios dramaturgos. En esa misma fecha se produce Agua en el 
      suelo, de Eusebio Fernández Ardavín. También en esos años se 
      crea la distribuidora Compañía Industrial Film Española Sociedad Anónima 
      (CIFESA), que después se convertiría también en productora. Durante la 
      dictadura de Franco se creó la Junta Superior de Censura Cinematográfica, 
      que obligaba a quienes quisieran realizar una película a presentar 
      previamente el guión y después la película, pues ésta debía ajustarse a 
      "la exaltación de los valores raciales y la enseñanza de nuestros 
      principios morales y políticos".
 No obstante, durante esta etapa se realizó un puñado de 
      excelentes películas, como Esa pareja feliz, de Juan Antonio 
      Bardem y Luis García Berlanga, y Surcos, de Nieves 
      Conde, ambas de 1951. En esos años en el cine español se deja sentir la 
      influencia del neorrealismo italiano. Títulos de esa etapa son 
      Bienvenido Mr. Marshall (1952) y El verdugo (1963), ambas de 
      Luis García Berlanga, y Muerte de un ciclista (1955), de 
      Juan Antonio Bardem. En la década de 1960 aparece el llamado nuevo 
      cine español, con realizadores como Carlos Saura, que dirige La 
      caza (1965). Otros directores de esta etapa son Mario Camus, 
      Basilio Martín Patino, Manuel Summers, Miguel Picazo y el actor y 
      director Fernando Fernán Gómez. La década de 1970 se caracterizó 
      por las comedias populares comerciales, todo un subgénero bautizado como 
      'destape'. Las producciones de Elías Querejeta lograban que el cine 
      español se conociera internacionalmente. Carlos Saura continúa con 
      La prima Angélica (1973) y Cría cuervos (1975). Luis 
      Buñuel vuelve a España para rodar Tristana (1970) y Víctor 
      Erice realiza El espíritu de la colmena (1973). Una vez 
      reinstaurada la monarquía, el cine se liberaliza y toca temas que en el 
      franquismo estaban prohibidos. En esta etapa el cine español ha cosechado 
      importantes galardones internacionales, como los premios Oscar ganados por 
      Volver a empezar (1982, de José Luis Garci), Belle 
      Époque (1992, de Fernando Trueba) y Todo sobre mi madre 
      (1999, de Pedro Almodóvar). Este último es el director más conocido 
      en el extranjero. En la década de 1990 surgió un movimiento de renovación 
      del cine español en busca de nuevos temas y nuevas narrativas que aglutinó 
      a una serie de realizadores, como Bigas Luna (La camarera del 
      Titanic), Juanma Bajo Ulloa, Alex de la Iglesia, Julio Médem, 
      Fernando León de Aranoa (Familia), Alejandro Amenábar, 
      con éxitos como Tesis (1996),  
      Mar adentro (2004). Icíar Bollaín...
No obstante, durante esta etapa se realizó un puñado de 
      excelentes películas, como Esa pareja feliz, de Juan Antonio 
      Bardem y Luis García Berlanga, y Surcos, de Nieves 
      Conde, ambas de 1951. En esos años en el cine español se deja sentir la 
      influencia del neorrealismo italiano. Títulos de esa etapa son 
      Bienvenido Mr. Marshall (1952) y El verdugo (1963), ambas de 
      Luis García Berlanga, y Muerte de un ciclista (1955), de 
      Juan Antonio Bardem. En la década de 1960 aparece el llamado nuevo 
      cine español, con realizadores como Carlos Saura, que dirige La 
      caza (1965). Otros directores de esta etapa son Mario Camus, 
      Basilio Martín Patino, Manuel Summers, Miguel Picazo y el actor y 
      director Fernando Fernán Gómez. La década de 1970 se caracterizó 
      por las comedias populares comerciales, todo un subgénero bautizado como 
      'destape'. Las producciones de Elías Querejeta lograban que el cine 
      español se conociera internacionalmente. Carlos Saura continúa con 
      La prima Angélica (1973) y Cría cuervos (1975). Luis 
      Buñuel vuelve a España para rodar Tristana (1970) y Víctor 
      Erice realiza El espíritu de la colmena (1973). Una vez 
      reinstaurada la monarquía, el cine se liberaliza y toca temas que en el 
      franquismo estaban prohibidos. En esta etapa el cine español ha cosechado 
      importantes galardones internacionales, como los premios Oscar ganados por 
      Volver a empezar (1982, de José Luis Garci), Belle 
      Époque (1992, de Fernando Trueba) y Todo sobre mi madre 
      (1999, de Pedro Almodóvar). Este último es el director más conocido 
      en el extranjero. En la década de 1990 surgió un movimiento de renovación 
      del cine español en busca de nuevos temas y nuevas narrativas que aglutinó 
      a una serie de realizadores, como Bigas Luna (La camarera del 
      Titanic), Juanma Bajo Ulloa, Alex de la Iglesia, Julio Médem, 
      Fernando León de Aranoa (Familia), Alejandro Amenábar, 
      con éxitos como Tesis (1996),  
      Mar adentro (2004). Icíar Bollaín...
Una de las figuras imprescindibles en la historia del cine 
      universal es la del español Luis Buñuel, cuya carrera 
      cinematográfica ha transcurrido en su mayor parte en México y Francia, 
      debido a los problemas que tuvo con la dictadura del general Franco tras 
      la Guerra Civil española. De joven era ya un autor de vanguardia; rodó 
      junto al pintor surrealista Salvador Dalí el cortometraje Un perro 
      andaluz (1929) y el mediometraje La edad de oro (1930). Son 
      obras irreverentes con una enorme capacidad para irritar a las autoridades 
      (no sólo españolas, sino también francesas) civiles y eclesiásticas por la 
      fuerza de sus imágenes surrealistas. Buñuel llegó a alcanzar 
      renombre internacional en la década de 1960 por su retrato despiadado de 
      personajes incapaces de asumir su propia esencia humana, como se muestra 
      en Viridiana (1961), rodada y prohibida en España, que obtuvo la 
      Palma de Oro en Cannes. En esta obra, Buñuel muestra las conexiones 
      entre el fetichismo sexual y la simbología religiosa, haciendo lo mismo en 
      Diario de una camarera (1964), rodada en Francia; Bella de 
      día (1966) y Tristana (1970), realizada también en España. Sus 
      películas, a veces de un realismo crudo, son también irónicas e ingeniosas 
      cuando muestran el mundo civilizado de la burguesía occidental, como en 
      El ángel exterminador (1962), en la que un grupo de gente de la 
      alta sociedad debe convivir durante días encerrados en una habitación de 
      la que no pueden salir (pese a que no haya impedimento físico alguno para 
      hacerlo), o en El discreto encanto de la burguesía (1972), Oscar de 
      Hollywood a la mejor película de habla no inglesa. La idea de 
      Buñuel de que la persona busca negar su naturaleza animal creando 
      códigos de civilización y modos de comportamiento ritualizados hasta lo 
      ridículo es demostrada durante toda su obra a través de la subversión -o 
      la perversión- del orden moral establecido, situación que deja a los 
      personajes indefensos e incómodos ante su propio absurdo.

