JAVIER DE LUCAS
NACIMIENTO DEL CINE
Se puede considerar que el cine nació oficialmente el 28 de diciembre de 1895. Aquel día, los hermanos Lumière mostraron, en sesión pública, sus films a los espectadores del Salon Indien de París. En uno de sus primeros films, "La llegada de un tren a la estación de Ciotat", el efecto de una locomotora que parecía salir de la pantalla fue enorme. El aparato con el cual lo consiguieron lo llamaron Cinematógrafo. Había nacido la cinematografía. Pero el éxito inicial se fue apagando por el cansancio del público.
Las películas que siempre veían eran hechas sobre momentos cotidianos, sobre la vida laboral o familiar. Y fue la magia y la imaginación de otro hombre, Georges Méliès, que salvó el cine de acabar como un invento más entre tantos de aquella época. Méliès hizo realidad los sueños de las personas, al mostrarlos en las imágenes que se representan en una pantalla. Por fin, la fantasía podía volar a través de la luz. Méliès es el primer inventor de ficciones. Es más, de la ciencia-ficción. "Viaje a la Luna" (1902) y "Viaje a través de lo imposible" (1904) se encuentran entre las mejores muestras del inventor de los trucajes. Uno de los más habituales era hacer desaparecer cosas o hacerlas aparecer de nuevo. Otros eran la sobreimpresión de una imagen sobre otra, las dobles exposiciones o el uso de maquetas.
A principios del siglo XX, el cine ya es una industria. Ha pasado de ser
un invento para divertir a ser una máquina de hacer dinero. El cine se extiende
por el mundo.
En España, Fructuós
Gelabert se convierte en el padre de la cinematografía española
(1897). Segundo de Chomón sigue
los pasos de Méliès en su film "El hotel eléctrico" (1905), donde los trucajes
son de los mejores de la época.
Como las películas eran mudas, unos
rótulos en medio de las escenas iban explicando la acción o los diálogos. Y, a
veces, un pianista daba el toque musical al espectáculo. Las barracas de los
inicios del cine se convirtieron en salas elegantes y espaciosas donde
comenzaban a acudir las clases bien estantes y no sólo las populares.
Con el fin de llenar de films estas salas estables, se comenzaron a realizar películas más cultas para este público burgués. En Francia el proyecto se conocía como Films d'Art, títulos basados en obras literarias donde actuaban actores famosos del teatro. Tal como Edison en los EEUU, Charles Pathé marca en Francia el inicio de la industrialización del cine. Los films producidos por él alcanzaron un buen nivel de calidad gracias a la dirección de Ferdinand de Zecca, a quien se debe "La Passió" (1902) o "El asesinato del duque de Guisa" (1904).
En la casa
Pathé debutó uno de los primeros grandes cómicos, Max Linder, que inspiró a Chaplin.
A Pathé le aparece un rival igualmente francés, Léon Gaumont, que contrata al
director Louis
Feuillade, que se especializa en el género de terror.
Siguiendo
las huellas galas, en Inglaterra aparece la llamada Escuela de Brighton, formada
por los fotógrafos Smith, Williamson y Collins, que se interesan por los temas
de persecuciones y bélicos donde proporcionan nuevos recursos técnicos
fundamentales para la gramática cinematográfica.
Pero serán los EE.UU. quien saque más provecho del invento. En 1903, con la cinta "Asalto y robo de un tren", Edwin Porter inaugura el cine del Oeste -continuado después por T.H.Ince- y utiliza el montaje simultáneo. Los espectadores comienzan a aprender un nuevo lenguaje, el cinematográfico: aprenden a relacionar las imágenes entendiendo que guardan una relación de continuidad. Y la base de este nuevo lenguaje es el montaje.
Viendo que se convierte en un gran espectáculo popular, que supera las
barreras sociales e idiomáticas -en un país de inmigración formado por multitud
de lenguas y etnias-, el factor negocio entra en acción. Con el fin de
monopolizar el mercado cinematográfico y acabar con sus competidores, Edison
envía a sus abogados contra los explotadores de aparatos cinematográficos. Se
trata de la guerra de las patentes (1897-1906) que, después de una época
de procesos, clausuras de salas, confiscación de aparatos y momentos de
violencia, da la victoria a Edison.
Ello afectó negativamente a los
productores independientes, los cuales, para huir del inventor-negociante,
marchan al otro lado del país, a California, donde fundan Hollywood. Aquí
levantarán las grandes productoras que harán la historia del cine
norteamericano.
Entre los diversos países donde el cine ya es una realidad, Italia es uno de los avanzados en la concepción del cine como espectáculo. Y las películas de grandes reconstrucciones históricas serán el mejor medio para hacerse con el público. El título más destacado fue "Cabiria", dirigido por Giovanni Pastrone en 1913. Grandes escenarios y muchos extras encarnando a romanos o a cartagineses crean una producción colosal para la época. Una concepción del cine que influirá en los cineastas norteamericanos.
EL CINE MUDO
David Wark Griffith fue el gran fijador del lenguaje cinematográfico. Sus innovaciones en la manera de narrar una película revolucionaron el séptimo arte: En sus obras maestras "El nacimiento de una nación" (1914) e "Intolerancia" (1915), dividía el film en secuencias, mostraba acciones en paralelo, cambiaba el emplazamiento y el ángulo de la cámara, variaba los planos, usaba el flash-back o narración de un hecho ya pasado. Pero, sobre todo, Griffith asumió que el montaje era el instrumento expresivo más importante conque contaba el cine; que no servía sólo para ordenar secuencias y planos, sino también para emocionar al espectador.
Griffith llegó a influir a jóvenes cineastas de una geografía tan alejada de los EEUU, como es Rusia. El triunfo de la revolución rusa en 1917 hizo pensar a sus dirigentes que el cine podía asumir un papel de adoctrinamiento y propagandístico. Así que encargó a unos cuantos directores el hecho de crear una nueva cinematografía en el país. Entre estos nuevos cineastas destacaron Dziga Vertov -creador del kino-glaz (cine-ojo)-, Serguei M.Eisenstein -quien sorprendió al mundo con la fuerza de las imágenes y la magistral utilización del montaje en su película "El acorazado Potemkin" (1925)-, V.Pudovkin, autor de "La madre" (1926), y A.Dovjenko, director de "La tierra" (1930). Se trata de productos de vanguardia y de experimentación formal.
En estas primeras décadas de cine aparecen más directores que se dan
cuenta de que este nuevo medio de comunicación de masas también puede servir
como medio de expresión de lo más íntimo del ser humano: sus anhelos, angustias
o fantasías. Y además expresándolo con una estética innovadora, de "vanguardia".
En Alemania, los estilos "expresionista" y kammerspiel sorprenden por sus
productos ambientados en escenarios irreales o futuristas. "El gabinete del
Dr.Caligari" (1919), de Robert Wiene, "Nosferatu" (1922), de F.W.Murnau, "Metrópolis"
(1926), de Fritz Lang, o "M, el vampiro de Düsseldorf" (1931), también de Lang, son los títulos más
representativos.
Este cine aparecido después de la derrota de los
alemanes en la Guerra Europea y el establecimiento de la humillante Paz de
Versalles, refleja sus angustias y contradicciones. El país vive bajo la
inestabilidad de la República de Weimar y de una gran crisis económica,
situación de la cual se aprovecharán los nazis. El trabajo de la iluminación
-llena de contrastes entre el claro-obscuro, la luz y la sombra- serán uno de
los aspectos plásticos más innovadores.
Al contrario de los alemanes, los cineastas nórdicos huyen de los interiores angustiosos y hacen de los exteriores, del paisaje, el escenario natural para sus dramas. Destacaron directores como Sjöström, Stiller o Dreyer; éste último dirigió la obra maestra "La pasión de Juana de Arco" (1928). En el caso de Francia, Louis Delluc fue el principal promotor del impresionismo cinematográfico galo, corriente de vanguardia en la cual contribuyeron L'Herbier,Dulac y Epstein; éste último dirigió "La caída de la casa Usher" (1927). Al margen de este movimiento destacan también Abel Gance, autor de "Napoleón" (1927), film donde la técnica de proyección se anticipó al Cinerama- y Jacques Feyder, director de "La Atlántida" (1921).
Por su parte, el estilo "surrealista" busca expresar el subconsciente de manera poética. A este cine vanguardista contribuyeron dos españoles importantes: el cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí.
El cine americano apuesta más por el beneficio material que por la estética o la poesía visual. Una pequeña ciudad del Oeste americano, Hollywood, se había convertido en poco tiempo en el centro industrial cinematográfico más próspero de los EE.UU. Grandes empresas se reunieron levantando sus estudios donde, además de filmarse las películas, se "construyen" las estrellas para interpretarlas. Un hábil sistema de publicidad crea una atmósfera de leyenda alrededor de los ídolos del público; los actores y las actrices se convierten en mitos. Es el caso de Lilian Gish, Gloria Swanson, John Barrymore, Lon Chaney, John Gilbert, Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Mae West o Rodolfo Valentino. Se trata del Star System, sistema de producción basado en la popularidad de los actores por medio de la cual se conseguían más beneficios.
Durante la Guerra Europea y aprovechando el descenso de producción en Europa por el mismo motivo, Hollywood se dedicó a dominar los mercados mundiales. La década de los años 20 fue la época dorada del cine mudo americano: espectáculo, grandes actores, diversidad de géneros... Entre éstos destacó el slapstick o cine cómico: los pasteles de nata, las locas persecuciones, los golpes, las bañistas...; invento de Mack Sennett que descubrió a Chaplin, Lloyd, Turpin, Langdon... Quizás una reacción a la época difícil marcada por la Guerra Europea. Pero serán dos cómicos concretos quienes harán universal el arte de hacer reír en la pantalla: Charlot y Keaton.
Payasos geniales y, a la vez, críticos con su sociedad deshumanizada, sus gags han hecho reír a niños y a adultos de diversas generaciones, en todo el mundo. De Charlot es "La quimera del oro" (1925) y de Buster Keaton "El maquinista de la General" (1926).
De los grandes estudios salen grandes producciones, algunas de ellas muy
espectaculares como las que hacía el director Cecil B. de
Mille, "Los diez mandamientos" (1923) o "Rey de Reyes" (1927); o bien obras
maestras de cineastas extranjeras que se establecieron en Hollywood, como Erich
Von
Stroheim, autor de "Avaricia" (1924).
EL
CINE SONORO
El 6 de octubre de 1927 sucede un hecho revolucionario para la historia del cine: ¡comenzaba a hablar! "El cantor de jazz", de Alan Crosland, dejaba escuchar al actor Al Jolson cantando.
Se iniciaba una nueva era para la industria del cine. También para los actores: muchos de ellos desaparecieron como tales al conocer el público su verdadera voz, desagradable o ridícula, que no correspondía a la apariencia física. ¡Desaparecían los intertítulos!
Los estudios tuvieron que replanteárselo a pesar de que hicieron importantes inversiones para reconvertirse en sonoros. También los técnicos y los cineastas cambiaron de forma de hacer y de pensar. Y los actores y actrices tuvieron que aprender a vocalizar correctamente. En España, los primeros estudios sonoros, los Orphea, fueron inaugurados en Barcelona en 1932.
La implantación del sonoro coincidió
con el crack económico de 1929 que ocasionó una Gran Depresión en los EEUU.
Miles de ciudadanos encontraban en el cine momentos para huir de los problemas
cotidianos. Hollywood se dedicó a producir títulos basados en los géneros
fantástico, la comedia, el musical o el cine negro, con el fin de exhibir productos
escapistas.
Es el momento de directores como Lubitsch -autor de "Ser o no ser" (1942)-; Capra -maestro de la comedia americana, con títulos como "Sucedió una noche" (1934) o "Vive como quieras" (1938); Hawks -director de Scarface (1932)-; Cukor, autor de "Historias de Filadelfia" (1940)-; John Ford -conocido sobre todo por sus "westerns" épicos, como "La diligencia" (1939); o Josef von Sternberg -cineasta alemán que dirigió "El ángel blau" (1930)-. Este cine de entretenimiento general tiene la excepción con el hecho por King Vidor, cineasta sensible a los problemas de las capas populares, como lo reflejó en "El pan nuestro de cada día" ( 1934). "En Alemania es G.W.Pabst quien cultiva un cine social.
Este
compromiso estético con los menos favorecidos fue más fuerte en Europa. En
Francia, coincidiendo con el Frente Popular, Jean Renoir mostraba la
vida cotidiana y laboral de los trabajadores, incluso utilizándolos de auténticos
protagonistas de algunos de sus films, como en "La regla del juego" (1939),
título que, además de su carga de naturalismo, supuso nuevas aportaciones
estéticas. Otros cineastas encuadrados en lo que se llama "realismo poético"
fueron Jacques
Feyder, Jean
Vigo, Marcel
Carné y René
Clair.
Muchas de las nuevas estrellas de cine proceden del teatro o del musical. Nombres como Marlene Dietrich, Greta Garbo, Claudette Colbert, Olivia de Havilland, Gary Cooper, Clark Gable, Errol Flynn, Jean Gabin, Edward Robinson o Humphrey Bogart se han convertido en mitos del cine.
El cine en color llega en 1935 con la película "La feria de las vanidades", de Rouben Mamoulian, aunque artísticamente su plenitud se consigue en el film de Victor Fleming, "Lo que el viento se llevó" ( 1939).
El cine de animación se fue implantando entre los gustos del público, especialmente entre los más pequeños. Walt Disney es el creador americano predilecto incluso más allá del propio país.
Los trucajes es una de las especialidades más estimadas por el público. La ubicación de castillos en paisajes donde no han existido, a partir de cristales pintados, o la recreación de un gorila gigante a partir de un simio pequeño o de maquetas, son muestras de la magia del cine, a la cual acaban de dar el toque la decoración, el maquillaje o el vestuario.
Frente a directores con planteamientos principalmente comerciales, hacen aparición otros con nuevas inquietudes estéticas. Es el caso de Von Stroheim, Hitchcock o Orson Welles; éste último realizó las obras maestras "Ciudadano Kane" (1941) y "El cuarto mandamiento" (1942).
Mientras tanto en Europa las cinematografías de los países con gobiernos totalitarios se orientan hacia un cine políticamente propagandístico, con frecuencia fallido artísticamente en el caso de los fascismos.
Respecto al Estado soviético, sigue siendo una excepción el cine de S.M.Eisenstein, como lo demuestran los films "Alexander Nevsky" (1938) e "Iván el Terrible" (1945).
Cuando la Segunda Guerra Mundial estalla, el cine se basa en la propaganda
nacionalista, el documental de guerra o el producto escapista.
DESPUES
DE LA GUERRA
Al terminar la guerra, en una Italia destrozada, aparece el llamado cine "neorrealista", un cine testimonial sobre la realidad del momento, hecho con pocos medios materiales pero con mucha humanidad, preocupado por los problemas del individuo de la calle. "Roma, ciudad abierta" (1944-46), de Rossellini, "Ladrón de bicicletas" (1946), de Vittorio De Sica, o "La terra trema" (1947), de Visconti, suponen una mirada sobre los problemas de subsistencia de los más humildes.
Este tipo de cine creó escuela por todo Occidente e, incluso, los norteamericanos se aficionaron a filmar historias fuera de los estudios, aprovechando los escenarios naturales; el "cine negro" -policíaco- fue uno de los géneros que más rodó en las ciudades.
En los EEUU, las películas o bien denotan un tono pesimista donde los personajes reflejan los padecimientos y angustias pasadas a lo largo de la guerra o como consecuencia de ella, o bien se inspiran en la comedia o el musical porque el público -a la vez- necesita "olvidar". Cuando en 1947 se inicia la "guerra fría" entre Occidente y la URSS, en los EEUU comienza un período de conservadurismo político que llega a afectar a Hollywood, especialmente a los cineastas de izquierda, los cuales son perseguidos, denunciados y condenados. A este período, que se prolongó hasta 1955, se le conoce como "mccarthysmo" o "cacería de brujas". Algunos cineastas, como Chaplin o Welles, optaron por el exilio.