 
 
En 1951, el director de cine japonés Akira Kurosawa, 
      con Rashomon, ganó el gran premio del Festival Internacional de 
      Cine de Venecia, dando a conocer el potente cine de su país al público 
      occidental, después de años en que maestros japoneses del cine, como 
      Yasujiro Ozu, hubieran sido la fuente de inspiración para los 
      cineastas occidentales (de hecho, el propio Kurosawa fue plagiado 
      por la industria de Hollywood en dos ocasiones, con Los siete 
      samuráis (1954), de la que los estadounidenses hacen Los siete 
      magníficos, de John Sturges, seis años después, y con 
      Mercenario (1961), de la que parte Sergio Leone para hacer 
      sus spaghetti-western). Las películas de Mizoguchi y de 
      Kinugasa eran dramas hermosamente producidos con una fotografía 
      bella y caracterizada por un original empleo del color. Cuentos de la 
      Luna pálida de agosto (1953), de Mizoguchi, sobre leyendas 
      japonesas del siglo XVI, y La puerta del infierno (1954), de 
      Kinugasa, sobre un cuento medieval de honor familiar, destacaron 
      como trabajos de una gran madurez artística, profundidad filosófica e 
      impacto visual. Sin embargo, del cine japonés, pese a su calidad y solidez 
      industrial, han llegado a Occidente pocas obras, exceptuando las de 
      Kurosawa, como Dersu Uzala (1975), Kagemusha (1980), 
      Ran (1985) o Los sueños de Akira Kurosawa (1990); las de 
      Shohei Imamura, como La balada de Narayama (1983), Palma de 
      Oro en Cannes, o Agua tibia bajo un puente rojo (2001); las de 
      Nagisa Oshima, como El imperio de los sentidos (1976), que 
      causó un gran escándalo; 
Otros directores interesantes son Takeshi  
      Kitano, autor de películas recientes tan interesantes como 
      Dolls (2002) o Zatoichi (2003); Takashi Miike que 
      dirigió la controvertida e inquietante  Audition (2000);  
      Recientemente, Takashi Shimizu ha conseguido  un gran éxito en 
      Occidente con Ju-on (La maldición) (2003).

La historia cinematográfica de la India empieza en 1913 y se 
      ha dedicado al mercado interno, con una fuerte producción en cantidad pero 
      con unos niveles de calidad muy baja. En la década de los 50 se producen 
      obras que atraen la atención internacional -especialmente de su antigua 
      metrópolis, el Reino Unido-, destacando el realizador Satyajit Ray, 
      con Pather Panchali (Canción de la carretera, 1955), 
      historia centrada en un niño bengalí, continuada con  Aparajito (1956) y Apur 
      Sansar (El mundo de Apu, 1959), obras muy influidas por el 
      neorrealismo italiano.
Últimamente podemos encontrar realizadores tan interesantes 
      como Mira Nair, autora de la popular La boda del 
      monzón 
      (2001), y de Kamasutra (1995). Otra directora conocida en 
      occidente es Deepa Mehta con una obra imprescindible para conocer 
      la familia tradicional hindú y el papel de la mujer en esta sociedad 
      inmovilista, Fuego (1996), con graves problemas para la proyección 
      en su país. La mayoría de las películas que se realizan en este país son 
      un espectáculo de baja calidad en el que se mezclan todos los géneros: 
      drama, comedia, musical, melodrama... En centro de este cine es Bombay que 
      produce una gran cantidad de películas que tienen un seguimiento 
      masivo.

Uno de los directores más originales del panorama 
      internacional de posguerra fue el sueco Ingmar Bergman, que dio a 
      sus películas un aire filosófico muy valorado por los espectadores con 
      inquietudes intelectuales. Por el tratamiento de los grandes problemas que 
      aquejan al hombre: la soledad humana, los conflictos religiosos y las 
      obsesiones sexuales, se convirtió en el principal director sueco y en un 
      creador esencial en la historia del cine. En El séptimo sello 
      (1956) analiza los misterios de la muerte y la moralidad a través de la 
      historia de un caballero medieval que juega una partida de ajedrez con la 
      muerte. En Fresas salvajes (1957), que interpreta el también 
      cineasta Victor Sjöström, crea una serie de flashbacks poéticos 
      rememorando la vida de un viejo profesor. Las películas de Bergman 
      examinan el amor y otras cuestiones clave de la existencia humana; en 
      ellas analiza con mucha habilidad las relaciones y los caracteres de 
      diferentes personajes, todos ellos vívidamente reflejados. En 
      Persona (1966), Secretos de un matrimonio (1973), Gritos 
      y susurros (1972) y Sonata de otoño (1978), la soledad, el 
      vacío, las relaciones de amor-odio entre los distintos personajes se 
      entremezclan con las temáticas religiosas y filosóficas que envuelven sus 
      vidas. La carrera de Bergman se ha extendido a lo largo de tres 
      décadas con obras de gran valor, y un estilo visual extraordinario al que 
      acompañan una energía y una inteligencia únicas. Jean Troell recoge 
      lo mejor del cine bergmaniano en el díptico sobre la emigración Los 
      emigrantes (1971) y La nueva tierra (1972), protagonizadas por 
      Max von Sydow y Liv Ullmann.

En Dinamarca se funda en 1995 el Dogma 95, que 
      pretende recuperar las esencias del cine, viciado por la marea 
      tecnológica. El artífice de este movimiento es Lars von Trier, uno 
      de los grandes cineastas de nuestro tiempo, con películas como 
      Rompiendo las olas (1996), Los idiotas (1998) y Bailar en 
      la oscuridad (2000), protagonizada por Bjork. Otros directores 
      son Thomas Vinterberg y Søren Kragh-Jacobsen, autor de 
      Mifune (1999).
Dogma 95 es un 
      colectivo de cineastas fundado en Copenhague en la primavera de 1995. 
      Tiene como fin luchar contra ciertas tendencias del cine actual. Y 
      presenta una serie de reglas indiscutibles conocidas como EL VOTO DE 
      CASTIDAD.
Juro que me someteré a las reglas siguientes, 
      establecidas y confirmadas por:
1. El rodaje debe realizarse en exteriores. 
      Accesorios y decorados no pueden ser introducidos (si un accesorio en 
      concreto es necesario para la historia, será preciso elegir uno de los 
      exteriores en los que se encuentre este accesorio).
2. El sonido no debe ser producido separado de las 
      imágenes y viceversa. (No se puede utilizar música, salvo si está presente 
      en la escena en la que se rueda).
3. La cámara debe sostenerse en la mano. Cualquier 
      movimiento -o inmovilidad- conseguido con la mano están autorizados.
4. La película tiene que ser en color. La 
      iluminación especial no es aceptada. (Si hay poca luz, la escena debe ser 
      cortada, o bien se puede montar sólo una luz sobre la cámara).
5. Los trucajes y filtros están prohibidos.
6. La película no debe contener ninguna acción 
      superficial. (Muertos, armas, etc., en ningún caso).
7. Los cambios temporales y geográficos están 
      prohibidos. (Es decir, que la película sucede aquí y ahora).
8. Las películas de género no son válidas.
9. El formato de la película debe ser en 35 
      mm.
10. El director no debe aparecer en los 
      créditos.
¡Además, juro que como director me abstendré de 
      todo gusto personal! Ya no soy un artista. Juro que me abstendré de crear 
      una obra, porque considero que el instante es mucho más importante 
      que la totalidad. Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis 
      personajes y del cuadro de la acción. Juro hacer esto por todos los medios 
      posibles y al precio del buen gusto y de todo tipo de consideraciones 
      estéticas.

Tras décadas de dominación en las que Australia era un mero 
      decorado para filmar películas extranjeras, un cine nacional pudo emerger 
      a comienzos de la década de 1970, con la obra de Peter Weir (el más 
      destacado de los cineastas australianos) Picnic en Hanging Rock 
      (1975). En esta película se recreaba un incidente de 1900 en el que un 
      grupo de colegialas desapareció de forma inexplicable en una excursión. 
      También han destacado las obras de Bruce Beresford The Getting 
      of Wisdom (1977), sobre la vida en un colegio victoriano de chicas, y 
      Consejo de guerra (1980), que cuenta la historia real de tres 
      soldados australianos que durante la Guerra Bóer fueron juzgados por 
      asesinato de prisioneros y condenados a muerte. Gillian Armstrong 
      en My Brilliant Career (Mi brillante carrera, 1979) 
      cuenta los primeros años de vida de una escritora feminista de principios 
      de siglo. George Miller rueda la violenta Mad Max 
      (1981).
 Asociada por su cercanía geográfica y cultural a Australia 
      se encuentra la cinematografía de Nueva 
      Zelanda, con Lee Tamahori y 
      la directora Jane Campion, autora de El piano 
      (1993), con la que nos ofrece una visión del panorama y el ambiente 
      prevaleciente en esas islas en el siglo XIX; años después hizo 
      Retrato de una dama (1996).
Asociada por su cercanía geográfica y cultural a Australia 
      se encuentra la cinematografía de Nueva 
      Zelanda, con Lee Tamahori y 
      la directora Jane Campion, autora de El piano 
      (1993), con la que nos ofrece una visión del panorama y el ambiente 
      prevaleciente en esas islas en el siglo XIX; años después hizo 
      Retrato de una dama (1996).  
Lee Tamahori con su 
      película Once Were Warriors se concentró en descendientes 
      contemporáneos de los Maorís, primeros habitantes de Nueva Zelanda, y en 
      la crisis experimentada por una familia de esa procedencia 
      étnica.
Últimamente nos han llegado las dos películas de Niki 
      Caro: Memoria y deseo (1997) y Whale rider 
      (2002).
Paul J. Hoogan es autor de conocida La boda de 
      Muriel (1994).