Los años 50 representan para los norteamericanos una nueva época de bienestar que cambió el estilo de vida, sobre todo en lo que se refiere al ocio. La adquisición de televisores supone un fuerte competidor para el cine. El número de espectadores disminuye y hay que buscar maneras para recuperarlo. La mejor forma será dándole al público lo que la pequeña pantalla no puede: espectacularidad. Es entonces cuando la pantalla crece, se proyecta en color y el sonido se convierte en estéreo. Aparece el Cinerama, el Cinemascope, el relieve, la VistaVision... se imponen los musicales -como "Cantando bajo la lluvia" (1952), de S.Donen y G.Kelly-, y las superproducciones.
Hacen aparición nuevos mitos de la pantalla que rompen los esquemas de
comportamiento social convencionales, como Marlon Brando, James Dean o Marilyn Monroe.
Los jóvenes se convierten en un público potencial importante; es la época del rock. Es también la década de los grandes melodramas y de la consolidación de los géneros, como en el caso del thriller; un buen ejemplo de éste último lo tenemos en los films de Hitchcock, "Vértigo" (1958) o "La ventana indiscreta" (1954).
Obviamente, además de Occidente, en el resto del mundo también ha existido cinematografía, dependiendo la producción -en cada uno de los países mayoritariamente desarrollados- de sus posibilidades económicas y de sus lazos coloniales o postcoloniales con la metrópolis europea. Si bien algunos paises de Africa, como Egipto, o la Índia se han caracterizado por su capacidad de producción, Japón se ha distinguido -además de la calidad de muchos de sus títulos, de la mano de grandes cineastas como Ozu, Mizoguchi y Kurosawa, éste último es el autor de "Los siete samurais" (1954). En todos ellos sorprende la concepción del tiempo cinematográfico y de la planificación.
A finales de los años 50, y siguiendo los pasos de directores innovadores como Rossellini, el cine francés se encontraba estancado por los productos clásicos que salían de sus estudios. Una nueva generación de realizadores aportan oxigeno al cine, bajo la denominación nouvelle vague, un cine igualmente hecho con pocos medios pero con fuerza innovaciones estéticas, como demostró el film de Godard, "À bout de souffle" (1959), que supuso una ruptura con el lenguaje cinematográfico habitual. Otros realizadores como Resnais, Truffaut, Chabrol, Malle o Rohmer siguieron los mismos pasos, aunque cada uno desde su estilo personal. Paralelamente aparece el cinéma verité, de tendencia documentalista, que busca captar la vida tal como es.
En otros lugares, a lo largo de los años 60 surgirán también nuevos cinemas: En Suecia, Ingmar Bergman asume un cine introspeccionista donde la psicología de las personas, sus angustias y sus dudas existenciales, pasa a ser el referente principal.
En Italia, Antonioni, Pasolini, Bertolucci, Visconti y Fellini optan por un tipo de cine poético. Mientras que Antonioni -autor de "La aventura" (1960)- indaga en el comportamiento de los personajes, Fellini se distingue por su cine rico en propuestas fantasiosas y oníricas, siendo una muestra los films "Ocho y medio" (1963) o "Amarcord" (1974).
En Gran Bretaña, el free cinema se encuadra dentro de una estética contestataria, crítica para con su sociedad puritana y clasista; plantea las inadaptaciones sociales que ocasiona la vida en las grandes ciudades industriales y la soledad del hombre contemporáneo en ellas. Los cineastas más representativos han sido Lindsay Anderson, Tony Richardson o Karel Reisz. En la Alemania federal, el "nuevo cine alemán" generó cineastas como Fleischmann, Kluge, Schlöndorff, Straub, Fassbinder, Herzog o Wenders. Hay que tener en cuenta en todos ellos la influencia del "mayo del 68".
En Latinoamérica, el nuevo cine va de la mano del despertar social del Tercer Mundo: en Brasil, Glaubert Rocha, Pereira Dos Santos y Ruy Guerra; en Cuba, Gutiérrez Alea, Octavio Gómez y Humberto Solas; y en Argentina, Solanas, Getino, Birri y Torre Nilsson, hacen la alianza entre estética y compromiso social. Este cine, juntamente con el que se hace en el resto de países subdesarrollados de los otros continentes -como consecuencia del proceso descolonizador de los años 60-, se conoce como "cine del Tercer Mundo".
En aquellos países europeos bajo regímenes no-democráticos, una serie de cineastas defensores de las libertades aportan productos igualmente creativos. Es el caso de A.Ford, Wajda, Munk, Kawalerowicz, Zanussi o Polanski en Polonia; Meszaros, Gabor, Szabo y Jancso en Hungría; Forman, Menzel, Nemec o Txitylova en Checoslovaquia; Kozintsev o Txujrai en la URSS. O de Buñuel (desde el exilio), Bardem, Berlanga y Saura en España.
En los EEUU, a partir de la década de los 60, la nueva generación de directores se forman en la televisión. Se trata de unos cuantos cineastas inquietos también por hacer un nuevo cine narrativamente más independiente que no por el producido tradicionalmente por Hollywood; directores como Cassavettes, Lumet, Mulligan, Penn o Nichols. Muchos de ellos operaron desde Nueva York y crearon el cine underground, anticomercial, antihollywood y de vanguardia. Paralelamente, algunos géneros que requieren grandes inversiones, como las superproducciones o los musicales, ofrecen sus últimas grandes muestras.
LAS ULTIMAS DECADAS
A finales de los años 70, y después de unos años de cine espectacular basado en el catastrofismo -quizás como reflejo del retorno del peligro atómico-, se impone la recuperación de la superproducción desdel punto de vista de la calidad y de la rentabilidad. Concretamente de la mano de Georges Lucas -autor de "La guerra de las galaxias" (1977)- y de Steven Spielberg, realizador de "Encuentros en la tercera fase" (1977)-. Paralelamente, otros directores apuestan por un cine igualmente comercial pero tratando con un estilo de realización muy personal y creativo, como Ford Coppola,Scorsese, Brian de Palma, Burton, Lynch... Son unos años en los que o se cuestiona todo -como en el caso de los films sobre Indochina- o se retorna al pasado con nostalgia; abundan los remakes y el fantástico.
En los años 80, la aparición e introducción del vídeo, y el aumento de los canales televisivos por vías diferentes, hacen que el público vea más cine que nunca, sin salir de casa. Es preciso buscar de nuevo espectacularidad: películas con muchos efectos especiales prueban de atraer a los espectadores hacia la sala oscura. Actores musculosos se convierten en héroes de la pantalla en títulos violentos cuando no reaccionarios. Frente a este cine consumista aparecen autores más preocupados por los temas políticos y, sobre todo, por la injerencia de los EEUU en otras zonas. También son tiempos de grandes melodramas y de recuperación de la comedia; en ésta última destaca Woody Allen. La globalización de la economía afecta al cine norteamricano que se alía con la indústria electrónica oriental.
Comenzada la década de los 90, la crisis de ideas se apoderó del cine norteamericano; así que decidió inspirarse en los héroes del cómic, aprovechándose de los nuevos procedimientos para la creación de efectos especiales. También algunas series históricas de televisión serán objeto de versiones para la gran pantalla. Géneros como la comedia clásica, los grandes dramas, los dibujos animados, el fantastic o el western han retornado con fuerza; géneros tradicionales a los cuales se les ha de sumar la sexualidad como ingrediente importante en diversos films y la aparición de un nuevo grupo de actores jóvenes conocidos como la "generación X", además de actores infantiles intérpretes de películas familiares. Por otra parte, la comedia española y el resurgimiento del cine latinoamericano han marcado durante estos años la cinematografía hispanohablante.
Algunos países europeos reaccionan contra la enorme presencia comercial del cine norteamericano, mediante leyes que favorezcan a sus propios mercados. En España, siguen apareciendo nuevos autores, como Julio Medem, Alejandro Almenábar, Fernando León, Benito Zambrano, Icíar Bollaín, Isabel Coixet...
Llegados a los cien años de cine, el procedimiento basado en la fotoquímica se alía con las nuevas tecnologías electrónicas y de los estudios salen películas donde el ordenador ha tenido mucho que ver en el proceso de obtención o manipulación de las imágenes. Hombres de carne y hueso transformándose en hombres cibernéticos, los grandes saurios paseándose en pleno siglo XX, protagonistas dando la mano a personajes muertos hace décadas...
De la mano de la electrónica aparece la realidad virtual: ¿nos convertiremos pronto en espectadores individuales de las películas?
JAVIER DE LUCAS
OTRA BREVE
Tanto en Estados Unidos como en Europa, se animaban imágenes
dibujadas a mano como forma de diversión, empleando dispositivos que se
hicieron populares en los salones de la clase media. Concretamente, se
descubrió que si 16 imágenes de un movimiento que transcurre en un segundo
se hacen pasar sucesivamente también en un segundo, la persistencia de la
visión las une y hace que se vean como una sola imagen en movimiento.
El zoótropo que ha llegado hasta nuestros días consta de una
serie de dibujos impresos en sentido horizontal en bandas de papel
colocadas en el interior de un tambor giratorio montado sobre un eje; en
la mitad del cilindro, una serie de ranuras verticales, por las cuales se
mira, permiten que, al girar el aparato, se perciban las imágenes en
movimiento.
En aquellos mismos años, William Henry Fox Talbot en
el Reino Unido y Louis Daguerre en Francia trabajaban en un nuevo
descubrimiento que posibilitaría el desarrollo del cinematógrafo: la
fotografía, ya que sin este invento previo no existiría el cine. Hacia
1852, las fotografías comenzaron a sustituir a los dibujos en los
artilugios para ver imágenes animadas. A medida que la velocidad de las
emulsiones fotográficas aumentó, fue posible fotografiar un movimiento
real en vez de poses fijas de ese movimiento.
Hasta 1890, los científicos estaban interesados
principalmente en el desarrollo de la fotografía más que en el de la
cinematografía. Esto cambió cuando el antiguo inventor, y entonces ya
industrial, Thomas Alva Edison construyó el Black Maria, un
laboratorio cerca de West Orange (Nueva Jersey), que se convirtió en el
lugar donde realizaba sus experimentos sobre imágenes en movimiento y el
primer estudio de cine del mundo. Edison está considerado por
algunos como el diseñador de la primera máquina de cine, el kinetoscopio,
pero en realidad ni fue él el inventor ni el invento era propiamente una
cámara de cine.
Los experimentos sobre la proyección de imágenes en
movimiento visibles para más de un espectador se estaban desarrollando
simultáneamente en Estados Unidos y en Europa; en Francia, a pesar de no
contar con la gran infraestructura industrial de Edison, los
hermanos Louis y Auguste Lumière llegaron al cinematógrafo, invento
que era al tiempo cámara, copiadora y proyector, y que es el primer
aparato que se puede calificar auténticamente de cine, por lo que la fecha
de su presentación pública, el 28 de diciembre de 1895, y el nombre de los
inventores son los que han quedado reconocidos universalmente como los
iniciadores de la historia del cine. Los hermanos Lumière
produjeron además una serie de cortometrajes con gran éxito, de género
documental, en los que se mostraban diversos elementos en movimiento:
obreros saliendo de una fábrica, olas rompiendo en la orilla del mar y un
jardinero regando el césped. Uno de sus cortometrajes más efectistas para
demostrar las posibilidades del nuevo invento fue el que mostraba a un
tren correo avanzando hacia el espectador, lo que causaba gran impresión
en el público asistente.
En 1896 el ilusionista francés Georges Méliès
demostró que el cine no sólo servía para grabar la realidad, sino que
también podía recrearla o falsearla. Con estas imaginativas premisas, hizo
una serie de películas que exploraban el potencial narrativo del nuevo
medio, dando inicio al cine de una sola bobina. En un estudio en las
afueras de París, Méliès rodó el primer gran filme puesto en escena
cuya proyección duró cerca de quince minutos: L'Affaire Dreyfus
(El caso Dreyfus, 1899) y filmó Cendrillas
(Cenicienta, 1900) en 20 escenas. Pero sobre todo a Méliès
se le recuerda por sus ingeniosas fantasías como Viaje a la luna
(1902, en la que experimentaba las posibilidades de los trucajes con la
cámara de cine. Méliès descubrió que deteniendo la cámara en mitad
de una toma y recolocando entonces los elementos de la escena antes de
continuar podía, por ejemplo, hacer desaparecer objetos. Del mismo modo,
retrocediendo la película unos cuantos centímetros y comenzando la
siguiente toma encima de lo ya filmado, lograba superposiciones,
exposiciones dobles y disoluciones (fundidos y encadenados, como elemento
de transición entre distintas escenas). Aunque hoy en día parecen poco más
que curiosidades, son precursores significativos de las técnicas y los
estilos de un arte entonces balbuceante.
El estilo documentalista de los hermanos Lumière y
las fantasías teatrales de Méliès se fundieron en las ficciones
realistas del inventor estadounidense Edwin S. Porter, a quien se
le atribuye en ocasiones la paternidad del cine de ficción. Trabajando en
el estudio de Edison, Porter produjo la primera película
estadounidense interesante, Asalto y robo de un tren, en 1903. Esta
película, de 8 minutos, influyó de forma decisiva en el desarrollo del
cine porque incluía innovaciones como el montaje de escenas filmadas en
diferentes momentos y lugares para componer una unidad narrativa. Al hacer
esto, Porter inició el montaje, uno de los fundamentos de la creación
cinematográfica.
El ejemplo, sobre todo de Italia, que en 1912 con 717 producciones era el cine más potente del mundo, llevó a los productores estadounidenses a la acción, viéndose obligados a hacer películas más largas, en las que los directores tuvieran también una mayor libertad artística, y los actores figuraran en los títulos de crédito, lo que hizo indefectiblemente que algunos de éstos se convirtieran en los favoritos del público. Como resultado, siguió un periodo de expansión económica y artística en el cine de este país.
El cineasta más influyente del periodo mudo en la naciente
industria estadounidense fue el productor y director D. W.
Griffith, que en 1908 desarrolló la producción desde los estudios
Biograph, en Nueva York, y perfeccionó los elementos que hasta
entonces se habían empleado para hacer cine. Dio a los planos un sentido
narrativo funcional, comenzándolos sólo cuando había en la acción
elementos significativos que mostrar, y terminando en cuanto la acción
concluía. También acercó la cámara a los actores para conseguir más fuerza
emocional, dando al primer plano un sentido enfático y rompiendo con el
tópico, hasta entonces predominante en la industria, de que los
espectadores no comprenderían dos ojos o una mano llenando toda la
pantalla. Griffith, además de introducir estas novedades en la
colocación de la cámara, hizo también evolucionar la puesta en escena, y
formó y dirigió su propia compañía de actores hacia un modo de
interpretación más naturalista (como por otra parte requerían los planos
más cercanos de los intérpretes). En su escuela se formaron futuras
estrellas como Mary Pickford, Lillian Gish o Lionel
Barrymore. Además, experimentó con cierta libertad con la iluminación,
los ángulos de cámara y el uso de filtros sobre los objetivos para
conseguir efectos únicos. Griffith también descompuso las escenas
en una serie de planos diferentes, midiendo la duración de cada uno de
ellos para conseguir una intensidad emocional creciente y un ritmo antes
desconocido en el cine. Con ello demostró que la base de la expresión
fílmica es el montaje, y que la unidad de montaje es el plano, y no la
escena.
En 1913 Griffith completó la que sería la primera de
sus obras épicas: Judit de Betulia, película de 4 bobinas que
irritó a los ejecutivos de la Biograph por su duración, por lo que
no fue distribuida hasta 1914. Mientras tanto, Griffith había
dejado la Biograph para incorporarse a la Mutual de
Hollywood y había comenzado a trabajar en El nacimiento de una
nación (1915), película de 12 bobinas considerada la primera obra
maestra del cine. Aunque hoy resulte ridícula por su tono reaccionario en
defensa del Ku Klux Klan, en su día emocionó a los espectadores, que
llegaron a los cien millones, con la mezcla experta de acción, combate y
drama humano. Con los cuantiosos beneficios de esta obra, Griffith
emprendió un intento más progresista, y también más atrevido formalmente,
de retratar a través de cuatro episodios históricos el fanatismo humano:
Intolerancia (1916). Esta obra le supuso, sin embargo, un fracaso
comercial y la ruina económica.
Entre 1915 y 1920 las grandes salas de cine proliferaron por
todo el territorio de Estados Unidos, mientras la industria se trasladaba
de los alrededores de Nueva York a Hollywood, pequeña localidad
californiana junto a Los Ángeles donde los productores independientes,
como Thomas Harper Ince, Cecil B. De Mille y Mack Sennett,
construyeron sus propios estudios. Se produjeron cientos de películas al
año como respuesta a la creciente demanda de las salas. La inmensa mayoría
eran westerns, comedias de tortazos y resbalones y elegantes melodramas,
como el de Cecil B. De Mille Macho y hembra (1919)
protagonizado por Gloria Swanson. Ince, por su parte, se
especializó en la Guerra Civil estadounidense y el lejano Oeste, sin
concesiones al sentimentalismo, en los que destacó el entonces popular
vaquero William S. Hart.
Mack Sennett llegó a ser entonces el rey de la
comicidad, introduciendo en la pantalla el estilo de los espectáculos de
variedades, en una serie de imaginativas películas protagonizadas por los
famosos Keystone Kops. Su estilo en conjunto era nuevo, ya que
fundía elementos del vodevil, el circo, las tiras cómicas y la pantomima
teatral, con un sentido del ritmo en el que era un verdadero maestro.
Sennett decía que un gag debía plantearse, desarrollarse y
completarse en menos de 30 metros de película (que equivalen a menos de un
minuto de proyección). Tenía un talento especial para crear una atmósfera
en la que el temperamento artístico de cada cómico pudiera brillar.
Sennet fue un gran descubridor de talentos; entre los que
trabajaron con él destacaron Marie Dressler, Mabel Normand, Fatty
Arbuckle, Gloria Swanson, Harold Lloyd, Wallace Beery y un nuevo
cómico británico cuyo nombre artístico era Charlie Chaplin.
Chaplin era un cómico genial cuyos trabajos darían
brillo a la pantalla. Su sola presencia era suficiente para asegurar el
éxito comercial de una película. Fue la primera estrella internacional y
una leyenda viva desde su juventud, rompiendo con cada nueva producción
los récords de taquilla anteriores. Su personaje del vagabundo Charlot
mezclaba de una forma única la comedia sentimental, la sátira social y el
patetismo de la naturaleza humana, convirtiéndose en un arquetipo
universal. Este personaje fue creciendo a lo largo de sus películas El
vagabundo (1915), Vida de perros (1918), El chico (1921)
y La quimera del oro (1925). Con la llegada del sonoro, los
productores se niegan a estrenar Luces de la ciudad (1931), pero él
lo hace por su propia cuenta y vuelve a romper todos los récords de
taquilla, éxito que repite con Tiempos modernos (1936), sátira
contra la automatización del trabajo, y El gran dictador (1940),
primer filme hablado de Chaplin, una oportuna burla de los
dictadores de aquella época que le trae, sin embargo, enemistades entre
los sectores más reaccionarios del poder estadounidense, obligándole a
abandonar el país en la década de 1950, cuando la 'caza de brujas'
promovida por McCarthy siembra la sospecha y la desconfianza hacia los
cineastas progresistas.
En Alemania, en la recién creada Unión Soviética y en
Francia, las películas alcanzaron una nueva significación artística,
marcando el inicio de un período que sería muy influyente en el desarrollo
del medio.
Concluidos los años diez, el gobierno alemán favoreció la
creación de la UFA (Universum Film Aktiengesellschaft), de donde surge el
Expresionismo, cuyos miembros rechazaban el realismo fotográfico
para materializar el mundo interior a través de las formas. El ambiente
sobrenatural y de misterio creados por los efectos de luz sitúan El
estudiante de Praga (1913) como un precedente.
El
gabinete del doctor Caligari
(1919), de Robert Wiene, en la que los estilizados vestuarios y
decorados se utilizaban para contar una terrorífica historia que
identifica la autoridad con la demencia y la criminalidad, supuso la
cumbre del Expresionismo. Una preocupación similar por la
estilización formal y por lo sobrenatural en los temas (frente al prosaico
realismo del cine estadounidense, que ha predominado como el único
estándar debido a su éxito comercial) se evidencia en películas como El
Golem (1920), de Paul Wegener y Henrik Galeen,
Nosferatu, el vampiro (1922), una sinfonía de horror, de F. W.
Murnau, y Metrópolis (1927) de Fritz Lang, que trata de
una sociedad robótica controlada por un gran poder industrial en la que
los obreros están reducidos a la condición de esclavos. Cualquiera de
estas películas, y en especial las dos últimas, crearon escuela en el cine
comercial estadounidense con su temática, decorados e incluso estilo de
realización, como prueba el que los dos directores fueran contratados por
la industria de Hollywood para continuar su trabajo en aquel país. Tras
M, el vampiro de Dusseldorf (1931) y El testamento del doctor
Mabuse (1932), Fritz Lang huyó a Estados Unidos. Murnau,
tras el éxito de El último (1924), fue a Hollywood para realizar
Amanecer (1927).
A mediados de la década de 1920, la capacidad técnica del
cine alemán sobrepasaba la de cualquier otro en el mundo. Los actores y
los directores recibían un apoyo casi ilimitado por parte del Estado, que
financió los mayores y mejor equipados estudios del mundo, los de la UFA,
de Berlín. Los estudios introspectivos, expresionistas de la vida de las
clases populares, conocidos como 'películas de la calle', se
caracterizaban por su dignidad, belleza y duración, además de introducir
grandes avances en el uso efectivo de la luz, los decorados y la
fotografía. Las películas alemanas fueron aclamadas universalmente por la
profundidad de las emociones que comunicaban y sus innovaciones técnicas.
Debido a la emigración de los mejores talentos alemanes, austriacos y, en
general, centroeuropeos, la producción de las películas decayó rápidamente
tras 1925, convirtiéndose en una industria más que intentaba imitar el
cine que se hacía en Hollywood.
Entre 1925 y 1930 apareció una serie de grandes películas
soviéticas, revolucionarias tanto en su temática como en su fuerza visual
y los métodos de realización empleados. La industria del cine soviética
fue nacionalizada en 1919 y puesta bajo el control del Comisariado del
Pueblo para la Propaganda y la Educación. Las películas de este periodo
mostraban la reciente historia soviética con una fuerza, realismo y visión
que era la antítesis del espíritu introspectivo alemán. Los dos
principales directores soviéticos, Serguei Mijailovich Eisenstein y
Vsievolod Iliarinovich Pudovkin, recibieron una fuerte influencia
de la obra de Griffith, sobre todo de Intolerancia y su
montaje, aspecto del nuevo arte que analizaron en detalle, formularon
teorías, depuraron y aplicaron hasta conseguir los más brillantes logros
en este campo de la historia del cine, con la concatenación rápida de
tomas separadas de gran fuerza visual capaces de dejar una fuerte
impresión en el espectador. Pudovkin dedicó sus esfuerzos a
combatir la injusticia social, hecho que vemos en La madre (1926),
El fin de San Petersburgo (1927) y Tempestad sobre Asia
(1928)
El empleo más espectacular de estas técnicas se puede
apreciar en la obra de Eisenstein, El acorazado Potemkin
(1925), en la que se relata el motín de los marineros de un barco de
guerra, hartos de recibir rancho podrido, y la cálida recepción que las
gentes de Odesa dan a los rebeldes. En la célebre secuencia de las
escaleras de Odesa, Eisenstein lleva hasta el clímax los disparos
de los soldados zaristas sobre la muchedumbre con una serie de escenas
rápidas, simultáneas, montadas de forma alternativa, combinando la
descripción general de la escena con detalles significativos, como el
descenso del cochecito de un niño que rueda por unas interminables
escaleras al haber sido alcanzada su madre, o la imagen de una abuela
tiroteada, o un estudiante retrocediendo horrorizado mientras las tropas
avanzan sobre el pueblo con la bayoneta calada. El resultado final crea
una emoción única, integrando toda la serie de sucesos simultáneos.
El
fin de San Petersburgo
(1927), de Pudovkin, y Octubre (1928), de Eisenstein
conmemoran el décimo aniversario de la revolución bolchevique desde
distintos puntos de vista. Pudovkin narró la historia del individuo
como un héroe, una personificación de las masas. Para Eisenstein,
por su parte, las masas por sí mismas son el héroe protagonista. La
trascendencia de Eisenstein se debe tanto a sus películas como a su
legado teórico. Sus teorías revolucionarias de montaje continúan vigentes
en la actualidad. Con el mismo propósito de servir a la revolución rusa,
Dziga Vertov fundó en 1922 el noticiario Kino-Pravda
(Cine-verdad). Mostraba imágenes desprovistas de todo artificio,
sin iluminación, maquillaje, decorados..., poniendo de relieve sus
postulados realistas (Cine-ojo).
Solamente en Francia la industria cinematográfica tenía el
vigor necesario como para sobrevivir durante la etapa que siguió a la I
Guerra Mundial sin el apoyo del gobierno. El escritor, director y editor
de revistas de cine Louis Delluc fue un defensor ardiente del cine
francés, que se rodeó de creadores como Abel Gance, René Clair, Jean
Epstein o Germaine Dulac. Fue un grupo del que dependería mucho
la supervivencia del cine francés. La obra de Delluc, Fiebre
(1921) era un retrato impresionista de la vida de las clases populares,
mientras que Un sombrero de paja en Italia (1927), de Clair,
es una deliciosa e imaginativa comedia basada en una farsa popular del
siglo XIX, y Napoleón (1927), de Abel Gance, es una obra
monumental e innovadora en cuanto a la técnica: empleaba tres pantallas
sobre las que se proyectaban docenas de imágenes simultáneas.
Una de las producciones francesas más destacadas de la
década de 1920 es La pasión de Juana de Arco (1928), del danés
Carl Theodor Dreyer, que, trabajando con un reparto y un equipo
técnico internacionales, mezcló lo mejor del cine escandinavo, alemán y
soviético para hacer un cine con un estilo propio, fluido y lleno de
encanto, en el que forma y contenido se fundían para conseguir una
reverencia operística por el resultado final. Esta película, junto con
Amanecer (1927), película estadounidense de Murnau, cierran
el periodo más brillante del cine mudo que daría paso al advenimiento del
sonoro.
En España los pioneros del nuevo arte empiezan a producir
películas en 1896. Eduardo Jimeno realiza Salida de misa de doce
del Pilar de Zaragoza (1896), al puro estilo de los hermanos
Lumière. En Barcelona, Fructuoso Gelabert realiza e
interpreta Riña de café (1897), la primera película española con
argumento. El hotel fantástico (1905), realizada por Segundo de
Chomón, incorpora sobreimpresiones y otros trucos que había utilizado
en Francia Georges Méliès. Las productoras más importantes
de la época del cine mudo son Hispano Films, Films Barcelona
e Iris Films. Por lo general producían películas basadas en
acartonados dramas teatrales. El gobierno desdeña las posibilidades del
cine y ya en 1913 dicta la primera orden de censura. La zarzuela, que
suministra temas cinematográficos en la década de 1920, se convierte en
todo un subgénero con títulos como La revoltosa (1924) y
Gigantes y cabezudos (1925), ambas de Florián Rey. Su mayor
éxito lo consiguió con La aldea maldita (1929). Con la llegada del
cine sonoro Benito Perojo realiza La verbena de la Paloma
(1935); y durante los años de la II República es el director más afamado y
cosmopolita, pues también trabajó como guionista, actor y productor en
Berlín, París y Hollywood. La película más importante de la etapa del cine
mudo fue Las Hurdes, tierra sin pan (1932), de Luis
Buñuel.
En los años posteriores a la I Guerra Mundial, la industria
cinematográfica se convirtió en uno de los sectores principales de la
industria estadounidense, generando millones de dólares de beneficios a
los productores que tenían éxito. Las películas de este país se
internacionalizaron y dominaron el mercado mundial. Los autores europeos
más destacados fueron contratados por los estudios y sus técnicas se
asimilaron en Hollywood, que las adaptó a sus fines comerciales. El
star system floreció, y las películas utilizaron a las grandes
estrellas, entre otras a Rodolfo Valentino, John Barrymore, Greta
Garbo, Clara Bow y Norma Shearer, como principal atractivo para
el público. El periodo se caracterizó también por el intento de regular
los valores morales del cine a través de un código de censura interna,
creado por la propia industria de Hollywood en 1930 (el código Hays,
bautizado así por dirigirlo el político y moralista Will Hays). Este tipo
de instrumentos de control político moral persistieron hasta 1968 en
Estados Unidos.
En la década de 1920 las películas estadounidenses
comenzaron a tener una sofisticación y una suavidad de estilo que
sintetizaba lo que se había aprendido de la experiencia. Los majestuosos
westerns románticos, como El caballo de hierro (1924), de John
Ford, mostraban la economía y maestría narrativas que marcarían la
trayectoria de los directores clásicos Frank Capra, William Wyler o
George Stevens. Mientras, Cecil B. De Mille trataba de
enmascarar el erotismo de sus primeras comedias sexuales, como El
señorito Primavera (1921), tras la fachada bíblica de espectáculos
como Los diez mandamientos (1923) o El rey de reyes (1927)
en los que de hecho aparecían orgías y escenas de baño con el menor
pretexto.
Dos de los directores más populares de la época, Ernst
Lubitsch y Erich von Stroheim, alemán el primero y austriaco el
segundo, revelaron sus sofisticados y diferentes comportamientos en la
pantalla con sus primeras obras en Hollywood. El primero abandonó los
espectáculos que había dirigido en su país para hacer comedias ligeras,
románticas, caracterizadas por la sencillez de sus decorados, elegancia de
su técnica y encanto personal. En Los peligros del flirt (1924) o
La locura del charlestón (1926) manejó con tanta habilidad el tema
sexual que lograba al mismo tiempo mostrarlo plenamente y resultar
aceptable para los censores. El trabajo de Von Stroheim, por su
parte, más duro y más europeo en su tono, es de una riqueza extravagante e
incluso en ocasiones melancólico, como en Esposas frívolas (1922),
en la que contrasta la inocencia estadounidense con la decadencia europea.
Su obra maestra sobre la codicia en la sociedad estadounidense,
Avaricia (1923), fue reducida por los ejecutivos del estudio de
diez a dos horas. La mayoría de lo cortado entonces se ha perdido, pero
incluso en su forma abreviada es considerada como una de las obras
maestras del realismo cinematográfico.
Las películas cómicas conocieron una época dorada en la
década de 1920. A Chaplin se unieron otros dos cómicos, Harold
Lloyd y Buster Keaton, a la cabeza del género, ambos continuadores de
la tradición de las películas cómicas de payasadas, de una sola bobina.
Durante este periodo, cada uno de estos cómicos dispuso del tiempo y del
apoyo económico necesarios para desarrollar su estilo personal.
Keaton nunca sonreía, y en películas como El moderno Sherlock
Holmes (1924), dirigida por él, hizo contrastar su gesto impasible con
los gags visuales basados en sus increíbles facultades físicas. Harold
Lloyd era un cómico temerario que jugaba a menudo con la ley de la
gravedad desde grandes alturas. Encarnaba al chico ingenuo típicamente
estadounidense, como en El estudiante novato (1925), de Sam
Taylor y Fred Newmeyer, en el que interpreta al personaje débil
que demuestra su valentía.
Las primeras películas eran documentales, ya que se
limitaban a mostrar hechos que ocurrían en la calle: el terremoto de San
Francisco en 1906, el vuelo de los hermanos Wright en Francia en 1908 o la
erupción del volcán Etna en Sicilia en 1910 fueron sucesos filmados por
cámaras de cine que se incorporaban a alguno de los noticiarios
Pathé, que continuaron produciéndose hasta cerca de la década de
1950. Sin embargo, una vez que las películas de ficción se hicieron
populares, las de hechos reales fueron casi totalmente abandonadas hasta
la aparición del documentalista Robert Flaherty a comienzos de la
década de 1920.