El impacto del cine europeo sobre los cineastas 
      estadounidenses y el posterior declive del sistema de los estudios 
      coadyuvaron durante las décadas de 1960 y 1970 al cambio del estilo del 
      cine estadounidense.
A finales de la década de 1960, de los estudios 
      cinematográficos sólo quedaba el nombre, ya que su función original y su 
      propiedad habían sido asumidas por inversores ajenos a la industria. Los 
      nuevos propietarios, las grandes corporaciones audiovisuales, pusieron el 
      acento preferentemente en la producción de películas como una mera 
      inversión de los excedentes de los negocios musicales. Así, los estudios 
      aún funcionaron durante la década de 1960 produciendo adaptaciones de 
      musicales y comedias de Broadway. En 1968, el fin de la censura permitió a 
      la industria de Hollywood especializarse en películas que mostraban un 
      alto grado de violencia y una visión más explícita de las relaciones 
      sexuales.
Al mismo tiempo surgió una nueva generación de realizadores 
      bajo la influencia de las tendencias europeas y con el deseo de trabajar 
      con diferentes distribuidores, tomando cada película como una unidad por 
      separado. Muchos de ellos realizaron películas de gran calidad, tanto 
      fuera de la recién descentralizada industria como dentro de sus límites. 
      Algunos de ellos, como Stanley Kubrick, Woody Allen, Arthur Penn, 
      Francis Ford Coppola o Martin Scorsese, han tratado en 
      numerosas ocasiones de trabajar con el respaldo de una compañía 
      financiera, buscando la distribución de sus obras a través de un estudio 
      distinto para cada proyecto, o manteniendo una relación relativamente 
      estable con uno de ellos. Otros directores, como Robert Altman, John 
      Cassavetes o John Sayles, han tratado de eludir los canales 
      establecidos, pero eso les ha supuesto que sólo ocasionalmente hayan 
      conseguido un éxito comercial suficientemente amplio como para financiarse 
      sus siguientes proyectos.
Stanley Kubrick produjo durante unos años una serie 
      de obras interesantes, desde la sátira política de ¿Teléfono rojo? 
      Volamos hacia Moscú (1963), hasta el desafío técnico de 2001: una 
      odisea del espacio (1968), la meticulosa adaptación del siglo XVIII de 
      Barry Lyndon (1975) o el horror gótico de El resplandor 
      (1980), aunque sus mejores películas siguen siendo las primeras: Atraco 
      perfecto (1956), hermosa síntesis del género policiaco, de un 
      fatalismo poético; Senderos de gloria (1957), una de las mejores 
      películas antibelicistas de la historia; Espartaco (1960), sobre la 
      revuelta de los esclavos romanos, y Lolita (1962), todas ellas 
      además magistralmente interpretadas. Arthur Penn, más complaciente, 
      con Bonnie y Clyde (1967) conmovió a los espectadores de las salas 
      de arte y ensayo y a los aficionados al cine de violencia y de aventuras, 
      y sirvió de punto de partida para el gusto de nuevas generaciones de 
      espectadores, que marcaron también Mike Nichols con El 
      graduado (1967), o Dennis Hopper con Buscando mi destino 
      (1969). Penn continuó con el cine 'contracultural' de la década de 
      1960 con El restaurante de Alicia (1969) y Pequeño gran hombre 
      (1970). Por su parte, Woody Allen dirigió y protagonizó una 
      serie de películas formalmente semejantes a las de los cómicos clásicos 
      estadounidenses, algo entre sus admirados Bob Hope y Groucho 
      Marx, pero con un mensaje y unas actitudes peculiares, propias de la 
      sensibilidad de la ciudad de Nueva York. Entre ellas son buenos ejemplos 
      Toma el dinero y corre (1969), Bananas (1971) y El 
      dormilón (1973). Más tarde, Woody Allen ha alcanzado una 
      madurez indudable, alejado ya de la payasada, más reflexivo y al mismo 
      tiempo más amargo, preguntándose permanentemente sobre el sexo, el amor, 
      la muerte y la responsabilidad personal. Aquí cabe citar Annie Hall 
      (1977), Manhattan (1979), Hannah y sus hermanas (1986), 
      Días de radio (1987), Delitos y faltas (1989) y Acordes y 
      desacuerdos (1999).
En otro estilo totalmente distinto, Francis Ford 
      Coppola aparece como un director de grandes producciones y arriesgados 
      experimentos, no siempre fructíferos comercialmente. Aunque esto no le ha 
      impedido continuar una obra tan personal como la de los autores europeos, 
      ajeno a las conveniencias y a las modas. De sus primeros fracasos 
      económicos se repone con El padrino (1972), un éxito comercial de 
      tal magnitud que le permite hacer la personal La conversación 
      (1973), a la que sigue la producción de American Graffiti (1973), 
      de George Lucas. Con los beneficios obtenidos con esta película 
      realiza El padrino II (1974) y Apocalypse now (1979), 
      adaptación del relato corto de Joseph Conrad, El corazón de las 
      tinieblas. Ésta resulta una gran obra aclamada por la crítica pero con 
      un irregular resultado de público. Corazonada (1981) fue un fracaso 
      comercial, lo que no le impide hacer poco después otra de sus mejores 
      obras, La ley de la calle (1983). Vuelve a conseguir el éxito con 
      Tucker: un hombre y su sueño (1988), otra obra maestra. Cierra el 
      ciclo de la familia Corleone con El padrino III (1990). De nuevo 
      obtuvo gran éxito de público en todo el mundo con su particular Drácula 
      (1992). Más clásico, aunque con un estilo personal indiscutible es el 
      también italoamericano Martin Scorsese, autor de Malas 
      calles (1973), Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980), 
      Uno de los nuestros (1990), La edad de la inocencia (1993) o 
      Casino (1995).
 Robert Altman, tras un enorme éxito comercial con 
      M*A*S*H* (1970), que se convirtió posteriormente en una larga y 
      popular serie de televisión, hace una serie de películas, por lo general 
      complejas para el gran público, exceptuando el musical Nashville 
      (1975), en el que intervienen 26 personajes principales formando un gran 
      tapiz de la política, la música, el teatro y la religión. En sus obras más 
      recientes vuelve a recuperar el contacto con el espectador, como en El 
      juego de Hollywood (1991), una comedia negra sobre las intrigas de la 
      producción cinematográfica hollywoodiense, Vidas cruzadas (1993) y 
      Prêt-à-porter (1994) y Kansas City (1996). 
      Cassavetes, actor y director cuyo primer largometraje fue el 
      documental experimental Sombras (1960), se sumó a la producción 
      convencional tras su éxito comercial con Faces (1968), que 
      repetiría con Una mujer bajo la influencia (1974), protagonizada 
      por su mujer, Gena Rowlands. John Sayles, escritor, director y 
      actor independiente, consiguió el aplauso de la crítica por películas como 
      Return of the Secaucus Seven (1980), Matewan (1987) y 
      Passion Fish (Peces de pasión, 1992). Spike Lee, que 
      escribió, dirigió, produjo y protagonizó películas tan alabadas por la 
      crítica y por el público como Nola Darling (1986), Haz lo que 
      debas (1989) o Malcolm X (1992), en la actualidad parece 
      empeñado en crear un nuevo tipo de cine, centrado casi exclusivamente en 
      la problemática de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
Robert Altman, tras un enorme éxito comercial con 
      M*A*S*H* (1970), que se convirtió posteriormente en una larga y 
      popular serie de televisión, hace una serie de películas, por lo general 
      complejas para el gran público, exceptuando el musical Nashville 
      (1975), en el que intervienen 26 personajes principales formando un gran 
      tapiz de la política, la música, el teatro y la religión. En sus obras más 
      recientes vuelve a recuperar el contacto con el espectador, como en El 
      juego de Hollywood (1991), una comedia negra sobre las intrigas de la 
      producción cinematográfica hollywoodiense, Vidas cruzadas (1993) y 
      Prêt-à-porter (1994) y Kansas City (1996). 
      Cassavetes, actor y director cuyo primer largometraje fue el 
      documental experimental Sombras (1960), se sumó a la producción 
      convencional tras su éxito comercial con Faces (1968), que 
      repetiría con Una mujer bajo la influencia (1974), protagonizada 
      por su mujer, Gena Rowlands. John Sayles, escritor, director y 
      actor independiente, consiguió el aplauso de la crítica por películas como 
      Return of the Secaucus Seven (1980), Matewan (1987) y 
      Passion Fish (Peces de pasión, 1992). Spike Lee, que 
      escribió, dirigió, produjo y protagonizó películas tan alabadas por la 
      crítica y por el público como Nola Darling (1986), Haz lo que 
      debas (1989) o Malcolm X (1992), en la actualidad parece 
      empeñado en crear un nuevo tipo de cine, centrado casi exclusivamente en 
      la problemática de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
Frente al cine que representan los anteriores realizadores 
      de cine de autor, pese a ser estadounidense y en ocasiones ligado a la 
      industria de Hollywood, ésta ha continuado otras líneas de producción para 
      el consumo masivo, especialmente de niños y adolescentes. Se basan 
      principalmente en el efectismo que las nuevas tecnologías y los grandes 
      presupuestos permiten. Dentro de esta categoría figuran las películas de 
      catástrofes, como La aventura del Poseidón (1972), de Ronald 
      Neame, El coloso en llamas (1974), de John Guillermin e 
      Irvin Allen, o Titanic (1997), de James Cameron; las 
      recreaciones de personajes del cómic, como Superman (1978), de 
      Richard Donner, Batman (1989), de Tim Burton, y 
      Spider-Man (2002), de Sam Raimi; o las películas bélicas de 
      ciencia ficción como la saga Star Wars, de Georges Lucas: 
      La guerra de las galaxias (1977), El imperio contraataca 
      (1980), El retorno de Jedi (1983), La amenaza fantasma 
      (1999) y El ataque de los clones (2002), la primera película 
      totalmente digital. A esto hay que añadir las fantasías tecnológicas que 
      ha hecho posible los avances de la informática, como Matrix (1999), 
      de Larry y Andy Wachowski.
En 
      estos géneros comerciales ha destacado Steven Spielberg (empezó con 
      la interesante El diablo sobre ruedas (1971)), desde Tiburón 
      (1975), modelo de películas en las que una criatura terrorífica atemoriza 
      a una pacífica comunidad, a las más serenas y emotivas de ciencia ficción 
      Encuentros en la tercera fase (1977) y E.T. el 
      extraterrestre (1982), que explotaron la fascinación por las 
      posibilidades de vida extraterrestre y su posible contacto con los 
      humanos. En la serie de Indiana Jones recrea el cine clásico de 
      aventuras: En busca del arca perdida (1981), Indiana Jones y el 
      templo maldito (1984) e Indiana Jones y la última cruzada 
      (1989). En 
      1993, en un tono distinto al habitual, consiguió el apoyo de la crítica y 
      el público más exigente con La lista de Schindler, película basada 
      en la experiencia del Holocausto, filmada toda en blanco y negro excepto 
      una imagen en color.
Los disparatados costes de estas megalómanas películas han 
      llevado a varios estudios a la bancarrota y han forzado a otros a producir 
      sólo dos o tres películas al año, con lo que la oferta de películas 
      disponibles se reduce, fenómeno que tiende a intensificarse con las 
      políticas de marketing aplicadas desde comienzos de la década de 1990: 
      concentrar el esfuerzo publicitario y promocional en pocas películas que 
      copan luego casi todas las salas de cine de las ciudades de todo el mundo, 
      con lo que queda escaso lugar para la exhibición de pequeñas producciones 
      independientes o producciones medias de las industrias nacionales. Estas 
      películas quedan así arrinconadas en salas especializadas, semejantes a 
      las antiguas de arte y ensayo, de aforo reducido, a las que acuden los 
      aficionados y no el gran público. De hecho, incluso en Estados Unidos, 
      aunque se siguen produciendo películas intimistas, más basadas en el 
      guión, la interpretación y la habilidad de los realizadores, como 
      Kramer contra Kramer (1979, de Robert Benton), Gente 
      corriente (1980, de Robert Redford), Paseando a Miss 
      Daisy (1989, de Bruce Beresford) o Las normas de la casa de 
      la sidra (1999, de John Irving), son a menudo (por no ser 
      fantásticas ni efectistas y por tratar de analizar o recrear la realidad 
      cotidiana) consideradas una empresa azarosa por los distribuidores, lo que 
      facilita aún menos su pervivencia.

El cinema novo de Brasil, creado en 1962 por Glauber Rocha, Nelson Pereira dos Santos y Lima Barreto, desarrolló una estética apoyada en la violencia. Rocha hacía cine de denuncia para mostrar el subdesarrollo que azotaba a su país. Expresó con energía sus ideas en Antonio das Mortes (1968). Actualmente encontramos directores tan brillantes como Walter Salles con un estilo calificado como neorrealista y que consiguió con Estación central de Brasil, entre otros premios, el Oso de plata en el festival de Berlín en 1998. En 2004 ha vuelto con Diarios de motocicleta, premiada en el festival de Hollywood. Tampoco podemos olvidar a Fernando Meirelles autor de la impresionante, bien construida y muy premiada Ciudad de Dios (2002).
En Cuba Tomás Gutiérrez Alea hace Historias de la revolución (1960), Fresa y chocolate (1993) y Guantanamera (1995).
En Argentina Leopoldo Torre Nilsson, cineasta introspectivo y simbólico, describe la cultura bonaerense en La caída (1959). Juan José Campanella ha conseguido buenas críticas y éxito de taquilla con El hijo de la novia (2001). Eduardo Mignogna con su primera película, Evita, quien quiera oír que oiga (1982), ganó premios en los festivales de cine de Lisboa y Biarritz. En el 2003 nos ha llegado Cleopatra, sobre unas soñadoras Thelma y Louise argentinas.
En Polonia hubo una generación de directores encabezada por Andrzej Wajda, Roman Polanski y Krzysztof Zanussi. Krzysztof Kieslowski rodó en Francia Tres colores: Azul, Blanco y Rojo (1993)
El cine de Irán se está conociendo gracias a los festivales internacionales. Dotado de una frescura narrativa y un espíritu crítico, es continuador del Neorrealismo. Los primeros directores conocidos son Abbas Kiarostami, que se dio a conocer con A través de los olivos (1993) la segunda película de la Trilogía de Koker. El otro es Mohsen Makhmalbaf autor de Kandahar (2001). Tras ellos han aparecido otros más jóvenes como Majid Majidi que hizo películas tan tiernas y conmovedoras como El color del paraíso (1999); Samira Makhmalbaf que con 18 años hizo La manzana (1998) y dos años después La pizarra (2000). Bahman Ghobadi, actor en La pizarra, ha conseguido un gran éxito con Un tiempo para los caballos borrachos (2000) y Las tortugas también vuelan (2004). Otros directores importantes son Jafar Panahi y Amir Naderi.
De Corea del Sur es muy conocido Kim Ki-Duk, conocido internacionalmente con La isla (2000) película de escenas duras y premiada en los Festivales de Venecia, Oporto y Bruselas. Más recientemente nos ha llegado la delicada y sugestiva Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera (2003), premiada en el festival de San Sebastián, Hierro 3 y La samaritana.
En China irrumpieron los directores de la llamada Quinta generación, encabezados por Zhang Yimou, con películas tan bellas como Sorgo rojo (1988), El camino a casa y Hero; y Chen Kaige, autor de Adiós a mi concubina (1993), Wong Kar-Wai tuvo un gran éxito con Deseando amar (2000). Dai Sijie llevó a la pantalla su novela autobiográfica con el título de Balzac y la joven costurera china (2002). Sun Zhou la sugestiva película El tren de Zhou Yu (2002). Zhang Yang consiguió la Concha de Plata al mejor director y el premio de la OCIC en el Festival de Cine de San Sebastián, y, en Toronto, el Premio de la Crítica Internacional con La ducha (1999). En Taiwan encontramos a Ang Lee, que dirigió El banquete de bodas (1992) y Tormenta de hielo (1997); y Wayne Wang, autor de Smoke (1994) y La caja china (1997).