En 1926 la productora Warner Brothers introdujo el primer
sistema sonoro eficaz, conocido como Vitaphone, consistente en la
grabación de las bandas sonoras musicales y los textos hablados en grandes
discos que se sincronizaban con la acción de la pantalla. En 1927, la
Warner lanzó El cantor de jazz, de Alan Crosland, la primera
película sonora, protagonizada por el showman de origen ruso Al
Jolson, que alcanzó un éxito inmediato e inesperado entre el público.
Su eslogan, sacado del texto de la película "aún no has oído nada", señaló
el final de la era muda. Hacia 1931 el sistema Vitaphone había sido
superado por el Movietone, que grababa el sonido directamente en la
película, en un banda lateral. Este proceso, inventado por Lee de Forest,
se convirtió en el estándar. El cine sonoro pasó a ser un fenómeno
internacional de la noche a la mañana.
La transición del cine mudo al sonoro fue tan rápida que
muchas películas distribuidas entre 1928 y 1929, que habían comenzado su
proceso de producción como mudas, fueron sonorizadas después para
adecuarse a una demanda apremiante. Los dueños de las salas se apresuraron
también a convertirlas en salas aptas para el sonoro, mientras se rodaban
películas en las que el sonoro se exhibía como novedad, adaptando obras
literarias e introduciendo extraños efectos sonoros a la primera
oportunidad. El público pronto se cansó de los diálogos monótonos y de las
situaciones estáticas de estas películas, en las que un grupo de actores
se situaba cerca de un micrófono fijo.
Tales problemas se solucionaron en los inicios de la década
de 1930, cuando en varios países un grupo de directores de cine tuvieron
la imaginación necesaria para usar el nuevo medio de forma más creativa,
liberando el micrófono de su estatismo para restablecer un sentido fluido
del cine y descubrir las ventajas de la postsincronización (el doblaje,
los efectos sala y la sonorización en general que sigue al montaje), que
permitía la manipulación del sonido y de la música una vez rodada y
montada la película. En Hollywood, Lubitsch y King Vidor
experimentaron con el rodaje de largas secuencias sin sonido, añadiéndolo
posteriormente para resaltar la acción. Lubitsch lo hizo
suavemente, con la música, en El desfile del amor (1929), y
Vidor con el sonido ambiente para crear una atmósfera natural en
Aleluya (1929), un musical realista interpretado íntegramente por
actores afroamericanos cuya acción transcurre en el sur de Estados
Unidos.
Los guionistas Ben Hecht, Dudley Nichols y Robert
Riskin comenzaron a inventarse diálogos especialmente elaborados para
la pantalla, a los que se despojaba de todo lo que no fuera esencial para
que sirvieran a la acción en vez de estorbarla. El estilo periodístico
rapidísimo que Hecht preparó para Un gran reportaje (1931),
de Lewis Milestone, contrasta con las ingeniosas réplicas que
escribiría para la obra de Lubitsch, Una mujer para dos
(1933). Nichols, por su parte, destacó por sus diálogos claros, sin
ambigüedades, en películas como María Estuardo (1936), de John
Ford. Riskin se hizo famoso por sus personajes familiares en
las películas de Frank Capra, entre ellas Sucedió una noche
(1934), protagonizada por Claudette Colbert y Clark
Gable.
Con la llegada del sonoro se consolidó el control de Hollywood sobre el mercado mundial. Cinco grandes productoras dominaban la producción y la distribución de películas en Estados Unidos, y eran: Paramount, Metro Goldwyn Mayer, Twentieth Century Fox, Warner Bros y RKO. Eran las dominantes en EE. UU. y en el resto del mundo. En la década de los cuarenta la Paramount era la más poderosa y rentable. Le seguía la MGM y la Twentieth. La RKO fue la menos rentable y la de vida más corta entre los grandes estudios.
Las películas de gángsters y musicales dominarían la pantalla a comienzos de 1930. El éxito de Hampa dorada (1930), de Mervyn Le Roy, hizo una estrella de Edward G. Robinson. Películas como El enemigo público número 1 (1934), de W. S. Van Dyke, o Scarface, el terror del hampa (1932), de Howard Hawks, dieron dinamismo, vigor y realismo a la pantalla El género se agota y renace bajo forma diferente, cine negro, en los cuarenta. Estas películas comparten ciertas características: visión pesimista de la naturaleza humana, fatalismo, secuencias nocturnas, claroscuros. El protagonista es casi siempre un solitario, a veces un detective privado con antecedentes penales. La línea divisoria entre criminales y personas honestas tiende a desdibujarse. También se ha comentado la misoginia de este género; con frecuencia aparecen mujeres aprovechadas y codiciosas, que arrastran al protagonista a su perdición. Destacan títulos como El halcón Maltés (1941) de J. Huston, La sombra de una duda (1943) de A. Hitchcock. Buena parte de ellas fueron realizadas por directores de origen europeo: La mujer del cuadro y Perversidad de F. Lang, Laura de Otto Preminger. La mayoría de estos directores eran alemanes o austriacos, lo que explica la influencia del expresionismo alemán sobre el cine negro. La segunda parte de la década vería el apogeo del género: Forajidos (1946) de R. Siodmak, El sueño eterno (1946) de H. Hawks, El cartero siempre llama dos veces (1946) de Tay Garnett, Gilda (1946) de Charles Vidor. Retorno al pasado (1947) de J. Tourneur, La senda tenebrosa (1947) de Delmer Daves. La dama de Shangai (1948) de Orson Welles. La Vorágine (1949) de O. Preminger. El crepúsculo de los dioses (1950) de Billy Wilder. El cine negro parece dar sus últimos coletazos en 1951. En 1958 Orson Welles realizará la última gran película negra, Sed de Mal.
Con El cantor de
jazz (1927) aparece el sonoro, y con él el género musical. El
entusiasmo por esta clase de películas durante los primeros años fue tal
que provocó una gran abundancia de musicales, generalmente mediocres.
Desde 1930 se produjo un apreciable desinterés por el público. Sin
embargo, este género experimentó un nuevo auge en 1932 con La calle
42. En este año se hubiera podido creer que la comedia musical era una
forma efímera ya agotada. Ya había pasado la atracción por la novedad, y
la mayoría de las películas no atraían el interés de los espectadores.
Rouben Mamoulian con Ámame esta noche (1932), un éxito
excepcional, aporta por
primera vez un tratamiento creativo al cine musical.
La renovación
empezó de forma explosiva con La calle 42 (1933), que renovó el
género por la calidad del guión, las canciones y un nuevo estilo
introducido por Busby Berkeley. Desde ese momento lograrán gran
éxito títulos como Vampiresas (1933) o Desfile de candilejas
(1933). Fue importante para el género la aparición este mismo año de
Fred Astaire bailando con Joan Crawford y Ginger
Rogers. Astaire aportó elegancia, refinamiento y creatividad.
Durante el resto de la década el género estuvo dominado por la pareja
Astaire-Rogers para la RKO y por los musicales coreografiados por
B. Berkeley para la Warner (desde 1939 en la MGM). En 1935 La Metro
contrató a Eleanor Powell, pero su gran descubrimiento fue el de
Judy Garland que rodó con catorce años Melodías de Broadway
(1937), y consiguió su gran triunfo con El mago de Oz (1939) de Victor Fleming.
Los años de la
guerra (1939-45) supusieron un período de transición para el género. Los
mejores musicales seguían la tradición de la década de los treinta y
fueron muy populares a principios de los cuarenta con parejas como
Mickey Rooney-Judy Garland y Fred Astaire-Ginger Rogers.
Grandes éxitos fueron Trece días de amor y fe (1943) y Cita en
St. Louis (1944) de Minnelli. Entre los actores más taquilleros
estaban Bing Crosby , Betty Grable, Betty Hutton, Alice Faye y "la
bomba brasileña" Carmen Miranda. En estas películas la música y las
canciones eran más abundantes que la danza.
El realizador Vincente Minnelli llegó a la MGM en 1940, el coreógrafo Robert Alton se incorporó en 1946, Fred Astaire fue contratado en 1945. Durante la segunda mitad de la década la mayoría de los talentos musicales estaba contratada en la Metro, estrellas como Jane Powell, Frank Sinatra, Esther Williams, Cyd Charisse, etc. con títulos como Escuela de sirenas (1944), Levando anclas (1945), Un día en Nueva York (1949)
En los años
cincuenta hubo una renovación del género en los temas, lugares y
ambientes. Se incrementa la importancia de la danza. Se rodaron grandes
títulos como Un americano en París (1951), Cantando bajo la
lluvia (1952), la cumbre del musical, Melodías de Broadway
(1953), Brigadoon (1954), Siete novias para siete hermanos
(1954). Destacan como bailarines y directores Stanley Donen y
Gene Kelly. A finales de la década el género musical decae
estrepitosamente, acaba la época dorada del musical.
Los sesenta inician
una etapa nueva. La cultura pop llega a este género. Richard Lester
rodará ¡Qué noche la de aquel día! (1964), con los Beatles.
George Cukor rueda la gran producción My fair lady (1964)
con Audrey Hepburn. Robert Wise dirige Sonrisas y lágrimas
(1965); Robert Stevenson, Mary Poppins (1964), ambas
protagonizadas por Julie Andrews. El musical más famoso de la
década será West side
story (1961), de Robert Wise, con la coreografía de Jerome
Robbins y la música de Leonard Berstein. Otro título importante
de la década es Oliver (1968), de Carol Reed.
En los setenta el
musical se nutre de obras estrenadas con éxito en Broadway. Bob
Fosse es la gran figura y Cabaret (1972) su gran obra, con
Liza Minelli de protagonista. Otros títulos de éxito fueron El
violinista en el tejado (1971) de Norman Jewison, Fiebre del
sábado noche (1977) y Grease (1978).
Los años ochenta son ya la decadencia del género. Apenas destaca Fama (1980) de Alan Parker. Últimamente encontramos Evita (1996), Moulin rouge (2001), Chicago (2002), El fantasma de la ópera (2004).
Como
género, el Western nació cuando algunos de los personajes reales que aparecen en
tantas películas estaban aún vivos (Búfalo Bill, Frank James, Wyatt
Earp, Butch Cassidy, etc.). En 1903 se rueda el primer western de
cierta envergadura, Asalto
y robo de un tren,
de Edwin S. Porter. Durante décadas fue el género americano. Su
declive empezó cuando los clásicos se hicieron viejos.
Ya
en la época del cine mudo se hicieron grandes inversiones en títulos
como La caravana de Oregón (1923) o El caballo de hierro
(1924). Con la llegada del sonoro, La diligencia (1939), de John
Ford, marca un punto y aparte.
Con ella Ford contribuyó
a devolverle el prestigio que tuvo en la década
anterior.
Hasta
ese año se realizan pocos westerns
de
calidad. La mayoría hacían un uso sistemático de decorados de estudio y de
transparencias que acentuaban la poca credibilidad de guiones mediocres. A
principios de la década de los cuarenta destaca la obra maestra
Murieron con las botas puestas (1940) de Raoul
Walsh.
Tras la segunda guerra mundial encontramos algunos de los grandes títulos:
Pasión de los fuertes (1946) y Fort Apache (1948, de
Ford; Duelo al sol (1947), de Vidor; Río Rojo
(1948), de Hawks o Winchester 73 (1950), de Mann. En
los cincuenta llegó el western proindio con títulos como Flecha
rota (1950), de Delmer Davis. Grandes
estrellas son los protagonistas de estas películas: James Stewart, Gary
Cooper, Burt Lancaster, Kirk Douglas, John Wayne...
En
1952 Sólo ante el peligro de Fred Zinnemann consigue un gran
éxito, lo que da más prestigio al género. Raíces profundas (1953)
de George Stevens es recibida de modo similar. Otros títulos notables son Apache (1954) de Robert Aldrich,
Centauros del
desierto (1956) de John
Ford, El hombre del
oeste (1958) de A.
Mann,
El árbol del ahorcado (1959) de D. Daves, y algunas
grandes obras más. Esta edad de oro se prolonga hasta el final de la
década. Mann rueda Cimarrón, su último western,
en 1960.
Los
años sesenta son ya de decadencia, aunque se hicieron grandes películas
como El hombre que mató a Liberty Valance (1962) o El gran
combate (1964), ambas de Ford. Sam Peckinpah con
Duelo en la alta sierra (1962) y David Miller con Los
valientes andan solos (1962), perfilan los elementos esenciales del
western crepuscular, el desclasamiento de unos valores y la
progresiva desaparición de los símbolos del cine del Oeste. Desde
Europa lo remataron los Spaguetti-western,
con zooms inesperados, primeros planos sin razón o músicas caricaturescas.
De todos modos hay que salvar a Sergio Leone (Por un puñado de
dólares (1964) , La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo
(1966)) y al compositor Ennio Morricone, a los que imitarán una
legión de directores y compositores secundarios.
El cine de terror y el de
ciencia ficción
En los años cuarenta nos encontramos
con El hombre lobo (1941), La mansión de Drácula (1945)...
El cine de ciencia
ficción no aparece en Hollywood hasta 1950. Destacan obras como Con destino a la Luna (1950), Ultimátum a la Tierra (1951) de
R. Wise, La guerra de los mundos (1953), Planeta prohibido (1956), La invasión de los ladrones de
cuerpos (1956) de Don
Siegel.
El auge de liberalismo político de los años de Roosevelt había favorecido la aparición de un sector crítico y progresista. Con la entrada de Estados Unidos en la segunda guerra mundial, este estado de cosas dejó paso a una opinión emergente que cuestionaba abiertamente un sistema que ya no era capaz de devolverles la esperanza.
Casablanca (1942), rodada durante la guerra, se oponía al fascismo, al igual que otras películas realizadas durante esos años, como El gran dictador (1940), Ser o no ser (1942) o Náufragos (1944). En 1945 Billy Wilder realizaba Días sin huella, amargo drama sobre el tormento de un alcohólico, y obtenía el Oscar al mejor director. Un año después lo recibía William Wyler con Los mejores años de nuestra vida (1946), drama que reflejaba con amargura el regreso de los héroes de guerra a un país que no había contado con su reintegración social. Como reacción a esta ola crítica que vivía Hollywood, desde 1947 el Comité de Actividades Antiamericanas, con el impulso posterior del senador Joseph MeCarthy, pretendió eliminar todos los brotes supuestamente comunistas que concurrían en la industria. Muchos se vieron afectados por esta medida. Los cineastas que comenzaban a despuntar en esos años continuaron la senda abierta por sus predecesores, pero ahora con funestas consecuencias. Directores - Joseph Losey, Nicholas Ray, Robert Rossen, Mark Robson, John Houston, Elia Kazan, Richard Brooks, Edward Dmytryk - y actores - Humphrey Bogart, Sterling Hayden, Lauren Bacall, Ava Gardner, Montgomery Clift - se veían afectados por dicho Comité. El año en el que éste comenzó a investigar seriamente en la industria, Dmytryk denunciaba el odio antisemita en Encrucijada de odios, Rossen en Cuerpo y alma (1947) y, dos años después, Robson en El ídolo de barro (1949), atacaban la corrupción existente en el mundo del boxeo. Los protagonistas de Ellos viven de noche (1947), ópera prima de Nicholas Ray, eran dos jóvenes asesinos enamorados con los que el espectador se identificaba. Rebelde sin causa (1955), dirigida por Ray, se convirtió en símbolo de esta generación. Su protagonista, James Dean, acorde con los nuevos tiempos, cambiaba el prototipo de héroe y se adentraba en la estela de los perdedores. Ese mismo estilo caracterizaba a Marlon Brando en La ley del silencio (1954), y a Marilyn Monroe en Niágara (1953). Con el firme propósito de cortar las convicciones izquierdistas de la cultura estadounidense, el HUAC sentó en el banquillo a los intelectuales dudosos. Un grupo de cineastas, como Dmytryk o el guionista Dalton Trumbo, se negaron a declarar, y a consecuencia de ello se les prohibió trabajar en el país (además de la condena a un año de prisión y 1000 dólares de multa). Otros, como Elia Kazan o Robert Rossen, aterrados con la cárcel y la pérdida del empleo, delataron a sus compañeros.
Fred Zinnemann en Solo ante el peligro (1952) y Nicholas Ray en Johnny Guitar (1953), en clave de western y con la participación de grandes estrellas -Gary Cooper y Grace Kelly, en el primero; Joan Crawford y Sterling Hayden en el segundo-, construían una parábola sobre el clima de miedo y delación que se había sembrado. Con la caída del senador Mc Carthy se suavizó el clima de histeria.
La producción del centro y del este de Europa fue esporádica
en el periodo previo a la II Guerra Mundial, reduciéndose en Alemania a
películas de propaganda nazi como el documental Triumph des Willens
(Triunfo de la voluntad, 1934), de Leni Riefenstahl,
celebración de la concentración anual del partido nacionalsocialista
alemán en la ciudad de Nuremberg. En la Unión Soviética, el documental se
centró en recreaciones de ópera y ballets demasiado estáticas y
elaboradas, con la excepción de dos excelentes películas de
Eisenstein por su montaje y por sus innovaciones visuales:
Alexander Nevski (1938) e Iván el Terrible (1944-1948). En
Francia, sin embargo, el cine alcanzó uno de sus mejores momentos con el
realismo poético de Marcel Carné y las películas de Jean Renoir.
Jean Vigo insufló de una enorme fuerza poética a la imagen con
ejemplos como Cero en conducta (1933) o L'Atalante (1934). A
pesar de la caótica industria francesa, especialmente durante la guerra,
la actividad creadora no cesó y Marcel Carné, incluso durante la
ocupación nazi, realizaría la obra maestra Les enfants du paradis
(Los niños del paraíso, 1945), de más de tres horas de duración,
empleando cientos de extras en una alegoría teatral estilizada del amor y
la muerte.
Los experimentos con película de color habían comenzado ya
en 1906, pero sólo se había usado como curiosidad. Los sistemas ensayados,
como el Technicolor de dos colores, fueron decepcionantes y fracasaban en
el intento de entusiasmar al público. Pero hacia 1933 el Technicolor se
había perfeccionado, con un sistema de tres colores comercializable,
empleado por vez primera en la película La feria de la vanidad
(1935), de Rouben Mamoulian, adaptación de la novela de William M.
Thackeray. La popularidad del color aumentó, y durante la década de 1940
se empleó sobre todo en una serie de musicales clásicos de la MGM (Metro
Goldwyn Mayer), entre los que destaca Easter Parade (Desfile de
Pascua, 1948), de Charles Walters. En la década de 1950 el uso
del color se generalizó tanto que prácticamente el blanco y negro quedó
relegado para películas de bajo presupuesto que buscaban un realismo
sereno, como Marty (1955) de Delbert Mann, sobre las
aspiraciones de un carnicero del Bronx, o El hombre del brazo de
oro (1955), de Otto Preminger, en la que se contaba la historia
de un drogadicto. A partir de la década de 1960, el blanco y negro quedó
para crear efectos especiales en películas como Psicosis (1960) de
Hitchcock, o La última película (1971), de Peter
Bogdanovich. Más recientemente, lo hemos podido ver casi siempre en
películas con pretensiones artísticas, como El hombre elefante
(1980), de David Lynch, Toro salvaje (1980), de Martin
Scorsese, La ley de la calle (1983), de Francis Ford
Coppola, o Zelig (1983), de Woody Allen.
En 1953, la Twentieth Century Fox estrenó su película
bíblica La túnica sagrada, de Henry Koster, en un sistema
nuevo denominado CinemaScope, que inició la revolución de los
formatos panorámicos. En una sucesión rápida, todos los estudios lanzaron
sus sistemas panorámicos, tales como el Vistavisión, Todd-AO,
Panavisión, SuperScope y Technirama. De todos ellos sólo el
Todd-AO y el Panavisión sobrevivirían, ya que suponían el
uso de una sola cámara, un solo proyector y película estándar de 35 mm,
adaptándose más fácilmente a todos los sistemas; su éxito cambió
definitivamente la forma de las pantallas de cine. Musicales a todo color,
en pantallas anchas y plagados de estrellas, como Ha nacido una
estrella (1954), de George Cukor, u Oklahoma (1955), de
Fred Zinnemann, superproducciones históricas como Ben-Hur
(1959), de William Wyler, y películas de aventuras como Rebelión
a bordo (1962), de Lewis Milestone, o Doctor Zhivago
(1965), de David Lean, llenarían las pantallas de cine.
A pesar del éxito de los espectaculares formatos
panorámicos, la popularidad y la influencia de Hollywood decayó entre las
décadas de 1950 y 1960. Los estudios se desprendieron de las salas de
exhibición y de otras empresas asociadas y vendieron películas en un
mercado más abierto y más competitivo. El star system, en el que
los estudios habían invertido millones de dólares, se acababa. Los
intérpretes, libres para actuar con independencia de los grandes estudios,
exigieron impresionantes sueldos y un porcentaje de los ingresos de sus
películas. Hacia 1959, la producción estadounidense había decrecido hasta
250 películas al año, lo que representaba la mitad de la producción
realizada durante la guerra. Las películas europeas y asiáticas
(japonesas, principalmente), aunque confinadas a las salas de arte y
ensayo, se convirtieron en algo corriente para el espectador
estadounidense. En 1946, había menos de una docena de salas de arte y
ensayo en todo el país, mientras que en 1960 sobrepasaban el millar.
Comenzaron a proliferar por todo el mundo los festivales de cine, en los
que se mostraba el trabajo de directores cuya obra antes de 1950 era muy
poco conocida fuera de sus países de origen.
A finales de la década de 1940, en Italia, el cine
experimentó un renacimiento con la aparición del Neorrealismo
italiano, un movimiento cinematográfico que captó la atención mundial
y dio a conocer al gran público a varios de los principales directores
italianos. Siguiendo las ideas del
cine-ojo de Dziga Vertov, las imágenes naturalistas
de Renoir y el realismo negro francés, los neorrealistas hacían un
cine de un realismo intenso, rodado en escenarios naturales y con actores
no profesionales, uniendo el documental y la ficción para mostrar los
problemas de la sociedad. Este movimiento se inició con Roma, ciudad
abierta (1945) de Roberto Rossellini, principal artífice del
movimiento junto con Vittorio de Sica, Luchino Visconti y Giuseppe de
Santis. Roma, ciudad abierta lograba transmitir una profundidad
de emociones nuevas para el público en la descripción de la ocupación nazi
de Roma y la resistencia del pueblo italiano. Vittorio de Sica,
junto a su habitual guionista, Cesare Zavattini, retrató la miseria
y el desarraigo social en El limpiabotas (1946) y, especialmente,
en Ladrón de bicicletas (1948), rodada por entero en las calles de
Milán, que reflejaba la dura realidad de la posguerra italiana, y
consiguió fama internacional. Visconti, autor de obras como
Rocco y sus hermanos, partía de unos planteamientos más estéticos
introduciendo un aliento poético en la realidad, como en el documental
La terra trema (1947). Giuseppe de Santis dirigió Arroz
amargo (1949) (que consagró como actriz a Silvana Mangano), un
sensual drama sobre la recolección del arroz por mujeres.
En la década de los cincuenta el Neorrealismo fue
perdiendo fuerza. El cine italiano, más amable y vital, fue derivando
hacia la comedia social: Pan, amor y fantasía (1953), de Luigi
Comencini; Rufufú (1958), de Mario Monicelli;
Divorcio a la italiana (1961), de Pietro Germi; La escapada
(1962), de Dino Risi.
Pier Paolo Pasolini rodó El evangelio según San
Mateo (1964), entre otras, siguiendo la tradición neorrealista pura,
mientras que Federico Fellini, que había participado en los inicios
del movimiento, le dio un estilo más poético, como muestra La
strada (1954), ensayo sobre la soledad mostrada a través de las
figuras de dos cómicos ambulantes, o la sátira de la decadente clase alta
italiana de La dolce vita (1960), para llegar en fases posteriores
de su obra a la fantasía más personal de Fellini, Ocho y
medio (1963) o Giulietta de los espíritus (1965). También uno
de los más polémicos directores de la década de 1960, Michelangelo
Antonioni, emergió del movimiento neorrealista, como se puede percibir
en Crónica de un amor (1950), La aventura (1960) o El
desierto rojo (1964). Tanto en esta película de Antonioni, como
en Giulietta de los espíritus de Fellini, se pone de
manifiesto el dominio del color por parte de estos dos directores, que
habían rodado hasta entonces en blanco y negro.
En los años setenta el cine italiano cambió hacia un
constante debate sobre la situación política. Francesco Rosi rodó
El caso Matei (1972)). Padre padrone (1977), de los hermanos
Taviani, era un feroz ataque a la tiranía de un patrón. Ettore
Scola, autor de Una mujer y tres hombres (1974), Brutos,
sucios y malos (1975), Una jornada particular (1977), La
sala de baile (1983) y Macarroni (1985)Pero el cineasta más
influyente de este período fue Bernardo Bertolucci, autor de El
conformista (1971) y, sobre todo, Novecento (1976), una de
las obras maestras del cine. Los viejos cineastas que comenzaron con el
Neorrealismo cambiaron sus planteamientos estéticos. El toque lírico de
Visconti lo encontramos en Muerte en Venecia (1971). El
peculiar universo de Fellini, entre lo fantástico y lo onírico, lo
vemos en Roma (1972) y Amarcord (1973). Antonioni
seguía profundizando en el lenguaje cinematográfico como medio para
mostrar la incomunicación y el silencio en Blow-up (1967) y El
reportero (1974). El carácter esperpéntico de Marco Ferreri fue
llevado hasta sus últimas consecuencias en La grande bouffe (1973).
Pasolini insistía en las relaciones entre sexo y poder en El
Decamerón (11971) y la espeluznante Saló (1975).
En la década de 1980 surgió un movimiento de renovación que
trajo nuevos aires al cine italiano. El melancólico Giuseppe
Tornatore obtuvo un gran éxito con Cinema Paradiso (1989).
Otros directores son Nanni Moretti, autor de Querido diario
(1993), donde mezcla la ficción cómica y el documental, y Roberto Benigni, ganador
del Oscar a la mejor película extranjera por La vida es bella
(1997).
Francia continuó dominando el mercado mundial del cine
artístico en las décadas de los años 1950 y 1960, produciendo cineastas
muy independientes que experimentaron diversos modos de expresión. Así,
Jacques Tati hizo comedias muy personales, reviviendo la pantomima
ligera con Las vacaciones de Monsieur Hulot (1953) o Mi tío
(1958), entre otras. Con menos éxito comercial, pero con el aprecio de los
críticos (que eran los cineastas de su propio grupo), irrumpen en 1958 los
directores de la llamada Nouvelle
vague (François
Trufaut, Jean Luc Godard, Claude Chabrol, Louis Malle, Eric
Rohmer, Alain Resnais...), inspirados entre otros por Robert
Bresson, con Diario de un cura de campaña (1950), películas
introspectivas y sobrias, con una fotografía sencilla y producidas con muy
bajos presupuestos, en las que se muestra un punto de vista agudo y
minucioso del mundo a través de planos medios constantes, lo que les
confiere un aire literario o teatral. Además de esta influencia francesa,
los jóvenes de la Nouvelle vague se inspiraron en el cine comercial
estadounidense de Howard Hawks, Alfred Hitchcock y John
Ford, partiendo de su experiencia como espectadores y críticos
cinematográficos agrupados en la revista Cahiers du Cinéma, desde
la que expusieron su teoría de quién es el verdadero autor: en el cine es
solamente el director, cuya personalidad queda grabada en la película a
pesar de las presiones de los estudios o las influencias exteriores de
cualquier otro tipo.
Empieza Claude Chabrol con El bello Sergio
(1958), rodada con un presupuesto mínimo y actores desconocidos.. Los
primeros representantes de esta corriente, François Truffaut, Jean-Luc
Godard y Alain Resnais, hicieron películas sobre la vida
contemporánea francesa entre 1958 y 1959, apoyados por los espectadores de
su generación y por una industria insegura en lo financiero, deseosa de
que alguien se atreviera a hacer películas comercialmente rentables de
bajo presupuesto de producción. Truffaut, admirador de
Hitchcock, se dedicó a hacer películas realistas de tono
autobiográfico. Así surgieron Los cuatrocientos golpes (1959),
reconocida en el festival de Cannes, El amor a los veinte años
(1962), Besos robados (1968), serie que la crítica aprecia y que se
continúa con Domicilio conyugal (1970) y L'amour en fuite
(El amor en fuga, 1978). En ellas, como en Jules y Jim
(1961) y en Disparad al pianista (1960) trata de la libertad en una
sociedad restrictiva. Además Truffaut hizo otras películas, menos
en la línea de la Nouvelle vague, como El pequeño salvaje
(1970) o Fahrenheit 451 (1966). Las películas de Resnais, en
especial Hiroshima, mi amor (1959) y El año pasado en
Marienbad (1961), son paradigmas del cine intimista, en el que se
trata de que la voz y las imágenes reflejen con su distanciamiento la
lucha -que constituye la vida- entre la distancia emocional y las
relaciones con los otros, lucha en la que la distancia suele salir
vencedora. Empleando abstracciones estilísticas e intelectuales, y
técnicas de montaje distorsionadoras de forma deliberada, Resnais
plantea preguntas sobre la cualidad y las consecuencias del tiempo y la
memoria, y su relación con las emociones humanas.
El más experimental de los directores del movimiento fue
Jean-Luc Godard, cuya primera película, Al final de la
escapada (1959), ganadora del Oso de Plata de Berlín y protagonizada
por Jean-Paul Belmondo, es un hermoso homenaje a las películas de
gángsters estadounidenses, pero desde una perspectiva europea. Los asuntos
tratados por este director han sido de lo más variopinto, desde una serie
de retratos más o menos autobiográficos de su entonces esposa, como
Vivir su vida (1962), hasta la comedia sexual y política de
Masculin-féminin (1966), pasando por experimentaciones con el
tiempo y el espacio, moviendo la cámara con libertad y permitiendo a sus
actores la improvisación a voluntad. En Week-end (1967) hace un
amargo estudio de la sociedad contemporánea a través de las peripecias de
las víctimas de un accidente de automóvil, que vagan por las autopistas,
discutiendo sobre la vida, sobre su propia vida, con personajes literarios
y de cine que se cruzan en su camino, conectando pasado, presente y
futuro. Después de ésta sus películas se volvieron menos accesibles para
el gran público, politizándose decididamente, como en Todo va bien
(1972), protagonizada por Jane Fonda.
A pesar de las grandes diferencias que a veces había entre
ellos, lo que unió a todos fue la reivindicación del cine como lenguaje
autónomo y el anteponer siempre la libertad creadora a toda exigencia
comercial.
En los años setenta los cineastas de la Nouvelle
vague siguen dando muestras de talento, como Truffaut con La
noche americana (1974); Louis Malle, que en Lacombe
Lucien (1974) hace un impecable análisis de la Francia pronazi;
Chabrol indaga en el género policíaco con El carnicero
(1970). Godard provocó un escándalo con Yo te saludo, María
(1985).
En los últimos años encontramos películas tan interesantes
como Gracias por el chocolate (2000), de Chabrol; y Hoy
empieza todo (1999), de B. Tavernier.
Paralelamente a la Nouvelle vague, en Gran Bretaña
los jóvenes cineastas sentían un deseo de renovación y vuelta a la
realidad. Tampoco querían grandes temas ni glamour. La vida estaba
en la gente de la calle. En esto coinciden con sus coetáneos franceses.
Pero los cineastas del Free cinema estaban más próximos a la
realidad y reivindicaban cambios sociales concretos; rechazaban el
conformismo y la hipocresía de la tradición monárquica inglesa. Un
lugar en la cumbre (1959), de Jack Clayton, marcó el inicio de
una serie de películas realistas cuyos argumentos analizaban los problemas
de la clase trabajadora inglesa. Esta película se presentó con gran
revuelo en el festival de Cannes y marcó el inicio del movimiento. Cuenta
la historia de un hombre que
no duda en pisotear a quien sea con tal de lograr sus propósitos. Los
siguientes filmes seguirán insistiendo en esta línea intempestiva: Un
sabor a miel (1961) y La soledad del corredor de fondo (1962),
de Tony Richardson, o Sábado noche, domingo mañana (1960),
de Karel Reisz, cuyos protagonistas no encuentran sitio en la
sociedad. Junto al pesimismo de El ingenuo salvaje (1963) o
If (1969) de Linsay Anderson, encontramos una vertiente
irónica y divertida en Richard Lester, que hizo con Los Beatles
¡Qué noche la de aquel día! (1964) y ¡Help! (1965). Los
actores británicos e irlandeses, como Julie Christie, Albert Finney,
Glenda Jackson, Richard Harris, Peter O'Toole, Alec Guinness o Vanessa
Redgrave se hicieron muy populares.