 
 
 

250 GRANDES PELICULAS
| POSICION | PUNTUACION | PELICULA | 
| 1. | 9.0 | The Godfather (1972) | 
| 2. | 9.0 | The Shawshank Redemption (1994) | 
| 3. | 8.9 | |
| 4. | 8.9 | The Godfather: Part II (1974) | 
| 5. | 8.8 | Shichinin no samurai (1954) | 
| 6. | 8.8 | Schindler's List (1993) | 
| 7. | 8.8 | Casablanca (1942) | 
| 8. | 8.7 | Star Wars (1977) | 
| 9. | 8.7 | |
| 10. | 8.7 | |
| 11. | 8.7 | Pulp Fiction (1994) | 
| 12. | 8.7 | |
| 13. | 8.7 | |
| 14. | 8.7 | |
| 15. | 8.7 | Rear Window (1954) | 
| 16. | 8.7 | Citizen Kane (1941) | 
| 17. | 8.6 | Dr. Strangelove (1964) | 
| 18. | 8.6 | Cidade de Deus (2002) | 
| 19. | 8.6 | The Usual Suspects (1995) | 
| 20. | 8.6 | Raiders of the Lost Ark (1981) | 
| 21. | 8.6 | Memento (2000) | 
| 22. | 8.6 | 12 Angry Men (1957) | 
| 23. | 8.6 | C'era una volta il West (1968) | 
| 24. | 8.5 | North by Northwest (1959) | 
| 25. | 8.5 | |
| 26. | 8.5 | Psycho (1960) | 
| 27. | 8.5 | Lawrence of Arabia (1962) | 
| 28. | 8.5 | Goodfellas (1990) | 
| 29. | 8.5 | It's a Wonderful Life (1946) | 
| 30. | 8.5 | The Silence of the Lambs (1991) | 
| 31. | 8.5 | |
| 32. | 8.5 | Sunset Blvd. (1950) | 
| 33. | 8.5 | American Beauty (1999) | 
| 34. | 8.5 | The Matrix (1999) | 
| 35. | 8.4 | Fight Club (1999) | 
| 36. | 8.4 | Apocalypse Now (1979) | 
| 37. | 8.4 | Vertigo (1958) | 
| 38. | 8.4 | The Pianist (2002) | 
| 39. | 8.4 | Paths of Glory (1957) | 
| 40. | 8.4 | To Kill a Mockingbird (1962) | 
| 41. | 8.4 | |
| 42. | 8.4 | Taxi Driver (1976) | 
| 43. | 8.4 | The Third Man (1949) | 
| 44. | 8.4 | Se7en (1995) | 
| 45. | 8.4 | Boot, Das (1981) | 
| 46. | 8.3 | M (1931) | 
| 47. | 8.3 | Double Indemnity (1944) | 
| 48. | 8.3 | Requiem for a Dream (2000) | 
| 49. | 8.3 | Singin' in the Rain (1952) | 
| 50. | 8.3 | Léon (1994) | 
| 51. | 8.3 | Chinatown (1974) | 
| 52. | 8.3 | Rashômon (1950) | 
| 53. | 8.3 | Some Like It Hot (1959) | 
| 54. | 8.3 | All About Eve (1950) | 
| 55. | 8.3 | |
| 56. | 8.3 | L.A. Confidential (1997) | 
| 57. | 8.3 | Hotel Rwanda (2004) | 
| 58. | 8.3 | The Maltese Falcon (1941) | 
| 59. | 8.3 | The Bridge on the River Kwai (1957) | 
| 60. | 8.3 | American History X (1998) | 
| 61. | 8.3 | Modern Times (1936) | 
| 62. | 8.3 | Raging Bull (1980) | 
| 63. | 8.3 | Saving Private Ryan (1998) | 
| 64. | 8.3 | Alien (1979) | 
| 65. | 8.3 | Vita è bella, La (1997) | 
| 66. | 8.3 | A Clockwork Orange (1971) | 
| 67. | 8.3 | The Sting (1973) | 
| 68. | 8.3 | Million Dollar Baby (2004) | 
| 69. | 8.3 | Kill Bill: Vol. 1 (2003) | 
| 70. | 8.2 | Reservoir Dogs (1992) | 
| 71. | 8.2 | Mr. Smith Goes to Washington (1939) | 
| 72. | 8.2 | |
| 73. | 8.2 | Amadeus (1984) | 
| 74. | 8.2 | The Manchurian Candidate (1962) | 
| 75. | 8.2 | City Lights (1931) | 
| 76. | 8.2 | On the Waterfront (1954) | 
| 77. | 8.2 | Ran (1985) | 
| 78. | 8.2 | The Apartment (1960) | 
| 79. | 8.2 | Untergang, Der (2004) | 
| 80. | 8.2 | The Incredibles (2004) | 
| 81. | 8.2 | The Shining (1980) | 
| 82. | 8.2 | The Great Escape (1963) | 
| 83. | 8.2 | Sjunde inseglet, Det (1957) | 
| 84. | 8.2 | The Wizard of Oz (1939) | 
| 85. | 8.2 | Aliens (1986) | 
| 86. | 8.2 | 2001: A Space Odyssey (1968) | 
| 87. | 8.2 | Touch of Evil (1958) | 
| 88. | 8.2 | Crash (2004) | 
| 89. | 8.2 | Kill Bill: Vol. 2 (2004) | 
| 90. | 8.2 | Nuovo cinema Paradiso (1989) | 
| 91. | 8.2 | The Great Dictator (1940) | 
| 92. | 8.2 | Metropolis (1927) | 
| 93. | 8.2 | Braveheart (1995) | 
| 94. | 8.2 | Donnie Darko (2001) | 
| 95. | 8.2 | Jaws (1975) | 
| 96. | 8.2 | Oldboy (2003) | 
| 97. | 8.2 | High Noon (1952) | 
| 98. | 8.2 | Strangers on a Train (1951) | 
| 99. | 8.2 | Sin City (2005) | 
| 100. | 8.2 | Annie Hall (1977) | 
| 101. | 8.2 | Finding Nemo (2003) | 
| 102. | 8.2 | Mononoke-hime (1997) | 
| 103. | 8.2 | Fargo (1996) | 
| 104. | 8.1 | Forrest Gump (1994) | 
| 105. | 8.1 | The General (1927) | 
| 106. | 8.1 | Wo hu cang long (2000) | 
| 107. | 8.1 | Blade Runner (1982) | 
| 108. | 8.1 | Yojimbo (1961) | 
| 109. | 8.1 | Full Metal Jacket (1987) | 
| 110. | 8.1 | Before Sunset (2004) | 
| 111. | 8.1 | Ladri di biciclette (1948) | 
| 112. | 8.1 | Rebecca (1940) | 
| 113. | 8.1 | The Best Years of Our Lives (1946) | 
| 114. | 8.1 | The Princess Bride (1987) | 
| 115. | 8.1 | The Sixth Sense (1999) | 
| 116. | 8.1 | Terminator 2: Judgment Day (1991) | 
| 117. | 8.1 | It Happened One Night (1934) | 
| 118. | 8.1 | The Big Sleep (1946) | 
| 119. | 8.1 | Batman Begins (2005) | 
| 120. | 8.1 | Once Upon a Time in America (1984) | 
| 121. | 8.1 | Notorious (1946) | 
| 122. | 8.1 | Duck Soup (1933) | 
| 123. | 8.1 | Smultronstället (1957) | 
| 124. | 8.1 | |
| 125. | 8.1 | |
| 126. | 8.1 | The Graduate (1967) | 
| 127. | 8.1 | Patton (1970) | 