En este ambiente se formó Ken Loach, que con Cathy
come home (1966) abordaba el problema de los sin techo.
A finales de los años cincuenta, la industria
cinematográfica alemana estaba en completo declive. Ya antes de la guerra,
cientos de cineastas y técnicos habían emigrado a Hollywood huyendo del
nazismo. Algún tiempo después de la eclosión de la Nouvelle vague
francesa, surgió en Alemania en 1962 un grupo de cineastas jóvenes que
firmaron el Manifiesto de Oberhausen y que compartían un punto de vista
crítico sobre la sociedad de su tiempo, rechazando de plano el
complaciente materialismo burgués. Volker Schlöndorff rodó El
joven Törless (1966), El honor perdido de Katharina Bloom
(1975) y El tambor de hojalata (1979). La estela de estos primeros
cineastas será continuada por
Werner Herzog, artista de la soledad y la incomunicación, que
haría, a través de paisajes impresionantes y personajes exóticos, una
reflexión sobre la vida en condiciones difíciles y peligrosas, como en su
película más conocida, Aguirre, la cólera de Dios (1972), sobre el
conquistador español Lope de Aguirre, que en el siglo XVI y en pleno
Amazonas se declaró rebelde al rey Felipe II, pretendiendo, perdido y
famélico, dominar un continente entero. Wim Wenders, por su parte,
ha tratado sobre la alienación y la autorrealización en El amigo
americano (1977), París, Texas (1984) o Cielo sobre
Berlín (1987), películas que muestran también su interés por la
cultura estadounidense. De una generación posterior es la directora
Doris Dörrie, autora de comedias como la popular Hombres,
hombres... (1985), que tiene como tema central la lucha de sexos, y
Sabiduría garantizada (2000).
Pero el más prolífico (38 largometrajes) y el más destacado
de estos cineastas, pese a su temprana desaparición cuando sólo tenía 36
años, fue Rainer Werner Fassbinder, que llevó el cine alemán al
nivel de los mejores cines europeos, haciendo, en sólo 12 años, desde el
cine más clásico y accesible para el gran público, como Lili Marlen
(1981), hasta el más experimental y provocador, como Querelle
(1982), pasando por sus cuadros sobre la Alemania de la posguerra con
El matrimonio de María Braun (1978), Las amargas lágrimas de
Petra von Kant (1972) o Todos nos llamamos Alí (1973), emotiva
reflexión sobre el racismo. En todas sus películas trató temas de
implacable actualidad, como la alienación, el consumismo, la desigualdad
económica, la colonización cultural y el racismo o la opresión
política.
La aparición del cine sonoro provoca desorientación en la
industria cinematográfica española, que, incapaz de adaptarse con rapidez
a los adelantos técnicos, queda por un tiempo paralizada. Se produce una
importante emigración a Hollywood. Entre esos profesionales figuraban
Benito Perojo, Jardiel Poncela, Edgar Neville y otros. En 1934 se
crean los estudios Cinematográfica Española y Americana (CEA), fundados
por varios dramaturgos. En esa misma fecha se produce Agua en el
suelo, de Eusebio Fernández Ardavín. También en esos años se
crea la distribuidora Compañía Industrial Film Española Sociedad Anónima
(CIFESA), que después se convertiría también en productora. Durante la
dictadura de Franco se creó la Junta Superior de Censura Cinematográfica,
que obligaba a quienes quisieran realizar una película a presentar
previamente el guión y después la película, pues ésta debía ajustarse a
"la exaltación de los valores raciales y la enseñanza de nuestros
principios morales y políticos".
No obstante, durante esta etapa se realizó un puñado de
excelentes películas, como Esa pareja feliz, de Juan Antonio
Bardem y Luis García Berlanga, y Surcos, de Nieves
Conde, ambas de 1951. En esos años en el cine español se deja sentir la
influencia del neorrealismo italiano. Títulos de esa etapa son
Bienvenido Mr. Marshall (1952) y El verdugo (1963), ambas de
Luis García Berlanga, y Muerte de un ciclista (1955), de
Juan Antonio Bardem. En la década de 1960 aparece el llamado nuevo
cine español, con realizadores como Carlos Saura, que dirige La
caza (1965). Otros directores de esta etapa son Mario Camus,
Basilio Martín Patino, Manuel Summers, Miguel Picazo y el actor y
director Fernando Fernán Gómez. La década de 1970 se caracterizó
por las comedias populares comerciales, todo un subgénero bautizado como
'destape'. Las producciones de Elías Querejeta lograban que el cine
español se conociera internacionalmente. Carlos Saura continúa con
La prima Angélica (1973) y Cría cuervos (1975). Luis
Buñuel vuelve a España para rodar Tristana (1970) y Víctor
Erice realiza El espíritu de la colmena (1973). Una vez
reinstaurada la monarquía, el cine se liberaliza y toca temas que en el
franquismo estaban prohibidos. En esta etapa el cine español ha cosechado
importantes galardones internacionales, como los premios Oscar ganados por
Volver a empezar (1982, de José Luis Garci), Belle
Époque (1992, de Fernando Trueba) y Todo sobre mi madre
(1999, de Pedro Almodóvar). Este último es el director más conocido
en el extranjero. En la década de 1990 surgió un movimiento de renovación
del cine español en busca de nuevos temas y nuevas narrativas que aglutinó
a una serie de realizadores, como Bigas Luna (La camarera del
Titanic), Juanma Bajo Ulloa, Alex de la Iglesia, Julio Médem,
Fernando León de Aranoa (Familia), Alejandro Amenábar,
con éxitos como Tesis (1996),
Mar adentro (2004). Icíar Bollaín...
Una de las figuras imprescindibles en la historia del cine
universal es la del español Luis Buñuel, cuya carrera
cinematográfica ha transcurrido en su mayor parte en México y Francia,
debido a los problemas que tuvo con la dictadura del general Franco tras
la Guerra Civil española. De joven era ya un autor de vanguardia; rodó
junto al pintor surrealista Salvador Dalí el cortometraje Un perro
andaluz (1929) y el mediometraje La edad de oro (1930). Son
obras irreverentes con una enorme capacidad para irritar a las autoridades
(no sólo españolas, sino también francesas) civiles y eclesiásticas por la
fuerza de sus imágenes surrealistas. Buñuel llegó a alcanzar
renombre internacional en la década de 1960 por su retrato despiadado de
personajes incapaces de asumir su propia esencia humana, como se muestra
en Viridiana (1961), rodada y prohibida en España, que obtuvo la
Palma de Oro en Cannes. En esta obra, Buñuel muestra las conexiones
entre el fetichismo sexual y la simbología religiosa, haciendo lo mismo en
Diario de una camarera (1964), rodada en Francia; Bella de
día (1966) y Tristana (1970), realizada también en España. Sus
películas, a veces de un realismo crudo, son también irónicas e ingeniosas
cuando muestran el mundo civilizado de la burguesía occidental, como en
El ángel exterminador (1962), en la que un grupo de gente de la
alta sociedad debe convivir durante días encerrados en una habitación de
la que no pueden salir (pese a que no haya impedimento físico alguno para
hacerlo), o en El discreto encanto de la burguesía (1972), Oscar de
Hollywood a la mejor película de habla no inglesa. La idea de
Buñuel de que la persona busca negar su naturaleza animal creando
códigos de civilización y modos de comportamiento ritualizados hasta lo
ridículo es demostrada durante toda su obra a través de la subversión -o
la perversión- del orden moral establecido, situación que deja a los
personajes indefensos e incómodos ante su propio absurdo.
En 1951, el director de cine japonés Akira Kurosawa,
con Rashomon, ganó el gran premio del Festival Internacional de
Cine de Venecia, dando a conocer el potente cine de su país al público
occidental, después de años en que maestros japoneses del cine, como
Yasujiro Ozu, hubieran sido la fuente de inspiración para los
cineastas occidentales (de hecho, el propio Kurosawa fue plagiado
por la industria de Hollywood en dos ocasiones, con Los siete
samuráis (1954), de la que los estadounidenses hacen Los siete
magníficos, de John Sturges, seis años después, y con
Mercenario (1961), de la que parte Sergio Leone para hacer
sus spaghetti-western). Las películas de Mizoguchi y de
Kinugasa eran dramas hermosamente producidos con una fotografía
bella y caracterizada por un original empleo del color. Cuentos de la
Luna pálida de agosto (1953), de Mizoguchi, sobre leyendas
japonesas del siglo XVI, y La puerta del infierno (1954), de
Kinugasa, sobre un cuento medieval de honor familiar, destacaron
como trabajos de una gran madurez artística, profundidad filosófica e
impacto visual. Sin embargo, del cine japonés, pese a su calidad y solidez
industrial, han llegado a Occidente pocas obras, exceptuando las de
Kurosawa, como Dersu Uzala (1975), Kagemusha (1980),
Ran (1985) o Los sueños de Akira Kurosawa (1990); las de
Shohei Imamura, como La balada de Narayama (1983), Palma de
Oro en Cannes, o Agua tibia bajo un puente rojo (2001); las de
Nagisa Oshima, como El imperio de los sentidos (1976), que
causó un gran escándalo;
Otros directores interesantes son Takeshi
Kitano, autor de películas recientes tan interesantes como
Dolls (2002) o Zatoichi (2003); Takashi Miike que
dirigió la controvertida e inquietante Audition (2000);
Recientemente, Takashi Shimizu ha conseguido un gran éxito en
Occidente con Ju-on (La maldición) (2003).
La historia cinematográfica de la India empieza en 1913 y se
ha dedicado al mercado interno, con una fuerte producción en cantidad pero
con unos niveles de calidad muy baja. En la década de los 50 se producen
obras que atraen la atención internacional -especialmente de su antigua
metrópolis, el Reino Unido-, destacando el realizador Satyajit Ray,
con Pather Panchali (Canción de la carretera, 1955),
historia centrada en un niño bengalí, continuada con Aparajito (1956) y Apur
Sansar (El mundo de Apu, 1959), obras muy influidas por el
neorrealismo italiano.
Últimamente podemos encontrar realizadores tan interesantes
como Mira Nair, autora de la popular La boda del
monzón
(2001), y de Kamasutra (1995). Otra directora conocida en
occidente es Deepa Mehta con una obra imprescindible para conocer
la familia tradicional hindú y el papel de la mujer en esta sociedad
inmovilista, Fuego (1996), con graves problemas para la proyección
en su país. La mayoría de las películas que se realizan en este país son
un espectáculo de baja calidad en el que se mezclan todos los géneros:
drama, comedia, musical, melodrama... En centro de este cine es Bombay que
produce una gran cantidad de películas que tienen un seguimiento
masivo.
Uno de los directores más originales del panorama
internacional de posguerra fue el sueco Ingmar Bergman, que dio a
sus películas un aire filosófico muy valorado por los espectadores con
inquietudes intelectuales. Por el tratamiento de los grandes problemas que
aquejan al hombre: la soledad humana, los conflictos religiosos y las
obsesiones sexuales, se convirtió en el principal director sueco y en un
creador esencial en la historia del cine. En El séptimo sello
(1956) analiza los misterios de la muerte y la moralidad a través de la
historia de un caballero medieval que juega una partida de ajedrez con la
muerte. En Fresas salvajes (1957), que interpreta el también
cineasta Victor Sjöström, crea una serie de flashbacks poéticos
rememorando la vida de un viejo profesor. Las películas de Bergman
examinan el amor y otras cuestiones clave de la existencia humana; en
ellas analiza con mucha habilidad las relaciones y los caracteres de
diferentes personajes, todos ellos vívidamente reflejados. En
Persona (1966), Secretos de un matrimonio (1973), Gritos
y susurros (1972) y Sonata de otoño (1978), la soledad, el
vacío, las relaciones de amor-odio entre los distintos personajes se
entremezclan con las temáticas religiosas y filosóficas que envuelven sus
vidas. La carrera de Bergman se ha extendido a lo largo de tres
décadas con obras de gran valor, y un estilo visual extraordinario al que
acompañan una energía y una inteligencia únicas. Jean Troell recoge
lo mejor del cine bergmaniano en el díptico sobre la emigración Los
emigrantes (1971) y La nueva tierra (1972), protagonizadas por
Max von Sydow y Liv Ullmann.
En Dinamarca se funda en 1995 el Dogma 95, que
pretende recuperar las esencias del cine, viciado por la marea
tecnológica. El artífice de este movimiento es Lars von Trier, uno
de los grandes cineastas de nuestro tiempo, con películas como
Rompiendo las olas (1996), Los idiotas (1998) y Bailar en
la oscuridad (2000), protagonizada por Bjork. Otros directores
son Thomas Vinterberg y Søren Kragh-Jacobsen, autor de
Mifune (1999).
Dogma 95 es un
colectivo de cineastas fundado en Copenhague en la primavera de 1995.
Tiene como fin luchar contra ciertas tendencias del cine actual. Y
presenta una serie de reglas indiscutibles conocidas como EL VOTO DE
CASTIDAD.
Juro que me someteré a las reglas siguientes,
establecidas y confirmadas por:
1. El rodaje debe realizarse en exteriores.
Accesorios y decorados no pueden ser introducidos (si un accesorio en
concreto es necesario para la historia, será preciso elegir uno de los
exteriores en los que se encuentre este accesorio).
2. El sonido no debe ser producido separado de las
imágenes y viceversa. (No se puede utilizar música, salvo si está presente
en la escena en la que se rueda).
3. La cámara debe sostenerse en la mano. Cualquier
movimiento -o inmovilidad- conseguido con la mano están autorizados.
4. La película tiene que ser en color. La
iluminación especial no es aceptada. (Si hay poca luz, la escena debe ser
cortada, o bien se puede montar sólo una luz sobre la cámara).
5. Los trucajes y filtros están prohibidos.
6. La película no debe contener ninguna acción
superficial. (Muertos, armas, etc., en ningún caso).
7. Los cambios temporales y geográficos están
prohibidos. (Es decir, que la película sucede aquí y ahora).
8. Las películas de género no son válidas.
9. El formato de la película debe ser en 35
mm.
10. El director no debe aparecer en los
créditos.
¡Además, juro que como director me abstendré de
todo gusto personal! Ya no soy un artista. Juro que me abstendré de crear
una obra, porque considero que el instante es mucho más importante
que la totalidad. Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis
personajes y del cuadro de la acción. Juro hacer esto por todos los medios
posibles y al precio del buen gusto y de todo tipo de consideraciones
estéticas.
Tras décadas de dominación en las que Australia era un mero
decorado para filmar películas extranjeras, un cine nacional pudo emerger
a comienzos de la década de 1970, con la obra de Peter Weir (el más
destacado de los cineastas australianos) Picnic en Hanging Rock
(1975). En esta película se recreaba un incidente de 1900 en el que un
grupo de colegialas desapareció de forma inexplicable en una excursión.
También han destacado las obras de Bruce Beresford The Getting
of Wisdom (1977), sobre la vida en un colegio victoriano de chicas, y
Consejo de guerra (1980), que cuenta la historia real de tres
soldados australianos que durante la Guerra Bóer fueron juzgados por
asesinato de prisioneros y condenados a muerte. Gillian Armstrong
en My Brilliant Career (Mi brillante carrera, 1979)
cuenta los primeros años de vida de una escritora feminista de principios
de siglo. George Miller rueda la violenta Mad Max
(1981).
Asociada por su cercanía geográfica y cultural a Australia se encuentra la cinematografía de Nueva Zelanda, con Lee Tamahori y la directora Jane Campion, autora de El piano (1993), con la que nos ofrece una visión del panorama y el ambiente prevaleciente en esas islas en el siglo XIX; años después hizo Retrato de una dama (1996).
Lee Tamahori con su
película Once Were Warriors se concentró en descendientes
contemporáneos de los Maorís, primeros habitantes de Nueva Zelanda, y en
la crisis experimentada por una familia de esa procedencia
étnica.
Últimamente nos han llegado las dos películas de Niki
Caro: Memoria y deseo (1997) y Whale rider
(2002).
Paul J. Hoogan es autor de conocida La boda de
Muriel (1994).
El impacto del cine europeo sobre los cineastas
estadounidenses y el posterior declive del sistema de los estudios
coadyuvaron durante las décadas de 1960 y 1970 al cambio del estilo del
cine estadounidense.
A finales de la década de 1960, de los estudios
cinematográficos sólo quedaba el nombre, ya que su función original y su
propiedad habían sido asumidas por inversores ajenos a la industria. Los
nuevos propietarios, las grandes corporaciones audiovisuales, pusieron el
acento preferentemente en la producción de películas como una mera
inversión de los excedentes de los negocios musicales. Así, los estudios
aún funcionaron durante la década de 1960 produciendo adaptaciones de
musicales y comedias de Broadway. En 1968, el fin de la censura permitió a
la industria de Hollywood especializarse en películas que mostraban un
alto grado de violencia y una visión más explícita de las relaciones
sexuales.
Al mismo tiempo surgió una nueva generación de realizadores
bajo la influencia de las tendencias europeas y con el deseo de trabajar
con diferentes distribuidores, tomando cada película como una unidad por
separado. Muchos de ellos realizaron películas de gran calidad, tanto
fuera de la recién descentralizada industria como dentro de sus límites.
Algunos de ellos, como Stanley Kubrick, Woody Allen, Arthur Penn,
Francis Ford Coppola o Martin Scorsese, han tratado en
numerosas ocasiones de trabajar con el respaldo de una compañía
financiera, buscando la distribución de sus obras a través de un estudio
distinto para cada proyecto, o manteniendo una relación relativamente
estable con uno de ellos. Otros directores, como Robert Altman, John
Cassavetes o John Sayles, han tratado de eludir los canales
establecidos, pero eso les ha supuesto que sólo ocasionalmente hayan
conseguido un éxito comercial suficientemente amplio como para financiarse
sus siguientes proyectos.
Stanley Kubrick produjo durante unos años una serie
de obras interesantes, desde la sátira política de ¿Teléfono rojo?
Volamos hacia Moscú (1963), hasta el desafío técnico de 2001: una
odisea del espacio (1968), la meticulosa adaptación del siglo XVIII de
Barry Lyndon (1975) o el horror gótico de El resplandor
(1980), aunque sus mejores películas siguen siendo las primeras: Atraco
perfecto (1956), hermosa síntesis del género policiaco, de un
fatalismo poético; Senderos de gloria (1957), una de las mejores
películas antibelicistas de la historia; Espartaco (1960), sobre la
revuelta de los esclavos romanos, y Lolita (1962), todas ellas
además magistralmente interpretadas. Arthur Penn, más complaciente,
con Bonnie y Clyde (1967) conmovió a los espectadores de las salas
de arte y ensayo y a los aficionados al cine de violencia y de aventuras,
y sirvió de punto de partida para el gusto de nuevas generaciones de
espectadores, que marcaron también Mike Nichols con El
graduado (1967), o Dennis Hopper con Buscando mi destino
(1969). Penn continuó con el cine 'contracultural' de la década de
1960 con El restaurante de Alicia (1969) y Pequeño gran hombre
(1970). Por su parte, Woody Allen dirigió y protagonizó una
serie de películas formalmente semejantes a las de los cómicos clásicos
estadounidenses, algo entre sus admirados Bob Hope y Groucho
Marx, pero con un mensaje y unas actitudes peculiares, propias de la
sensibilidad de la ciudad de Nueva York. Entre ellas son buenos ejemplos
Toma el dinero y corre (1969), Bananas (1971) y El
dormilón (1973). Más tarde, Woody Allen ha alcanzado una
madurez indudable, alejado ya de la payasada, más reflexivo y al mismo
tiempo más amargo, preguntándose permanentemente sobre el sexo, el amor,
la muerte y la responsabilidad personal. Aquí cabe citar Annie Hall
(1977), Manhattan (1979), Hannah y sus hermanas (1986),
Días de radio (1987), Delitos y faltas (1989) y Acordes y
desacuerdos (1999).
En otro estilo totalmente distinto, Francis Ford
Coppola aparece como un director de grandes producciones y arriesgados
experimentos, no siempre fructíferos comercialmente. Aunque esto no le ha
impedido continuar una obra tan personal como la de los autores europeos,
ajeno a las conveniencias y a las modas. De sus primeros fracasos
económicos se repone con El padrino (1972), un éxito comercial de
tal magnitud que le permite hacer la personal La conversación
(1973), a la que sigue la producción de American Graffiti (1973),
de George Lucas. Con los beneficios obtenidos con esta película
realiza El padrino II (1974) y Apocalypse now (1979),
adaptación del relato corto de Joseph Conrad, El corazón de las
tinieblas. Ésta resulta una gran obra aclamada por la crítica pero con
un irregular resultado de público. Corazonada (1981) fue un fracaso
comercial, lo que no le impide hacer poco después otra de sus mejores
obras, La ley de la calle (1983). Vuelve a conseguir el éxito con
Tucker: un hombre y su sueño (1988), otra obra maestra. Cierra el
ciclo de la familia Corleone con El padrino III (1990). De nuevo
obtuvo gran éxito de público en todo el mundo con su particular Drácula
(1992). Más clásico, aunque con un estilo personal indiscutible es el
también italoamericano Martin Scorsese, autor de Malas
calles (1973), Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980),
Uno de los nuestros (1990), La edad de la inocencia (1993) o
Casino (1995).
Robert Altman, tras un enorme éxito comercial con
M*A*S*H* (1970), que se convirtió posteriormente en una larga y
popular serie de televisión, hace una serie de películas, por lo general
complejas para el gran público, exceptuando el musical Nashville
(1975), en el que intervienen 26 personajes principales formando un gran
tapiz de la política, la música, el teatro y la religión. En sus obras más
recientes vuelve a recuperar el contacto con el espectador, como en El
juego de Hollywood (1991), una comedia negra sobre las intrigas de la
producción cinematográfica hollywoodiense, Vidas cruzadas (1993) y
Prêt-à-porter (1994) y Kansas City (1996).
Cassavetes, actor y director cuyo primer largometraje fue el
documental experimental Sombras (1960), se sumó a la producción
convencional tras su éxito comercial con Faces (1968), que
repetiría con Una mujer bajo la influencia (1974), protagonizada
por su mujer, Gena Rowlands. John Sayles, escritor, director y
actor independiente, consiguió el aplauso de la crítica por películas como
Return of the Secaucus Seven (1980), Matewan (1987) y
Passion Fish (Peces de pasión, 1992). Spike Lee, que
escribió, dirigió, produjo y protagonizó películas tan alabadas por la
crítica y por el público como Nola Darling (1986), Haz lo que
debas (1989) o Malcolm X (1992), en la actualidad parece
empeñado en crear un nuevo tipo de cine, centrado casi exclusivamente en
la problemática de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
Frente al cine que representan los anteriores realizadores
de cine de autor, pese a ser estadounidense y en ocasiones ligado a la
industria de Hollywood, ésta ha continuado otras líneas de producción para
el consumo masivo, especialmente de niños y adolescentes. Se basan
principalmente en el efectismo que las nuevas tecnologías y los grandes
presupuestos permiten. Dentro de esta categoría figuran las películas de
catástrofes, como La aventura del Poseidón (1972), de Ronald
Neame, El coloso en llamas (1974), de John Guillermin e
Irvin Allen, o Titanic (1997), de James Cameron; las
recreaciones de personajes del cómic, como Superman (1978), de
Richard Donner, Batman (1989), de Tim Burton, y
Spider-Man (2002), de Sam Raimi; o las películas bélicas de
ciencia ficción como la saga Star Wars, de Georges Lucas:
La guerra de las galaxias (1977), El imperio contraataca
(1980), El retorno de Jedi (1983), La amenaza fantasma
(1999) y El ataque de los clones (2002), la primera película
totalmente digital. A esto hay que añadir las fantasías tecnológicas que
ha hecho posible los avances de la informática, como Matrix (1999),
de Larry y Andy Wachowski.
En
estos géneros comerciales ha destacado Steven Spielberg (empezó con
la interesante El diablo sobre ruedas (1971)), desde Tiburón
(1975), modelo de películas en las que una criatura terrorífica atemoriza
a una pacífica comunidad, a las más serenas y emotivas de ciencia ficción
Encuentros en la tercera fase (1977) y E.T. el
extraterrestre (1982), que explotaron la fascinación por las
posibilidades de vida extraterrestre y su posible contacto con los
humanos. En la serie de Indiana Jones recrea el cine clásico de
aventuras: En busca del arca perdida (1981), Indiana Jones y el
templo maldito (1984) e Indiana Jones y la última cruzada
(1989). En
1993, en un tono distinto al habitual, consiguió el apoyo de la crítica y
el público más exigente con La lista de Schindler, película basada
en la experiencia del Holocausto, filmada toda en blanco y negro excepto
una imagen en color.
Los disparatados costes de estas megalómanas películas han
llevado a varios estudios a la bancarrota y han forzado a otros a producir
sólo dos o tres películas al año, con lo que la oferta de películas
disponibles se reduce, fenómeno que tiende a intensificarse con las
políticas de marketing aplicadas desde comienzos de la década de 1990:
concentrar el esfuerzo publicitario y promocional en pocas películas que
copan luego casi todas las salas de cine de las ciudades de todo el mundo,
con lo que queda escaso lugar para la exhibición de pequeñas producciones
independientes o producciones medias de las industrias nacionales. Estas
películas quedan así arrinconadas en salas especializadas, semejantes a
las antiguas de arte y ensayo, de aforo reducido, a las que acuden los
aficionados y no el gran público. De hecho, incluso en Estados Unidos,
aunque se siguen produciendo películas intimistas, más basadas en el
guión, la interpretación y la habilidad de los realizadores, como
Kramer contra Kramer (1979, de Robert Benton), Gente
corriente (1980, de Robert Redford), Paseando a Miss
Daisy (1989, de Bruce Beresford) o Las normas de la casa de
la sidra (1999, de John Irving), son a menudo (por no ser
fantásticas ni efectistas y por tratar de analizar o recrear la realidad
cotidiana) consideradas una empresa azarosa por los distribuidores, lo que
facilita aún menos su pervivencia.
El cinema novo de Brasil, creado en 1962 por Glauber Rocha, Nelson Pereira dos Santos y Lima Barreto, desarrolló una estética apoyada en la violencia. Rocha hacía cine de denuncia para mostrar el subdesarrollo que azotaba a su país. Expresó con energía sus ideas en Antonio das Mortes (1968). Actualmente encontramos directores tan brillantes como Walter Salles con un estilo calificado como neorrealista y que consiguió con Estación central de Brasil, entre otros premios, el Oso de plata en el festival de Berlín en 1998. En 2004 ha vuelto con Diarios de motocicleta, premiada en el festival de Hollywood. Tampoco podemos olvidar a Fernando Meirelles autor de la impresionante, bien construida y muy premiada Ciudad de Dios (2002).
En Cuba Tomás Gutiérrez Alea hace Historias de la revolución (1960), Fresa y chocolate (1993) y Guantanamera (1995).
En Argentina Leopoldo Torre Nilsson, cineasta introspectivo y simbólico, describe la cultura bonaerense en La caída (1959). Juan José Campanella ha conseguido buenas críticas y éxito de taquilla con El hijo de la novia (2001). Eduardo Mignogna con su primera película, Evita, quien quiera oír que oiga (1982), ganó premios en los festivales de cine de Lisboa y Biarritz. En el 2003 nos ha llegado Cleopatra, sobre unas soñadoras Thelma y Louise argentinas.
En Polonia hubo una generación de directores encabezada por Andrzej Wajda, Roman Polanski y Krzysztof Zanussi. Krzysztof Kieslowski rodó en Francia Tres colores: Azul, Blanco y Rojo (1993)
El cine de Irán se está conociendo gracias a los festivales internacionales. Dotado de una frescura narrativa y un espíritu crítico, es continuador del Neorrealismo. Los primeros directores conocidos son Abbas Kiarostami, que se dio a conocer con A través de los olivos (1993) la segunda película de la Trilogía de Koker. El otro es Mohsen Makhmalbaf autor de Kandahar (2001). Tras ellos han aparecido otros más jóvenes como Majid Majidi que hizo películas tan tiernas y conmovedoras como El color del paraíso (1999); Samira Makhmalbaf que con 18 años hizo La manzana (1998) y dos años después La pizarra (2000). Bahman Ghobadi, actor en La pizarra, ha conseguido un gran éxito con Un tiempo para los caballos borrachos (2000) y Las tortugas también vuelan (2004). Otros directores importantes son Jafar Panahi y Amir Naderi.
De Corea del Sur es muy conocido Kim Ki-Duk, conocido internacionalmente con La isla (2000) película de escenas duras y premiada en los Festivales de Venecia, Oporto y Bruselas. Más recientemente nos ha llegado la delicada y sugestiva Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera (2003), premiada en el festival de San Sebastián, Hierro 3 y La samaritana.
En China irrumpieron los directores de la llamada Quinta generación, encabezados por Zhang Yimou, con películas tan bellas como Sorgo rojo (1988), El camino a casa y Hero; y Chen Kaige, autor de Adiós a mi concubina (1993), Wong Kar-Wai tuvo un gran éxito con Deseando amar (2000). Dai Sijie llevó a la pantalla su novela autobiográfica con el título de Balzac y la joven costurera china (2002). Sun Zhou la sugestiva película El tren de Zhou Yu (2002). Zhang Yang consiguió la Concha de Plata al mejor director y el premio de la OCIC en el Festival de Cine de San Sebastián, y, en Toronto, el Premio de la Crítica Internacional con La ducha (1999). En Taiwan encontramos a Ang Lee, que dirigió El banquete de bodas (1992) y Tormenta de hielo (1997); y Wayne Wang, autor de Smoke (1994) y La caja china (1997).