| 128. | 8.1 | Lola rennt (1998) | 
| 129. | 8.1 | Cool Hand Luke (1967) | 
| 130. | 8.1 | The Elephant Man (1980) | 
| 131. | 8.1 | Unforgiven (1992) | 
| 132. | 8.0 | The Deer Hunter (1978) | 
| 133. | 8.0 | Amores perros (2000) | 
| 134. | 8.0 | The Philadelphia Story (1940) | 
| 135. | 8.0 | Finding Neverland (2004) | 
| 136. | 8.0 | The Green Mile (1999) | 
| 137. | 8.0 | Back to the Future (1985) | 
| 138. | 8.0 | Ying xiong (2002) | 
| 139. | 8.0 | The Gold Rush (1925) | 
| 140. | 8.0 | Glory (1989) | 
| 141. | 8.0 | Ben-Hur (1959) | 
| 142. | 8.0 | Toy Story 2 (1999) | 
| 143. | 8.0 | |
| 144. | 8.0 | Stalag 17 (1953) | 
| 145. | 8.0 | Bringing Up Baby (1938) | 
| 146. | 8.0 | Manhattan (1979) | 
| 147. | 8.0 | Platoon (1986) | 
| 148. | 8.0 | A Christmas Story (1983) | 
| 149. | 8.0 | The Grapes of Wrath (1940) | 
| 150. | 8.0 | Arsenic and Old Lace (1944) | 
| 151. | 8.0 | The Wild Bunch (1969) | 
| 152. | 8.0 | Passion de Jeanne d'Arc, La (1928) | 
| 153. | 8.0 | The Searchers (1956) | 
| 154. | 8.0 | Life of Brian (1979) | 
| 155. | 8.0 | Hable con ella (2002) | 
| 156. | 8.0 | |
| 157. | 8.0 | Quatre cents coups, Les (1959) | 
| 158. | 8.0 | Witness for the Prosecution (1957) | 
| 159. | 8.0 | The African Queen (1951) | 
| 160. | 8.0 | The Hustler (1961) | 
| 161. | 8.0 | Big Fish (2003) | 
| 162. | 8.0 | Gone with the Wind (1939) | 
| 163. | 8.0 | Mystic River (2003) | 
| 164. | 8.0 | The Night of the Hunter (1955) | 
| 165. | 8.0 | Hotaru no haka (1988) | 
| 166. | 8.0 | The Straight Story (1999) | 
| 167. | 8.0 | Roman Holiday (1953) | 
| 168. | 8.0 | Festen (1998) | 
| 169. | 8.0 | Die Hard (1988) | 
| 170. | 8.0 | Shrek (2001) | 
| 171. | 8.0 | Ikiru (1952) | 
| 172. | 8.0 | His Girl Friday (1940) | 
| 173. | 8.0 | Grande illusion, La (1937) | 
| 174. | 8.0 | |
| 175. | 8.0 | Gladiator (2000) | 
| 176. | 8.0 | The Adventures of Robin Hood (1938) | 
| 177. | 7.9 | Young Frankenstein (1974) | 
| 178. | 7.9 | The Killing (1956) | 
| 179. | 7.9 | Bronenosets Potyomkin (1925) | 
| 180. | 7.9 | Magnolia (1999) | 
| 181. | 7.9 | Charade (1963) | 
| 182. | 7.9 | 8½ (1963) | 
| 183. | 7.9 | Strada, La (1954) | 
| 184. | 7.9 | Mar adentro (2004/I) | 
| 185. | 7.9 | Ed Wood (1994) | 
| 186. | 7.9 | Monsters, Inc. (2001) | 
| 187. | 7.9 | The Conversation (1974) | 
| 188. | 7.9 | Harvey (1950) | 
| 189. | 7.9 | Trois couleurs: Rouge (1994) | 
| 190. | 7.9 | Sideways (2004) | 
| 191. | 7.9 | A Streetcar Named Desire (1951) | 
| 192. | 7.9 | Sling Blade (1996) | 
| 193. | 7.9 | A Night at the Opera (1935) | 
| 194. | 7.9 | |
| 195. | 7.9 | Brazil (1985) | 
| 196. | 7.9 | Gandhi (1982) | 
| 197. | 7.9 | Groundhog Day (1993) | 
| 198. | 7.9 | Spartacus (1960) | 
| 199. | 7.9 | |
| 200. | 7.9 | Trainspotting (1996) | 
| 201. | 7.9 | In America (2002) | 
| 202. | 7.9 | Twelve Monkeys (1995) | 
| 203. | 7.9 | Stand by Me (1986) | 
| 204. | 7.9 | Shadow of a Doubt (1943) | 
| 205. | 7.9 | All the President's Men (1976) | 
| 206. | 7.9 | Per qualche dollaro in più (1965) | 
| 207. | 7.9 | Laura (1944) | 
| 208. | 7.9 | |
| 209. | 7.9 | To Be or Not to Be (1942) | 
| 210. | 7.9 | Lost in Translation (2003) | 
| 211. | 7.9 | |
| 212. | 7.9 | Persona (1966) | 
| 213. | 7.9 | Dog Day Afternoon (1975) | 
| 214. | 7.9 | Almost Famous (2000) | 
| 215. | 7.9 | Toy Story (1995) | 
| 216. | 7.9 | The Insider (1999) | 
| 217. | 7.9 | The Lion in Winter (1968) | 
| 218. | 7.9 | The Big Lebowski (1998) | 
| 219. | 7.9 | Fanny och Alexander (1982) | 
| 220. | 7.9 | Snatch. (2000) | 
| 221. | 7.9 | Garden State (2004) | 
| 222. | 7.9 | Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl (2003) | 
| 223. | 7.9 | This Is Spinal Tap (1984) | 
| 224. | 7.9 | Mulholland Dr. (2001) | 
| 225. | 7.9 | Network (1976) | 
| 226. | 7.9 | |
| 227. | 7.9 | The Station Agent (2003) | 
| 228. | 7.8 | The Exorcist (1973) | 
| 229. | 7.8 | 21 Grams (2003) | 
| 230. | 7.8 | Judgment at Nuremberg (1961) | 
| 231. | 7.8 | The Terminator (1984) | 
| 232. | 7.8 | Battaglia di Algeri, La (1965) | 
| 233. | 7.8 | Dogville (2003) | 
| 234. | 7.8 | Being There (1979) | 
| 235. | 7.8 | Meglio gioventù, La (2003) | 
| 236. | 7.8 | Spider-Man 2 (2004) | 
| 237. | 7.8 | Miller's Crossing (1990) | 
| 238. | 7.8 | Tonari no Totoro (1988) | 
| 239. | 7.8 | Rain Man (1988) | 
| 240. | 7.8 | Heat (1995) | 
| 241. | 7.8 | Barry Lyndon (1975) | 
| 242. | 7.8 | Diarios de motocicleta (2004) | 
| 243. | 7.8 | Being John Malkovich (1999) | 
| 244. | 7.8 | The Thin Man (1934) | 
| 245. | 7.8 | Taegukgi hwinalrimyeo (2004) | 
| 246. | 7.8 | Kind Hearts and Coronets (1949) | 
| 247. | 7.8 | In the Heat of the Night (1967) | 
| 248. | 7.8 | The 39 Steps (1935) | 
| 249. | 7.8 | |
| 250. | 7.8 | Diaboliques, Les (1955) | 