250 GRANDES PELICULAS
POSICION |
PUNTUACION |
PELICULA |
1. |
9.0 |
The Godfather (1972) |
2. |
9.0 |
The Shawshank Redemption (1994) |
3. |
8.9 | |
4. |
8.9 |
The Godfather: Part II (1974) |
5. |
8.8 |
Shichinin no samurai (1954) |
6. |
8.8 |
Schindler's List (1993) |
7. |
8.8 |
Casablanca (1942) |
8. |
8.7 |
Star Wars (1977) |
9. |
8.7 | |
10. |
8.7 | |
11. |
8.7 |
Pulp Fiction (1994) |
12. |
8.7 | |
13. |
8.7 | |
14. |
8.7 | |
15. |
8.7 |
Rear Window (1954) |
16. |
8.7 |
Citizen Kane (1941) |
17. |
8.6 |
Dr. Strangelove (1964) |
18. |
8.6 |
Cidade de Deus (2002) |
19. |
8.6 |
The Usual Suspects (1995) |
20. |
8.6 |
Raiders of the Lost Ark (1981) |
21. |
8.6 |
Memento (2000) |
22. |
8.6 |
12 Angry Men (1957) |
23. |
8.6 |
C'era una volta il West (1968) |
24. |
8.5 |
North by Northwest (1959) |
25. |
8.5 | |
26. |
8.5 |
Psycho (1960) |
27. |
8.5 |
Lawrence of Arabia (1962) |
28. |
8.5 |
Goodfellas (1990) |
29. |
8.5 |
It's a Wonderful Life (1946) |
30. |
8.5 |
The Silence of the Lambs (1991) |
31. |
8.5 | |
32. |
8.5 |
Sunset Blvd. (1950) |
33. |
8.5 |
American Beauty (1999) |
34. |
8.5 |
The Matrix (1999) |
35. |
8.4 |
Fight Club (1999) |
36. |
8.4 |
Apocalypse Now (1979) |
37. |
8.4 |
Vertigo (1958) |
38. |
8.4 |
The Pianist (2002) |
39. |
8.4 |
Paths of Glory (1957) |
40. |
8.4 |
To Kill a Mockingbird (1962) |
41. |
8.4 | |
42. |
8.4 |
Taxi Driver (1976) |
43. |
8.4 |
The Third Man (1949) |
44. |
8.4 |
Se7en (1995) |
45. |
8.4 |
Boot, Das (1981) |
46. |
8.3 |
M (1931) |
47. |
8.3 |
Double Indemnity (1944) |
48. |
8.3 |
Requiem for a Dream (2000) |
49. |
8.3 |
Singin' in the Rain (1952) |
50. |
8.3 |
Léon (1994) |
51. |
8.3 |
Chinatown (1974) |
52. |
8.3 |
Rashômon (1950) |
53. |
8.3 |
Some Like It Hot (1959) |
54. |
8.3 |
All About Eve (1950) |
55. |
8.3 | |
56. |
8.3 |
L.A. Confidential (1997) |
57. |
8.3 |
Hotel Rwanda (2004) |
58. |
8.3 |
The Maltese Falcon (1941) |
59. |
8.3 |
The Bridge on the River Kwai (1957) |
60. |
8.3 |
American History X (1998) |
61. |
8.3 |
Modern Times (1936) |
62. |
8.3 |
Raging Bull (1980) |
63. |
8.3 |
Saving Private Ryan (1998) |
64. |
8.3 |
Alien (1979) |
65. |
8.3 |
Vita è bella, La (1997) |
66. |
8.3 |
A Clockwork Orange (1971) |
67. |
8.3 |
The Sting (1973) |
68. |
8.3 |
Million Dollar Baby (2004) |
69. |
8.3 |
Kill Bill: Vol. 1 (2003) |
70. |
8.2 |
Reservoir Dogs (1992) |
71. |
8.2 |
Mr. Smith Goes to Washington (1939) |
72. |
8.2 | |
73. |
8.2 |
Amadeus (1984) |
74. |
8.2 |
The Manchurian Candidate (1962) |
75. |
8.2 |
City Lights (1931) |
76. |
8.2 |
On the Waterfront (1954) |
77. |
8.2 |
Ran (1985) |
78. |
8.2 |
The Apartment (1960) |
79. |
8.2 |
Untergang, Der (2004) |
80. |
8.2 |
The Incredibles (2004) |
81. |
8.2 |
The Shining (1980) |
82. |
8.2 |
The Great Escape (1963) |
83. |
8.2 |
Sjunde inseglet, Det (1957) |
84. |
8.2 |
The Wizard of Oz (1939) |
85. |
8.2 |
Aliens (1986) |
86. |
8.2 |
2001: A Space Odyssey (1968) |
87. |
8.2 |
Touch of Evil (1958) |
88. |
8.2 |
Crash (2004) |
89. |
8.2 |
Kill Bill: Vol. 2 (2004) |
90. |
8.2 |
Nuovo cinema Paradiso (1989) |
91. |
8.2 |
The Great Dictator (1940) |
92. |
8.2 |
Metropolis (1927) |
93. |
8.2 |
Braveheart (1995) |
94. |
8.2 |
Donnie Darko (2001) |
95. |
8.2 |
Jaws (1975) |
96. |
8.2 |
Oldboy (2003) |
97. |
8.2 |
High Noon (1952) |
98. |
8.2 |
Strangers on a Train (1951) |
99. |
8.2 |
Sin City (2005) |
100. |
8.2 |
Annie Hall (1977) |
101. |
8.2 |
Finding Nemo (2003) |
102. |
8.2 |
Mononoke-hime (1997) |
103. |
8.2 |
Fargo (1996) |
104. |
8.1 |
Forrest Gump (1994) |
105. |
8.1 |
The General (1927) |
106. |
8.1 |
Wo hu cang long (2000) |
107. |
8.1 |
Blade Runner (1982) |
108. |
8.1 |
Yojimbo (1961) |
109. |
8.1 |
Full Metal Jacket (1987) |
110. |
8.1 |
Before Sunset (2004) |
111. |
8.1 |
Ladri di biciclette (1948) |
112. |
8.1 |
Rebecca (1940) |
113. |
8.1 |
The Best Years of Our Lives (1946) |
114. |
8.1 |
The Princess Bride (1987) |
115. |
8.1 |
The Sixth Sense (1999) |
116. |
8.1 |
Terminator 2: Judgment Day (1991) |
117. |
8.1 |
It Happened One Night (1934) |
118. |
8.1 |
The Big Sleep (1946) |
119. |
8.1 |
Batman Begins (2005) |
120. |
8.1 |
Once Upon a Time in America (1984) |
121. |
8.1 |
Notorious (1946) |
122. |
8.1 |
Duck Soup (1933) |
123. |
8.1 |
Smultronstället (1957) |
124. |
8.1 | |
125. |
8.1 | |
126. |
8.1 |
The Graduate (1967) |
127. |
8.1 |
Patton (1970) |
128. |
8.1 |
Lola rennt (1998) |
129. |
8.1 |
Cool Hand Luke (1967) |
130. |
8.1 |
The Elephant Man (1980) |
131. |
8.1 |
Unforgiven (1992) |
132. |
8.0 |
The Deer Hunter (1978) |
133. |
8.0 |
Amores perros (2000) |
134. |
8.0 |
The Philadelphia Story (1940) |
135. |
8.0 |
Finding Neverland (2004) |
136. |
8.0 |
The Green Mile (1999) |
137. |
8.0 |
Back to the Future (1985) |
138. |
8.0 |
Ying xiong (2002) |
139. |
8.0 |
The Gold Rush (1925) |
140. |
8.0 |
Glory (1989) |
141. |
8.0 |
Ben-Hur (1959) |
142. |
8.0 |
Toy Story 2 (1999) |
143. |
8.0 | |
144. |
8.0 |
Stalag 17 (1953) |
145. |
8.0 |
Bringing Up Baby (1938) |
146. |
8.0 |
Manhattan (1979) |
147. |
8.0 |
Platoon (1986) |
148. |
8.0 |
A Christmas Story (1983) |
149. |
8.0 |
The Grapes of Wrath (1940) |
150. |
8.0 |
Arsenic and Old Lace (1944) |
151. |
8.0 |
The Wild Bunch (1969) |
152. |
8.0 |
Passion de Jeanne d'Arc, La (1928) |
153. |
8.0 |
The Searchers (1956) |
154. |
8.0 |
Life of Brian (1979) |
155. |
8.0 |
Hable con ella (2002) |
156. |
8.0 | |
157. |
8.0 |
Quatre cents coups, Les (1959) |
158. |
8.0 |
Witness for the Prosecution (1957) |
159. |
8.0 |
The African Queen (1951) |
160. |
8.0 |
The Hustler (1961) |
161. |
8.0 |
Big Fish (2003) |
162. |
8.0 |
Gone with the Wind (1939) |
163. |
8.0 |
Mystic River (2003) |
164. |
8.0 |
The Night of the Hunter (1955) |
165. |
8.0 |
Hotaru no haka (1988) |
166. |
8.0 |
The Straight Story (1999) |
167. |
8.0 |
Roman Holiday (1953) |
168. |
8.0 |
Festen (1998) |
169. |
8.0 |
Die Hard (1988) |
170. |
8.0 |
Shrek (2001) |
171. |
8.0 |
Ikiru (1952) |
172. |
8.0 |
His Girl Friday (1940) |
173. |
8.0 |
Grande illusion, La (1937) |
174. |
8.0 | |
175. |
8.0 |
Gladiator (2000) |
176. |
8.0 |
The Adventures of Robin Hood (1938) |
177. |
7.9 |
Young Frankenstein (1974) |
178. |
7.9 |
The Killing (1956) |
179. |
7.9 |
Bronenosets Potyomkin (1925) |
180. |
7.9 |
Magnolia (1999) |
181. |
7.9 |
Charade (1963) |
182. |
7.9 |
8½ (1963) |
183. |
7.9 |
Strada, La (1954) |
184. |
7.9 |
Mar adentro (2004/I) |
185. |
7.9 |
Ed Wood (1994) |
186. |
7.9 |
Monsters, Inc. (2001) |
187. |
7.9 |
The Conversation (1974) |
188. |
7.9 |
Harvey (1950) |
189. |
7.9 |
Trois couleurs: Rouge (1994) |
190. |
7.9 |
Sideways (2004) |
191. |
7.9 |
A Streetcar Named Desire (1951) |
192. |
7.9 |
Sling Blade (1996) |
193. |
7.9 |
A Night at the Opera (1935) |
194. |
7.9 | |
195. |
7.9 |
Brazil (1985) |
196. |
7.9 |
Gandhi (1982) |
197. |
7.9 |
Groundhog Day (1993) |
198. |
7.9 |
Spartacus (1960) |
199. |
7.9 | |
200. |
7.9 |
Trainspotting (1996) |
201. |
7.9 |
In America (2002) |
202. |
7.9 |
Twelve Monkeys (1995) |
203. |
7.9 |
Stand by Me (1986) |
204. |
7.9 |
Shadow of a Doubt (1943) |
205. |
7.9 |
All the President's Men (1976) |
206. |
7.9 |
Per qualche dollaro in più (1965) |
207. |
7.9 |
Laura (1944) |
208. |
7.9 | |
209. |
7.9 |
To Be or Not to Be (1942) |
210. |
7.9 |
Lost in Translation (2003) |
211. |
7.9 | |
212. |
7.9 |
Persona (1966) |
213. |
7.9 |
Dog Day Afternoon (1975) |
214. |
7.9 |
Almost Famous (2000) |
215. |
7.9 |
Toy Story (1995) |
216. |
7.9 |
The Insider (1999) |
217. |
7.9 |
The Lion in Winter (1968) |
218. |
7.9 |
The Big Lebowski (1998) |
219. |
7.9 |
Fanny och Alexander (1982) |
220. |
7.9 |
Snatch. (2000) |
221. |
7.9 |
Garden State (2004) |
222. |
7.9 |
Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl (2003) |
223. |
7.9 |
This Is Spinal Tap (1984) |
224. |
7.9 |
Mulholland Dr. (2001) |
225. |
7.9 |
Network (1976) |
226. |
7.9 | |
227. |
7.9 |
The Station Agent (2003) |
228. |
7.8 |
The Exorcist (1973) |
229. |
7.8 |
21 Grams (2003) |
230. |
7.8 |
Judgment at Nuremberg (1961) |
231. |
7.8 |
The Terminator (1984) |
232. |
7.8 |
Battaglia di Algeri, La (1965) |
233. |
7.8 |
Dogville (2003) |
234. |
7.8 |
Being There (1979) |
235. |
7.8 |
Meglio gioventù, La (2003) |
236. |
7.8 |
Spider-Man 2 (2004) |
237. |
7.8 |
Miller's Crossing (1990) |
238. |
7.8 |
Tonari no Totoro (1988) |
239. |
7.8 |
Rain Man (1988) |
240. |
7.8 |
Heat (1995) |
241. |
7.8 |
Barry Lyndon (1975) |
242. |
7.8 |
Diarios de motocicleta (2004) |
243. |
7.8 |
Being John Malkovich (1999) |
244. |
7.8 |
The Thin Man (1934) |
245. |
7.8 |
Taegukgi hwinalrimyeo (2004) |
246. |
7.8 |
Kind Hearts and Coronets (1949) |
247. |
7.8 |
In the Heat of the Night (1967) |
248. |
7.8 |
The 39 Steps (1935) |
249. |
7.8 | |
250. |
7.8 |
Diaboliques, Les (1955) |
1. CITIZEN KANE (1941)
2. CASABLANCA (1942)
3. THE GODFATHER (1972)
4. GONE WITH THE WIND (1939)
5. LAWRENCE OF ARABIA (1962)
6. THE WIZARD OF OZ (1939)
7. THE GRADUATE (1967)
8. ON THE WATERFRONT (1954)
9. SCHINDLER'S LIST (1993)
10. SINGIN' IN THE RAIN (1952)
11. IT'S A WONDERFUL LIFE (1946)
12. SUNSET BOULEVARD (1950)
13. THE BRIDGE ON THE RIVER KWAI (1957)
14. SOME LIKE IT HOT (1959)
15. STAR WARS (1977)
16. ALL ABOUT EVE (1950)
17. THE AFRICAN QUEEN (1951)
18. PSYCHO (1960)
19. CHINATOWN (1974)
20. ONE FLEW OVER THE CUCKOO'S NEST (1975)
21. THE GRAPES OF WRATH (1940)
22. 2001: A SPACE ODYSSEY (1968)
23. THE MALTESE FALCON (1941)
24. RAGING BULL (1980)
25. E.T. THE EXTRA-TERRESTRIAL (1982)
26. DR. STRANGELOVE (1964)
27. BONNIE AND CLYDE (1967)
28. APOCALYPSE NOW (1979)
29. MR. SMITH GOES TO WASHINGTON (1939)
30. THE TREASURE OF THE SIERRA MADRE (1948)
31. ANNIE HALL (1977)
32. THE GODFATHER PART II (1974)
33. HIGH NOON (1952)
34. TO KILL A MOCKINGBIRD (1962)
35. IT HAPPENED ONE NIGHT (1934)
36. MIDNIGHT COWBOY (1969)
37. THE BEST YEARS OF OUR LIVES (1946)
38. DOUBLE INDEMNITY (1944)
39. DOCTOR ZHIVAGO (1965)
40. NORTH BY NORTHWEST (1959)
41. WEST SIDE STORY (1961)
42. REAR WINDOW (1954)
43. KING KONG (1933)
44. THE BIRTH OF A NATION (1915)
45. A STREETCAR NAMED DESIRE (1951)
46. A CLOCKWORK ORANGE (1971)
47. TAXI DRIVER (1976)
48. JAWS (1975)
49. SNOW WHITE AND THE SEVEN DWARFS (1937)
50. BUTCH CASSIDY AND THE SUNDANCE KID (1969)
51. THE PHILADELPHIA STORY (1940)
52. FROM HERE TO ETERNITY (1953)
53. AMADEUS (1984)
54. ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT (1930)
55. THE SOUND OF MUSIC (1965)
56. M*A*S*H (1970)
57. THE THIRD MAN (1949)
58. FANTASIA (1940)
59. REBEL WITHOUT A CAUSE (1955)
60. RAIDERS OF THE LOST ARK (1981)
61. VERTIGO (1958)
62. TOOTSIE (1982)
63. STAGECOACH (1939)
64. CLOSE ENCOUNTERS OF THE THIRD KIND (1977)
65. THE SILENCE OF THE LAMBS (1991)
66. NETWORK (1976)
67. THE MANCHURIAN CANDIDATE (1962)
68. AN AMERICAN IN PARIS (1951)
69. SHANE (1953)
70. THE FRENCH CONNECTION (1971)
71. FORREST GUMP (1994)
72. BEN-HUR (1959)
73. WUTHERING HEIGHTS (1939)
74. THE GOLD RUSH (1925)
75. DANCES WITH WOLVES (1990)
76. CITY LIGHTS (1931)
77. AMERICAN GRAFFITI (1973)
78. ROCKY (1976)
79. THE DEER HUNTER (1978)
80. THE WILD BUNCH (1969)
81. MODERN TIMES (1936)
82. GIANT (1956)
83. PLATOON (1986)
84. FARGO (1996)
85. DUCK SOUP (1933)
86. MUTINY ON THE BOUNTY (1935)
87. FRANKENSTEIN (1931)
88. EASY RIDER (1969)
89. PATTON (1970)
90. THE JAZZ SINGER (1927)
91. MY FAIR LADY (1964)
92. A PLACE IN THE SUN (1951)
93. THE APARTMENT (1960)
94. GOODFELLAS (1990)
95. PULP FICTION (1994)
96. THE SEARCHERS (1956)
97. BRINGING UP BABY (1938)
98. UNFORGIVEN (1992)
99. GUESS WHO'S COMING TO DINNER (1967)
100. YANKEE DOODLE DANDY
TOP 100 de Salmerón
JAVIER DE LUCAS