1. CITIZEN KANE (1941)
2. CASABLANCA (1942)
3. THE GODFATHER (1972)
4. GONE WITH THE WIND (1939)
5. LAWRENCE OF ARABIA (1962)
6. THE WIZARD OF OZ (1939)
7. THE GRADUATE (1967)
8. ON THE WATERFRONT (1954)
9. SCHINDLER'S LIST (1993)
10. SINGIN' IN THE RAIN (1952)
11. IT'S A WONDERFUL LIFE (1946)
12. SUNSET BOULEVARD (1950)
13. THE BRIDGE ON THE RIVER KWAI (1957)
14. SOME LIKE IT HOT (1959)
15. STAR WARS (1977)
16. ALL ABOUT EVE (1950)
17. THE AFRICAN QUEEN (1951)
18. PSYCHO (1960)
19. CHINATOWN (1974)
20. ONE FLEW OVER THE CUCKOO'S NEST (1975)
21. THE GRAPES OF WRATH (1940)
22. 2001: A SPACE ODYSSEY (1968)
23. THE MALTESE FALCON (1941)
24. RAGING BULL (1980)
25. E.T. THE EXTRA-TERRESTRIAL (1982)
26. DR. STRANGELOVE (1964)
27. BONNIE AND CLYDE (1967)
28. APOCALYPSE NOW (1979)
29. MR. SMITH GOES TO WASHINGTON (1939)
30. THE TREASURE OF THE SIERRA MADRE (1948)
31. ANNIE HALL (1977)
32. THE GODFATHER PART II (1974)
33. HIGH NOON (1952)
34. TO KILL A MOCKINGBIRD (1962)
35. IT HAPPENED ONE NIGHT (1934)
36. MIDNIGHT COWBOY (1969)
37. THE BEST YEARS OF OUR LIVES (1946)
38. DOUBLE INDEMNITY (1944)
39. DOCTOR ZHIVAGO (1965)
40. NORTH BY NORTHWEST (1959)
41. WEST SIDE STORY (1961)
42. REAR WINDOW (1954)
43. KING KONG (1933)
44. THE BIRTH OF A NATION (1915)
45. A STREETCAR NAMED DESIRE (1951)
46. A CLOCKWORK ORANGE (1971)
47. TAXI DRIVER (1976)
48. JAWS (1975)
49. SNOW WHITE AND THE SEVEN DWARFS (1937)
50. BUTCH CASSIDY AND THE SUNDANCE KID (1969)
51. THE PHILADELPHIA STORY (1940)
52. FROM HERE TO ETERNITY (1953)
53. AMADEUS (1984)
54. ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT (1930)
55. THE SOUND OF MUSIC (1965)
56. M*A*S*H (1970)
57. THE THIRD MAN (1949)
58. FANTASIA (1940)
59. REBEL WITHOUT A CAUSE (1955)
60. RAIDERS OF THE LOST ARK (1981)
61. VERTIGO (1958)
62. TOOTSIE (1982)
63. STAGECOACH (1939)
64. CLOSE ENCOUNTERS OF THE THIRD KIND (1977)
65. THE SILENCE OF THE LAMBS (1991)
66. NETWORK (1976)
67. THE MANCHURIAN CANDIDATE (1962)
68. AN AMERICAN IN PARIS (1951)
69. SHANE (1953)
70. THE FRENCH CONNECTION (1971)
71. FORREST GUMP (1994)
72. BEN-HUR (1959)
73. WUTHERING HEIGHTS (1939)
74. THE GOLD RUSH (1925)
75. DANCES WITH WOLVES (1990)
76. CITY LIGHTS (1931)
77. AMERICAN GRAFFITI (1973)
78. ROCKY (1976)
79. THE DEER HUNTER (1978)
80. THE WILD BUNCH (1969)
81. MODERN TIMES (1936)
82. GIANT (1956)
83. PLATOON (1986)
84. FARGO (1996)
85. DUCK SOUP (1933)
86. MUTINY ON THE BOUNTY (1935)
87. FRANKENSTEIN (1931)
88. EASY RIDER (1969)
89. PATTON (1970)
90. THE JAZZ SINGER (1927)
91. MY FAIR LADY (1964)
92. A PLACE IN THE SUN (1951)
93. THE APARTMENT (1960)
94. GOODFELLAS (1990)
95. PULP FICTION (1994)
96. THE SEARCHERS (1956)
97. BRINGING UP BABY (1938)
98. UNFORGIVEN (1992)
99. GUESS WHO'S COMING TO DINNER (1967)
100. YANKEE DOODLE DANDY

TOP 100 de Salmerón

 JAVIER DE LUCAS
 
                       JAVIER DE LUCAS




